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Autor: Esteban Beitze

Seguimos analizando el comienzo del ministerio público del profeta Eliseo después del arrebatamiento del profeta Elías, La intención de Elías era poder cumplir con el ministerio para el cual había sido llamado de la mejor forma. Allí recibe una confirmación de parte de Dios.


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PE2914 – Estudio Bíblico
El llamado de Eliseo (11ª parte)



CONFIRMACIÓN POR SANCIÓN

Estamos analizando el comienzo del ministerio público del profeta Eliseo después del arrebatamiento del profeta Elías. A la última pregunta de Elías a Eliseo respecto a lo que quisiera tener, Eliseo le pide una doble porción de su Espíritu. Su intención era poder cumplir con el ministerio para el cual había sido llamado de la mejor forma. Allí recibe como confirmación de su ministerio y de esta llenura del Espíritu, el manto del profeta Elías. Dios lo estaba confirmado por un símbolo.

Luego había regresado por el camino por donde habían venido con Elías unos instantes antes. Allí estaba el río Jordán. Para poder pasarlo, hizo lo mismo que había hecho Elías. Lo golpea con el manto y el río se abre, dejando un camino seco para que el profeta pudiera pasar. Esto causó un gran impacto en los hijos de profeta, estos hombres que estudiaban los escritos bíblicos y se preparaban para servir al Señor. Así Dios confirmó el ministerio de Eliseo por medio de una señal.

Si uno sigue leyendo el capítulo 2 de 2ª Reyes, llega a la historia de la fuente de agua salada, que era infructífera y producía enfermedades. Al enterarse de la gran necesidad, Eliseo toma un recipiente de barro lleno de sal y lo quiebra sobre la fuente, trasformando el agua mala en buena. De esta manera Dios confirmó su ministerio por otra señal más.

Pero ahora vamos a ver como Dios confirma a su siervo por medio de una sanción. O sea que vemos:

  1. Confirmación por símbolo
  2. Confirmación por señales
  3. Confirmación por sanción

Ya vimos como el siervo de Dios es capacitado y confirmado por el Señor. Pero, es sabido, que cuando se quiere hacer la voluntad de Dios, siempre habrá oposición. Esto es normal y tenemos que tenerlo presente.

Pero a veces el siervo de Dios tiende a desanimarse cuando ve tanta oposición y que pareciera no ser tenida en cuenta por Dios. Puede que la oposición sea mucha y por mucho tiempo no pareciera haber respuesta de Dios, pero tarde o temprano también habrá de actuar la justicia de Dios.

Esto lo podemos observar en la historia de Eliseo. En 2ª Reyes 2:23-24 leemos una trágica y muy seria historia: “Después subió de allí a Bet-el; y subiendo por el camino, salieron unos muchachos de la ciudad, y se burlaban de él, diciendo: ¡Calvo, sube! ¡calvo, sube! Y mirando él atrás, los vio, y los maldijo en el nombre de Jehová. Y salieron dos osos del monte, y despedazaron de ellos a cuarenta y dos muchachos”.

Uno al leer esto en forma superficial, bien se puede preguntar ¿por qué tanta saña contra un par de chicos que hacían burla a un calvo? ¿No fue desmedido del castigo? Si Dios siguiera castigando de esta manera, probablemente quedarían pocas personas vivas en el mundo.

Pero, antes de encontrar una respuesta a estas preguntas, tenemos que buscar la interpretación de este pasaje.

En primer lugar, cuando se nombran “unos muchachos”, no se trataba de unos niños o adolescentes maleducados. De acuerdo con otros pasajes donde aparece esta palabra, por ejemplo, en el caso de Ismael (Gn.21:12), éste tenía alrededor de 18 años cuando es llamado de esta forma. La misma palabra aparece para Salomón cuando ocupa el puesto de rey sobre Israel (1R.3:7).

