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Autor: William MacDonald

Privilegios y responsabilidades en la Iglesia, éste será el tema que nos va a ocupar en los próximos programas. Hebreos 10:24-25 serán los „versículos de oro“ en el transcurso del tratamiento del mismo.


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PE2311 – Estudio Bíblico
El Plan de Cristo para la Iglesia – VI (1ª parte)



¿Qué tal amigos? ¡Es un gran placer estar nuevamente junto a ustedes! Les invito a hablar hoy de los: Privilegios y responsabilidades en la Iglesia.

En Hebreos 10:19 al 25 leemos: “Así que, hermanos, teniendo libertad para entrar en el Lugar Santísimo por la sangre de Jesucristo, por el camino nuevo y vivo que él nos abrió a través del velo, esto es, de su carne, y teniendo un gran sacerdote sobre la casa de Dios, acerquémonos con corazón sincero, en plena certidumbre de fe, purificados los corazones de mala conciencia, y lavados los cuerpos con agua pura. Mantengamos firme, sin fluctuar, la profesión de nuestra esperanza, porque fiel es el que prometió. Y considerémonos unos a otros para estimularnos al amor y a las buenas obras; no dejando de congregarnos, como algunos tienen por costumbre, sino exhortándonos; y tanto más, cuanto veis que aquel día se acerca”.

Hebreos 10:24 y 25 serán los “versículos de oro” en el transcurso del tratamiento de este tema.

El término “distintivos de las asambleas” se usa con frecuencia, pero claramente en la Palabra de Dios no existe tal cosa como los “distintivos de las asambleas”. Toda la verdad está en la Palabra de Dios, y es para todo el pueblo de Dios. Puede ser que algunos se adhieran con mayor fidelidad que otros a los principios de la Palabra, pero en realidad no existen los distintivos de las asambleas. La verdad es para todo creyente, y para toda congregación de creyentes.
Y ciertamente no hay razón alguna para el orgullo entre el pueblo de Dios. Si pudiéramos vernos como Dios nos ve, veríamos tantos agujeros en nuestras vidas como para hundir un buque de guerra. Por consiguiente, no existe razón para que estemos orgullosos, sino para que procuremos proseguir, como dijo Pablo en Filipenses 3:14, “a la meta, al premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús”.

Vamos a hablar ahora de los: Privilegios en la iglesia local:
Primeramente, tenemos la prometida presencia del Señor Jesucristo. Él dijo, en Mateo 18.20: “Porque donde están dos o tres congregados en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos”. ¡Piense en esto! Piense en reunirse con su Creador allí presente; con Aquel que le da el aliento de vida en este mismo minuto; con Aquel que formó el universo y todas sus estrellas. Los miles de millones de galaxias y miles de millones de estrellas en cada galaxia fueron creados por Él. Aquel que arrojó a Orión al espacio y mantiene los cuerpos celestes en sus órbitas perfectas.

No sólo eso, sino que también nos reunimos con la prometida presencia de Aquel que murió en el Calvario; Aquel que nos formó y estuvo dispuesto a morir por nosotros, quitando nuestros pecados por Su propio sacrificio, para que podamos vivir con Él por toda la eternidad, para que estemos con Él y seamos como Él para siempre. No es para nada insignificante el privilegio de reunirnos con el Señor.

Entonces, por supuesto, está el privilegio de adorar colectivamente, especialmente en la Cena del Señor. ¡Qué maravilloso es reunirnos con otros creyentes que piensan igual, y dejar todas nuestras preocupaciones mundanas a un lado! Apartarnos de todas las cosas que tienden a distraernos, y sólo estar allí en la presencia del Señor. Porque, en la adoración, por la fe, dejamos esta tierra y vamos a la santa presencia de Dios, para tener una audiencia con el Rey del universo. En eso consiste realmente la adoración. Por medio de la fe dejamos este escenario presente, y vamos al santuario, al salón del trono del universo, para tener una audiencia con el gran Dios y con el Señor Jesucristo. Si realmente entráramos en estos lugares, tendríamos la calma de la eternidad en nuestros corazones. Es realmente maravilloso pensar en esto.

También tenemos el privilegio de la oración colectiva. Esto significa reunirse con el pueblo de Dios e ir a la presencia del Señor con nuestra alabanza y nuestras oraciones, nuestras peticiones. Es realmente maravilloso ver esas oraciones contestadas; ver a Dios mover las piezas del ajedrez; verle obrar en Su forma soberana, verle responder oraciones en una forma que nunca habría sucedido según las leyes de la probabilidad.

