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Título: El sistema de alarma precoz de Dios.

 


Autor: Norbert Lieth PE Nº: 1235

 

 Nuevamente nos encontramos para estudiar la Palabra de Dios, y hoy lo haremos mediante un tema sumamente actual:

«El sistema de alarma precoz de Dios».

Estimado amigo, después del maremoto y la catástrofe que causó el Tsunami en el sudeste de Asia, el 26 de diciembre de 2004, todo el mundo pudo ver que las cosas ya no eran como fueron siempre. Un comentario al respecto decía: «Nadie advirtió la desgracia, aún cuando la ola ya estaba a la vista. El peligro pasó inadvertido. Todos fueron sorprendidos.»Después de este suceso, en todas partes se hablaba de la urgente necesidad de un sistema de alarma precoz, y no solamente para la región asiática, sino también para el Mediterráneo. Decían, que el peligro es inminente, que aun en las cercanías de Las Palmas los volcanes podrían entrar en erupción, y la consecuencia sería una ola gigantesca. Por esa razón, se están ocupando de instalar sistemas de alarma precoz para el Mediterráneo y para todos los grandes mares del mundo, para poder proteger a la gente.


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Pero si lo pensamos bien, hace mucho tiempo atrás Dios ya nos dio el mejor sistema de alarma precoz existente: Su Palabra, la Biblia. Allí todo está escrito. Dios nos advierte con bastante precocidad del pecado, y también del infierno. También nos advierte de escuchar a consejeros falsos y de andar por el camino equivocado (Salmos 1:1).

En Su amor, nos insta a aceptar a Jesucristo y a andar por el camino de la vida con Él. En la Biblia también dice que nosotros hacemos «bien en estar atentos» a «la palabra profética» (2 P. 1:19). En ella está descrito todo el camino de salvación y todo lo que aun sobrevendrá a este mundo. Contra los juicios apocalípticos de Dios, ningún sistema de alarma precoz es suficientemente bueno. ¡Nuestro refugio para eso es solamente Jesucristo!

Otra noticia decía: «La terrible catástrofe de la marea del Océano Índico carece de todo sentido si ignoramos el grito de alarma conectado a la misma.» Es justamente eso lo que el Señor Jesús quiso enfatizar, cuando les dijo a los escribas y fariseos: «Sabéis distinguir el aspecto del cielo, ¡mas las señales de los tiempos no podéis!» (Mt. 16:3).

¿Dónde encontramos una respuesta fidedigna?

En vano buscamos una respuesta en los portavoces de este mundo. El asunto es tal y como decía un diario: «Cuando ciudades enteras quedan en ruinas, islas desaparecen en el mar, o tribus de aborígenes son borradas de la faz de la tierra, ya no queda nadie que pueda dar información de cómo era antes.» Cuando Dios buscó un consejero sensato entre los seres humanos, no encontró ninguno: «… no había ninguno;… y ningún consejero hubo; les pregunté, y no respondieron palabra» (Is. 41:28).

Con respecto a la catástrofe del Tsunami, un diario suizo preguntaba en su página titular: «¿Por qué, Dios?» El obispo evangélico alemán Wolfgang Huber (Berlín) opinó: «Puedo identificarme con personas que en una situación como ésta dudan de Dios, es más, se desesperan.» Y agregó, que la omnipotencia de Dios no significa que Dios evite todo lo malo e incomprensible. En el mismo diario dice: «Una pregunta que está más allá de las respuestas humanas.» ¡Qué testimonio de pobreza! Que renombrados líderes religiosos no tengan o no den una respuesta. Que publicistas no-religiosos desechen toda respuesta espiritual. Que los políticos busquen explicaciones en vano. Lo que queda, son seres humanos sin orientación, sin compás y sin faro.

La única respuesta válida acerca del sentido de la vida y del aumento de las catástrofes, solamente podemos encontrarla en Aquél que es la fuente de toda información. En Isaías 45:11 «dice Jehová, el Santo de Israel, y su Formador: Preguntadme de las cosas por venir; mandadme acerca de mis hijos, y acerca de la obra de mis manos.» Solamente en Dios se puede encontrar la respuesta; solamente Él, la fuente de la verdad, puede darnos información. Y entonces tendremos en las manos un medio con el cual podamos dar a la gente la única respuesta válida y podremos llevarlos al Señor.

En vez de escaparnos de Dios, deberíamos comenzar a buscarlo. En vez de hacerle reproches, deberíamos entregarnos a Él. En vez de ponerlo en duda, deberíamos creer en Él. Y en vez de quejarnos, deberíamos comenzar a orar. No tenemos otra posibilidad de sobrevivir. Él es nuestro salvador y nuestro juez. En la región sudeste de Asia Él nos dio un aviso; ¡pero muy pronto hablará de una manera muy diferente todavía!

