El Señor es mi pastor (2ª parte)
11 agosto, 2020El Señor es mi pastor (4ª parte)
11 agosto, 2020Autor: Marcel Malgo
Un estudio detallado sobre las principales enseñanzas del emblemático Salmo 23.
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PE2436 – Estudio Bíblico
El Señor es mi pastor (3ª parte)
Al avanzar con el estudio del Salmo 23 nos encontramos con el versículo 3, donde leemos: “Me guiará por sendas de justicia por amor de su nombre”. Ya hemos visto, amigos, que el Buen Pastor lleva a los suyos a pastos verdes y a aguas frescas para reconfortar sus almas. El Señor Jesús quiere solamente lo mejor para los suyos. Sin embargo, no es por ellos mismos que los guía por sendas de justicia, sino para que Su nombre sea glorificado, pues así lo dice el Salmo: “por amor de su nombre”. Porque todo lo que recibimos de nuestro Señor, y todo lo que el Buen Pastor es y hace para nosotros, al fin y al cabo no es por amor de nosotros, sino ante todo “por amor de su nombre”. En otras palabras: Somos colmados de dones celestiales por Jesucristo, para que éstos sean para la honra del nombre de nuestro gran Dios, para que Él sea glorificado.
Es una realidad el hecho de que Jesús murió por nosotros, nos liberó y nos salvó. Pero por más hermoso y verdadero que sea este hecho, Jesucristo no solamente se ofreció como Cordero de Dios en nuestro favor, sino que en primer lugar quiso hacer la voluntad de Su Padre celestial, “por amor de su nombre”. Como los seres humanos no glorificaron el santo nombre de Dios, no hubo otro camino que mandar al Hijo amado de Dios al mundo, para que el nombre de Dios volviera a recibir la gloria que le correspondía.
En la creación, que se registra en el libro de Génesis, el Dios Uno y Trino, dijo: “Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza… Y creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creó”. ¡Me impresiona, cada vez que pienso que Dios depositó Su propia imagen gloriosa en el hombre cuando lo creó! Sin embargo, los primeros seres humanos obedecieron a la voz del seductor, transgrediendo el único mandamiento que Dios les había dado, y cayeron en pecado. De esta manera, la imagen de Dios, que Él había puesto en el hombre, fue profanada y manchada, y una terrible sombra se interpuso en la gloriosa comunión entre Dios y el hombre.
¿Qué haría Dios? Había un solo camino para que Él pudiera restablecer Su gloria profanada: El Gólgota. Pero la obra de salvación en la cruz sucedió, en primera instancia, “por amor de su nombre”, y recién en segundo lugar para salvar al hombre. Somos tan unilaterales en nuestra manera de pensar, aún como creyentes renacidos, que pasamos por alto o simplemente olvidamos esta verdad. Por supuesto que permanece siendo completamente válido lo que dice Juan 3:16: “Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna”. ¿De qué amor se habla aquí? Del amor del Creador por Su amada creación, que está bajo el maligno desde que entró el pecado al mundo. A veces hablamos del amor del Creador como si este recién se hubiera puesto en acción en la cruz del Gólgota. Pero se trata de un amor que se demostró, plenamente, cuando Dios puso Su imagen en el hombre en la creación. ¡Qué amor ilimitado, qué derroche de amor extraordinario de Dios fue la creación del hombre!
Por lo tanto, la obra de salvación en el Gólgota produce, en primer lugar, la gloria de nuestro gran Dios. La victoria del Cordero de Dios en la cruz fue, ante todo, una victoria a favor del Padre celestial; sucedió “por amor de su nombre”, del nombre del Padre. En Isaías 43:24, Dios dice por medio del profeta a Su pueblo: “Pusiste sobre mí la carga de tus pecados, me fatigaste con tus maldades”. Pero, inmediatamente, sigue una gloriosa afirmación: “Yo, yo soy el que borró tus rebeliones por amor de mí mismo, y no me acordaré de tus pecados”. ¿Por qué borra el Señor aquí los pecados de Israel? ¡Por amor de Su nombre! Y lo mismo pasa hoy también con todos los otros dones de gracia: ¡Los recibimos, en primer lugar, para que nuestro gran Dios sea ensalzado! Somos, pues, guiados por sendas de justicia porque lo más importante es Dios el Señor. Lo hace “por amor de su nombre”, para que Él sea honrado.
En el Antiguo Pacto, las personas eran absolutamente concientes de esta verdad. Por ejemplo en el Salmo 115:1 leemos: “No a nosotros, oh Jehová, no a nosotros, sino a tu nombre da gloria, por tu misericordia, por tu verdad”. También en Ezequiel 36:22, que nos habla de la redención de Israel, de la promesa de un corazón nuevo y de un país bendecido, el Señor dice: “No lo hago por vosotros, oh casa de Israel, sino por causa de mi santo nombre”. Otro ejemplo es el de Daniel, que se arrepintió en nombre de su pueblo y oró así, como se registra en Daniel 9:19: “Oye, Señor; oh Señor, perdona; presta oído, Señor, y hazlo; no tardes, por amor de ti mismo, Dios mío; porque tu nombre es invocado sobre tu ciudad y sobre tu pueblo”.