Agradezco a Dios por las reuniones de oración donde se siente la presencia del Señor. Algunos de nuestros jóvenes tienen temor de orar en público. Tienen temor de cometer algún error teológico en sus oraciones. En ese sentido, Apocalipsis 8 es muy útil. Allí tenemos una ilustración del Señor Jesucristo estando entre nosotros y Dios el Padre. Nuestras oraciones ascienden a Él, Él les agrega incienso, y entonces van a Dios el Padre. El incienso es la fragancia de Su propia persona y obra. Él quita todas las impurezas de nuestras oraciones (que ciertamente hay muchas). Las quita todas, y cuando nuestras oraciones llegan a Dios el Padre, son absolutamente perfectas. Ese es un gran estímulo para orar. Puede que usted escuche a un joven orar a Dios el Padre y agradecerle por morir en la cruz por él. Por supuesto que Dios el Padre no murió en la cruz. Pero eso no importa mucho allí, ya que Dios sabe lo que él quiere decir. Y todo error es quitado y corregido. Cuando alcanza a Dios el Padre, la oración es absolutamente perfecta.

La instrucción en la Palabra de Dios es un enorme privilegio. Miro hacia mi niñez, y veo cuando me sentaba bajo el ministerio de la Palabra de Dios, y cómo me siento en deuda con aquellos hombres. En la primera clase de Escuela Dominical que recuerdo, me enseñaron las parábolas, los misterios del reino del cielo en Mateo 13. ¿Puede imaginarse a un niño estudiando eso? Puedo recordar sentarme alrededor de las mesas en aquella asamblea, y avanzar a través del libro de Isaías. ¡Qué privilegio! Las enseñanzas de las parábolas de Mateo 13 y de Isaías permanecieron conmigo. Siento una profunda deuda hacia las comunidades en las cuales tuve el privilegio de estar en el transcurso de los años. Y yo ni siquiera era creyente aún, pero el Espíritu Santo colocaba las brasas en el fuego, las cuales se encenderían algunos años después.

Personalmente, tengo una gran tristeza en el corazón cuando pienso en lo bíblicamente analfabeta que es la iglesia en Estados Unidos. Solía suceder que uno podía hablar a la gente, sabiendo que tenían un agudo conocimiento bíblico, pero hoy en día muchos no tienen ni idea de eso. Por lo tanto, qué maravilloso privilegio es estar en una congregación donde se enseñe la Palabra de Dios y donde las mentes de los jóvenes se llenen con la misma, logrando un depósito sagrado.

Luego, por supuesto, tenemos la bendición de servir con los demás, especialmente la bendición de servir a Dios en la clase de Escuela Dominical. Ha habido maestros que se desanimaron con el paso del tiempo. Pensaron¬: “Nada va a suceder”. ¡Pero las cosas sí suceden! Siempre que se enseña la Palabra de Dios, en el poder del Espíritu Santo, produce resultados. La Biblia lo dice. Su Palabra no regresará vacía. Cumplirá el propósito para el cual fue enviada (así lo vemos en Isaías 55:11). Así que, cuando esté involucrado en esa obra, en ministrar y enseñar la Palabra de Dios, está involucrado en una obra que no puede fallar. Tiene la promesa de éxito allí mismo en la Palabra de Dios.

También está el privilegio de servir al Señor en la obra del evangelio, testificando del Señor. Hubo un centenar de personas que fueron a Little Rock, Arkansas. Pagaron sus propios gastos para ir allí, y fueron a cada casa de la ciudad. Incluso fueron a la casa de la madre de Hilary Clinton, y dejaron un paquete de literatura allí. La Revista Uplook contiene historias de las cosas que sucedieron en esa salida. Fue histórico. La gente estaba entusiasmada. Realmente desbordaban en alabanzas al Señor. Estaban en las calles con una temperatura de 42 grados Celsius. Llamaron a una puerta. La persona que les atendió dijo: “Ustedes deben tener algo importante, ya que están dispuestos a ir casa por casa con 42 grados de temperatura”. Fueron a otra casa, y hablaron con la señora que respondió con respecto al Señor Jesús: “He vivido aquí por veinticuatro años, y ustedes son los primeros que vinieron a hablarme sobre Jesús”. La revista está llena de historias así.

Un hermano fue a una casa para ver si podría lograr que un niño viniera a las reuniones infantiles. Era un hogar de huérfanos, y cuando fue a la puerta, la encargada le informó: “A él no le gustan los hombres”. Este pequeñito había sido abusado. El niño dijo: “No me gustan los hombres”. Pero este querido hermano insistió. El volvió y trajo algunos regalos para el niño, y pronto el niño fue a las reuniones, y casi quedó adherido a aquel hermano en la fe. No dejaba que se le perdiera de vista. ¡En este momento él y su esposa están pensando en adoptarlo! La revista está llena de historias que verifican el gozo de servir con otros. Esa salida provocó un impacto en las vidas de cien personas. Un impacto que nunca olvidarán.

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