El arrebatamiento de la Iglesia (1ª parte)

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Autor: Philipp Ottenburg

En esta primera parte sobre el arrebatamiento contestaremos la pregunta qué es el arrebatamiento, qué dice sobre la naturaleza de la iglesia el Cuerpo de Cristo. ¿Habrá un rapto parcial?


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PE2982 – Estudio Bíblico
El arrebatamiento de la Iglesia (1ª parte)



¿Quiénes somos? ¿Dónde pertenecemos? ¿Qué propósito tenemos? ¿Adónde iremos?

En esta y en la próxima audición vamos a ver las respuestas a esas preguntas, mientras estudiamos un tema tan apasionante como lo es el rapto, o el arrebatamiento: la venida del Señor Jesucristo para buscar a su Iglesia.

Primero vamos a ver: ¿Qué significa el arrebatamiento?

¿No les pasa de pensar que el tema no es tan importante, ya que la Biblia dice poco al respecto? Sin embargo, ¡no es así! El tema del arrebatamiento no tiene, de ninguna manera, una posición inferior o de poco significado.

Se trata de un punto culminante para la Iglesia de Jesucristo, ya que, en ese instante, todas las promesas dadas a la Iglesia llegarán a su cumplimiento. Por eso, Pablo dirige la mirada de la joven iglesia de Tesalónica hacia ese evento y le dice: “Por tanto, alentaos los unos a los otros con estas palabras”.

Hay muchos acontecimientos que nos angustian en este tiempo. ¿No es entonces la mirada al futuro, la perspectiva del arrebatamiento, el mayor consuelo que tenemos? Es nuestra bendita esperanza: “…así estaremos siempre con el Señor”. ¿Hay algo mejor que eso? ¡No!

Por lo tanto, llevemos a la práctica lo que dice el Señor y alentémonos los unos a los otros con estas palabras.

Si el arrebatamiento es el clímax y la conclusión de la era de la Iglesia, deberíamos considerar todo su contexto. No podemos quedarnos solo con el pasaje de 1 Tesalonicenses 4, si queremos entender mejor este evento. Tenemos que profundizar, por ejemplo, en toda la riqueza de la Iglesia, en lo que somos y dónde pertenecemos. Son hechos tan grandiosos que no le alcanzan las palabras al apóstol Pablo para describirlos en sus cartas.

1 Corintios 12:13 describe nuestra situación de forma compacta: “Porque por un solo Espíritu fuimos todos bautizados en un cuerpo, sean judíos o griegos, sean esclavos o libres, y a todos se nos dio a beber de un mismo Espíritu”.

Entendemos por este texto que toda persona que llega a la fe es hecha parte del Cuerpo de Cristo, la iglesia. Somos miembros del Cuerpo de Cristo, estamos en Cristo. 1 Tesalonicenses 4:16 dice que los muertos en Cristo resucitarán primero. En Cristo se refiere a los que fueron bautizados en su Cuerpo. El arrebatamiento incluye, pues a los que están en Cristo, a los miembros de Su Cuerpo.

La expresión “en Cristo” aparece más de 83 veces en la Biblia. Las bendiciones de la Iglesia son celestiales, se reciben en Cristo. Nuestra ciudadanía está en los cielos – encima de todas las circunstancias, tiempo, transitoriedad, enfermedades, luchas y problemas. La mirada al arrebatamiento nos permite respirar con alivio, y notamos cómo ciertas dificultades van perdiendo su enorme tamaño.

El arrebatamiento será la culminación del tiempo de gracia, la perfección del Cuerpo de Cristo, y esto tiene un doble significado:

Para nuestro Señor Jesucristo significa que, en cierto modo, Él mismo será completado. Pues, a través del arrebatamiento, Jesucristo perfeccionará su Cuerpo con todos sus miembros. En 2 Tesalonicenses 2:1 leemos que seremos reunidos con Cristo, literalmente, que seremos elevados para reunirnos con Él, para estar con Él por la eternidad. Él es la Cabeza de la Iglesia, y Dios el Padre “sometió todas las cosas bajo sus pies, y lo dio por cabeza sobre todas las cosas a la iglesia, la cual es su cuerpo, la plenitud de Aquel que todo lo llena en todo” (Ef. 1:22-23).

