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El Último Mensaje de Jesús a su Iglesia

(4ª parte)

Autor: Norbert Lieth

Al final del peor tiempo de terror que Israel y el mundo hayan experimentado alguna vez se abrirá el cielo. El Señor Jesucristo regresará con majestad y gloria en un caballo blanco como «Fiel y Verdadero», que se llama Amén, o sea, «el Verbo de Dios», como se representó en aquel entonces a la iglesia de Laodicea. Pero El no vendrá solo, sino que Le seguirán los ejércitos del cielo en caballos blancos, «vestidos de lino fino, blanco y limpio


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PE1151 – Estudio Bíblico
El Último Mensaje de Jesús a su Iglesia
(4ª parte)



Estimado amigo, el primer punto que vamos a ver hoy es:

«Una alusión profética al regreso de Jesucristo».

Según mi parecer, se trata de una alusión profética, el hecho de que el Señor Se presenta a esa iglesia como «el Amén, el testigo fiel y verdadero, el origen de la creación de Dios». Pues esto señala el regreso de Jesucristo con poder y gran gloria – junto con Su Iglesia – el cual será visible para todos. Acerca de ese gran acontecimiento, leemos en Apocalipsis 19:11-15a: «Vi el cielo abierto, y he aquí un caballo blanco, y el que lo montaba se llama Fiel y Verdadero. Y con justicia él juzga y hace guerra. Sus ojos son como llama de fuego. En su cabeza tiene muchas diademas, y tiene un nombre escrito que nadie conoce sino él mismo. Está vestido de una vestidura teñida en sangre, y su nombre es llamado EL VERBO DE DIOS. Los ejércitos en el cielo le seguían en caballos blancos, vestidos de lino fino, blanco y limpio. De su boca sale una espada aguda…»

Hay que representarse esto gráficamente: Al final del peor tiempo de terror que Israel y el mundo hayan experimentado alguna vez se abrirá el cielo. El Señor Jesucristo regresará con majestad y gloria en un caballo blanco como «Fiel y Verdadero», que se llama Amén, o sea, «el Verbo de Dios», como se representó en aquel entonces a la iglesia de Laodicea. Pero El no vendrá solo, sino que Le seguirán los ejércitos del cielo en caballos blancos, «vestidos de lino fino, blanco y limpio». ¿Quién es ese incontable ejército? Se trata aquí de la Iglesia de Jesús redimida por Su sangre, pues ella será vestida de lino blanco y limpio. Esto se desprende de Apocalipsis 19:7-8, que habla de las bodas del Cordero: «Gocémonos, alegrémonos y démosle gloria, porque han llegado las bodas del Cordero, y su novia se ha preparado. Y a ella se le ha concedido que se vista de lino fino, resplandeciente y limpio. Porque el lino fino es los actos justos de los santos.» Todos los que han sido comprados y redimidos con la sangre de Jesús, que pertenecen a Su Novia, regresarán juntamente con El, el Señor de los ejércitos, con poder y gloria, cabalgando sobre caballos blancos.

En segundo lugar querido amigo vemos «Una alusión profética al tribunal de Cristo».

Según mi entendimiento, tenemos en Apocalipsis 3:18b una segunda alusión profética al carácter de Laodicea como Iglesia de los tiempos postreros, pues el Señor aconseja a esta iglesia: «que te vistas y no se descubra la vergüenza de tu desnudez…».

Pero ¿cuándo correremos el peligro de ser avergonzados? ¿Cuándo llegará el momento en que todo sea manifiesto y salga a la luz? ¡Inmediatamente después del arrebatamiento ante el tribunal de Jesucristo! Por eso, tanto el mismo Señor como también el apóstol Juan, exhortan a la Iglesia, diciendo: «Ahora, hijitos, permaneced en él para que, cuando aparezca, tengamos confianza y no nos avergoncemos delante de él, en su venida»

Tercero, vemos «Una alusión profética a la riqueza».

Con Su exhortación acerca de la riqueza en Laodicea, a la cual se han apegado los corazones, el Señor Se dirige proféticamente a la última generación de la Iglesia: «Ya que tú dices: Soy rico; me he enriquecido y no tengo ninguna necesidad, y no sabes que tú eres desgraciado, miserable, pobre, ciego y desnudo». Esta es una señal de los últimos días. Ilustra el carácter babilónico, que se ha establecido, en parte, también en la Iglesia de Jesús. Aunque la Iglesia creyente sabe o presiente que el Señor vendrá muy pronto para el arrebatamiento, muchos creyentes no Lo están buscando en primer lugar a El. Más bien aspiran al materialismo. Quieren estar seguros. Invierten cada vez más en su cuenta de ahorro aquí en la tierra, en vez de invertir en la del cielo.

