El Mesías, esperanza para el futuro (parte 1).
21 febrero, 2008El Mesías, esperanza para el futuro (parte 3).
21 febrero, 2008Titulo: “El Mesías, esperanza para el futuro” (parte 2).
Autor: Hal Lindsey
Nº: PE882
Locutor: Gerardo Rodríguez
La primera mención sobre la venida del Mesías se encuentra en Génesis 3:15.
El “Pacto Abrahámico” tuvo 3 promesas especifícas. Las estudiaremos en este programa al igual que la pregunta:
¿Por qué los descendientes de Abraham son “el pueblo elegido”.
Existen cuatro importantes razones por las cuales Dios inició la raza hebrea.
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«El Mesías, esperanza para el futuro» (parte 2).
Estimado amigo, la primera promesa en cuando a la venida del Mesías la veremos en:
La «Simiente» Prometida
Esta primera mención se encuentra inmediatamente después que se menciona, en la Biblia, el primer pecado. En Génesis 3:15 Dios le dijo a Adán y a Eva que la «simiente» de la mujer heriría la cabeza de Satanás. Tanto los comentaristas cristianos como los judíos ven en este hecho una predicción acerca de este libertador que había de venir y de su rol de deshacer el daño producido por Satanás a la comunión entre el hombre y Dios.
No se había vuelto a escribir nada más acerca de esta simiente prometida hasta que, cerca del año 2000 A.C., Dios le dijo a un hombre llamado Abram (Abraham) que dejara su casa en Ur de los caldeos y se fuera lejos a una tierra que prometía darle. Dios hizo un pacto con Abram, si él iba a esa tierra desconocida que Dios le había escogido, muchas bendiciones vendrían sobre él y sobre sus descendientes. Su descendencia sería tan vasta como la arena del mar y, a través de esta «simiente» de Abraham, todas las naciones, a la larga, serían bendecidas (Génesis 12:1-3).
La palabra «simiente» es un sustantivo colectivo y, sin duda, se refiere principalmente (en este pasaje) a todos los futuros hijos de Abraham. Sin embargo, tanto los antiguos judíos como los escritores cristianos vieron también, en esto, una referencia más a la «simiente» prometida de Génesis 3:15, llegando a ser conocida, entre los descendientes de Abraham, como 'ungido' o» hamashi'ah», de donde sale nuestra palabra castellanizada «Mesías».
El Pacto Abrahámico
Habían otras facetas en este pacto abrahámico. Además de engrandecer el nombre de Abraham y de bendecirle en forma personal, Dios también prometió bendecir a aquellos que le bendijeran y maldecir a aquellos que le maldijeran. Tanto la historia antigua como la moderna nos dan evidencia del cumplimiento de esta predicción al rastrear la suerte de las naciones que persiguieron o colaboraron con la persecución de los judíos.
Había también en las promesas del pacto abrahámico otras implicaciones extremadamente importantes. Abraham llegaría a ser el padre de muchas naciones, no tan sólo de una. Reyes habrían de surgir de su linaje y Dios sería el Dios de Abraham y de su simiente para siempre, porque el pacto de Dios con sus escogidos habría de ser un pacto sempiterno (Génesis 17:1-8).
La promesa de una porción específica de tierra, que llegó a ser conocida como la Tierra Prometida, es quizás la parte más controversial del pacto de Dios con Abraham. Sin embargo, en Génesis 15:18-20 toda el área desde el río de Egipto (no el Nilo, sino uno antiguo que se especula que estaba en el área del actual Canal de Suez) hasta el río Eufrates fue dada a Abraham y su posteridad como una posesión «eterna».
Con el correr del tiempo Abraham tuvo muchos hijos, pero las promesas del pacto fueron transmitidas sólo a uno de ellos, Isaac, porque leemos en Génesis 21:12, «…porque en Isaac te será llamada descendencia.» Isaac tuvo dos hijos, Jacob y Esaú, pero, por razones que sólo un Dios soberano conoce, Jacob fue el escogido a través del cual continuaría la promesa del pacto con Abraham (Génesis 28:13,14).
Vamos hacernos ahora la siguiente pregunta:
¿Por qué los Descendientes de Abraham son «El Pueblo Escogido''?