A través del arrebatamiento, nuestra Cabeza atraerá y reunirá todos sus miembros para completar, de esta manera, su propio Cuerpo. – ¿Te das cuenta de las riquezas de las cuales tú y yo podemos disfrutar? Somos parte de la plenitud, de la perfección, por así decirlo, de nuestro Salvador Jesucristo. ¿No sobrepasa esto todo nuestro entendimiento? ¿Y no es algo glorioso que, un día, veremos a nuestro Señor cara a cara? Entonces no habrá ningún sentimiento ni pensamiento que podrá separarte de Él. Él, como tu Cabeza, dispondrá de ti de manera perfecta, así como nosotros disponemos de nuestros propios cuerpos. Como miembro del Cuerpo del Señor, no fallarás más, no caerás ni retrocederás, sino que estarás en total armonía con la Cabeza.

¿Cómo funcionará esto? Pensemos en el cuerpo humano. En todo lo que hacemos, ya sea que caminemos o agarremos un objeto con la mano, la orden viene del cerebro. Incluso cuando nuestra boca habla sin pensar, fue la cabeza la que le dio la orden, y los miembros obedecen y actúan. ¡Qué gloriosa es esta unión que Dios ha hecho posible entre el Hijo y su Cuerpo! No hay unión más estrecha que la que existe entre la cabeza y el cuerpo. ¡Es de esta manera íntima que le pertenecemos a Cristo!

Para nosotros es lo más natural que nuestras manos hagan lo que queremos. De esta manera podemos imaginarnos cómo funcionamos como miembros del Señor. Pues es también lo más normal que cumplamos las tareas que Él nos da, como lo escribe el apóstol Pablo: “Pues tantas como sean las promesas de Dios, en Él todas son sí. Por eso también por medio de Él, es nuestro Amén, para la gloria de Dios por medio de nosotros” (2 Co. 1:20).

“Por medio de nosotros”, dice la Biblia. Dios dispuso que todas las promesas, sin excepción, encuentren su Sí y su Amén en Cristo.

Nada pasa por fuera de su precioso Hijo. El cumplimiento de todas las cosas está en Él, y el las hace por medio de nosotros como su Cuerpo, para la complacencia y la gloria de Dios. Cristo nos utiliza como su Cuerpo, así como un carpintero hace uso de sus manos para fabricar los muebles: “por medio de nosotros…”.

¿No es algo glorioso que Cristo, ya hoy, nos esté usando a nosotros como parte de su Cuerpo, para el agrado del Padre y para cumplir sus propósitos? Es bueno tener esto siempre presente.

Puede haber tiempos en tu vida en que te sientas inútil. Es posible que no abundes en dones, sin embargo: a los ojos de nuestro Señor, eres imprescindible. Esto es algo maravilloso: que Dios quiera usarte en Cristo para cumplir sus promesas.

El teólogo H. J. Eckstein escribió: “¡Tú eres un deseo que Dios se cumplió a sí mismo!” Pero viceversa, Dios quiere llegar a ser para ti el cumplimiento de tus deseos, incluso de lo que ni siquiera te atreverías pedirle. Sus bendiciones te son garantizadas por la resurrección, pues las consiguió Cristo en el Gólgota. Con Su resurrección Dios literalmente nos abrió los cielos y nos capacitó para las tareas que Él preparó para nosotros.

El segundo aspecto del arrebatamiento como momento de culminación es el siguiente: Para la Iglesia, el Cuerpo de Cristo, el arrebatamiento significa que, de repente, en un abrir y cerrar de ojos, no conoceremos más la imperfección ni el sufrimiento, ni tristeza ni dolor. De un momento para otro, no habrá ningún malentendido, ninguna mentira, ningún engaño.

Imaginémonos esto: desde aquí seremos trasladados de forma instantánea a la presencia eterna de Jesús. Desde aquí, inmediatamente, estaremos en posesión completa y perfecta de nuestra vida, hasta ese momento escondida en Cristo. Todo lo que el Padre le ha prometido a Su Hijo, a quién constituyó heredero de todas las cosas, también lo disfrutará su Iglesia.

El arrebatamiento no es simplemente la salvación de los creyentes, sino que será la reunión de la Cabeza con Su Cuerpo. ¿Tú ya eres parte de su cuerpo? ¿Qué si el Señor un día tuviera que decirte: “¡Nunca te conocí!”?

Entrégate a Cristo hoy, cree en él de corazón y el quiere bautizarte por su Espíritu en un solo cuerpo quiere llenarte y guiarte por su Espíritu. Todos los que somos miembros del cuerpo de Cristo seremos arrebatados en un abrir y cerrar de ojos, Los que durmieron en Cristo y los vivimos, los que habremos quedado para la venida del Señor. Ninguno quedará atrás, pues el cuerpo del Señor no puede ser dividido. El Señor conoce muy bien a cada uno de los suyos.  Mientras tanto el quiere usarte ahora y siempre para ser sus manos y sus pies, para ser una luz y una bendición en este mundo.

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