Por eso el Espíritu de Dios advierte a la Iglesia, por medio de Santiago, contra el acumular riquezas: «¡Vamos pues ahora, oh ricos! Llorad y aullad por las miserias que vienen sobre vosotros. Vuestras riquezas se han podrido, y vuestras ropas están comidas de polilla. Vuestro oro y plata están enmohecidos; su moho servirá de testimonio contra vosotros y devorará vuestra carne como fuego. ¡Habéis amontonado tesoros en los últimos días!» (Stg. 5:1-3). En esta comparación se revela todo lo absurdo de la riqueza sin Jesucristo. Pues lo único que nos quedará de lo que hayamos ahorrado sin el Hijo de Dios, será el testimonio del moho contra nosotros. ¡Terrible!

Después de haber visto, en su contexto bíblico, el significado que tienen para los tiempos postreros las palabras del Señor glorificado a Su iglesia en Laodicea, vamos a poner nuestra atención a otra pregunta sumamente importante:

¿A quién vomitará el Señor de Su boca?

En Apocalipsis 3:16 oímos al Señor decir a la iglesia de Laodicea: «Así, porque eres tibio, y no frío ni caliente, estoy por vomitarte de mi boca.» ¿Qué significa esto, o sea, a quién Se dirige el Señor aquí? ¿Es posible que «vomite de Su boca» a algún miembro de Su Iglesia redimida con Su sangre, en el sentido de eterna perdición? ¡Creo que no! Se debe tratar de otra cosa, de acuerdo con todo el contexto de las afirmaciones bíblicas. Entonces, a mi parecer, hay dos posibilidades: En primer lugar, estas palabras se dirigen a la Iglesia (= cristianos renacidos) y luego a los no creyentes (= cristianos de nombre, o sea, los que marchan con los demás en una iglesia local).

1. Las palabras del Señor a Su Iglesia (= cristianos renacidos).

Cuando meditamos en el significado de la terrible amenaza pronunciada por Jesús: «Así, porque eres tibio, y no frío ni caliente, estoy por vomitarte de mi boca», debemos tener presente lo siguiente:

De Su boca salen: Su «amén» – Su «Palabra» – la «verdad» absoluta – la «fidelidad de Dios» garantizada – Sus «promesas». Por eso, El se presenta a la iglesia de Laodicea con las palabras: «»El Amén, el testigo fiel y verdadero, el origen de la creación de Dios, dice estas cosas…»

Una iglesia, o un cristiano renacido, que ya no toma en serio la Palabra de Dios, que hace compromisos y ya no maneja con precisión la Palabra, que ya no obedece de manera consecuente, no puede tener más parte en la Palabra del Señor y pierde la promesa. Este «estoy por vomitarte de mi boca» significa, pues, que una iglesia, o un cristiano renacido, pierde lo que tenía en Jesús y en Sus promesas, por ejemplo, todas las promesas para los vencedores en las siete cartas a las iglesias. Esto está de acuerdo con el contexto bíblico, pues 1 Corintios 3:15 dice de tales hijos de Dios: «Si la obra de alguien es quemada, él sufrirá pérdida; aunque él mismo será salvo, pero apenas, como por fuego.» ¿Qué significa esta pérdida que sufrirá tal renacido, es decir, el creyente que haya permanecido siendo tibio?

– Pierde el trono: «Al que venza, yo le daré que se siente conmigo en mi trono; así como yo también he vencido y me he sentado con mi Padre en su trono» (Ap. 3:21).

– Pierde la corona y el nombre de Dios: «Yo vengo pronto. Retén lo que tienes para que nadie tome tu corona. Al que venza, yo le haré columna en el templo de mi Dios, y nunca jamás saldrá fuera. Y escribiré sobre él el nombre de mi Dios…» (Ap. 3:11-12).

– Pierde la autoridad y el co-reinado: «Al que venza y guarde mis obras hasta el fin, yo le daré autoridad sobre las naciones» (Ap. 2:26.

– Pierde la fuerza luminosa: «De lo contrario, yo vendré pronto a ti y quitaré tu candelero de su lugar, si no te arrepientes».

2. Las palabras del Señor a los no creyentes (= cristianos de nombre, o sea, los que marchan con los demás, en una iglesia local.

De este punto escucharemos en el siguiente programa, para el cual le invito muy cordialmente, hasta entonces y que Dios obre a través de su palabra en su vida. Amén.

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