Han habido miríadas de personas a través de la historia que se han resentido grandemente por el concepto de «pueblo escogido.» Su interrogante ha sido por qué Dios halló que era necesario aislar a una nación y darle tanto trato providencial. ¿Significaba esto que los judíos (nombre dado a los descendientes físicos de Abraham, Isaac y Jacob) eran mejores que otros pueblos? (Deuteronomio 9:1-6)
Sería bueno mirar, brevemente, el mundo en los días de Abraham y, entonces, ver, desde un mejor ángulo, por qué Dios escogió a un grupo específico, entre los millones de personas que vivirían en esta tierra, para que llevaran su nombre y su reputación.
A la estima de Dios, en el momento en que éste llamó a Abraham, la condición espiritual de la humanidad estaba en cuarto menguante. Había pasado mucho tiempo desde que Dios había creado al hombre y le había revelado el gozo y las responsabilidades de tener una comunión con un Dios que se podía llegar a conocer, un Dios personal y santo. Desde aquel día rebelde en que el hombre pecó por primera vez, la humanidad se había apartado tanto de Dios que, cerca de 500 años antes de Abraham, recibió un juicio por su inmoralidad e idolatría a través de un diluvio que destruyó la mayor parte de la humanidad.
A pesar de que este terrible juicio hizo que, por un momento, los hombres volvieran a adorar al único Dios verdadero, gradualmente comenzaron a caer nuevamente en el politeísmo. Para los días de Abraham, todo el mundo estaba bastante sumergido en el paganismo.
Es asombroso que Dios haya podido encontrar un hombre como Abraham, que todavía fuese lo suficientemente sensible como para escuchar su voz y obrar de manera tan fiel frente a lo que se le dijo que hiciera. Y es que Dios tenía un plan para atraer a la humanidad una vez más hacia él y, para eso, necesitaba a un hombre con estas características y a su descendencia como ejemplo para el mundo. Sin duda, habían muchas maneras en las que Dios pensaba usar a su pueblo escogido, no sólo por lo que él hacía «a través» de ellos, sino también por lo que a menudo hacía «con» ellos. Hice una lista de las que creo son las cuatro razones más importantes por las que Dios inició la raza hebrea.
Cuatro Misiones para los Judíos
La «primera razón» es que sus profetas recibirían y escribirían la revelación de Dios acerca de él mismo y de su voluntad para la humanidad. También debían registrar la historia del trato de Dios con su raza y con otras naciones con las cuales estaban relacionados. Ellos no sólo fueron fieles en esto sino que también escribieron cosas, bajo la inspiración del Espíritu Santo, que eran futuras en naturaleza (proféticas) y de las cuales no podían tener entendimiento de su significado en esa época (1 Pedro 1:10-12).
La «segunda razón» por la que los judíos fueron escogidos fue con el fin de proteger y preservar, para la posteridad, la pureza textual de las Escrituras por Dios inspiradas. El grado de éxito alcanzado por los escribas y rabinos judíos en esto es una de las maravillas de los tiempos antiguos. Durante siglos, los hombres santos de Israel dieron sus vidas copiando, estudiando e interpretando la ley dada a Moisés y también los escritos de los profetas.
La» tercera razón» por la que la nación judía fue escogida fue para que pudiera dar testimonio a un mundo pagano, y en penumbras, de que había un sólo Dios verdadero, un Dios de luz y vida que amaba a la humanidad y quería que se reconciliara con él. Por el amor y devoción de ellos hacia Dios, y por el cuidado providencial de Dios hacia ellos, los judíos tenían que ser una luz para las naciones gentiles, para mostrarles el camino hacia Dios y su verdad. A través de sus 4.000 años de existencia, los judíos no siempre estuvieron dispuestos a testificar esto al mundo. Sin embargo, inclusive su rebelión y consecuente disciplina, la de ser esparcidos dos veces entre las civilizaciones conocidas en ese entonces, sembró la palabra de Jehová Dios en medio de naciones que tal vez nunca la hubieran escuchado de otra forma.
La «cuarta razón» para la existencia continua y milagrosa de Israel, y la que es más relevante para los propósitos de este libro, es que sería el grupo étnico a través del cual nacería el Mesías, el salvador del mundo. En más de una ocasión Satanás intentó aniquilar esta raza humana, principalmente para poder impedir que su Mesías naciera. Durante el gobierno de la reina Ester, la joven judía que se casó con el rey persa Asuero, la mano derecha del rey, Amán, ideó un monstruoso complot antisemita diseñado para matar a todos los judíos. Afortunadamente, Dios usó el amor del rey hacia Ester para cambiar el curso dañino de tal situación y los judíos fueron salvos.