El llamado de Eliseo (11ª parte)
4 junio, 2023El llamado de Eliseo (13ª parte)
4 junio, 2023Autor: Esteban Beitze
Los caminos en la independencia de Dios, lejos de Él, siempre terminan en el desierto y con consecuencias desastrosas para nosotros mismos y, muchas veces, también para nuestro entorno, familia, amigos, iglesia y ministerios. ¿Y tú? ¿Por cuál camino estás yendo?
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PE2915 – Estudio Bíblico
El llamado de Eliseo (12ª parte)
Eliseo y la victoria sobre el enemigo
El profeta Eliseo se vio involucrado en una guerra que hubo con los moabitas. Dice en 2ª Reyes 3: “Joram hijo de Acab comenzó a reinar en Samaria sobre Israel el año dieciocho de Josafat rey de Judá; y reinó doce años. E hizo lo malo ante los ojos de Jehová, aunque no como su padre y su madre; porque quitó las estatuas de Baal que su padre había hecho. Pero se entregó a los pecados de Jeroboam hijo de Nabat, que hizo pecar a Israel, y no se apartó de ellos. Entonces Mesa rey de Moab era propietario de ganados, y pagaba al rey de Israel cien mil corderos y cien mil carneros con sus vellones. Pero muerto Acab, el rey de Moab se rebeló contra el rey de Israel. Salió entonces de Samaria el rey Joram, y pasó revista a todo Israel. Y fue y envió a decir a Josafat rey de Judá: El rey de Moab se ha rebelado contra mí: ¿irás tú conmigo a la guerra contra Moab? Y él respondió: Iré, porque yo soy como tú; mi pueblo como tu pueblo, y mis caballos como los tuyos. Y dijo: ¿Por qué camino iremos? Y él respondió: Por el camino del desierto de Edom. Salieron, pues, el rey de Israel, el rey de Judá, y el rey de Edom; y como anduvieron rodeando por el desierto siete días de camino, les faltó agua para el ejército, y para las bestias que los seguían. Entonces el rey de Israel dijo: ¡Ah! que ha llamado Jehová a estos tres reyes para entregarlos en manos de los moabitas”.
Acá vemos una historia que muestra claramente lo que es la unión en yugo desigual.
1. UNA UNIÓN EN YUGO DESIGUAL
A. Una reforma a medias
Después de la muerte de Acab, Joram, su hijo, empezó a reinar sobre el reino del norte, conocido como Israel. No sabemos a ciencia cierta, cual fue el motivo por el cual Joram quitó la idolatría de Baal. Quizás lo hizo por ver los juicios divinos que vinieron sobre su padre por seguir la idolatría de Baal. Podría ser, también, que lo hizo simplemente por una conveniencia política, para luego conseguir un aliado en Josafat, el piadoso rey de Judá. Sea como fuera, siguió haciendo lo malo frente a Dios. Fue una reforma a medias, no de todo corazón.
Muy bien sabemos lo que significa no comprometerse totalmente con Dios. Las cosas a medias en lo espiritual no sirven y siempre resultan peligrosas y muchas veces llevan a la destrucción total.
No en vano el Señor anticipa el juicio sobre la iglesia de Laodicea, porque no eran calientes ni fríos, sino tibios (Ap.3:15). Esta actitud, a Dios le da asco (Ap.3:16). ¿Cómo se encuentra nuestro compromiso con Dios? ¿Es completo, o es a medias? Dios no se conforma con menos que el total. Además, resulta de lo más peligroso. El intentar ser un creyente que busca estar bien con Dios, pero también juega con el pecado y simpatiza con el mundo, está al borde del fracaso y el juicio divino.
B. Un conflicto por ambición
Como había muerto el rey Acab que tenía una poderosa influencia y dominio sobre los reinos vecinos, el rey de Moab, quiso dejar de pagar los impuestos de dominio a Israel. Entonces el rey Joram organizó una invasión punitiva. La motivación no era la defensa de su territorio, sino absolutamente de ambición por lo material que perdía y probablemente, orgullo que necesitaba ser satisfecho. No podía darse el lujo que alguien no lo respetara como lo había hecho con su padre. Estas motivaciones llevaron a su pueblo y los de sus aliados al borde de la muerte.
¡Cuántas veces hijos de Dios se dejaron llevar a serios problemas, por tomar decisiones donde las motivaciones fueron la ambición de lo material o el orgullo! ¡Cuánto daño han hecho al testimonio de creyentes, iglesias, ministerios y al testimonio de Cristo en el mundo!
