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Autor: Marcel Malgo

Un estudio detallado sobre las principales enseñanzas del emblemático Salmo 23.


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PE2440 – Estudio Bíblico
El Señor es mi pastor (7ª parte)


 


Amigos, el capítulo 5 del Salmo 23 que estamos analizando dice así: “Aderezas mesa delante de mí en presencia de mis angustiadores; unges mi cabeza con aceite; mi copa está rebosando”. Podemos ver aquí que al Buen Pastor (el Señor Jesús) le es dado todo el poder en el cielo y en la tierra, como afirma Mateo 28:18. ¿Por qué digo esto? Bueno, ¿dónde es que prepara a los suyos una mesa en presencia de sus angustiadores, unge sus cabezas con aceite y hace rebosar sus copas? ¡En el valle de sombra de muerte! ¡Esto solamente lo puede hacer quien ha vencido la muerte en la cruz del Gólgota!

De esta forma, estamos viendo que el verso 5 es la aplicación práctica del verso 4, que hemos tratado en el programa anterior. Si la “vara” del Buen Pastor simboliza la protección completa ante el enemigo, y su “cayado” es una imagen de la paz y la calma que se puede experimentar en medio de un valle oscuro, entonces el versículo 5 nos muestra la consecuencia práctica de esto. Habla de una “mesa aderezada delante de mí”. Esta “mesa” también simboliza la calma y la paz en el Señor a pesar del valle oscuro, y por lo tanto correspondería al “cayado“ del Buen Pastor. Por otro lado, el hecho de que el Señor prepara esta mesa para los suyos en presencia de sus angustiadores, requiere la protección completa contra los enemigos, lo que es simbolizado por la “vara“ del Buen Pastor. ¡Qué mensaje glorioso para todos los que han llegado a ser ovejas del Buen Pastor por la fe en Jesús!

Luego leemos en el Salmo 23:5: “Unges mi cabeza con aceite”. En la Biblia el aceite siempre es una imagen del Espíritu Santo. Cuando en Hechos 1:8 leemos: “Recibiréis poder, cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo”, se habla aquí del sellado o de la unción por el Espíritu Santo. Pero las palabras “unges mi cabeza con aceite; mi copa está rebosando”, proféticamente no sólo se refieren al sellado, sino también al ser lleno del Espíritu Santo, y justamente cuando uno se encuentra en el “valle de sombra de muerte”. Asimismo, esto nos hace pensar en las palabras de Jesús en Juan 7:38: “El que cree en mí, como dice la Escritura, de su interior correrán ríos de agua viva”. ¿No es algo sumamente maravilloso el hecho de que el Señor prometa a los suyos el poder del Espíritu Santo justamente en el “valle oscuro”, es decir, en tiempos de angustias y problemas?

Ahora, cuando se trata de ser lleno del Espíritu Santo: ¿cómo es que ocurre esto? El ser lleno del Espíritu Santo tiene que ver con Su obra en nosotros. Cuando soy lleno del Espíritu de Dios, Él puede hacer Su obra en mí y a través de mí. El Señor Jesús dijo lo siguiente respecto a la obra del Espíritu Santo en Juan 16: “Pero cuando venga el Espíritu de verdad, él os guiará a toda la verdad… El me glorificará”. Cuando Jesús dice que el Espíritu Santo nos guia “a toda la verdad”, se refiere en primer lugar a sí mismo como Hijo de Dios. De esta forma, el Espíritu de Dios quiere que todo lo que nos es dado en Cristo llegue a ser una realidad viva en nosotros, los hijos de Dios. Como la Palabra de Dios misma es la verdad y el Espíritu Santo glorifica al Señor Jesús y todo lo tenemos en Él usando solamente la Palabra, es de suma importancia que leamos la Biblia regularmente, que oremos y que actuemos según lo leído. De esta manera, como hijos de Dios nacidos de nuevo, seremos llenos del Espíritu de una manera cada vez más profunda y más amplia, y permitiremos que el Buen Pastor prepare para nosotros “una mesa aderezada en presencia de nuestros angustiadores”.

