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Autor: Esteban Beitze

El engaño es una forma de ataque disimulada y sutil que fue enunciada por el Señor Jesús. Esa profecía ya ha comenzado a cumplirse. ¿Será posible que seas influenciado o incluso arrastrado por el fraude más exitoso de la historia?


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PE3002 – Estudio Bíblico
El engaño del tiempo final (3ª parte)



El tema que estamos analizando es “Mirad que nadie os engañe”. Hemos visto que todos los valores bíblicos, cristianos, están siendo cuestionados, atacados o directamente eliminados. Cuando Pablo enumera las características de las personas que en los últimos tiempos apostatarán de la fe los describe: “Porque habrá hombres amadores de sí mismos, avaros, vanagloriosos, soberbios, blasfemos, desobedientes a los padres, ingratos, impíos, sin afecto natural, implacables, calumniadores, intemperantes, crueles, aborrecedores de lo bueno, traidores, impetuosos, infatuados, amadores de los deleites más que de Dios, que tendrán apariencia de piedad, pero negarán la eficacia de ella; a estos evita” (2 Ti. 3:2-5).

Aunque estas palabras fueron escritas por el apóstol hace casi 2000 años, son sin duda una radiografía de nuestro tiempo. Los valores cristianos se han perdido. El yo pasó a ser el centro de todas las cosas, sin importar el sufrimiento del prójimo. Cuando una sociedad deja de manera deliberada a Dios, no es de extrañar que las leyes que protegen al prójimo se disuelvan o incluso se cambien por otras de naturaleza opuesta. ¿Cómo podemos mantenernos firmes frente a todo esto? Pablo nos da antídotos útiles para resistir victoriosos:

1. Preservación mediante el ejemplo

El apóstol se pone como ejemplo a sí mismo, junto con la madre y abuela de Timoteo: “Pero tú has seguido mi doctrina, conducta, propósito, fe, longanimidad, amor, paciencia, persecuciones, padecimientos […]. Pero persiste tú en lo que has aprendido y te persuadiste, sabiendo de quién has aprendido” (2 Ti. 3:10, 11, 14).

Además de muchos personajes bíblicos, de seguro tenemos tales ejemplos de conducta a nuestro alrededor: hermanos y hermanas en el Señor que son constantes y fieles a Dios, y a quienes Él usa de manera maravillosa. ¿Conoces a alguien que sea ejemplo en su testimonio, su familia y su ministerio? Entonces, ¡imítalo! ¿Por qué buscar nuevas experiencias o enseñanzas? ¿Por qué seguir nuevos caminos con el afán de sentirse bien? La corriente apóstata que nos rodea es tan fuerte que tan solo los fieles son capaces de nadar contra ella. El apóstol Juan nos invita a lo siguiente: “Amado, no imites lo malo, sino lo bueno. El que hace lo bueno es de Dios; pero el que hace lo malo, no ha visto a Dios” (3 Jn. 1:11).

El escritor de Hebreos introduce la galería de los héroes de la fe del capítulo 11 con la siguiente advertencia: “Pero nosotros no somos de los que retroceden para perdición, sino de los que tienen fe para preservación del alma” (He. 10:39). La palabra griega para “retroceder” es (ὑποστέλλω) jupostelo, la cual conlleva la imagen de arriar una vela, reduciendo así la velocidad del barco. En la vida cristiana esto significa no perseverar en la verdad, lo que claramente alude a la apostasía.

Después de enumerar la fidelidad que, a pesar de sus luchas, dificultades y martirios, tuvieron los héroes de la fe, el autor da la siguiente instrucción: “Por tanto, nosotros también, teniendo en derredor nuestro tan grande nube de testigos, despojémonos de todo peso y del pecado que nos asedia, y corramos con paciencia la carrera que tenemos por delante, puestos los ojos en Jesús, el autor y consumador de la fe, el cual por el gozo puesto delante de él sufrió la cruz, menospreciando el oprobio, y se sentó a la diestra del trono de Dios” (He. 12:1-2).

A ninguno de estos héroes le resultó fácil mantenerse fiel. Incluso el Señor Jesús, mientras oraba en el Getsemaní, tuvo una ardua lucha, derramando lágrimas y sudor con sangre para mantenerse fiel ante el sufrimiento y la muerte que le esperaban en el Gólgota. Sin embargo, fue por su persistencia que fuimos bendecidos en Él. ¡Vale la pena seguir estos ejemplos!

2. Preservación mediante la Palabra

 Por medio del ánimo dado a Timoteo, Pablo nos exhorta de la siguiente manera: “Procura con diligencia presentarte a Dios aprobado, como obrero que no tiene de qué avergonzarse, que usa bien la palabra de verdad” (2 Ti. 2:15).

Respecto a las advertencias para el tiempo final y los ejemplos a seguir en el capítulo 3, el apóstol continúa diciendo: “… y que desde la niñez has sabido las Sagradas Escrituras, las cuales te pueden hacer sabio para la salvación por la fe que es en Cristo Jesús. Toda la Escritura es inspirada por Dios, y útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia, a fin de que el hombre de Dios sea perfecto, enteramente preparado para toda buena obra” (vv. 15-17).

