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Autor: Esteban Beitze

Las pruebas en nuestra vida son necesarias. Nos enseñan la dependencia de Dios, nos muestran más de la persona de Dios, nos llevan a perfeccionarnos, a crecer, a enseñar la paciencia, a animar a otros con nuestro ejemplo, a aprender a confiar en las promesas de Dios, quizás sirvan para traer a luz pecados ocultos, sirven para incentivar nuestro crecimiento espiritual, y, sin lugar a duda, para glorificar a Dios.


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PE2785- Estudio Bíblico
Elías: Más pruebas para Elías (6ª parte)



Más pruebas para Elías

¿Qué tal queridos hermanos? Estamos con el estudio del profeta Elías, y hay varias enseñanzas que podemos aprender de él. El tema que estamos tratando son las pruebas. La fe puesta a prueba. Lo estamos observando en el capítulo 17 de 1ª Reyes 17. Allí ya vimos varias pruebas a las cuales fue enfrentado Elías y las lecciones que pudo aprender y, con él, también nosotros.

Ahora vamos a otra prueba de la fe, pero en este caso se casa de una mujer, de la viuda de Sarepta. Allí dice en 1ª Reyes 17:10: “Entonces él se levantó y se fue a Sarepta. Y cuando llegó a la puerta de la ciudad, he aquí una mujer viuda que estaba allí recogiendo leña; y él la llamó, y le dijo: Te ruego que me traigas un poco de agua en un vaso, para que beba. Y yendo ella para traérsela, él la volvió a llamar, y le dijo: Te ruego que me traigas también un bocado de pan en tu mano. Y ella respondió: Vive Jehová tu Dios, que no tengo pan cocido; solamente un puñado de harina tengo en la tinaja, y un poco de aceite en una vasija; y ahora recogía dos leños, para entrar y prepararlo para mí y para mi hijo, para que lo comamos, y nos dejemos morir. Elías le dijo: No tengas temor; ve, haz como has dicho; pero hazme a mí primero de ello una pequeña torta cocida debajo de la ceniza, y tráemela; y después harás para ti y para tu hijo. Porque Jehová Dios de Israel ha dicho así: La harina de la tinaja no escaseará, ni el aceite de la vasija disminuirá, hasta el día en que Jehová haga llover sobre la faz de la tierra”.

Así llegamos a la quinta prueba de la fe, aunque, en este caso, la de la viuda. Las peticiones de Elías podían sonar bastante impertinentes, sí, hasta maleducadas. Pero Elías había aprendido la fe y ahora fue usado por Dios para enseñárselo también a la viuda. La pobre mujer estaba en las últimas. Estaban desahuciados: “nos dejemos morir” (v.12) fueron sus palabras. Y es ahí que todavía viene el siervo de Dios y le pide lo último que tiene. Pero Elías no la deja sola con el pedido, sino que también le da la promesa de Dios.

Es que las pruebas nos animan a confiar en las promesas de Dios. Elías sabía que la prueba no iba a ser más fuerte de lo que podía aguantar. Respecto a esto tenemos una preciosa promesa de parte del Señor en 1ª Corintios 10:13: “No os ha sobrevenido ninguna tentación que no sea humana; pero fiel es Dios, que no os dejará ser tentados más de lo que podéis resistir, sino que dará también juntamente con la tentación la salida, para que podéis soportar”.

Muchas veces los hijos de Dios son llevados hasta este punto donde ya no ven una salida viable. Por ejemplo, recordamos a Israel frente al Mar Rojo, rodeados por montañas y detrás el ejército de los egipcios. ¡No había solución, no había camino! Otro caso, David rodeado por las tropas de Saúl, o si pensamos en Job, con todas sus pérdidas. Quizás Jonás en el vientre del pez, Pedro esperando la muerte en la cárcel, rodeado por 16 soldados. Esto nos ayuda a comprender que cuando ya no vemos la solución, cuando ya no vemos camino, Dios actúa. Nuestras imposibilidades son las posibilidades de Dios.

A veces Dios nos pide hasta lo último, para revelarse como el Proveedor y el Todo suficiente. Así como Abraham, en el momento en el que estaba por sacrificar a su hijo, allí se apareció el Todo suficiente. Ahora, volviendo a nuestra viuda, los vecinos seguramente se preguntarían como hacía la viuda para sobrevivir, para colmo, con un huésped. Si ella hubiera mirado el campo quemado por el sol, al cielo en donde no aparecía ni una nube, o mirara dentro de sus tinajas vacías, seguramente se hubiera desesperado. Bueno, de hecho, así estaba cuando llegó Elías. El secreto de la viuda se encontraba ahora en la Palabra de Dios, en la promesa de Dios. Ella confió en ese Dios de Elías, un Dios que cumple sus promesas (v.14). Ella puso a Dios en primer lugar en su vida, y sus necesidades fueron suplidas milagrosamente. Pongamos a Dios en primer lugar, busca a Dios y lo demás será añadido (Mt.6:33).