Con respecto a eso, miremos un ejemplo bíblico. Después que José, uno de los doce hijos de Jacob, fue echado en la cárcel injustamente en Egipto, dice así del copero y del panadero del Faraón: «Aconteció después de estas cosas, que el copero del rey de Egipto y el panadero delinquieron contra su señor el rey de Egipto. Y se enojó Faraón contra sus dos oficiales, contra el jefe de los coperos y contra el jefe de los panaderos, y los puso en prisión en la casa del capitán de la guardia, en la cárcel donde José estaba preso. Y el capitán de la guardia encargó de ellos a José, y él les servía; y estuvieron días en la prisión» (Gn. 40:1-4).

Ésa es una acertada imagen de la situación de nuestro mundo del siglo 21, que también está preso, preso en las cadenas de los poderes de la naturaleza. Los seres humanos no los pueden domar y tampoco se pueden escapar de los mismos, ¡con ningún tipo de sistema de alarma precoz del mundo! En medio de la vida, estamos siempre rodeados por la muerte. Nuestro guardia personal es el temor, la múltiple amenaza diaria de nuestro cuerpo y de nuestra vida. La causa del sufrimiento y de la muerte es el pecado (que vino al mundo a través de los primeros seres humanos, cp. Gn. 3:1ss). Y así como José en la cárcel sirvió al copero y al panadero, cada cristiano y especialmente cada predicador, anciano y diácono, debería ver su misión en servir a la gente y dar respuestas bíblicas a las preguntas explosivas.

Dicho sea de paso: Así como José estaba en la cárcel a pesar de ser inocente, los cristianos muchas veces también se encuentran en la misma situación que los no-cristianos. Pensemos tan solamente en Job, Daniel y Pablo.

Un día, sin embargo, en la cárcel en Egipto sucedió lo siguiente: «Vino a ellos José por la mañana, y los miró, y he aquí que estaban tristes. Y él preguntó a aquellos oficiales de Faraón, que estaban con él en la prisión de la casa de su señor, diciendo: ¿Por qué parecen hoy mal vuestros semblantes? Ellos le dijeron: Hemos tenido un sueño, y no hay quien lo interprete. Entonces les dijo José: ¿No son de Dios las interpretaciones? Contádmelo ahora» (Gn. 40:6-8).

Nuestro mundo está triste y deprimido, ya no sabe que hacer. Las pesadillas en vista del aumento de las catástrofes de la naturaleza, enfermedades, accidentes y desgracias personales, hacen que mucha gente desespere. En realidad, tampoco hay nadie ahora a quien se le pueda preguntar. Porque aun muchos cristianos no saben qué responder, porque tienen vergüenza de consultar la Biblia y dar la respuesta adecuada. Y esa respuesta solamente puede ser hallada en la Palabra del Dios vivo. Solamente Él tiene la única respuesta válida: «¿No son de Dios las interpretaciones?»

El copero le contó su sueño a José: «Yo soñaba que veía una vid delante de mí, y en la vid tres sarmientos; y ella como que brotaba, y arrojaba su flor, viniendo a madurar sus racimos de uvas. Y que la copa de Faraón estaba en mi mano, y tomaba yo las uvas y las exprimía en la copa de Faraón, y daba yo la copa en mano de Faraón. Y le dijo José (Dios lo inspiró para dar esa respuesta): Esta es su interpretación: los tres sarmientos son tres días. Al cabo de tres días levantará Faraón tu cabeza, y te restituirá a tu puesto, y darás la copa a Faraón en su mano, como solías hacerlo cuando eras su copero» (Gn. 40:9-13). Y así sucedió (v. 21). Después, también el panadero contó su sueño (vs. 16-17), y José le dijo que después de tres días él sería ejecutado por el juicio del rey.

Y así sucedió (v. 22). Pero, ¿por qué se encuentra este suceso en la Biblia? Porque Dios no ha hecho registrar nada en Su Palabra que no tenga un significado profundo. ¿Qué sacamos de esa historia para aplicarlo a nuestros tiempos?Que el Señor nos ayude poner en práctica el consejo que nos fue dado: 

En vez de escaparnos de Dios, debemos comenzar a buscarlo.

En vez de hacerle reproches, debemos entregarnos a Él.

En vez de ponerlo en duda, debemos creer en Él.

Y en vez de quejarnos, debemos comenzar a orar.


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