El Sumo Sacerdote Jesús 3/4

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21 febrero, 2008
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21 febrero, 2008

Titulo: “El Sumo Sacerdote Jesús” 3/4
 

Autor: WimMalgo 
Nº: PE1076

En este programa se tocan  dos puntos muy importantes

 

4º. Jesucristo el Sumo Sacerdote que se sacrifica así Mismo.  De esta manera nos dio: 

-el triunfo sobre sí mismo

-La paz para con Dios

-Y la purificación de nuestros pecados.

 

5º.  Jesucristo el Sumo sacerdote sobre la casa de Dios. Entre otras cosas, nos muestra cómo ir por el camino que nos lleva directamente a la casa de Dios.

 


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«El Sumo Sacerdote Jesús» 3/4

Estimado amigo, la Biblia nos dice en Hebreos 7:26-27 lo siguiente: «Porque tal sumo sacerdote nos convenía: santo, inocente, puro, apartado de los pecadores y exaltado más allá de los cielos. El no tiene cada día la necesidad, como los otros sumos sacerdotes, de ofrecer sacrificios, primero por sus propios pecados y luego por los del pueblo; porque esto lo hizo una vez para siempre, ofreciéndose a sí mismo.» Aquí vemos a nuestro Sumo Sacerdote Jesús como Aquél que Se ofreció a Sí mismo en sacrificio. Es revelador grabarse en la memoria las palabras «a sí mismo» en el Nuevo Testamento. Pues la fuerza eterna de la salvación está en que Jesús se ofreció una sola vez a Sí mismo. Por eso, El no es como un sumo sacerdote del Antiguo Pacto, que ofrecía sacrificios, sino que Él, como Sumo Sacerdote, Se ofreció a Sí mismo. Él es al mismo tiempo Sacerdote y Sacrificio. Al ofrecerse, pues, a Sí mismo, nos dio también a nosotros todo lo que Él es y tiene: 

– El triunfo sobre el enemigo: «…triunfando de ellos por medio de El» (Col. 1:20).

– La paz con Dios: «…y por medio de él reconciliar consigo mismo todas las cosas, tanto sobre la tierra como en los cielos, habiendo hecho la paz mediante la sangre de su cruz» (Col. 1:20). Por eso, El es llamado «nuestra paz» en Efesios 2:14.

– La purificación de pecados, pues El mismo es puro y santo. Nosotros solamente pudimos ser purificados por El mismo: «…habiendo efectuado la purificación de nuestros pecados por medio de sí mismo…» (He. 1:13).

En breves palabras: «Se despojó a sí mismo…se humilló a sí mismo» (Fil 2:7-8a). El derramó en Su sangre Su propia Personalidad. En esto está la gloria del sacrificio de nuestro gran Sumo Sacerdote. ¡El no sacrificó algo fuera de Sí mismo, sino que Se ofreció a Sí mismo! Y con esto, todo lo temporal y lo imperfecto fue apartado del sacrificio vicario hecho una sola vez por Jesús. Presta atención a la expresión «para siempre»: «Pero éste, porque permanece para siempre, tiene un sacerdocio perpetuo. Por esto también puede salvar por completo a los que por medio de él se acercan a Dios, puesto que vive para siempre para interceder por ellos» (He. 7:24-25).

El obró una salvación eterna, que permanece para siempre, sacrificándose a Sí mismo como el Eterno. Y nosotros tenemos este Sumo Sacerdote, así lo dice Hebreos 7:26: «Porque tal sumo sacerdote nos convenía…», o como dice la Biblia de las Américas: «Porque convenía que tuviéramos tal sumo sacerdote…» «Tener» significa verdadera posesión. El que tiene a Jesús, también tiene todo lo que El es y tiene. Teniéndole a El, tengo Su santidad, pues El es mi santificación; Su inocencia, Su pureza. El estar apartado de los pecadores, significa ser aislado de los pecados. Con El estoy más alto que el cielo. Mi posición de vencedor en El es absoluta. A nosotros nos conviene tener tal Sumo Sacerdote. Y tú, ¿Lo tienes?

Veremos ahora el quinto punto: Jesucristo, el Sumo Sacerdote sobre la casa de Dios

Esto quiere decir que este Sumo Sacerdote es el centro de la gloria y el factor decisivo en la Casa de Dios, en el Santuario celestial, pues El es un Sumo Sacerdote sobre la casa de Dios. Allí cumple Su ministerio: «En resumen, lo que venimos diciendo es esto: Tenemos tal sumo sacerdote que se sentó a la diestra del trono de la Majestad en los cielos, ministro del lugar santísimo y del verdadero tabernáculo que levantó el Señor y no el hombre». Allí Él ora por ti y lleva tu nombre delante del Padre. ¿Cómo, pues, puedes mirarlo y reconocerlo en esa gloria? Por estar tú allí donde Él está. ¿Dónde, pues, está? ¡En el Santuario, en la Casa de Dios! Allí debes entrar, mi hermano, mi hermana.

