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Autor: Esteban Beitze

La próxima vez que nos sintamos impotentes y frustrados por la maldad humana que no parece tener su justo castigo, volvamos a leer esta historia y todo el Salmo 73. ¡Tengamos en cuenta, que el Señor sigue siendo el juez y habrá un justo juicio!


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PE2975 – Estudio Bíblico
El llamado de Eliseo (72ª parte)



UN GOLPE DE ESTADO

En el capítulo 8 de 2ª Reyes encontramos la última misión del profeta Eliseo. Tenía que ungir por rey sobre Siria a Hasael, y a Jehú sobre Israel. Ambos reyes tenían que llevar a cabo el juicio sobre el reino de Israel, que se había apartado tanto de Dios.

Lo que sigue en este capítulo es digno de una serie de suspenso e intriga en la corte del rey de Siria. Encontramos lo espantosa que puede ser la maldad humana, pero también el terrible juicio de Dios sobre los que se revelan una y otra vez contra Dios.

A. Un terrible anticipo

Dios había anticipado el juicio sobre Israel y la casa de Acab. Le había ordenado a Elías a ungir a los encargados de estos sendos juicios. En su inmensa longanimidad y gracia, Dios esperó mucho tiempo por el arrepentimiento, pero este no llegó. Ahora Eliseo, el sucesor del profeta Elías tuvo que encarar esta terrible tarea. La última orden de Dios para el profeta, fue seguramente también una de las más difíciles de su vida. Allí estaba Eliseo frente al futuro verdugo de su propio pueblo. En 2Reyes 8:11-13 leemos: “Y el varón de Dios le miró fijamente, y estuvo así hasta hacerlo ruborizarse; luego lloró el varón de Dios. Entonces le dijo Hazael: ¿Por qué llora mi señor? Y él respondió: Porque sé el mal que harás a los hijos de Israel; a sus fortalezas pegarás fuego, a sus jóvenes matarás a espada, y estrellarás a sus niños, y abrirás el vientre a sus mujeres que estén encintas. Y Hazael dijo: Pues, ¿qué es tu siervo, este perro, para que haga tan grandes cosas? Y respondió Eliseo: Jehová me ha mostrado que tú serás rey de Siria.”

Con su mirada escrutadora, Eliseo ve la perversión en Hazael, el premeditado asesinato de su rey, la usurpación del trono y lo peor, lo terrible que haría con su pueblo Israel. Su mirada es tan directa y profunda que hace ruborizar al duro soldado.

Allí el profeta empieza a llorar. Frente a lo que anticipaba el profeta, no puede de otra forma que llorar. Aunque firme en sus convicciones y acciones, Eliseo era muy sensible a la necesidad ajena. Aunque Israel hubiera merecido mil veces el castigo divino por su incredulidad, abandono de Dios, persecución de Sus profetas y maldad asociada con la idolatría, una persona que es un “varón de Dios”, no le puede dejar insensible la calamidad de los que se pierden.

Cualquiera que quiera servir al Señor, cualquiera que se encuentra involucrado en la obra pasa por momentos de gran sufrimiento y dolor por los eventos que tienen que pasar los hermanos. Pablo lloraba y se indignaba por el dolor, engaño y persecución que estaban expuestos los hermanos (Hch.30:31; 2Co.2:4; 11:28,29). ¿Tenemos este tipo de sensibilidad?

Cuando el Señor vino a Jerusalén por última vez: “…al verla, lloró sobre ella, diciendo: ¡Oh, si también tú conocieses, a lo menos en este tu día, lo que es para tu paz! Mas ahora está encubierto de tus ojos. Porque vendrán días sobre ti, cuando tus enemigos te rodearán con vallado, y te sitiarán, y por todas partes te estrecharán, y te derribarán a tierra, y a tus hijos dentro de ti, y no dejarán en ti piedra sobre piedra, por cuanto no conociste el tiempo de tu visitación” (Lc.19:41b-44). Antes había hablado acerca de la sangre de los profetas que fue derramada allí. Y unas horas después estarían exigiendo su propia muerte gritando: “¡Crucifícale, crucifícale!” (Lc.23:21). Había razones sobradas para el juicio divino. Pero la persona piadosa, le duele profundamente el juicio que habrá de venir sobre los perdidos.

Frente a estos ejemplos, nos deberíamos preguntar si realmente nos duele el destino de tantos pecadores empedernidos o ¿sentimos una cierta satisfacción en saber que serán juzgados por la eternidad?

Pero también podemos cambiar el punto de vista y preguntarnos, si el Señor mira nuestra vida, ¿sus ojos también estarán llenos de lágrimas por infinidad de intentos de corrección a los cuales nos resistimos una y otra vez? De la misma manera como Eliseo supo en detalle la maldad de Hazael, así también los ojos del Señor que como lo describe en Apocalipsis 1:14 son como “como llama de fuego”, lo disciernen absolutamente todo. No le podemos esconder nada. ¿Y qué ve allí? ¿Le causa placer o profundo dolor? ¿Tiene complacencia o tiene que ver ataduras de pecados no confesados? Si esto fuera realidad, ¡confiesa el pecado, entrégalo al Señor y déjalo con Su ayuda! ¡No dejes que Sus ojos se llenen de lágrima una vez más!

Volviendo a Hazael, observamos un intento de humilde respuesta “¿qué es tu siervo, este perro, para que haga tan grandes cosas?”, pero interiormente seguramente estaría infinitamente feliz por saber que sería rey de Siria. No importaba las lágrimas del profeta ni su mirada penetrante que todo lo que discernía. Su corazón era duro y quedaría así. De ahí se fue con la firme decisión de volverse un asesino y genocida. Para algunos, ninguna advertencia va a surtir efecto.

Cuando seguimos leyendo la historia del reino del norte, llegamos al cumplimiento literal de esta profecía: “En aquellos días comenzó Jehová a cercenar el territorio de Israel; y los derrotó Hazael por todas las fronteras” (2R.10:32).

Al analizar esta historia, uno podría cuestionar, por qué Dios eligió a esta persona sabiendo lo sanguinaria que sería. Ya hablamos acerca de la santidad de Dios y su justo juicio. Israel merecía el castigo. Este ya se había dilatado mucho por Su paciencia, pero al no haber arrepentimiento, el juicio vendría indefectiblemente. Fijémonos que, en el versículo citado, es Jehová quién destruía el territorio de Israel por medio de Hazael.

Otro aspecto divino que tenemos que añadir a ello es la soberanía divina sobre los gobiernos de esta tierra. Pablo lo dice claramente en Romanos 13:1: “no hay autoridad sino de parte de Dios, y las que hay, por Dios han sido establecidas”. Aunque no entendamos el porqué de algunas autoridades, podemos estar tranquilos, que aun ellas no se escapan al propósito divino. Y todo lo que hagan mal, tarde o temprano tendrá su terrible juicio. Jesús sigue siendo “el soberano de los reyes de la tierra” (Ap.1:5).

B. Un terrible atentado

Las historias de la humanidad e incluso de nuestros países, se encuentran marcadas por golpes e intentos de golpes de estado. Evidentemente no hay nada nuevo bajo el sol, porque nuestra historia sigue diciendo: “Y Hazael se fue, y vino a su señor, el cual le dijo: ¿Qué te ha dicho Eliseo? Y él respondió: Me dijo que seguramente sanarás. El día siguiente, tomó un paño y lo metió en agua, y lo puso sobre el rostro de Ben-adad, y murió; y reinó Hazael en su lugar”.

Las lágrimas de Eliseo no impresionaron a Hazael. Él se fue y se convirtió en asesino. Cometió magnicidio contra su rey. El rey sanó de su enfermedad, pero murió asesinado. Mientras todavía estaba debilitado Hazael lo asfixió con una gruesa tela mojada. Él no esperó que Dios cumpliera sus palabras y diera muerte al rey, sino que tomó el camino más corto, y lo mató.

C. Un terrible juicio divino

Lo que siguió fue el ungimiento de Jehú por rey sobre Israel, historia que encontramos narrada en 2Reyes 9:1-13 donde también se anticipa el terrible juicio que habría de venir sobre la familia de Acab: “Entonces el profeta Eliseo llamó a uno de los hijos de los profetas, y le dijo: Ciñe tus lomos, y toma esta redoma de aceite en tu mano, y vé a Ramot de Galaad. Cuando llegues allá, verás allí a Jehú hijo de Josafat hijo de Nimsi; y entrando, haz que se levante de entre sus hermanos, y llévalo a la cámara. Toma luego la redoma de aceite, y derrámala sobre su cabeza y di: Así dijo Jehová: Yo te he ungido por rey sobre Israel. Y abriendo la puerta, echa a huir, y no esperes. Fue, pues, el joven, el profeta, a Ramot de Galaad. Cuando él entró, he aquí los príncipes del ejército que estaban sentados. Y él dijo: Príncipe, una palabra tengo que decirte. Jehú dijo: ¿A cuál de todos nosotros? Y él dijo: A ti, príncipe. Y él se levantó, y entró en casa; y el otro derramó el aceite sobre su cabeza, y le dijo: Así dijo Jehová Dios de Israel: Yo te he ungido por rey sobre Israel, pueblo de Jehová. Herirás la casa de Acab tu señor, para que yo vengue la sangre de mis siervos los profetas, y la sangre de todos los siervos de Jehová, de la mano de Jezabel.

Y perecerá toda la casa de Acab, y destruiré de Acab todo varón, así al siervo como al libre en Israel. Y yo pondré la casa de Acab como la casa de Jeroboam hijo de Nabat, y como la casa de Baasa hijo de Ahías. Y a Jezabel la comerán los perros en el campo de Jezreel, y no habrá quien la sepulte. En seguida abrió la puerta, y echó a huir. Después salió Jehú a los siervos de su señor, y le dijeron: ¿Hay paz? ¿Para qué vino a ti aquel loco? Y él les dijo: Vosotros conocéis al hombre y sus palabras. Ellos dijeron: Mentira; decláranoslo ahora. Y él dijo: Así y así me habló, diciendo: Así ha dicho Jehová: Yo te he ungido por rey sobre Israel. Entonces cada uno tomó apresuradamente su manto, y lo puso debajo de Jehú en un trono alto, y tocaron corneta, y dijeron: Jehú es rey”.

La tarea pendiente de Elías fue llevada a cabo en forma indirecta por un ayudante de Eliseo. No sabemos a ciencia cierta por qué Eliseo no fue personalmente a ungir al nuevo rey sobre Israel. Esta era una tarea muy peligrosa. Sería ungir a un rey mientras todavía estaba reinando otro. Esto significaba la pena de muerte segura si se enteraba. Pero esta seguramente no fue la razón por la cual no fue el profeta. Él se sabía acompañado por las huestes celestiales. Probablemente lo hizo para no llamar la atención. Todo lugar donde iba era reconocido por todos los milagros que Dios había hecho por su intermedio. No podría moverse y actuar en forma anónima. Si lo hubiera hecho, hubiera puesto por sobre aviso al rey Joram.

Jehú fue ungido por rey sobre Israel con la función de juzgar la terrible maldad del rey Acab y su consorte real, la perversa Jezabel. Cuando uno lee esta anticipación de juicio, realmente da escalofríos. Aunque pudieron salirse un largo tiempo con la suya, el juicio vendría en forma terrible sobre toda la familia y su descendencia.

Frente a la anticipación del juicio a Acab por medio del profeta Elías en su tiempo (1R.21:17-29), el rey Acab se había arrepentido. Por lo cual Dios decidió que, aunque la sangre del rey sería lamida por perros en el mismo lugar del asesinato del justo Nabot, el juicio final y terrible sobre el resto de la familia y sobre todo, sobre su mujer, vendría después de su muerte.

Aunque ya reinaba Joram, el hijo de ambos, la influencia perversa de Jezabel persistía por detrás de su hijo. Llegó al punto de que Joram lo quiso decapitar a Eliseo.

¡Cuánto tiempo estaría esperando Eliseo y los justos de la tierra el juicio divino sobre esta familia perversa! ¿Habría justicia alguna vez? preguntarían los familiares del asesinado Nabot. Como vimos, Dios es paciente, pero la justicia divina es implacable.

El primer ejecutado fue Joram, el hijo de este diabólico matrimonio (2R.9:24). Luego su cadáver fue arrojado a la heredad usurpada de Nabot. A continuación, Jehú siguió adónde se alojaba Jezabel. Allí se cumplió el último capítulo del juicio sobre esta sanguinaria y diabólica mujer. Ella fue lanzada por una ventana por sus propios criados, y luego devorada por los perros callejeros, como lo había anticipado Dios (2R.9:30-37). Los demás descendientes también fueron exterminados (2R.10:10-17). Con mucha astucia se encargó de aniquilar también a todos los sacerdotes de Baal (2R.10-18-28).

¡Qué terrible final de esta historia! Esto no nos debe extrañar, porque sigue vigente el principio de la siembra y cosecha. Todo llevará su fruto, o de bendición o de juicio. Pero “¡Horrenda cosa es caer en manos del Dios vivo!” (Hb.10:30). Se confirma una vez más, que Dios juzga con mucha seriedad la idolatría e inmoralidad dentro de Su pueblo. Aunque el juicio anticipado puede demorar, llegará invariablemente. Además de ello, Dios es un Dios celoso y jamás permitirá que el hombre dé honor a otro ser que no fuera Él.

Cuando uno lee estos relatos, queda asqueado de la forma sanguinaria de estos juicios. Pero debemos tener en cuenta, que Dios había advertido una y otra vez y había anticipado el juicio. El que no se arrepentía sería juzgado. Ahora bien, lo mismo sigue pasando hoy en día. Frente a la proclamación del evangelio, que debe contener un claro llamado al arrepentimiento, muchos lo ignoran o rechazan deliberadamente. Frente a esta decisión Dios pone al hombre también hoy: “El que cree en el Hijo tiene vida eterna; pero el que rehúsa creer en el Hijo no verá la vida, sino que la ira de Dios está sobre él” (Jn.3:36). ¿De qué lado te encuentras? Y si ya lo recibiste como Salvador, entonces ¡corre al perdido, implora, exhorta, predica y ora por estas almas, para que todavía lleguen a ser rescatados antes del inminente juicio y condenación eterna en el lago de fuego!

Puede suceder también, que el creyente se desespere frente a la impunidad con la cual algunas personas roban, defraudan, dañan y hasta matan sin piedad a otros. Esto puede producir frustración, desánimo, bronca y hasta cuestionamiento de Dios y Su justicia. En esto otra vez nos tenemos que recordar de la longanimidad divina y Su deseo que todos vengan al arrepentimiento. Pero si esto no se produce, vendrá el juicio divino.

Conocemos el sentimiento de Asaf. Estaba profundamente frustrado, enojado y hasta cansado de vivir en santidad como si esto no recibiera su justa recompensa. Pero luego escribió: “Hasta que entrando en el santuario de Dios, Comprendí el fin de ellos. Ciertamente los has puesto en deslizaderos; en asolamientos los harás caer. ¡Cómo han sido asolados de repente! Perecieron, se consumieron de terrores. Como sueño del que despierta, Así, Señor, cuando despertares, menospreciarás su apariencia” (Sl.73:17-20).

La próxima vez que nos sintamos impotentes y frustrados por la maldad humana que no parece tener su justo castigo, volvamos a leer esta historia y todo el Salmo 73. ¡Tengamos en cuenta, que el Señor sigue siendo el juez y habrá un justo juicio!

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