Es que Las pruebas nos enseñan a confiar en las promesas de Dios. Realmente es así como dice el himno “Todas las promesas del Señor Jesús son apoyo poderoso de mi fe…”. Una vez el gran reformador Lutero estaba muy decaído, desesperado por tantas situaciones adversas que estaba pasando, estaba muy bajoneado. Y allí su mujer ya no sabía cómo animarlo, entonces se vistió completamente de luto, de negro, y de repente Lutero se da cuenta de que su mujer estaba vestida de luto, entonces le pregunta “¿Qué pasó? ¿Quién murió?” Entonces ella contesta: “Dios murió”, y Lutero le dice “¿Cómo vas a decir esto?” Y ella respondió “Bueno, entonces dícelo a tu cara. Confía en Dios, ¡Dios está vivo! Y con esto fue reanimado Lutero a seguir adelante.

Ahí sigue otra prueba más. En el versículo 17 del capítulo 17 leemos: “Después de estas cosas aconteció que cayó enfermo el hijo del ama de la casa; y la enfermedad fue tan grave que no quedó en él aliento. Y ella dijo a Elías: ¿Qué tengo yo contigo, varón de Dios? ¿Has venido a mí para traer a memoria mis iniquidades, y para hacer morir a mi hijo?”. A la pobre viuda le esperaba otra prueba más. Uno diría que ya bastaba con lo que la pobre sufrió. Perdió el marido, casi se murieron de hambre ella y su hijo. Pero ahora, en medio de la provisión milagrosa se le muere el único hijo. Una de las pruebas más difíciles de sobrellevar es la muerte de un hijo. La muerte de los padres es difícil, pero dentro de todo, es lógico que algún día suceda. Así es el curso de la vida. Pero la muerte de un hijo es algo diferente. Y también por esta prueba tuvo que pasar la pobre mujer. Pero Dios tenía sus razones para hacerlo: “Después de estas cosas aconteció que cayó enfermo el hijo del ama de la casa; y la enfermedad fue tan grave que no quedó en él aliento. Y ella dijo a Elías: ¿Qué tengo yo contigo, varón de Dios? ¿Has venido a mí para traer a memoria mis iniquidades, y para hacer morir a mi hijo?”.

A la pobre viuda le esperaba otra prueba más. Uno diría que ya bastaba con lo que la pobre sufrió. Perdió al marido, casi se murieron de hambre ella y su hijo. Pero ahora, en medio de la provisión milagrosa se le muere el único hijo. Una de las pruebas más difíciles de sobrellevar es la muerte de un hijo, en este caso el único. La muerte de los padres es difícil, pero dentro de todo, es lógico que algún día suceda. Así es el curso de la vida. Pero la muerte de un hijo es algo diferente. Justo en estos días fui a visitar a un matrimonio que hace poquito perdió a su hijita de 7 años. Le dio un aneurisma y en 2 horas murió. Completamente vivaz, alegre, servicial, gracias a Dios había aceptado a Cristo un año antes y siempre leía la Biblia, oraba y cantaba. Y de un momento para el otro estaba muerta. Estaban completamente desanimados, no entendían nada. Preciosos hijos de Dios, pero profundamente desanimados. Bueno, acá tenemos una situación similar. Esta prueba también tuvo que pasar esta pobre mujer. Pero Dios tenía sus razones para hacerlo:

En primer lugar, todavía había pecado oculto y no perdonado en su vida, como ella misma lo testifica: “Has venido a traer a memoria mis pecados” (v.18). Alguien dijo: “El valor de una persona es como una bolsita de té. Nunca sabes lo que va a salir ni cuál es su calidad hasta que lo metes en agua caliente”. Entonces la prueba sirvió para traer a luz el pecado.

Pero también la prueba sirve para unirnos. El profundo amor y comprensión demostrado por Elías, nos ilustra que a veces las pruebas sirven para unirnos a otras personas. La prueba sirve también para nuestro crecimiento espiritual. La viuda reconoció la veracidad del profeta del Señor y del poder de Dios. Fue conociendo más al poderoso Dios de Israel. Si había alguna duda en el corazón de la viuda acerca de Jehová, ahora había desaparecido. Es como los árboles: los que están expuestos a tormentas llevan sus raíces cada vez a mayores profundidades, pero los árboles que nunca estuvieron expuestos a una tormenta tienen muy pocas raíces. Bueno, las pruebas nos llevan a crecer más espiritualmente.

La prueba tiene como fin la gloria de Dios. Todas las pruebas superadas glorifican a Dios. Así fue la muerte de Lázaro, él tenía que morir para que Dios fuera glorificado. En este caso, por medio de la prueba se realizó la primera resurrección de un muerto en la Biblia. ¡Dios fue glorificado! El ejemplo clásico es la vida de Job. Dios permitió las duras pruebas en la vida de Job en gran parte, para ser glorificado frente a Satanás y lógicamente frente a toda la humanidad hasta nuestros días. Y cuántos han sido animados por este libro.

Aunque no nos guste, las pruebas en nuestra vida son necesarias. Sirven para muchas cosas, y lo hemos visto en este capítulo: Nos enseñan la dependencia de Dios, nos muestran más de la persona de Dios, nos llevan a perfeccionarnos, a crecer, a enseñar la paciencia, a animar a otros con nuestro ejemplo, a aprender a confiar en las promesas de Dios, quizás sirvan para traer a luz pecados ocultos, sirven para incentivar nuestro crecimiento espiritual, y, sin lugar a duda, para glorificar a Dios.

Aunque sea difícil, frente a cada prueba debemos evitar rebelarnos en contra de ella, y, por el contrario, procurar entender lo que Dios quiere enseñarnos con ella. Que Dios lo pueda hacer en todas nuestras vidas, amén.

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