El que es lleno del Espíritu Santo, con el poder de victoria y de resurrección de Jesucristo, no puede ser dañado por el enemigo, aunque esté en un valle oscuro. Como se desprende también de otros pasajes de la Santa Escritura, esto no es solamente algo teórico, sino que ha sido experimentado en muchas ocasiones por los creyentes. Un ejemplo de esto es el episodio que registra Hechos 3, cuando Pedro y Juan sanaron en el nombre de Jesucristo a un paralítico delante de una puerta del Templo llamado “La Hermosa”. Después de que Pedro predicó a la multitud que se juntó allí, hablándoles especialmente de la resurrección de Jesús de los muertos y del poder de Su nombre, los saduceos (que no creían en la resurrección) se enojaron e hicieron detener a los apóstoles. “Les echaron mano, y los pusieron en la cárcel hasta el día siguiente, porque era ya tarde”, leemos en Hechos 4. Al otro día, los dos discípulos fueron traídos ante los gobernantes y ancianos, que les preguntaron: “¿Con qué potestad, o en qué nombre, habéis hecho vosotros esto?”. Entonces Pedro, lleno del Espíritu Santo, les respondió con estas impresionantes palabras: “Gobernantes del pueblo, y ancianos de Israel: Puesto que hoy se nos interroga acerca del beneficio hecho a un hombre enfermo, de qué manera éste haya sido sanado, sea notorio a todos vosotros, y a todo el pueblo de Israel, que en el nombre de Jesucristo de Nazaret, a quien vosotros crucificasteis y a quien Dios resucitó de los muertos, por él este hombre está en vuestra presencia sano. Este Jesús es la piedra reprobada por vosotros los edificadores, la cual ha venido a ser cabeza del ángulo. Y en ningún otro hay salvación; porque no hay otro nombre bajo el cielo, dado a los hombres, en que podamos ser salvos”. En cierta manera, Pedro y Juan, después de haber estado encarcelados toda la noche, estaban en un valle oscuro. Pero ¿qué sucedió? El Señor Jesús, su Buen Pastor, les aderezó mesa en presencia de sus enemigos. Con gran serenidad y calma pudieron enfrentar a sus adversarios. ¿Por qué? Porque el Señor ungió sus cabezas e hizo rebosar sus copas, es decir, fueron llenos del Espíritu Santo. El relato Bíblico dice que “Pedro, lleno del Espíritu Santo, les dijo: Gobernantes del pueblo, y ancianos de Israel… ”. Aquí no dice que Pedro recibió el Espíritu Santo, ya que Lo había recibido en Pentecostés, sino que en esta situación difícil fue llenado de una manera especial con poder desde la altura. ¡El Señor hizo “rebosar su copa”, y Pedro experimentó en forma extraordinaria la presencia del Señor por medio del Espíritu Santo! Cuando nos encontramos en un valle oscuro y levantamos la mirada hacia Jesús, el Autor y Consumador de la fe, es cuando experimentamos la realidad de la promesa del Salmo 23 verso 5.

Otro ejemplo de este sostén del Señor es Esteban, cuando debió presentarse frente al Consejo Supremo, y dar testimonio de la verdad ante esos enemigos del Evangelio. Luego, lo llevaron y lo apedrearon, y todo quedó registrado en el libro de Hechos capítulo 6. Pero allí también leemos cómo Esteban se aferró por fe al “cayado” del Buen Pastor. Si bien este hombre ya tenía al Espíritu Santo consigo, en ese valle muy oscuro el Señor lo dotó de una fuerza especial, fue lleno del Espíritu Santo, y por eso, mientras moría, pudo interceder por sus asesinos, pidiendo el perdón de sus pecados. Y como si fuera poco, el versículo 55 de Hechos 7 nos relata que “Esteban, lleno del Espíritu Santo, puestos los ojos en el cielo, vio la gloria de Dios, y a Jesús que estaba a la diestra de Dios”. También aquí se cumplió el Salmo 23:5 en su vida: “Aderezas mesa delante de mí en presencia de mis angustiadores; unges mi cabeza con aceite; mi copa está rebosando”. ¡Qué abundantemente fue aderezada para Esteban una mesa en presencia de sus angustiadores, pues aunque todavía vivía, ya pudo ver a Su Señor y Salvador en el cielo!

Es importante que tengamos presente que Esteban no fue lleno del Espíritu recién cuando llegó la muerte, sino que él ya lo estaba desde antes. Esteban preparó su fin en esta tierra, pero no con una tumba pagada por adelantado sino con un corazón que Le pertenecía íntegramente a su Salvador. Por eso cuando llegó su última hora estaba listo. Fue revestido con poder desde lo alto, su copa rebosó y estuvo ante una mesa ricamente aderezada en presencia de sus angustiadores. Amigo, también usted prepárese correctamente para cuando llegue su última hora, entregando siempre su vida al Buen Pastor. Pues cuanto más se entregue a Él, tanto más perderá el miedo a lo que en algún momento tendrá que enfrentar. También para eso ha venido el Buen Pastor, nuestro Salvador, para quitarnos el temor a la muerte. Por eso Hebreos 2:14-15 señala que “por cuanto los hijos participaron de carne y sangre, él también participó de lo mismo, para destruir por medio de la muerte al que tenía el imperio de la muerte, esto es, al diablo, y librar a todos los que por el temor de la muerte estaban durante toda la vida sujetos a servidumbre”. ¡Cuánto le debemos agradecer por esto al Señor Jesús!

Amigo, puede ser que usted se encuentre en este momento en un valle oscuro donde hay muy poca luz, y sienta muchas luchas y contratiempos. Por eso, le quiero animar a que bajo ninguna circunstancia se aparte de la presencia del Buen Pastor. Manténgase a Su lado, aférrese a Su cayado. Será revestido de nuevas fuerzas desde las alturas, de modo que la victoria del Gólgota estará bien presente delante de sus ojos. Esto le infundirá confianza, coraje y perseverancia para poder ir con alegría por el camino, que quizás en este momento le parezca triste y desolado. Así podrá experimentar lo que Pablo le escribió a los filipenses desde la cárcel en Roma: “Regocijaos en el Señor siempre”. Amigo, el ejemplo de Esteban vale también para usted: justamente en el momento en que sufra problemas y aflicciones, puede esperar una unción especial desde el Santuario celestial y experimentar de una manera maravillosa la obra del Espíritu Santo, que le mostrará la gloria de Cristo, le manifestará la infinita grandeza de Su victoria y le hará ver nuevamente que para Él no hay nada imposible.


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