Antes de tomar cualquier decisión, analicemos cuál es la motivación por la cual queremos hacer algo o dar determinado paso. Si existiera alguna motivación egoísta, seguramente no es de Dios y sólo nos traerá problemas, y probablemente también dañaremos a otros, sobre todo, los más cercanos.
C. Una alianza peligrosa
El rey Joram, un rey que no buscaba a Dios, buscó una alianza estratégica con el rey piadoso de Israel. Frente a este pedido Josafat responde algo que debería chocar a cada fiel creyente: “Iré, porque yo soy como tú; mi pueblo como tu pueblo, y mis caballos como los tuyos” (v.7b). La identificación del rey Josafat con el rey Joram fue completa. ¿Por qué lo habrá hecho? ¿Se dejó engañar por la aparente reforma religiosa que había iniciado Joram? ¿Tenía intereses materiales o de fama al participar de esta guerra? ¿Era débil en sus convicciones espirituales? Puede haber sido cualquiera o todas estas razones. Pero había una más, que sin lugar jugó fue un factor determinante en esta decisión desacertada. Dios lo había bendecido en gran manera en varias áreas de su vida, pero cuando se enriqueció, Josafat se había emparentó con la casa de Acab (2Cr.18:1). Ya en ese momento había sido seducido a hacer causa común en una lucha con Acab y ahora vuelve a hacerlo con el hijo de éste. La cuestión es que estaba haciendo algo que ya en el pasado le trajo serias consecuencias (1R.22). Aunque, en ese momento, el profeta Micaías había advertido acerca del final desastroso de la batalla, ambos reyes se fueron a enfrentar los sirios. En la batalla el rey Josafat fue puesto en gran aprieto por el enemigo, y Acab fue herido y murió. Josafat tendría que haber aprendido la lección, pero en lugar de ello volvió a cometer el mismo error en hacer alianza con los impíos. Y una vez más, puso su propia vida y la de su gente en peligro.
La Biblia es muy clara en cuanto a las alianzas con los inconversos sean estas de negocio, emocionales o las que fueran: “No os unáis en yugo desigual con los incrédulos; porque ¿qué compañerismo tiene la justicia con la injusticia? ¿Y qué comunión la luz con las tinieblas?” (2Co.6:14). Aunque conozcamos este pasaje de memoria, ¡cuántos creyentes siguen cayendo en este pecado, destruyendo sus vidas, testimonios, ministerios y causándole profundo dolor a su entorno y a Dios mismo.
La pregunta “¿Por qué camino iremos?” fue respondida con: “por el camino del desierto de Edom” (v.8). Era el camino por el desierto de Idumea. Era una ruta por donde podrían atacar al enemigo con mayor facilidad, y también pudieron conseguir otro aliado con el rey de Edom. Pero, calcularon mal el tema del aprovisionamiento del agua para tan gran cantidad de hombres y animales. Por allí pasa el arroyo estacionario de Zered, pero que sólo lleva agua en época lluviosa. Evidentemente no era esta época, por la cual estuvieron a punto de perder sus hombres y animales.
La consecuencia de esta serie de malas decisiones la encontramos en los versículos 9 y 10: “…y como anduvieron rodeando por el desierto siete días de camino, les faltó agua para el ejército, y para las bestias que los seguían. Entonces el rey de Israel dijo: ¡Ah! que ha llamado Jehová a estos tres reyes para entregarlos en manos de los moabitas”.
En toda esta historia, nos damos cuenta de que cuando no hay un compromiso completo con Dios, se toman decisiones en función de prioridades equivocadas y se encaran caminos peligrosos. Los caminos en la independencia de Dios, lejos de Él, sin consultarle, siempre terminan en el desierto y con consecuencias desastrosas para nosotros mismos y que muchas veces afectan también nuestro entorno como familia, amigos, iglesia y ministerios. Bien decía el sabio Salomón: “Hay camino que al hombre le parece derecho; Pero su fin es camino de muerte”. (Pr.14:12). Querido oyente ¿Por cuál camino estamos yendo? Que nuestra actitud sea: “Fíate de Jehová de todo tu corazón, Y no te apoyes en tu propia prudencia. Reconócelo en todos tus caminos, Y él enderezará tus veredas. No seas sabio en tu propia opinión; Teme a Jehová, y apártate del mal; Porque será medicina a tu cuerpo, Y refrigerio para tus huesos” (Pr.3:5-8). Que sea una enseñanza para nosotros, para toda nuestra vida y, en especial, para este día. Amén.