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Titulo: “El Mesías, esperanza para el futuro” (parte 19).

Autor: Hal Lindsey
  Nº: PE901

No había una sóla persona que estuviera preparada para los electrificantes efectos del tercer día después de la muerte de Jesús.

 

Aun los discípulos de Jesús estaban asombrados e inseguros del significado de todo esto.


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«El Mesías, esperanza para el futuro» (parte 19).

Jesús ha RESUCITADO

Estimado amigo, un hecho que, a menudo, es pasado por alto y muy pocas veces se enfatiza es que, apróximadamente, los primeros 100.000 de los más ardientes discípulos de Jesús eran judíos que habían sido educados en el judaísmo. Estaban familiarizados con las enseñanzas rabínicas acerca de las profecías mesiánicas y, en su mayoría, habían presenciado las escenas de la vida y muerte de Jesús. Desde su punto de vista, ellos no se habían «convertido» a otra religión para creer en Jesús y sus enseñanzas. Ellos vieron en él a aquel que todo Israel había estado esperando por siglos y era la cosa más natural del mundo el aceptarle como el tan ansiado Mesías.

La vida y las enseñanzas de Jesús, así como también la controversia que le rodeaba, había colocado al pequeño país de Israel en un alboroto. Después de todo, uno no puede ministrar en un área tan pequeña por más de tres años, dejando una huella de sanidades milagrosas y en antagonismo con una poderosa minoría de críticos, sin llegar a ser el tema de conversación en todas partes. A pesar de las tradiciones que, a menudo, predisponían a la gente en su contra, Jesús había enseñado tantas cosas nuevas acerca de Dios y de la comunión del hombre con él, que había alcanzado lo profundo de las almas de sus escuchas con un poder transformador.

La implacable oposición contra Jesús de un pequeño grupo de líderes religiosos había obligado al común de la gente a cuestionarse la controversial pregunta: «¿Será que este profeta de Galilea es falso, o será que es el Mesías como dice ser?.»

La «Inesperada» Tumba Vacía

Después del tumulto de los muchos juicios de Jesús y la posterior ejecución de esta figura controversial, no cesó la curiosidad acerca de toda esta situación, como los rabinos habían especulado. Estoy seguro que el Sanedrín decidió que la mejor estrategia para seguir era, sencillamente, resistir por un tiempo y esperar ya que, seguramente, la curiosidad acerca de Jesucristo moriría con el tiempo.

Sin embargo, no había una sóla persona que estuviera preparada para los electrificantes efectos del tercer día después de la muerte de Jesús. Cuando algunas de las mujeres fueron a la tumba, un ángel del Señor les apareció y les dijo que Jesús no estaba allí. El había resucitado, así como había dicho que sucedería. El ángel les indicó que volvieran a los discípulos de Jesús y les contaran las noticias.

Para ese entonces, los soldados romanos habían descubierto que la tumba estaba vacía y habían ido corriendo a la ciudad para dar su reporte a los principales sacerdotes. Estas noticias comenzaron a esparcirse a través de toda la muchedumbre como reguero de pólvora. Los líderes religiosos estaban desesperados, tratando de explicar la situación culpando a los discípulos de hurtar el cuerpo. Los soldados romanos estaban aterrados por la posibilidad de ser ejecutados por haber fallado en su obligación. Aun los discípulos de Jesús estaban asombrados e inseguros del significado de todo esto.

¡El Dijo que Iba a Hacerlo!

Sin embargo, una cosa que los discípulos no podían quitar de sus mentes, era el latente recuerdo de que Jesús había predicho que resucitaría de los muertos al tercer día (Marcos 8:31).

Sin duda alguna, miles de personas se habían apilado en el pequeño jardín de José de Arimatea para contemplar la tumba vacía. Habían comenzado a circular rumores sobre lo que había sucedido con el cuerpo de Jesús. Debido a que había sido vigilado tan de cerca, era difícil creer que alguien hubiera podido entrar para robárselo.

Poco a poco, la historia de los primeros testigos comenzó a desmoronarse. Se hablaba de la extraña condición de los lienzos que envolvían el cuerpo de Jesús. Se habían encontrado intactos, con la misma forma de su cuerpo, pero él no estaba dentro. Era como un capullo. Los áloes se habían endurecido y era imposible quitar el cuerpo de Jesús y dejar las ropas de su sepultura en las condiciones en que fueron encontradas. Juan, uno de los discípulos de Jesús, al mirar dentro de la tumba, basado tan sólo en esta evidencia, llegó a la conclusión de que Jesús había resucitado milagrosamente de los muertos (Juan 20:1-9).

