El Señor es mi pastor (9ª parte)

El Señor es mi pastor (8ª parte)
14 agosto, 2020
Verdadera búsqueda espiritual (1ª parte)
14 agosto, 2020
El Señor es mi pastor (8ª parte)
14 agosto, 2020
Verdadera búsqueda espiritual (1ª parte)
14 agosto, 2020

Autor: Marcel Malgo

Un estudio detallado sobre las principales enseñanzas del emblemático Salmo 23.


DESCARGARLO AQUÍ
PE2442 – Estudio Bíblico
El Señor es mi pastor (9ª parte)


 


Amigos, en el estudio anterior estuvimos compartiendo sobre la primera parte del capítulo 6 del Salmo 23, que habla de la vida del creyente aquí en la tierra y señala: “Ciertamente el bien y la misericordia me seguirán todos los días de mi vida”. La segunda parte que estudiaremos hoy, trata de la eterna gloria: “En la casa de Jehová moraré por largos días”. David, el poeta de este salmo, seguramente pensó también en el santuario de Dios en Jerusalén cuando escribió esto; pero proféticamente anuncia su certeza de que un día estará eternamente en la casa del Padre celestial. Como creyentes este versículo nos hace pensar inmediatamente en las palabras de Jesús en Juan 14:2: “En la casa de mi Padre muchas moradas hay; si así no fuera, yo os lo hubiera dicho; voy, pues, a preparar lugar para vosotros”. Los cristianos renacidos pueden saber, con inquebrantable certeza, que después de esta vida viene la gloria eterna, la vida eterna junto al Señor. ¡Poder estar eternamente con su Redentor y Salvador Jesucristo, es la esperanza más gloriosa de todos los hijos de Dios!

En este verso 6 del Salmo 23, David habla de dos certezas inamovibles. Dice: “En la casa de Jehová moraré por largos días”. Aquí habla de un hecho inmutable, definitivo, resuelto, que nunca jamás cambiará. La palabra “moraré” expresa que no solamente llegará a ese lugar y se quedará allí un tiempo, sino que será una morada eterna. Esto no es porque tenga un concepto demasiado alto de sí mismo, o por soberbia, sino que lo testifica con gran confianza en la fe. ¿No tenemos nosotros, los que pertenecemos a Cristo, toda la razón de hablar con esta misma confianza de nuestra morada eterna? ¿No debería ser la cosa más natural también para nosotros? Para el apóstol Pablo así lo era cuando escribió a los tesalonicenses acerca del arrebatamiento en su primera carta y exclamó con suma alegría: “Y así estaremos siempre con el Señor”. David dice “por largos días”, Pablo dice “siempre”, pero los dos hablan de una misma cosa: de la comunión eterna con el Señor.

Ahora, amigo: no solamente los cristianos perseguidos, o los hijos de Dios que sufren grandes aflicciones en su salud, o en otras áreas, quisieran ser llevados en el arrebatamiento lo antes posible para estar para siempre con Jesús. También el mismo Buen Pastor anhela ser unido a los Suyos. ¿Cómo lo sabemos? Encontramos varias declaraciones de Jesús al respecto. Por ejemplo en Juan 12:26 el Señor afirma: “Si alguno me sirve, sígame; y donde yo estuviere, allí también estará mi servidor”. Cuando Jesús dice “donde yo estuviere, allí también estará mi servidor”, abre Su corazón y nos da a conocer el anhelo que tiene de poder tener íntima comunión con los Suyos. En aquel entonces, se dirigía a los discípulos, y hoy, a través del Espíritu Santo, a la Iglesia universal. Pronto tendrá lugar en el cielo la comunión eterna del Hijo de Dios con Su Iglesia.

Siendo que nuestro Salvador anhela con fervor esta comunión eterna con los Suyos, tendríamos que pensar en las cosas eternas, como lo hicieron David y Pablo. Pero hay otra razón para hacerlo: los hijos de Dios están estrechamente unidos a la eternidad, más de lo que ellos piensan. Cada hijo de Dios, conforme a su sublime llamamiento en Jesucristo, se encuentra, a partir de su nuevo nacimiento, directamente a las puertas del cielo. En otras palabras: como cristianos creyentes nos movemos, desde el punto de vista espiritual, en la inmediata cercanía del cielo; éste es nuestro espacio vital, nuestro ambiente. ¿Por qué? Porque cada verdadero hijo de Dios ha sido hecho partícipe e inscrito en el cielo por medio de Jesucristo, ya durante su vida terrenal. Es verdad que todavía no estamos en el cielo, pero ya estamos registrados allí. En este sentido nos encontramos a las puertas del cielo, estamos muy cerca de él. ¿Qué significa haber sido hecho ya partícipe del cielo? Que formamos un solo cuerpo con Jesucristo, como dice la Escritura en 1 Corintios 12:27: “Vosotros, pues, sois el cuerpo de Cristo, y miembros cada uno en particular”. Y Efesios 5:23 dice: “Cristo es cabeza de la iglesia, la cual es su cuerpo, y él es su Salvador”. Si formamos un solo cuerpo, con Cristo como Cabeza, y Él ya está en el cielo, a la diestra de la Majestad en las Alturas, entonces en Él y a través de Él ya somos partícipes del cielo. Además, los hijos de Dios ya estamos registrados en el cielo porque tenemos allí nuestra ciudadanía. Pablo escribe a los cristianos de Filipos: “Mas nuestra ciudadanía está en los cielos”. Allí existe un registro civil, en el cual están inscritos todos los futuros ciudadanos del Reino de los Cielos. Se llama el “libro de la vida”. Pablo lo menciona también en su carta a los Filipenses, capítulo 4: “Asimismo te ruego también a ti, compañero fiel, que ayudes a éstas que combatieron juntamente conmigo en el evangelio, con Clemente también y los demás colaboradores míos, cuyos nombres están en el libro de la vida”. Además, leemos al respecto en Apocalispsis 3:5: “El que venciere será vestido de vestiduras blancas; y no borraré su nombre del libro de la vida, y confesaré su nombre delante de mi Padre, y delante de sus ángeles”. El que ha recibido a Jesucristo por la fe en su corazón, ha sido hecho partícipe del cielo en y a través del Hijo de Dios y su nombre permanecerá inscrito, de manera indeleble, en el “libro de la vida”. Por eso, los cristianos renacidos, los hijos de Dios, se encuentran en inmediata cercanía a las puertas del cielo. Y por eso, cuando un hijo de Dios respira por última vez aquí en la tierra, es como si pasara, en su propia casa, de una habitación a otra. En realidad, solamente estamos esperando que se abra la puerta, y entonces entraremos a nuestra patria eterna. Esto puede pasar en cualquier momento, ya sea por la muerte o por el arrebatamiento, cuando la Iglesia sea llevada de esta tierra.

