El Plan de Cristo para la Iglesia – III (4ª parte)

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Autor: William MacDonald

La asamblea en el Nuevo Testamento, un tema que está muy en el corazón de Dios y ciertamente es de suma importancia para el Señor Jesucristo. Hemos visto que Cristo es la Cabeza de la Iglesia. Los creyentes somos miembros de Su cuerpo. Todos tenemos dones. Y ahora queremos resaltar que todos los creyentes son sacerdotes. Sacerdotes santos. Sacerdotes reales.


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PE2306 – Estudio Bíblico
El Plan de Cristo para la Iglesia – III (4ª parte)



Hola amigos! Qué gusto estar nuevamente con ustedes! Les saludo en el nombre de Jesús, y les invito a escuchar la última parte del tema: El sacerdocio de todos los creyentes.

Habíamos hablado del sistema clerical, y del daño que éste produce. Hasta llegar a obstaculizar la evangelización del mundo.

En un tiempo en que muchos cristianos evangélicos se están apartando de este sistema, muchas asambleas, que sólo tienen una pluralidad de ancianos y diáconos, se están moviendo hacia el sistema clerical.

Contratan a un hombre para que haga las tareas religiosas de ellos. Están comprando a alto precio y vendiendo a bajo precio. Su reclamo es: “Danos un ministro como las demás iglesias”.

Son como aquéllos en las ciencias sociales que adoptan las tendencias de moda, mientras que al mismo tiempo los profesionales seculares comienzan a criticar seriamente dichas tendencias. Es como subirse al vagón, precisamente en el momento en que está deteniéndose.

¿Qué decir de estos hombres piadosos que escuchamos en la radio, que predican la Palabra de Dios? Agradezco a Dios por ellos. Enciendo la radio y escucho a John MacArthur. Escucho a Vernon McGee.

Cuando escucho a estos hombres, se regocija mi corazón al escuchar la Palabra de esa forma. Pero hay algo mejor. El método de Dios es el mejor, y consiste en una sencilla asamblea neotestamentaria con una pluralidad de ancianos, con diáconos, en la cual cada miembro evangeliza, en la cual los santos salen y en el contexto de su diario trabajo, testifican del Señor, y ven a las personas salvarse, y las ven venir a la estación de refugio donde pueden crecer, alimentarse y servir al Señor.

Junto con el asunto de tener un solo ministro, existe siempre el problema del ministro asalariado. Si usted va a un seminario promedio, podrá tomar un curso en psicología pastoral, o teología pastoral, quizás, y podrá aprender cómo estipular su contrato cuando vaya a una iglesia, y cuál será su salario, y qué es lo que no está incluido. Cualquier boda o funeral será algo extra, y su casa y auto le serán provistos, así como la gasolina para el uso de su auto. Puede aprender todo eso en el seminario. Pero la idea en sí de un ministro asalariado es ajena a la Palabra de Dios, debido a que quienes pagan el salario a menudo pueden controlar los mensajes.

En Emaús, hace años, había una gran iglesia denominacional al otro lado de la calle, y el pastor nos dijo un día: “No podría predicar el evangelio en la forma en que ustedes lo predican”. Dijo además: “Mi gente no lo aceptaría. Ellos no lo aceptarían”. Consecuentemente, dejó su rol y se convirtió en agente de relaciones públicas de la General Motors.

Quienes pagan el salario a menudo requieren evidencia de que algo está sucediendo. Por ejemplo, en muchos casos, el ministro debe dar un informe, quizás a la junta de la iglesia, o a la denominación. ¿Qué sucedió durante el año? ¿Cuántas personas vinieron por transferencia? ¿Cuántas se sumaron a la iglesia por medio del bautismo, y así en adelante? Quizás ese hombre ha predicado todo el año y nada ha sucedido. Uno no puede controlar el número de personas que se salvan. Pero siempre existe el peligro de simplificar el mensaje para poder lograr los números; siempre está el peligro de aguar el mensaje del evangelio y así disminuir los estándares espirituales.

Y, por supuesto, siempre está la sutil tentación de evitar las verdades que a la gente pueden no gustarle. Usted preguntará: “¿Cómo era en el Nuevo Testamento?” Era una vida de fe. Los hombres del Nuevo Testamento salían y creían que debido a que Dios les había llamado, entonces Él los cuidaría. Y nunca se preocupaban por las finanzas. Pablo, escribiendo desde la prisión en Filipos dijo: “todo lo he recibido, y tengo abundancia”. Y él había recibido el don que le había sido enviado por Epafrodito. Es difícil para la gente hoy en día darse cuenta que una asamblea pequeña puede encomendar a un hombre a la obra del Señor, al campo misionero, con la seguridad del llamado de Dios, y que esa persona puede salir, sabiendo que sus necesidades serán satisfechas. Ésa es la fórmula de Dios. Hudson Taylor dijo: “Dios siempre paga por lo que Él ordena”. Es absolutamente cierto. Usted debe estar seguro del llamado de Dios. Ahora, si está seguro de eso, nunca debe preocuparse por las finanzas.

