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Titulo: “El Sumo Sacerdote Jesús” 4/4

Autor: WimMalgo 
Nº: PE1077

6º. Jesucristo, Sumo Sacerdote de los bienes venideros.Jesucristo obtuvo una redención eterna. En Su sangre hay vida eterna, por lo tanto, la sangre de Jesús no tiene un efecto temporal, sino eterno.

7º. Jesucristo, el gran Sumo Sacerdote. Jesús es grande, más grande que todas las cosas, grande siendo el Hijo de Dios, grande en Su victoria, grande también en Su compasión.-


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«El Sumo Sacerdote Jesús» 4/4

Estimado amigo, hoy veremos el sexto punto del tema: «El Sumo Sacerdote Jesús», el cual es: «Jesucristo, el Sumo Sacerdote de los bienes futuros»

Hebreos 9:11-12 dice así: «Pero estando ya presente Cristo, sumo sacerdote de los bienes venideros, por el más amplio y más perfecto tabernáculo, no hecho de manos, es decir, no de esta creación, y no por sangre de machos cabríos ni de becerros, sino por su propia sangre, entró una vez para siempre en el Lugar Santísimo, habiendo obtenido eterna redención». Cuando el sumo sacerdote en el Antiguo Pacto, en el gran día de reconciliación que nos es descrito en Levítico 16 y Hebreos 9, sacrificaba por sus propios pecados y por los del pueblo, se lograba una verdadera reconciliación.

Pero esta reconciliación era terrenal e imperfecta. Era imposible quitar los pecados por la sangre de los toros y de los machos cabríos. El pueblo obtenía solamente una liberación temporal de su carga de pecados, siendo que la sangre de los animales sacrificados cubría sus pecados. Con esto, se había logrado una salvación temporal. Pero Jesucristo vino como Sumo Sacerdote de los bienes venideros y obtuvo una redención eterna.

En Su sangre hay vida eterna, por lo tanto, la sangre de Jesús no tiene un efecto temporal, sino eterno. Es decir, si una persona es purificada de sus pecados por la sangre de Jesús, ésta obra al mismo tiempo vida eterna en ella. Por eso, todo lo que hacemos ahora con fe en esta redención eterna, tiene valor para la eternidad. Pues es de significado decisivo cuando Hebreos 9:14 dice: «¡Cuánto más la sangre de Cristo, quien mediante el Espíritu eterno se ofreció a sí mismo sin mancha a Dios, limpiará nuestras conciencias de las obras muertas para servir al Dios vivo!» Las obras de una persona que no tiene a Jesús, son muertas, no dan resultado. Aunque obtuviera renombre mundial por sus obras, éstas serían muertas, entregadas a la perdición y al fin y al cabo sin sentido, a no ser que fueran unidas con la fuerza purificadora de la sangre de Jesús. Pero el trabajo de quien conoce al Sumo Sacerdote de los bienes venideros y Lo tiene, no es en vano en el Señor. Ya aquí en este tiempo, Jesucristo hace Sus obras a través de él. A la luz de esta verdad, comprendemos también mejor las palabras del apóstol Pablo: «Redimiendo el tiempo, porque los días son malos». Todo lo que hacemos en Jesús, purificados por Su preciosa sangre, es convertido en valores eternos.

¡Qué importancia obtiene, a la luz de este hecho, nuestra corta vida aquí en la tierra, y qué desperdicio infinito es una vida que se vive separada de la sangre de Jesús! Por eso, ¡reconozcamos la eterna validez de la redención que nuestro Sumo Sacerdote logró en la cruz! Su obra es única en su unicidad, pues me hace digno para los bienes venideros, es decir, para la herencia eterna. Qué insensato el hombre y qué insensato el creyente que se deja cautivar y atar por herencias terrenales. El materialista, esto es, el que tiene como meta lo terrenal, es en realidad ciego para el Sumo Sacerdote de los bienes futuros. No puede reconocer esta riqueza inconmensurable, que está preparada también para él.

Pedro vio la herencia y exclamó: «Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, quien según su grande misericordia nos ha hecho nacer de nuevo para una esperanza viva por medio de la resurrección de Jesucristo de entre los muertos; para una herencia incorruptible, incontaminable e inmarchitable, reservada en los cielos para vosotros» (1 Pe. 1:3-4). Los verdaderos hijos de Dios, que conocen al Sumo Sacerdote de los bienes futuros, son ricos como reyes. Son personas con un gran futuro.

También Pablo reconoció esto y dijo con júbilo: «Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, quien nos ha bendecido en Cristo con toda bendición espiritual en los lugares celestiales» (Ef. 1:3). La Escritura dice: «Porque el amor al dinero es raíz de todos los males» (1 Tim. 6:10), pues hace a los hombres, también a los creyentes, muertos para la herencia celestial, para los bienes futuros. ¡Si tú, mi hermano, mi hermana, te dejaste cautivar por él, líbrate en el nombre de Jesús de este demonio de avaricia y de este espíritu de materialismo y busca al Sumo Sacerdote de los bienes futuros, a Jesucristo!

Como séptimo punto vemos: «Jesucristo, el gran Sumo Sacerdote».

El Señor Jesús es más grande que todas las cosas: «Por tanto, teniendo un gran sumo sacerdote que ha traspasado los cielos, Jesús el Hijo de Dios, retengamos nuestra confesión» (He. 4:14). ¿Cómo es, pues? ¿Quizás es como tú te Lo puedes imaginar? ¡De ninguna manera! Jesús es más hermoso, Jesús es más maravilloso, más poderoso, más grande de lo que puedas comprender. El es grande porque El es – como leemos – el Hijo de Dios.

El es grande porque ascendió al cielo, es decir, fue al cielo como Vencedor, después de haber resucitado de los muertos. Pero también es grande en Su misericordia para contigo. «Porque no tenemos un sumo sacerdote que no puede compadecerse de nuestras debilidades, pues él fue tentado en todo igual que nosotros, pero sin pecado». Ya vimos cómo fue Su tentación, la cual también es nuestra. Él conoce tus debilidades; El conoce y sabe también tus fracasos; Él conoce también tu rebelión escondida, pues Él sabe todo. Nadie te conoce, con todos tus problemas, mejor que Él, el mismo gran Sumo Sacerdote. El se hizo semejante a ti y a mí. Pero Él es grande en Su compasión. Jesús es capaz de sufrir contigo porque Él sufrió. Jesús es el gran Sumo Sacerdote, Él alivia todo tu dolor, tu fracaso, tu decepción.

Él comprende que ya no tienes la fuerza para seguir adelante, pues El es grande en Su misericordia. Pero si esto es un hecho, entonces es de importancia vital que prestemos atención a lo que dice el versículo siguiente: Porque Jesús es grande, más grande que todas las cosas, grande siendo el Hijo de Dios, grande en Su victoria, grande también en Su compasión, «acerquémonos, pues, con confianza al trono de la gracia». Aquí eres invitado, mi amigo, mi hermano, mi hermana, a acercarte al trono de la gracia. ¿Para qué? «Para que alcancemos misericordia y hallemos gracia para el oportuno socorro». Sé que ahora es el tiempo oportuno para ti, ahora necesitas ayuda. La compasión, la grande y fuerte compasión del gran Sumo Sacerdote te rodea ahora. ¿No quieres seguir ahora mismo el llamado de la Palabra de Dios y obedecerla? «Acerquémonos, pues, con confianza», pues aquí está Jesucristo, el gran Sumo Sacerdote.

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