El Cristiano y la Ley (1ª parte)
2 abril, 2018El Cristiano y la Ley (3ª parte)
3 abril, 2018Autor: Ger de Koning
¿Qué tiene que ver un cristiano en su vida diaria con la Ley? Acerca de esto existen dos conceptos. Hay cristianos que opinan que la Ley nos fue dada para que, en agradecimiento por nuestra salvación, la cumplamos. Otros cristianos opinan que la Ley no tiene validez para los cristianos. Estos últimos quieren vivir sólo en base a la gracia. Como entre los cristianos sinceros se encuentra tanto una como otra opinión, y se trata, con sinceridad, de vivir según lo que se cree, es bueno investigar lo que la Palabra de Dios dice acerca de la Ley.
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PE2320 – Estudio Bíblico
El Cristiano y la Ley (2ª parte)
Hola! Un gusto estar nuevamente junto a ustedes! Estábamos viendo que: Los cristianos judíos eran fanáticos de la Ley. Para ellos, el cristianismo era la continuación del judaísmo, sólo que ahora se le agregaba la fe en el Mesías Jesucristo. Para ellos las congregaciones entre las naciones, eran congregaciones de prosélitos (gentiles que se habían convertido al judaísmo).
La falsa doctrina de los cristianos judíos trajo confusión y muchas discusiones. Pablo y Bernabé vieron que su trabajo entre las naciones estaba en peligro, y protestaron enérgicamente contra esta falsa doctrina.
En Jerusalén hubo mucho intercambio de opiniones, como vemos en el capítulo 15 de Hechos. Después que hablaron Pedro, Bernabé y Pablo (versículos 7 al 12), fue Jacobo quien tomó la palabra (versículos 13 al 20). Él era el líder de la iglesia en Jerusalén, y tenía, por eso, una posición especial. Sus palabras eran decisivas en esta discusión sobre la importancia de la Ley para las naciones.
Jacobo se refirió primeramente al informe de Pedro, y mencionó “cómo Dios visitó por primera vez a los gentiles para tomar de ellos pueblo para su nombre”, confirmando este actuar de Dios con una cita del profeta Amós. Luego, llegó al fallo del versículo 19: “que no se inquiete a los gentiles que se convierten a Dios”. Con “no se inquiete”, quería decir que no se les podía imponer el yugo de la Ley. Las naciones tienen su propio lugar en los caminos de Dios, ellos están libres del compromiso de hacerse judíos y de cumplir la Ley.
Después de ese fallo de Jacobo, el resultado de la consulta es depositado en una carta, enviada a los hermanos de entre las naciones. La conclusión de la consulta en Jerusalén es clara: la Ley no es para los creyentes de entre las naciones, sino para Israel, el pueblo al que fue dada la Ley. Dios nunca dio la Ley a las naciones. Leemos acerca de esto en Romanos 2:14, donde dice: “los gentiles que no tienen la Ley”. La naciones no tenían parte en todo lo que Dios había dado a Israel (como queda claro en Ef. 2:11 y 12). La Ley e Israel van juntos, en exclusividad (como vemos en Ro. 9:4). En las Escrituras no se puede hallar ninguna conexión entre la Ley y las naciones.
Quisiera informarles brevemente algo que es bueno tener en cuenta: En Hechos se describe una situación de transición. Dios aún soportaba que los judíos que se habían convertido a Cristo siguieran guardando la Ley. Lo soportó hasta el año 70, cuando los romanos conquistaron Jerusalén y destruyeron el templo – con esto finalizó el servicio judío a Dios. En la iglesia, constituida por todos los verdaderamente creyentes, no hay judío ni griego (es decir, gentil), así dice Gálatas 3:28, porque todos ellos, sin diferencia, son uno en Cristo Jesús.
