El llamado de Eliseo (2ª parte)
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27 mayo, 2023Autor: Esteban Beitze
Ahora sigue el momento la decisión más difícil para Eliseo. El joven tan prometedor, con un futuro aparentemente asegurado era llamado para dejar todo, para unirse a un predicador nómade. No era una decisión fácil.
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PE2906 – Estudio Bíblico
El llamado de Eliseo (3ª parte)
EL PODER PARA EL SERVICIO
En 1 Reyes 19 encontramos el llamado de Eliseo para el servicio a tiempo completo. De hecho, Elías lo llama para el servicio de profeta en Israel de una forma, al menos inusual. Dice en el versículo 19: “pasando Elías por delante de él, echó sobre él su manto”. Los mantos de los profetas generalmente eran de alguna piel o pelo de animal, demostrando la humildad y austeridad del dueño y una vestimenta típica de los profetas. Esto lo podemos comparar con Zacarías 13:4 o Mateo 7:5. Por ejemplo, el de Juan el Bautista era de piel de camello (Mt.3:4). Obviamente el manto de Elías en sí no tenía ningún tipo de poder propio, pero era un símbolo del poder de Dios y la presencia de Su Espíritu en la vida y ministerio del profeta. Era un objeto sencillo que señalaba la cercanía y el poder de Dios.
Pero recordemos dónde aparece este manto por primera vez. Cuando Elías había huido de la amenaza de Jezabel, se escondió en el desierto y deseaba morir. Allí tuvo un reencuentro con Dios que se manifestó en el silbo apacible. Allí Elías se tapó el rostro con este manto (1R.19:11-13). Este manto había estado en la presencia de Dios, luego fue usado por Dios para designar un futuro siervo. Después de que Eliseo estuviera unos 8 años con Elías, éste último fue arrebatado por Dios al cielo. En este momento el manto de Elías se cayó, y con él Eliseo hizo el primer milagro al abrir las aguas del Jordán, como lo había hecho su dueño anterior (2R.2).
Algo similar tenemos en la vara de Moisés (Ex.4:2,20). Cuando Moisés tenía dudas respecto del llamado del Señor para sacar al pueblo de Egipto, Dios le pregunta: “Qué tienes en tu mano?” Él le contesta: “una vara”. Luego le muestra, que por medio de ella haría tales milagros que el pueblo creería en Él y que sería una herramienta con la cual mostrar Su poder al Faraón. Esta vara era una sencilla herramienta de trabajo, pero se convertiría en la “vara de Dios” (Ex.4:20). Con ella luego, se introdujeron las terribles plagas sobre Egipto y el rebelde Faraón. Fue la vara extendida sobre el Mar Rojo que lo abrió dándole la libertad al pueblo de Israel y la derrota al ejército egipcio. Fue también la herramienta para victoria sobre los enemigos y provisión de agua para el pueblo. Evidentemente no era una varita mágica, sino simplemente un palo seco. Pero este palo puesto en las manos de Dios hizo prodigios.
De la misma manera, la honda y la piedra de David sirvieron para lograr la victoria contra Goliat. O pensemos en los 5 panes y 2 peces del muchacho se convirtieron en provisión para miles de personas cuando fueron puestos en las manos de Jesús.
Nosotros no tenemos que producir el fruto. De esto se encarga el Señor. Lo que sí pide de nosotros es la entrega a Él de lo que somos y tenemos. Entonces veremos a Dios obrar con poder. El poder de Dios lo es todo. Si nos damos cuenta de que sólo somos herramientas en las manos del Señor, entonces no estaremos asustados cuando tenemos que enfrentar nuevos retos, porque sabemos que Él tiene los recursos necesarios para ayudarnos. Si actuamos así, tampoco nos sentiremos frustrados si no se logra lo que pensamos, porque no somos los encargados de producir cada solución. Y cuando Dios da el fruto, tampoco estaremos tentados de atribuirnos el éxito.
