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Titulo: “Enoc”5/5 tercera parte
  

Autor: EstebanBeitze 
Nº: PE1228

¿Hay consuelo frente la muerte? ¿La Biblia nos habla acerca de lo que nos espera después de la muerte? ¿Qué pasa cuando una persona muere? Muchas preguntas importantísimas. Escuche este estudio bíblico y descubra la segura esperanza en Cristo Jesús.


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«Enoc» 5/5 tercera parte

He estado en varios cementerios y es realmente deprimente ver las lágrimas de los que visitan las tumbas o el dolor reflejado en las inscripciones. Pero he encontrado algunas inscripciones, que son como un faro en la oscuridad. Por ejemplo: «Él no está aquí»; «Yo sé que mi Redentor vive»; «Yo soy la resurrección y la vida…»; «Para mí el vivir es Cristo y el morir ganancia», y algunas otras por el estilo. ¡Esto sí es tener esperanza, esto sí es tener seguridad! Es lo mismo que estamos viendo en la página necrológica de Génesis 5. Allí en vez de decir «y murió» dice de Enoc: «le llevó Dios». Sabemos que Enoc fue arrebatado y no tuvo que morir, pero estas palabras «le llevó Dios» ¿no son profundamente consoladoras? Dios decidió que era el momento en el cual Enoc partiera de este mundo. Uno podría decir, que de todas formas ya había vivido bastante (365 años). Pero si tenemos en cuenta que el promedio de vida era 912 años, equivaldría a un joven de unos 30 años. ¿No asusta y da pena cuando un joven, un niño o inclusive un bebé parte de este mundo?

Una noche me dieron la trágica noticia que el hijo de mi amigo, un misionero que trabaja en «Llamada de Medianoche» había muerto. Era un bebé de sólo tres meses. Estaba completamente sano y de repente la madre lo encontró muerto en la cuna. Todo intento de reanimación fue en vano. En el velatorio en la iglesia, el padre se levantó y dijo: «Siempre oramos que nuestros hijos fueran del Señor, aunque nunca nos imaginamos que fuera de esta forma. Pero sé que ahora está con el Señor».

Es lógico que en situaciones así uno se pregunta el por qué. Muchas veces no comprenderemos los caminos del Señor. Pero lo que Dios hizo es perfecto.

No sabemos por qué Enoc fue llevado por el Señor. Quizás quería quitarlo de un mundo que estaba cada vez más contaminado para evitarle más dolor. Quizás fue una advertencia más antes del juicio. Dios quería invitar a la humanidad de antaño a que fuesen fieles, como lo fue Enoc. No conocemos la razón, pero podemos estar seguros de que Dios conoce perfectamente el futuro, sabe lo que es mejor para cada uno de sus hijos, tanto los que se van, como los que se quedan, y sobre todo, porque Dios lo amaba.

A veces Dios se lleva a alguien para evitarle más oposición, los estragos de la enfermedad, la posibilidad de deshonrarle por una vida en la carne, pero podemos estar seguros, que todos sus caminos están repletos de amor por sus hijos. Sencillamente, fue el momento que Dios tenía designado para llevárselo en Su soberana voluntad. Si reconocemos que «le llevó Dios», que fue el momento que Dios había designado, y que fue Dios mismo el que lo llevó consigo, vamos a ser consolados.

Este también fue el consuelo de Job después de perder todas sus posesiones y sobre todo sus diez hijos: «Jehová dio, y Jehová quitó; sea el nombre de Jehová bendito» (Job 1:21).

La frase «le llevó Dios» es nuestra esperanza; sí, aún más que eso, es la seguridad de una vida con el Señor después de la muerte. Esta seguridad se vio reflejada desde la antigüedad. Job exclamó después de la muerte de sus hijos y sintiéndose al borde de su propia muerte: «Yo sé que mi Redentor vive, y al fin se levantará sobre el polvo; y después de deshecha esta mi piel, en mi carne he de ver a Dios; al cual veré por mí mismo, y mis ojos lo verán…» (Job.19:25-27a).

El lugar adonde fue llevado Enoc fue la presencia del Señor porque «le llevó Dios». ¿Dónde y cómo es este lugar? La dirección de Enoc de ahí en más era el cielo, la presencia de Dios. Allí son llevados todos los que fueron rescatados por la sangre de Cristo. Van hacia allí inmediatamente. La muerte es sólo cruzar un umbral: «pero confiamos, y más quisiéramos estar ausentes del cuerpo, y presentes al Señor» (2Co.5:8). Nos esperan mansiones gloriosas a las cuales el Señor nos anhela llevar.

Jesús mismo lo dijo: «No se turbe vuestro corazón; creéis en Dios, creed también en mí. En la casa de mi Padre muchas moradas hay; si así no fuera, yo os lo hubiera dicho; voy, pues, a preparar lugar para vosotros. Y si me fuere y os prepare lugar, vendré otra vez, y os tomaré a mí mismo, para que donde yo estoy, vosotros también estéis». En este lugar ya no estaremos sujetos a las limitaciones humanas, su dolor y muerte. Tendremos un cuerpo glorificado y veremos al Rey.

Por esto, por esta grandiosa seguridad y esperanza Pablo puede decir: «Por tanto, alentaos los unos a los otros con estas palabras» (1Ts.4:18).

Hemos visto como la vida de Enoc, lejos de ser un personaje olvidado de la antigüedad, sigue siendo un ejemplo para el cristiano en la actualidad. En realidad su vida se vuelve cada vez más actual a medida que se acerca la venida de Cristo.

Por esta razón, y sobre todo por el hecho de que Enoc fue arrebatado, lo podemos tomar como un símbolo profético de la Iglesia de Cristo. Como ya vimos, de repente todo creyente en Cristo será arrebatado y caminará con Dios por las mansiones celestiales.

Pero sabemos que aquí en la tierra sigue la vida en una carrera vertiginosa a la máxima expresión de pecado en la manifestación del «hijo de perdición» o «inicuo» o también conocido por el Anticristo. Los hombres no se arrepentirán a pesar de que millones de creyentes hayan desaparecido. Aquí vemos otro paralelo con la historia de Génesis 5 y 6. A pesar del impacto que produjo la desaparición de Enoc no vemos que los hombres hayan cambiado su forma de ser y se hubieran acercado a Dios. La maldad creció tanto que trascendió todos los límites de manera que Dios tuvo que intervenir.

Tanto en el tiempo posterior a la desaparición de Enoc, como en el tiempo que seguirá al arrebatamiento, tremendos juicios de Dios azotarán la tierra y sus moradores. En Génesis se trató del diluvio que devastó la tierra y exterminó a la humanidad pecadora. En Apocalipsis encontramos los tremendos juicios de los sellos, las trompetas y las copas de la ira de Dios. