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Titulo: “El Mesías, esperanza para el futuro” (parte 17).

Autor: Hal Lindsey
  Nº: PE897

Lo que tenemos delante nuestro, en el Salmo 22, es una profecía muy personal de cómo “se” “sintió” el Mesías en sus sufrimientos y cómo vio lo que acontecía a su alrededor.

 

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«El Mesías, esperanza para el futuro» (parte 17).

LOS SUFRIMIENTOS DEL MESIAS

Quiero compartir con usted, estimado amigo, la lectura del Salmo 22. Dice así la palabra: 

«Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado? ¿Por qué estás tan lejos de mi salvación, yde las palabras de mi clamor?«

«Mas yo soy gusano, y no hombre; oprobio de los hombres, y despreciado del pueblo. Todos losque me ven me escarnecen; estiran la boca, menean la cabeza, diciendo: se encomendó a Jehová; líbrele él; sálvele, puesto que en él se complacía.«

«He sido derramado como aguas, y todos mis huesos se descoyuntaron; mi corazón fue como cera derritiéndose en medio de mis entrañas. Como un tiesto se secó mi vigor, y mi lengua se pegó ami paladar, y me has puesto en el polvo de la muerte. Porque perros me han rodeado; me hacercado cuadrilla de malignos; horadaron mis manos y mis pies. Contar puedo todos mis huesos; entre tanto, ellos me miran y me observan. Repartieron entre sí mis vestidos, y sobre mi ropa echaron suertes.«

Nada de lo que dijo Jesús puede provocar más curiosidad y controversia que su clamor en la cruz: «Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado» (Mateo 27:46)?

Yo no creo que Jesús haya hecho esa pregunta porque no conociera la respuesta. El quería que descubriéramos de qué se trataba y, así, trasladarnos al Salmo profético de David (de donde es citada esta pregunta) como un buen punto de partida.

Los Salmos hicieron muchas predicciones concernientes al Mesías, pero el más claro y gráfico de todos es el Salmo 22. El rey David lo escribió alrededor del año 1000 A.C., con todo, las circunstancias que se describen en este Salmo no encajan en ningún momento de la vida del propio salmista, cosa que sí ocurre en el caso de otros Salmos. David gobernó el reino más poderoso de aquellos tiempos. Aun en los momentos más oscuros, nunca cayó en manos de sus enemigos, caso contrario de lo sucedido al personaje central de este Salmo. David, ya de edad avanzada, tuvo una muerte pacífica, mientras que el personaje del Salmo 22 muere en gran sufrimiento y humillación.

El Sufridor del Salmo 22

Una vez más, la identidad de aquel cuyos sufrimientos se describen en el Salmo 22 es de primordial importancia. Debido a los remarcables aspectos del mismo que encuentran un exacto cumplimiento en los eventos de la crucifixión de Jesús, sus seguidores lo han proclamado, con naturalidad, como un Salmo mesiánico. Por otra parte, debido a que en realidad parece referirse especialmente a Jesús, los rabinos y los teólogos cristianos liberales han tomado dos posturas, o evitan comentar sobre él o buscan atribuir las características del personaje central a otro fuera del Mesías.

La Vista desde la Cruz

Lo que tenemos delante nuestro, en el Salmo 22, es una profecía muy personal de cómo«se««sintió» el Mesías en sus sufrimientos y cómo vio lo que acontecía a su alrededor. David, en el poder del Espíritu, habla como si él fuera el Mesías, sintiendo sus emociones y desánimo como si fueran propios.

En uno de los más asombrosos usos de la profecía, en la literatura, que se haya visto, David describe en términos, increíblemente realistas, la situación de alguien que atravesaba las torturas de la crucifixión. Con todo, la crucifixión era una costumbre romana y fenicia, desconocida por los judíos hasta unos 400 años«después» que David escribió este Salmo.

Es de conocimiento bastante público que Jesús fue ejecutado en una cruz romana porque proclamó ser el Hijo de Dios y el Mesías de Israel. De hecho, Pilato, de manera caprichosa, hizo poner en la cruz sobre su cabeza un cartel: «Jesús de Nazaret, rey de los judíos». Los principales sacerdotes trataron de hacer que Pilato cambiara ese cartel para que dijera: ««El dijo» que era el rey de los judíos», pero Pilato no lo cambió. Dios estaba a punto de mostrar el cumplimiento de los sufrimientos mesiánicos del Salmo 22 y quería que todo el mundo supiese qué estaba aconteciendo con su escogido, el Mesías, Jesús de Nazaret.

Escuche la descripción de los sufrimientos que soportó Jesús en la cruz, 1000 años después de que el salmista los escribió: 

««He sido derramado como aguas«…» Esto describe la intensa transpiración que él sufrió bajo el sol abrasador del medio oriente.

««Y todos mis huesos se descoyuntaron«…» Este es uno de los resultados más terribles de colgar a una persona suspendida por sus brazos. Los músculos se fatigan y se estiran. Los huesos se salen de sus coyunturas por el propio peso de la persona.

««Mi corazón fue como cera, derritiéndose en medio de mis entrañas«…» Muchos piensan que el corazón de Jesús se partió debido al estrés y que el pericardio se llenó de sangre.

««Como un tiesto se secó mi vigor, y mi lengua se pegó a mi paladar«…» Esto describe la espantosa sed que sufrió debido a la deshidratación y la falta de agua bajo aquel sol abrasador. Esta sed es profetizada de manera específica en el Salmo 69:21, «…y en mi sed me dieron a beber vinagre.»

El apóstol Juan registra en el Nuevo Testamento el cumplimiento de esta profecía: 

«Después de esto, sabiendo Jesús que ya todo estaba consumado, dijo, para que la Escritura se cumpliese: Tengo sed. Y estaba allí una vasija llena de vinagre; entonces ellos empaparon en vinagre una esponja, y poniéndola en un hisopo, se la acercaron a la boca. Cuando Jesús hubo tomado el vinagre, dijo: Consumado es. Y habiendo inclinado la cabeza, entregó el espíritu» (Juan 19:28-30).

En los antiguos métodos de castigo judíos no había nada que involucrara el horadar las manos y los pies. La principal manera de ejecución para los judíos era el apedrear a la víctima. Con todo, aquí está el Mesías diciendo, a través de la pluma de David, que un día sus manos y pies serían horadados.

Obviamente, el significado de esta declaración es vigorosamente discutido por los rabinos, ya que admitir que significa exactamente lo que dice es sinónimo de admitir que Jesús, a quien ellos crucificaron, era su Mesías.

¿Por Qué Fue Horadado y Desamparado?

La penetrante pregunta con la que comienza el Salmo 22 es el mismo clamor que Jesús pronunció en la cruz cuando, al mediodía, la oscuridad cayó sobre toda la tierra: «Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?» ¡Jamás hubieron labios humanos que expresaran palabras de tan absoluta soledad! Nunca hubo en toda la historia humana tanto en juego y tan pocos interesados al respecto.

Jesús había pasado a través de una terrible tortura física y había llegado a este punto sin siquiera un suspiro de dolor. Con todo, en ese momento la temida «copa» que le había pedido al Padre que pasase de él, si fuera posible, tenía que ser bebida completamente. Como sacrificio escogido por Dios para sustituir al hombre, estuvo colgado allí en la cruz y permitió que Jehová Dios colocara sobre él los pecados de cada hombre y mujer que hubiera vivido. Entonces fue juzgado por sus pecados y tuvo que sufrir la penalidad de los mismos, lo cual es la muerte y la separación de Dios (ver Isaías 59:1,2). Para alguien como Jesús, que jamás había conocido un momento de separación en la comunión con su santo Padre, la angustia mental de ser desamparado por él era más de lo que sus emociones humanas podían resistir, y de ahí surge su clamor.

Apostando por sus Ropas

En cierta manera, la predicción más insólita del Salmo 22 es ésta: «Repartieron entre sí mis vestidos, y sobre mi ropa echaron suertes» (versículo 18). Este detalle, aparentemente insignificante, fue aportado por el salmista bajo la instrucción del Espíritu de Dios. Los soldados romanos no tenían ni idea de que estaban siguiendo un libreto cuando apostaron por la ropa de Jesús. No eran estudiantes de las profecías judías y, sin embargo, mientras estaban arrodillados allí, arrojando el dado a los pies de la cruz en cumplimiento de la profecía, encima de ellos, en la cruz, se determinaba el destino de la humanidad (Juan 19:23,24).

Esto me recuerda la pregunta formulada por el escritor de la Epístola a los Hebreos hace tanto tiempo: «¿cómo escaparemos nosotros, si descuidamos una salvación tan grande?, la cual habiendo sido anunciada primeramente por el Señor, nos fue confirmada por los que oyeron» (Hebreos 2:3).

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