Por lo tanto, Dios simplemente nos pregunta “¿Qué tienes en tu mano?” Moisés tenía una vara y se convirtió en la vara de Dios. Elías su manto y fue su legado a Eliseo. Eliseo tenía sus bueyes y los ofreció al Señor y para alimento del pueblo. Todos ellos fueron usados en gran manera por el Señor. ¿No quieres experimentar lo mismo? ¿Qué tienes en tu mano? ¿En qué te podría usar?
LA OBEDIENCIA AL LLAMADO DEL SERVICIO
Ahora sigue el momento la decisión más difícil para Eliseo. El joven tan prometedor, con un futuro aparentemente asegurado era llamado para dejar todo, para unirse a un predicador nómade. No era una decisión fácil. Pero lo que observamos en esta historia, nos debería incentivar a seguir al Señor involucrándonos en lo que pida no importando el costo. Vemos:
A. Una decisión inmediata
La reacción de Eliseo frente al llamado del profeta Elías fue: “Entonces dejando él los bueyes, vino corriendo en pos de Elías” (19:20a). En esta actitud vemos algo que pocas veces encontramos al llamado del Señor – una obediencia inmediata. Una persona que actúa de esta forma seguramente podrá contar con la bendición de Dios. Muchos posponen el servir al Señor cuando tengan más edad, cuando estén mejor capacitados, cuando hayan formado sus familias, cuando tengan más dinero o para cuando sean viejos. Pero cuando el Señor llama, sólo existen dos actitudes: obedecer o desobedecer. De acuerdo con ellas serán también las consecuencias.
B. Desprendimiento de sus padres
Después que Elías lo hubiera llamado para seguirle, Eliseo contestó: “Te ruego que me dejes besar a mi padre y a mi madre, y luego te seguiré” (19:20b). Al leer esta frase enseguida nos recordamos de Lucas 9:61,62 donde un hombre vino al Señor Jesús con la intención de seguirle, pero luego puso la excusa de despedirse de los padres. En ese caso el Señor responde: “…Ninguno que poniendo su mano en el arado mira hacia atrás, es apto para el reino de Dios”. Evidentemente, el Señor se daba cuenta que este candidato quería poner a los lazos familiares como excusa para no ir o, al menos, posponer la decisión. No así Eliseo. Él ya había dejado los bueyes, y luego se despidió de verdad de sus padres. En ello vemos la actitud de un hijo piadoso y respetuoso de sus padres. Esto no quedó sin recompensa. La promesa de Dios para aquellos que honran a sus padres es: “para que tus días se alarguen en la tierra que Jehová tu Dios te da” (Ex.20:12).
Varios reyes llegaron y murieron, pero Eliseo vivió muchos años. Dios honra a los que le honran (1S.2:30). Si no honramos a nuestros padres terrenales, ¿será que honraremos al Señor? Esto obviamente no significa que pongamos un deseo de ellos por encima de el de Dios. Me imagino el dolor en el corazón de los padres al ver partir al hijo, pero como eran piadosos, no se lo impidieron. Todavía hoy recuerdo la mirada de dolor de mi madre (ahora ya con el Señor), cuando me despedía en el aeropuerto para dedicar mi vida al servicio a tiempo completo. Pero ella no puso ningún tipo de objeción. También ella se sujetó al llamado que Dios me había hecho. Dios llama. Y cuando Él llama, hay que obedecer. Jesús fue muy enfático al decir: “El que ama a padre o madre más que a mí, no es digno de mí; el que ama a hijo o hija más que a mí, no es digno de mí” (Mt.10:37). Pero también señala la recompensa: “Y cualquiera que haya dejado casas, o hermanos, o hermanas, o padre, o madre, o mujer, o hijos, o tierras, por mi nombre, recibirá cien veces más, y heredará la vida eterna” (Mt.19:29). ¡Vale la pena seguir el llamado del Señor! Sea para el área y forma que fuera, cada vez que seguimos este llamado, tendrá recompensa presente y eterna. Amén.