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Título: En búsqueda de la vida verdadera

Autor: Johannes Vogel
PE1396

Cuando un miembro de la familia tiene una enfermedad terminal, ¿quién no busca al mejor especialista, para que, si es posible, lo sane de su enfermedad? Lo mismo le sucedió a un oficial del rey de la época de Jesús, cuyo hijo se estaba muriendo. Dejó todo atrás y buscó – con éxito – a Aquél que todo lo puede y que es la vida verdadera en persona.


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Queridos amigos, vamos a comenzar con una lectura bíblica. Leemos en Juan 4:43-54, donde dice:„Dos días después, salió de allí y fue a Galilea. Porque Jesús mismo dio testimonio de que el profeta no tiene honra en su propia tierra. Cuando vino a Galilea, los galileos le recibieron, habiendo visto todas las cosas que había hecho en Jerusalén, en la fiesta; porque también ellos habían ido a la fiesta. Vino, pues, Jesús otra vez a Caná de Galilea, donde había convertido el agua en vino. Y había en Capernaum un oficial del rey, cuyo hijo estaba enfermo. Éste, cuando oyó que Jesús había llegado de Judea a Galilea, vino a él y le rogó que descendiese y sanase a su hijo, que estaba a punto de morir. Entonces Jesús le dijo: Si no viereis señales y prodigios, no creeréis. El oficial del rey le dijo: Señor, desciende antes que mi hijo muera. Jesús le dijo: Ve, tu hijo vive. Y el hombre creyó la palabra que Jesús le dijo, y se fue. Cuando ya él descendía, sus siervos salieron a recibirle, y le dieron nuevas, diciendo: Tu hijo vive. Entonces él les preguntó a qué hora había comenzado a estar mejor. Y le dijeron: Ayer a las siete le dejó la fiebre. El padre entonces entendió que aquella era la hora en que Jesús le había dicho: Tu hijo vive; y creyó él con toda su casa. Esta segunda señal hizo Jesús, cuando fue de Judea a Galilea.»

Para entender mejor este relato, debemos tener presente lo que había acontecido antes. Jesús estuvo dos días en Samaria. Allí tuvo un encuentro con una mujer samaritana que vino a sacar agua del pozo, a la cual le ofreció el agua de vida. Luego, ella corrió a la ciudad para contar su testimonio, y muchos samaritanos recibieron a Jesús como el Mesías. Al mismo tiempo, sin embargo, Jesús fue rechazado en Jerusalén. Los judíos no quisieron saber nada de este rabí que se atrevió a visitar a Samaria.

Normalmente los judíos evitaban pasar por la región de Samaria, pues no querían tener ningún contacto con los samaritanos. Por eso, el hecho de que Jesús, como judío, viajara de Nazareth a Samaria, era algo extraordinario. Pero Jesús había sido rechazado por Su propio pueblo, y por esa razón se dirigió a Samaria.

Hoy en día encontramos la misma situación en el pueblo de Israel que, hasta el presente, rechaza a su Mesías. Tenemos que orar más intensamente por los judíos, para que muchos de ellos lleguen a recibir a Jesús.

Decíamos antes de la pausa que desde Samaria, entonces, Jesús viajó a Galilea. Si miramos en el mapa, ése es un largo trecho a pie. Cuando Jesús llegó a Caná, la gente de allí se alegró. Era una ciudad que quedaba en el centro de Israel, y Jesús no era ningún desconocido para ellos. ¿Por qué? Recordemos el capítulo 2 de Juan. Allí se relata el primer milagro que hizo Jesús, cuando en una boda en Caná transformó el agua en vino. Esto lo podemos leer en Juan 4:45-46:„Cuando vino a Galilea, los galileos le recibieron, habiendo visto todas las cosas que había hecho en Jerusalén, en la fiesta; porque también ellos habían ido a la fiesta. Vino, pues, Jesús otra vez a Caná de Galilea, donde había convertido el agua en vino. Y había en Capernaum un oficial del rey, cuyo hijo estaba enfermo.»