Entonces, en el caso de Eliseo, se trataba de unos jóvenes idólatras y malvados. Ellos insultaron a Eliseo y “se burlaban de él, diciendo: ¡Calvo, sube! ¡calvo, sube!”. Más que burla era una injuria y maldición (comp.Is.3:17,24). Parece que estas palabras también se pueden interpretar como un desafío burlesco a repetir el arrebatamiento de Elías. Se burlaban de los hechos poderosos de Dios, cuestionándolos y atacando a Su siervo.

Quizás podemos trazar el paralelo a lo que le gritaron a Jesús en la cruz, desafiándolo a que se bajara de la misma si realmente fuese hijo de Dios.

Con esta actitud estaban atacando al siervo de Dios y con ello a Dios mismo (comp.1S.8:7). Un poco antes había sucedido una situación similar con Elías cuando grupos de soldados lo fueron a buscar en forma insolente y cayó fuego del cielo en dos oportunidades y los consumió (2R.1). Algo semejante sucedió con el intento de linchamiento de Caleb y Josué de parte de los 10 espías rebeldes y el pueblo que los siguió en su desobediencia e incredulidad (Nm.14). Los diez murieron este mismo día, y el pueblo, en los años siguientes.

El atacar al siervo levantado por Dios es de lo más peligroso. El castigo por lo hecho a Eliseo no se hizo esperar sobre estos jóvenes. La gravedad de la ofensa era tan grande para Dios, lo cual demostró con la gravedad del castigo. Fueron despedazados 42 de ellos.

Dios se puso del lado de aquellos que le son fieles y enfrenta a aquellos que los atacan. Dios confirmó a su siervo por medio del juicio. Esto seguramente sirvió de advertencia a cualquiera que quisiera poner en duda o atacar al recién investido profeta de Dios.

La historia y mi experiencia personal demuestra que cada vez que los siervos de Dios fueron atacados, Dios se encargó de juzgar severamente a los que se oponían. Obviamente, esto no siempre sucede en forma inmediata. Incluso de ellos, Dios tiene misericordia y busca que se arrepientan. Pero si persisten en su actitud, tendrán que vérselas con el Dios vivo. Y “¡Horrenda cosa es caer en manos del Dios vivo!” (Hb.10:31).

Jesús dijo que aún un vaso de agua dada a uno de los suyos sería recompensado, pero la falta de respeto por los suyos también tendría sus efectos terribles. La identificación del Señor con los suyos es muy profunda. Por un lado, es un profundo consuelo y ánimo, pero por el otro, también una seria advertencia.

Podemos trazar un paralelo final a las estrellas que Juan ve en la mano del exaltado Señor. Allí recibe la interpretación, que éstas son los ángeles de las mismas (Ap.1:16,20), a mi entender, los responsables de las iglesias (comp.Jn.10:28) O sea, los líderes de la iglesia estaban en las manos del Señor. Dios tiene un cuidado especial de sus siervos. Esto significa también, que nosotros los debemos honrar, orar por ellos y sujetarnos a ellos, dado que fue Dios quién los ha puesto por nuestros líderes.

Dios confirma a los suyos, a los que le sirven fielmente en el lugar donde Él los ha puesto, pero tiene preparado un juicio para los que los atacan. Generalmente, esto se hace por medio de la murmuración. En Proverbios 6:16-19 lo que Dios dice al respecto: “Seis cosas aborrece Jehová, Y aun siete abomina su alma: Los ojos altivos, la lengua mentirosa, Las manos derramadoras de sangre inocente, El corazón que maquina pensamientos inicuos, Los pies presurosos para correr al mal, El testigo falso que habla mentiras, Y el que siembra discordia entre hermanos”. Ahí tenemos varias actitudes que Dios aborrece, abomina. Que esta enseñanza nos sirva de advertencia acerca de atacar la vida y el testimonio de los siervos de Dios. Él mismo vela por ellos. En lugar de atacar o criticar, oremos, intercedamos por ellos, apoyémoslos en sus tareas. Dios nos ayude en ello.

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