Lo mismo pasa con el Buen Pastor, el Señor Jesús, quien dio Su vida por Sus ovejas: Él guía a los que Le pertenecen por sendas de justicia “por amor de su nombre”, para que a través de eso Él sea honrado. ¡Y cuánto es honrado el Padre en el cielo cuando realmente puede guiar a Sus hijos, si es que ellos quieren ser guiados por Él! Cuando se manifiesta en la vida de un hijo de Dios que el Buen Pastor es quien tiene las riendas, y lo puede guiar por sendas de justicia, esto es para alabanza y gloria del santo nombre de nuestro Señor.
Ahora, quizás usted se esté preguntando “bien, pero ¿cómo es esta “senda de justicia”? ¿Qué características tiene? A mi entender, amigo, la “senda de justicia” en nuestra vida tiene las siguientes características:
- 1. Es un camino de misericordia y de verdad.
- 2. Es un camino de sabiduría.
- 3. Es un camino recto.
- 4. Es el camino de la vida.
Veamos la primera característica, que es un camino de misericordia y de verdad. Encontramos su base en el Salmo 25:10: “Todas las sendas de Jehová son misericordia y verdad, para los que guardan su pacto y sus testimonios.” Todos los caminos por los cuales el Señor guía a los suyos, no importa cómo sean, siempre son caminos de misericordia y de verdad. Los motivos del Señor nunca son malos. Al contrario: Detrás de todos los caminos de la vida de un hijo de Dios, incluso los más difíciles, siempre están las mejores intenciones del Señor, pues Él está lleno de bondad, verdad, fidelidad y gracia. Esto también es lo que el Señor prometió a los suyos en Jeremías 29:11: “Porque yo sé los pensamientos que tengo acerca de vosotros, dice Jehová, pensamientos de paz, y no de mal, para daros el fin que esperáis”. Conocer y creer esto puede darnos mucho consuelo. Trae paz a los creyentes en muchas tormentas de sus vidas; ¿y quién no conoce momentos de tormenta?
Sin embargo, hay una condición para esta promesa: “Todas las sendas de Jehová son misericordia y verdad, para los que guardan su pacto y sus testimonios”. La “puerta” de la promesa solamente podrá ser abierta por el que tenga la “llave” correspondiente: para circular por esas sendas se debe andar en comunión y obediencia. Solamente así podrá experimentar la bondad, verdad, fidelidad y gracia del Señor.
Terminemos el programa de hoy conversando sobre la segunda característica, que es un camino de sabiduría. Acerca de este camino leemos en Proverbios 4:11: “Por el camino de la sabiduría te he encaminado, y por veredas derechas te he hecho andar”. No siempre es fácil entender la guía personal de Dios en la vida de un cristiano. También los hijos de Dios nos encontramos muchas veces delante de un cruce y nos preguntamos cuál camino tenemos que elegir conforme a la voluntad del Señor. Desearíamos recibir una clara respuesta a cierta pregunta en nuestra vida, pero no la recibimos con toda claridad. Ciertamente, el encontrar la decisión correcta es a veces una de las cosas más difíciles en la vida de un cristiano. A pesar de eso, el hijo de Dios podrá experimentar que Dios lo guía; una vez así, otra vez por otro camino. Pues es cierto que el Señor quiere llevarnos por el “camino de la sabiduría” y hacernos andar por “veredas derechas”. En otras palabras: Dios siempre quiere dar a Sus hijos una guía segura.
Pero, ¿dónde está entonces el problema? Muchos de nosotros somos demasiado complicados en nuestra vida de fe. A veces nos rompemos la cabeza con una pregunta en la cual nos falta claridad, en lugar de atenernos simplemente por la fe a las afirmaciones de la Biblia. Lo importante no es tanto que experimentemos la guía de Dios, sino que creamos incondicionalmente en lo que Él dice en la Biblia, en la cual nos promete sabiduría, entendimiento, guía y dirección en el momento oportuno. No nos tiene que preocupar cuál será finalmente el resultado de la guía del Señor, pues eso lo podemos dejar tranquilamente en Sus manos. Tan solo debemos confiar absolutamente en que Él nos guiará según Su Plan y a Su tiempo. Y lo único que debe preocuparnos es cómo está nuestra fe, y si realmente creemos que recibiremos todo lo que necesitamos para esta vida, en y a través de Cristo. ¿Acaso dudamos de ello? Libérese por fin de los esfuerzos propios y déjese caer en las manos abiertas del Señor. A cada una de Sus ovejas el Buen Pastor la quiere hacer llegar a este punto, la quiere incentivar a entregarle su completa confianza y a seguirle incondicionalmente.
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