Tenemos que ubicarnos en esa situación: En aquel tiempo no había televisión ni internet, o sea que no había mucha distracción. Entonces llega este hombre, Jesús, y los habitantes se alegran, pues se acuerdan de este rabí extraordinario que hace milagros. Pues ellos mismos lo vieron con sus propios ojos. Lo conocen por lo que hizo en Jerusalén y por el acto milagroso de Caná, cuando transformó el agua en vino. Escucharon hablar también de todos los demás grandes acontecimientos y milagros que hizo Jesús. Hoy en día, esto se proclamaría con grandes titulares, en primera plana: ¡El gran Sanador que sana a todos los enfermos, el famoso Sabio, viene a nuestra ciudad!

Ahora, preguntémonos: ¿Es mejor la experiencia que la vida? Respondemos esta pregunta después de la pausa musical

Antes de la pausa, nos habíamos preguntado: ¿Es mejor la experiencia que la vida? Las personas en Galilea querían ver algo. Quizás querían ser sanados. Seguramente se había corrido la voz de que Jesús podía sanar a los enfermos. Y ellos querían experimentar algo especial con Jesús.

Esto seguramente despertó entusiasmo, exactamente como sucede hoy en día. La gente quiere acción, hay que ofrecerle un „evento» especial. Pues el culto, el estudio bíblico, la reunión de oración, los talleres bíblicos – todo eso parece aburrido. La gente, en aquel entonces, quería ver algo de Jesús, más que escuchar algo de Él. ¿Por qué? Porque Jesús no hablaba de una forma general, sino de una manera muy personal. Hoy en día sucede algo muy similar. Nadie quiere escuchar que se le diga: „Tú eres un pecador». Pero todos están de acuerdo cuando se les ofrece sanidad y experiencias milagrosas. Por eso siempre hay mucha gente en ese tipo de reuniones. Pero donde realmente se conduce a las personas al arrepentimiento, donde se anuncia la Palabra de Dios con toda claridad, el salón muchas veces está casi vacío. Cuando Jesús se dirige muy personalmente a ti y a mí, ahí es cuando se revela si Él realmente es bienvenido. Pues, sin renovación del corazón, tampoco hay renovación del cuerpo. No podemos recibir sanidad de Su mano, si no permitimos que también transforme toda nuestra vida y nuestro corazón.

Pero sigamos la historia en el Evangelio de Juan. El oficial del rey del cual habla el capítulo 4, viajó especialmente de Capernaum a Caná. En aquel entonces, ése era un camino fatigoso, también para un oficial del rey. En el mejor de los casos, se disponía de un burro o de un caballo. Pero normalmente se viajaba a pie, sobre caminos muy agrestes. La distancia entre Capernaum y Caná era de unos 30 kilómetros, y la región era montañosa. Esto significa que la persona tenía por delante un día de caminata muy difícil, y posiblemente tendría que soportar una temperatura de más de 30 grados. Este oficial del rey, que normalmente hacía venir a las personas a él, estaba totalmente desesperado. Su hijo estaba muriendo. Y Jesús tenía que sanarlo. Tenemos que ponernos en el lugar de ese padre. Recorrió treinta kilómetros a pie, se esforzó hasta lo máximo, y luego, en el versículo 48, leemos la respuesta de Jesús a la pregunta del oficial de si podía sanar a su hijo. Jesús le dijo:„Si no viereis señales y prodigios, no creeréis.»

¿Qué habrá pensado el padre? Después de hacer un esfuerzo supremo, recibir esta respuesta. Hoy en día, incluso cuando un niño tiene solamente un poco de fiebre, se recurre a medicamentos y médicos para que se reponga rápidamene y vuelva a estar bien.

Quizás pensemos: Jesús, no te comprendo. ¿Por qué le diste una lección tan dura a ese hombre que tanto se esforzó? ¿Por qué reaccionaste de esa manera? Sin embargo, estos pensamientos acerca de la reacción del Señor, son una crítica contra el Maestro que tiene todo bajo control. Muchas veces tenemos estos sentimientos de crítica frente a lo que hace Jesús. Pensamos: Señor, ¿por qué no intervienes? ¿Por qué haces esto? ¿Por qué permites esto? Cuando hablamos con la gente en la calle, muchas veces escuchamos: ¿Por qué Dios permite esto? Y olvidamos el hecho de que el Señor no comete ningún error.

Tampoco comete errores ni en tu vida ni en la mía. Él siempre hace lo correcto. Éste es un principio bíblico que nunca tenemos que olvidar.

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