Pero ¿cómo llegas a entrar? Antes de decirnos que Él es un Sumo Sacerdote sobre la casa de Dios, Hebreos 10:19-20 nos muestra el camino hacia Él: «Así que, hermanos, teniendo plena confianza para entrar al lugar santísimo por la sangre de Jesús, por el camino nuevo y vivo que él nos abrió a través del velo (es decir, su cuerpo).» Solamente el que pasa primero por la sangre y luego por la cortina abierta, la carne del Señor, puede, pues, ver al Sumo Sacerdote glorificado sobre la Casa de Dios. La sangre de Jesús me limpia de los pecados. Es, pues, necesario, en primer lugar, la purificación más profunda. Pero la sangre de Jesús no purifica mi pecado, esto es, mi ser depravado, por eso tengo que pasar a través del velo abierto, Su carne. Esto solamente es posible por un pleno sí a la cruz: «Con Cristo he sido juntamente crucificado» (Gál. 2:19).

El yo no es purificado por la sangre de Jesús, sino que es juzgado en la cruz. Solamente el aceptar en la práctica este hecho me lleva al Santuario y me hace ver al Sumo Sacerdote sobre la casa de Dios. Ten en cuenta este hecho importante y no corras sin pensar al Santuario para buscar al Padre y hablarle y orar a El por medio del Sumo Sacerdote. ¡Ve por medio de la sangre! Deja que ella se haga eficaz para ti a través del arrepentimiento y de la humillación, para que seas purificado de pecados. Pero pasa también a través del velo, esto es, Su carne. Acepta la cruz. Si voy al Santuario, no es algo exterior, sino que voy en el corazón y en el espíritu hasta el trono de Dios y Lo veo a El, el Sumo Sacerdote sobre la casa de Dios. Por eso, el sí a la cruz es un asunto interior.

Pues puedes llevar exteriormente una crucecita sobre tu vestido o en tu cuello, y a pesar de esto ser un enemigo de la cruz. Muchos creyentes retroceden ante este camino hacia el Santuario. No conocen la profunda humillación delante del Señor, por eso también quedan exentos del efecto purificador práctico de la sangre. Rechazan aceptar la cruz, es decir, de entregar el viejo ser depravado, por eso, no pueden considerar al Sumo Sacerdote.

Y tú, mi hermano, mi hermana, ¿no quieres hoy andar por el camino que lleva hasta el mismo centro del Santuario? Pues este camino hacia el centro del Santuario te permite ver a Jesús, el Sumo Sacerdote sobre la casa de Dios. ¿Quién puede entrar por la sangre de Jesús y por el velo abierto, Su carne? Nos lo dice Hebreos 10:22: «Acerquémonos con corazón sincero…» Esto es lo primero.

¿Estás dispuesto a llegar a ser completamente sincero? La verdad saca a la luz, revela, castiga, duele, pero la verdad también hace libre. Lo segundo es: «…en plena certidumbre de fe». Cree ahora que la preciosa sangre te purifica de toda maldad. Cree que tú también – tan verdaderamente como nuestro Sumo Sacerdote fue juzgado en Su carne en la cruz – puedes estar juzgado con El en tu carne y crucificado con El. Y esto significa, además, una tercera cosa: «…purificados los corazones de mala conciencia».

La purificación de nuestros corazones es el efecto de la sangre de Jesús en nosotros, y ésta nos libra de la mala conciencia. Y cuarto, se nos dice: «…lavados los cuerpos con agua pura». Al final viene lo exterior. El tremendo problema de nuestro tiempo es que si bien muchos creyentes lavan sus cuerpos con agua pura, es decir, sus normas de vida corresponden exteriormente visto a las normas de vida cristianas, no conocen ni consideran al Sumo Sacerdote sobre la casa de Dios en Su gloria, porque niegan el camino al Santuario, el camino por la sangre y por Su carne, el velo abierto, porque rechazan la cruz y no quieren ningún arrepentimiento más profundo. Te pregunto: ¿No quieres andar ahora por este camino? ¡Entonces experimentarás la Palabra en toda su extensión y podrás obedecer prácticamente! Estimado amigo, estimada amiga, nos reencontramos en el próximo programa, en tanto… piensa en esto que acabamos de escuchar!

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