Regresamos una vez más al concilio apostólico en Jerusalén, para escuchar cómo, durante la deliberación, en los versículos 7 al 11 de Hechos 15, Pedro pone esto en palabras en forma excelente, y muy instructiva para nosotros. Primero, les hace recordar cómo Dios lo había escogido para que las naciones escucharan el evangelio por su boca y creyeran. El hecho de que ellos verdaderamente se habían convertido a la fe, lo comprobó Dios al darles, según Pedro, el Espíritu Santo “como también a nosotros”, los judíos creyentes. Al dar Su Espíritu también a las personas convertidas de entre las naciones, Dios confirmó que Él los había salvado. Dios había sellado su fe con el Espíritu Santo, sin condición previa, o sea, exclusivamente sobre la base de la fe.
De ahí que si alguien se convierte ahora, también está mal ponerle condiciones adicionales. Esto, Pedro lo deja en claro al señalar la función y las consecuencias de la Ley. Él habla de la Ley como de “un yugo que ni nuestros padres ni nosotros hemos podido llevar”. Y confirma aquí dos cosas que ya hemos mencionado:
Él confirma que la Ley fue dada a Israel. Porque habla de “nuestros padres”, y éstos no son otros que los israelitas de las primeras generaciones, y de “nosotros”, con lo que se refiere a los judíos creyentes a quienes él dirige la palabra, incluyéndose a sí mismo.
Él confirma, también, que ningún ser humano puede guardar la Ley, independientemente de si es o no creyente.
Nos preguntamos: ¿Para qué etapa es válida la Ley? Hemos visto que la Ley sólo fue dada a Israel, o sea, sólo a un pueblo. Pero, existe una limitación más, y es la época a la cual la Ley estaba destinada. De esto leemos en Gálatas 3:23 al 25.
En este pasaje, Pablo compara dos etapas. Una es la de la Ley, es decir el tiempo en que Dios trata con el ser humano en base a la Ley: O sea, que el ser humano debe guardar la Ley, hacer lo que dice la Ley. La otra es la etapa de la fe, es decir, el tiempo en que Dios trata con el ser humano en base a la fe. La etapa de la “fe” es esencialmente la era cristiana, el tiempo que comenzó después que Cristo vino a la tierra para realizar Su obra en la cruz y luego regresar al Padre. Después de esto vino el Espíritu Santo a la tierra. Y ése fue el comienzo del cristianismo.
En la etapa de la Ley regían Leyes estrictas, que Dios había impuesto a su pueblo terrenal Israel. Para el judío, esto era un yugo, sufría bajo el mismo como si estuviera en la cárcel, o sea como un preso (como lo expresa Gálatas 3:23). Esa Ley le quitaba su libertad de acción. Su vida era regida por dicha Ley. Tenía que cumplirla, bajo amenaza de pena de muerte. Al mismo tiempo, la Ley, como prisión, era una protección que evitaba que él se mezclara con la gente a su alrededor (pared que derribó Cristo, según Efesios 2:14). Pero, la etapa de la Ley era limitada. Era válida hasta que llegara “aquella fe que iba a ser revelada”, y ésta fe fue revelada cuando vino el Señor Jesucristo. Con esto, comenzó una nueva etapa.
Vale la pena estudiar más a fondo la palabra “ayo”, que Pablo utiliza en este pasaje de Gálatas 3 sobre la Ley (en el versículo 24). Un “ayo” es alguien que cuida de un niño que le ha sido confiado, y también cuida de su bienestar físico. Ésta es la función de la Ley. La Ley es un ayo hacia Cristo. Esto, sin embargo, no significa que muestra el camino hacia Cristo. Más bien caracteriza un período de la historia de la salvación, en la cual Dios regula la vida de su pueblo Israel a través de ella. Esta etapa finalizó con la venida de Cristo.
Durante ese tiempo, el ser humano demostró ser un pecador inmejorable, y por eso Dios, inevitablemente, lo tuvo que juzgar. Para escapar de este juicio se necesita la fe en Cristo y en Su obra redentora en la cruz. Al realizar el Señor Jesús Su obra en la cruz, hizo posible que Dios pudiera justificar a un ser humano sobre la base de la fe. Esto es posible sólo por la fe, nunca por la Ley, ni por cualquier esfuerzo humano. Desde que la obra de Cristo fue consumada, Dios ya no trata con el ser humano sobre la base de la Ley, sino sólo sobre la base de la fe.