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Titulo: “El Secreto de la Adoración” 1/4
 

Autor: WimMalgo 
Nº: PE1095

Adorar es honrar la persona de Dios, alabarle, glorificarle y exaltarle. Esta es, en pocas palabras, la única finalidad de nuestra existencia como hijos de Dios en la tierra: que seamos para alabanza de la gloria de su gracia, y para la alabanza de su gloria.


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«El Secreto de la Adoración» 1/4

Estimado amigo, comenzamos nuestra meditación leyendo lo que el Señor Jesús dijo a la samaritana junto al pozo de Jacob, y que encontramos en Juan capítulo 4 versículos 23 y 24: «Mas la hora viene, y ahora es, cuando los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad; porque también el Padre tales adoradores busca que le adoren. Dios es espíritu; y los que le adoran, en espíritu y en verdad es necesario que adoren».

«Porque el Padre tales adoradores busca que le adoren».

Por eso es bueno que planteemos ante todo la pregunta: 

¿Por qué busca Dios el Padre adoradores?.

Querido amigo, adorar es honrar Su persona, alabarle, glorificarle y exaltarle. Esta es, en pocas palabras, la única finalidad de nuestra existencia como hijos de Dios en la tierra: que seamos para alabanza de la gloria de su gracia (Efesios 1:6), y para la alabanza de su gloria (versículo 12). Yo comprendí con nueva claridad que solo el que se separó interiormente de toda clase de elogio propio puede adorar al Padre en Espíritu y verdad. La adoración del Padre y la adoración de la propia persona (de la propia opinión y del propio yo) se excluyen mutuamente de un modo completo. Por eso está escrito: «porque también el Padre tales adoradores busca que le adoren», porque hay muy pocos que se han distanciado completamente de su yo siempre sediento de elogios propios.

Es muy notable que el Señor dijera a esa samaritana, después de haberla acusado de sus pecados: «Bien has dicho: no tengo marido; porque cinco maridos has tenido, y el que ahora tienes no es tu marido; esto has dicho con verdad». Señala hacia un gran secreto (para ella y para nosotros) un secreto muy grande, diciéndole que la victoria sobre todos sus problemas y la calma de todos sus anhelos está en la verdadera adoración.

Querido amigo, querida amiga, hay dos impulsos tremendos en el hombre: 

Como primer punto vemos lo negativo, o sea, lo destructivo.

Pensemos solo en Caín y Abel: uno adoró verdaderamente, el otro le tenía envidia y lo mató. Este estímulo negativo en el hombre después de la caída en pecado, al fin hace que uno se adore a sí mismo, y con esto, a Satanás. Por eso las iglesias dedicadas a Satanás van creciendo hoy día como hongos, en los Estados Unidos y Holanda. En ellas se adora al diablo en persona. Este es el último peldaño hacia el anticristianismo.

Este rasgo escondido en el hombre se manifiesta desde la antigüedad, en que los seres humanos que habían caído en pecado sacrificaran a los ídolos y les quemaran incienso. En nuestra época moderna hay maneras más refinadas de adorar a Satanás, tales como, por ejemplo: adorar el espíritu de la moda, del dinero y de la prostitución. O en sentido directo, el fumar. ¿Ya meditaste alguna vez por qué la gente, a pesar de todas las exhortaciones y pruebas de que es dañino, sigue fumando, a pesar de que se arruinan la vida de esta manera?. Un fumador me dijo una vez: «Prefiero vivir unos años menos a dejar de fumar». Detrás de esa pasión está el viejo poder demoníaco del pasado: la obligación de quemar incienso. Uno debe pensar en querer ser libre, y en querer adorar al Hijo de Dios. Entonces, así es libre.

Como segundo punto, entonces, querido amigo, vemos la adoración del Padre.

Este estímulo santo, muchas veces desplazado en el hombre, se abre paso en la persona renacida. Pero muchas veces ésta no sabe cómo activarlo. El diablo trata de impedir con todo su poder, que realmente adoremos al Padre en espíritu y en verdad, porque el Padre busca adoradores verdaderos.

¿Qué quería hacer el diablo con Jesús, el Hijo de Dios, allí en el desierto?. Quería lograr una cosa: Satanás trataba de apartarle de la adoración de Dios. Para conseguirlo, llevó al Hijo de Dios a un monte alto y le mostró todos los reinos de este mundo y su gloria, diciéndole: «A ti te daré toda esta potestad, y la gloria de ellos; porque a mí me ha sido entregada, y a quien quiero la doy. Si tú postrado me adorares, todos serán tuyos» (Lucas 4:6-7). Pero el Señor Jesús lo rechazó mediante las siguientes palabras: «…escrito está: al Señor tu Dios adorarás, y a El solo servirás». Lo que se expresa aquí, en pocas frases es, en el fondo, la gran lucha en que estamos también nosotros. El Señor Jesús la ha pasado antes que nosotros.

Satanás se nos presenta bajo distintos disfraces para lograr que adoremos a otra cosa antes que al Señor, solamente. Sobre todo, dentro del cristianismo, trata de seducir a los hijos de Dios para llevarlos a la práctica de una religión según sus propias ganas. Estimado amigo, trata de seducirlos a levantarse contra los verdaderos santificados, quienes transitan por el camino de la verdad.

¿Qué hicieron los fariseos en la época de Jesús?. Adoraron su religión, pero no así al Hijo de Dios. Y la confusión religiosa que se aparta del centro, Jesucristo) que vemos hoy en día, que tiende a apartarse del Padre, es la adoración de Satanás. Una iglesia sin Cristo, adora a Satanás.

Estimado amigo, ¿A quién adoras, en última instancia?.

Esta cuestión es de significado decisivo. Puede que el Señor haya ido a tu encuentro varias veces y de muchas maneras, como lo hizo también antaño con Israel en el desierto. En alta voz, Dios habló a Su pueblo desde el monte Sinaí, dándole Su mandamiento. Todo el pueblo temblaba ante la presencia de Dios y dijeron a Moisés: «Habla tú con nosotros, y nosotros oiremos; pero no hable Dios con nosotros para que no muramos». Fue un avivamiento, porque ya antes todo el pueblo de Israel dijo a Moisés: «Y todo el pueblo respondió a una, y dijeron: Todo lo que Jehová ha dicho, haremos».

Cuando Moisés subió al monte, a la presencia de Dios, permaneció lejos del pueblo durante largo tiempo, se mostró a quién el pueblo de Israel adoraba en el fondo. De esto nos habla Éxodo 32:1-6, un pasaje que dice: «Viendo el pueblo que Moisés tardaba en descender del monte, se acercaron entonces a Aarón, y le dijeron: Levántate, haznos dioses que vayan delante de nosotros; porque este Moisés, el varón que nos sacó de la tierra de Egipto, no sabemos qué le haya acontecido. Y Aarón les dijo: Apartad los zarcillos de oro que están en las orejas de vuestras mujeres, de vuestros hijos y de vuestras hijas, y traédmelos. entonces todo el pueblo apartó los zarcillos de oro que tenían en sus orejas, y los trajeron a Aarón; y él los tomó de las manos de ellos, y le dio forma con buril, e hizo de ello un becerro de fundición. Entonces dijeron: Israel, estos son tus dioses, que te sacaron de la tierra de Egipto. Y viendo esto Aarón, edificó un altar delante del becerro, y pregonó Aarón y dijo: Mañana será fiesta para Jehová. Y al día siguiente madrugaron, y ofrecieron holocaustos, y presentaron ofrendas de paz; y se sentó el pueblo a comer y a beber, y se levantó a regocijarse».

Estimado amigo, al meditar este triste acontecimiento, nos estremece: el diablo logró encubrir la soberana persona del Señor, al cual el pueblo, poco tiempo atrás, había adorado y les mostró, en cambio, su propia idea acerca de dios -que no corresponde a Dios-, presentándola como objeto de adoración. Esto se muestra claramente: «y él los tomó de las manos de ellos, y le dio forma con un buril, e hizo de ello un becerro de fundición. Entonces dijeron: Israel, estos son tus dioses, que te sacaron de la tierra de Egipto». No se puede pasar por alto así no mas este hecho terrible. Se plantea entonces la candente pregunta: ¿Cómo fue posible este cambio abrupto tras revelaciones de Dios tan impresionantes?

Esto lo dejamos para nuestra próxima audición, en donde estaremos dando respuesta a esta interrogante!

Dios le bendiga

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