¿Por qué, si sabemos que la seguridad, bendición y todo lo que necesitamos se encuentra en la Biblia, atendemos a fuentes dudosas? Me temo que Dios esté diciendo de nuestra generación lo mismo que dijo en aquel entonces de su pueblo Israel: “Porque dos males ha hecho mi pueblo: me dejaron a mí, fuente de agua viva, y cavaron para sí cisternas, cisternas rotas que no retienen agua” (Jer. 2:13).

Necesitamos renovar nuestras mentes, alinear nuestros pensamientos con Dios y su Palabra, y no regirnos por principios mundanos: “Si, pues, habéis resucitado con Cristo, buscad las cosas de arriba, donde está Cristo sentado a la diestra de Dios. Poned la mira en las cosas de arriba, no en las de la tierra” (Col. 3:1-2).

Es necesario que prestemos atención a lo que ocupa nuestra mente. ¿Cómo utilizamos o desperdiciamos nuestro tiempo libre? Según nuestros pensamientos serán nuestros actos. Si nuestra mente está repleta de pensamientos mundanos, entonces actuaremos como el mundo, pero si están llenos de Cristo, de Su Palabra y de Su presencia, actuaremos como el Señor y seremos cada vez más parecidos a Él. Por lo tanto, que “… la palabra de Cristo habite en abundancia entre vosotros” (Col. 3:16).

Además, el Espíritu Santo nos guía a toda verdad (Juan 16:13), sin embargo, utiliza para esto la Palabra que Él mismo ha inspirado, recordándonos lo que ya sabemos.

3. Preservación mediante el servicio

En el capítulo 4 el apóstol nos brinda otro antídoto para librarnos de la apostasía: “Te encarezco delante de Dios y del Señor Jesucristo, que juzgará a los vivos y a los muertos en su manifestación y en su reino, que prediques la palabra; que instes a tiempo y fuera de tiempo; redarguye, reprende, exhorta con toda paciencia y doctrina […]. Pero tú sé sobrio en todo, soporta las aflicciones, haz obra de evangelista, cumple tu ministerio” (2 Ti. 4:1-2.5).

Esta exhortación de Pablo a Timoteo nos muestra a todos lo importante que es llevar a cabo la tarea que el Señor nos ha dado y para la cual nos ha preparado (Efesios 2:10). En lugar de invertir nuestro tiempo en lo mundano y abrir nuestros oídos a la seducción, sirvamos fielmente al Señor en el lugar donde nos ha colocado y llevemos a cabo las obras que Él preparó para nosotros. Si atendemos a este asunto con seriedad, no tendremos tiempo para desperdiciar nuestras vidas en un sistema apóstata.

La recompensa por mantenernos firmes en la tentación

Ante los ataques diabólicos y la fuerte influencia del engaño y la apostasía podríamos preguntarnos si realmente vale la pena permanecer fieles al Señor y a su Palabra. Al fin y al cabo, resulta más sencillo dejarse llevar por la corriente. Esta es la razón por la que Pablo cierra esta carta, triste y reflexiva, con palabras de ánimo, esperanza y consuelo.

1. La satisfacción de completar la carrera

Una de las mayores alegrías del cristiano es saber que ha cumplido con su tarea. El apóstol Pablo da testimonio de su vida: “He peleado la buena batalla, he acabado la carrera, he guardado la fe” (2 Ti. 4:7). ¿Hay algo más satisfactorio que llegar al final de nuestra existencia siendo fieles y habiendo cumplido con las obras por las que Dios nos creó y capacitó? Si el Señor nos llamara hoy a nuestro hogar celestial, ¿podríamos dar el mismo testimonio que Pablo?

2. La anticipación de la recompensa

Por si todo lo mencionado nos parece poco, el apóstol, por medio del Espíritu de Dios, presenta una visión del momento posterior al arrebatamiento de la Iglesia, cuando estemos ante el tribunal de Cristo para recibir nuestras recompensas: “Por lo demás, me está guardada la corona de justicia, la cual me dará el Señor, juez justo, en aquel día; y no solo a mí, sino también a todos los que aman su venida” (2 Ti. 4:8). Cuando el Señor nos lleve a Su presencia, nos recompensará según el informe detallado de servicio y conducta cristiana que tenga de nosotros. Con esto en mente, vale la pena luchar, invertir en la eternidad y servir con fidelidad. Esta recompensa también está relacionada con la constante espera de la venida del Señor. En Apocalipsis 22:12, el Señor Jesús promete: “He aquí yo vengo pronto, y mi galardón conmigo, para recompensar a cada uno según sea su obra”. ¡Realmente vale la pena servir al Señor!

3. Fortalecimiento a pesar de la oposición

No sabemos cuánto queda para la venida del Señor. La oposición y engaño son grandes y la lucha, brutal. Por momentos, podemos tener la impresión de que estamos solos, tal como le pasó al apóstol Pablo (2 Timoteo 4:16). No obstante, él se aferró con confianza a una verdad válida también para nosotros: “Pero el Señor estuvo a mi lado, y me dio fuerzas, para que por mí fuese cumplida la predicación, y que todos los gentiles oyesen […]. Y el Señor me librará de toda obra mala, y me preservará para su reino celestial. A él sea gloria por los siglos de los siglos. Amén” (vv. 17-18).

Corramos, pues, con valentía y confianza esta carrera, “… puestos los ojos en Jesús, el autor y consumador de la fe” (He. 12:2).

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