Por más de cincuenta años he buscado al Señor para que supla mis necesidades, nunca me preocupé un solo momento de dónde vendría el dinero… No sabía de dónde vendría el sustento. Pero conozco a Dios, y sé que Él proveerá. Nunca me ha fallado. He tenido más oportunidad de invertir en la obra del Señor como un obrero a tiempo completo, de lo que lo tuve como analista de inversiones del First National Bank of Boston. Les digo, la fórmula de Dios es la mejor.

Siempre es una tentación para el ministro que tiene un salario fijo, escuchar el llamado de Dios para ir a una iglesia más grande, con un salario mayor. Todos somos humanos, y es una tentación válida que debemos enfrentar.

Un siervo vale el doble que un jornalero.
“No te parezca duro cuando le enviares libre, pues por la mitad del costo de un jornalero te sirvió seis años; y Jehová tu Dios te bendecirá en todo cuanto hicieres” (Deuteronomio 15:18).

La diferencia entre un siervo y un jornalero es que el siervo pertenece al amo. El jornalero sin embargo trabaja por el salario. Y este versículo sugiere que un siervo, alguien que pertenece a su amo, que ama a su amo, y sirve a su amo por amor, vale dos veces más que uno asalariado. Eso es cierto hoy en día, en el siglo en el que vivimos. Aquéllos que sirven al Señor son doblemente más valiosos, pueden lograr dos veces más que aquéllos que trabajan por un salario.

El sólo hecho de seguir el patrón del Nuevo Testamento, como se encuentra en las páginas del mismo, es suficiente. Puede que nos conformemos con el hecho de que recordamos al Señor cada semana. Eso es bueno. Puede que nos conformemos con el hecho de que creemos en el bautismo por inmersión. Eso es bueno. Podríamos seguir enumerando una lista y ser muy ortodoxos en todas estas cosas, pero quisiera enfatizar, es bueno, pero no es suficiente. Debemos tener el poder del Nuevo Testamento. Debemos caminar en el Espíritu. Debemos estar llenos del Espíritu de Dios si es que vamos a ser lo mejor que podamos para Él.

Estar lleno del Espíritu Santo significa estar disponible para que el Señor nos use en la manera que Él quiera. Uno no puede estar lleno del Espíritu de Dios a menos que esté lleno de la Palabra de Dios; hombres y mujeres de oración; hombres y mujeres que viven sacrificialmente para esparcir el evangelio. Esto es lo que realmente cuenta para el Señor. Esto es lo que necesitamos recordarnos constantemente: Dios no es ritualista. Dios no se satisface con el hecho de que cumplamos ciertas penitencias por nuestros pecados. Eso no significa nada para Él. A Dios le preocupa la persona interna. A Dios le preocupa el corazón. Él sí quiere que sigamos el patrón del Nuevo Testamento. Es muy, muy importante. Pero, el mundo está buscando poder.

Existen quienes dicen que no tiene sentido que tan sólo prediquemos el evangelio. Sí, se debe predicar el evangelio. Pero se lo debe ver acompañado de milagros. Cuando hablan de milagros, se refieren a gente resucitada, sanidad de los enfermos, vista a los ciegos, y cosas así. Existe una cierta verdad en lo que dicen. El milagro que el mundo quiere ver es el milagro de una vida transformada. Cuando usted tiene una asamblea con gente cuyas vidas son transformadas por la gracia de Dios, es un impacto para la comunidad.

Ore por las personas que están en el sistema clerical hoy en día. ¡Yo las amo! Las amo en el Señor. Pero, creo que existe algo mejor que eso. Se trata de la sencillez de reunirse en el Señor mismo, donde toda persona es un estudiante de la Biblia. Cada persona testifica del Señor Jesús. Cada persona es obediente a la Palabra de Dios por sí misma.

ORACIÓN: Padre, te agradecemos por Tu Palabra. Pensamos en cómo la Iglesia se ha apartado en el correr de los siglos. Se le han agregado todo tipo de tradiciones. Tantas cosas, que la gente no puede imaginarse las cosas de otra forma. Oramos para que al venir a la Palabra de Dios, podamos ser sensibles y escuchar Tu voz hablándonos, y a medida que veamos estas cosas en la Palabra de Dios, oramos por que podamos ser fieles a ellas. Te lo pedimos en el Nombre del Salvador. Amén.

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