Jesús se encontró con sus discípulos y les aseguró que, realmente, había resucitado de entre los muertos. Pero ellos no comprendieron la magnitud total de lo que había sucedido hasta luego de cincuenta días, cuando ocurrió un fenómeno muy extraño en Jerusalén. Ciento veinte discípulos de Jesús, que se habían reunido para orar, recibieron la especial unción del Espíritu de Dios, la cual Jesucristo había prometido darles luego de regresar al Padre.

Llenos entonces de un amor y entusiasmo, casi incontrolables, se lanzaron a las calles, hablando acerca de las poderosas obras de Dios y dando alabanzas a él. Al juntarse una gran multitud, uno de los seguidores de Jesús llamado Pedro (aquel que le había negado en el día de su crucifixión) habló con la osadía de un león y dio una poderosa explicación de la muerte y la extraña desaparición del cuerpo de Jesús. De manera rápida, y una tras otra, les mencionó profecías que habían sido cumplidas por Jesús, eventos tanto referentes a su vida como a su muerte. Nadie, en la multitud, podía refutar lo que él decía porque todos habían escuchado muchas veces, en sus sinagogas, que estas profecías se referían al Mesías. Cuando Pedro habló, miles se convencieron de que Jesús era el Mesías prometido.

Escuchemos una parte de este convincente sermón, tal como fue proclamado por la boca de Pedro.

«Varones israelitas, oíd estas palabras: Jesús nazareno, varón aprobado por Dios entre vosotros con las maravillas, prodigios y señales que Dios hizo entre vosotros por medio de él, como vosotros mismos sabéis; a éste, entregado por el determinado consejo y anticipado conocimiento de Dios, prendisteis y matasteis por manos de inicuos, crucificándole; al cual Dios levantó, sueltos los dolores de la muerte, por cuanto era imposible que fuese retenido por ella. Porque David dice de él: … Y aun mi carne descansará en esperanza; porque no dejarás mi alma en el Hades, ni permitirás que tu Santo vea corrupción…. Varones hermanos, se puede decir libremente del patriarca David, que murió y fue sepultado, y su sepulcro está con nosotros hasta el día de hoy («Por lo tanto no pudo haber estado hablando de sí mismo«). Pero siendo profeta, y sabiendo que con juramento Dios le había jurado que de su descendencia, en cuanto a la carne, levantaría al Cristo («Mesías«) para que se sentase en su trono, viéndolo antes, habló de la resurrección de Cristo, que su alma no fue dejada en el Hades, ni su carne vio corrupción. A este Jesús resucitó Dios, de lo cual todos nosotros somos testigos. Así que, exaltado por la diestra de Dios, y habiendo recibido del Padre la promesa del Espíritu Santo, ha derramado esto que vosotros veis y oís… Sepa, pues, ciertamente toda la casa de Israel, que a este Jesús a quien vosotros crucificasteis, Dios le ha hecho Señor y Cristo (Mesías)» (porciones de Hechos 2:22-36 con aclaraciones).

A la luz de estas pocas evidencias que hemos examinado, más las muchas otras que el tiempo no nos permite que hagamos, se hacen más obvias ciertas cosas acerca de la resurrección de Jesús.«Primero«, todos lo que le escucharon sabían que él se había jugado toda la credibilidad que se podía tener en él en la extraña predicción de que resurgiría corporalmente vivo después de tres días de muerto.

«Segundo«, a pesar de todas las precauciones tomadas por las autoridades, el cuerpo de Jesús faltaba de su tumba al tercer día y nunca ha habido una explicación aceptable para este hecho, excepto la resurrección. Simon Greenleaf, el anteriormente director de la Escuela de Leyes de Harvard, dijo que la resurrección de Jesús era uno de los hechos mejor respaldados de la historia.

«Tercero«, todos los hechos de la muerte y la resurrección de Jesús están perfectamente de acuerdo con el patrón predicho por los profetas.«Cuarto«, más de 500 judíos testificaron que en una ocasión en que estaban reunidos, le vieron con vida. Once de sus discípulos más allegados testificaron que comieron con él luego de la resurrección. La mayoría de ellos prefirieron morir como mártires en vez de denegar su testimonio. Ninguno de los testigos, bajo ninguna circunstancia, negó haber visto a Jesús vivo .

«Quinto«, hubo un cambio radical ocurrido en los seguidores de Jesús luego de haberle visto y, más aun, luego de que él regresó al Padre y envió al Espíritu Santo para residir en ellos.

«Finalmente«, durante el primer año, miles de judíos piadosos creyeron en Jesús como el Mesías, incluyendo muchos jerarcas religiosos (Hechos 2:41, 4:1-4; 6:7).

¡Todo esto sucedió porque Jesús resucitó de entre los muertos!

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