No solamente las personas ancianas o enfermas terminales se encuentran a las “puertas de la eternidad”, sino que también todos los cristianos renacidos viven allí. ¿Usted ya se encuentra a las puertas del cielo? ¿Puede decir con seguridad, que si hoy la muerte le alcanza entrará a través de esa puerta a la gloria eterna? ¿O tiene que constatar, con temor, que todavía está a las puertas del infierno? ¡Si aún no ha entregado su vida Cristo, ese es efectivamente su caso! Entonces, puede hacer solamente una cosa: ¡Crea en Jesucristo, pídale que perdone sus pecados, y enseguida será trasladado a las puertas del cielo! En Mateo 16:18 el Señor Jesús dijo de su iglesia que “las puertas del Hades no prevalecerán contra ella”. Las puertas del infierno no podrán prevalecer contra usted, amigo, pero solamente si está a salvo, a las puertas del cielo, por haber aceptado la poderosa salvación por medio de la sangre de Jesús.

Un ejemplo muy interesante de un hombre que vivió a las puertas del cielo, es Enoc. Leemos acerca de él en Génesis 5:24, que “Dios se lo llevó”. Enoc es un ejemplo de cómo un ser humano puede ser trasladado en un instante a la casa gloriosa del Señor, para permanecer allí para siempre. Lo que le pasó a Enoc, le pasará un día a cada hijo de Dios, no importa si muere o si es arrebatado: Dios se llevará a cada uno de Sus hijos en un instante. Pero Enoc vivía concientemente preparado para el día de su arrebatamiento, algo que debería encontrarse también en nuestras vidas. Génesis 5 explica que “vivió Enoc sesenta y cinco años, y engendró a Matusalén. Y caminó Enoc con Dios, después que engendró a Matusalén, trescientos años, y engendró hijos e hijas. Y fueron todos los días de Enoc trescientos sesenta y cinco años. Caminó, pues, Enoc con Dios, y desapareció, porque le llevó Dios”. No hay indicio mejor de cómo tendría que ser la vida de un cristiano renacido que el testimonio de Enoc, de cómo él caminaba con su Dios. ¿Usted también camina con Dios, preparándose para el día en que entrará a la morada celestial?

Ahora amigo, hay dos cosas que debe evitar quien realmente desea caminar con Dios: por un lado está el coqueteo con la vida pasada y por otro la avaricia. En primer lugar es necesario renunciar una y otra vez concientemente a todo el pecado que practicábamos antes. En referencia a esto, Pablo les escribe a los creyentes de Éfeso: “En cuanto a la pasada manera de vivir, despojaos del viejo hombre, que está viciado conforme a los deseos engañosos”. Si no hemos cortado de todo corazón con la vida pasada, es imposible que podamos caminar con Dios, porque estaremos demasiado ligados a la vida terrenal. Por otro lado, en cuanto a la avaricia, Hebreos 13:5 nos exhorta: “Sean vuestras costumbres sin avaricia, contentos con lo que tenéis ahora; porque él dijo: No te desampararé, ni te dejaré”. ¿Por qué se menciona aquí solamente la avaricia, es decir el amor al dinero? Esto se debe a que 1 Timoteo 6:10 explica que la avaricia es la raíz de todos los males. El que es avaro, daña fuertemente su propia fe, pues abre para sí una puerta que lo lleva a otros males; el avaro adora el dinero y este es el gran problema.

Más allá de estos impedimentos, la Biblia también nos enseña que para caminar con Dios, necesitamos mansedumbre y sabiduría, porque en este mundo nos movemos como ovejas del Buen Pastor en medio de los lobos. Por eso, el Señor Jesús les dijo a los doce discípulos en Mateo 10:16: “He aquí, yo os envío como a ovejas en medio de lobos; sed, pues, prudentes como serpientes, y sencillos como palomas”. Ser “prudentes como serpientes” se refiere a la sabiduría, y “sencillos como palomas”, es una imagen especial de la mansedumbre. Estas dos características prosperarán nuestro caminar con Dios en este mundo, y de esta manera seremos hijos de Dios que esperan con alegría su patria eterna en el cielo.


Si desea puede adquirir el libro que está basada esta serie de programas.


Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Elija su moneda
USD Dólar de los Estados Unidos (US)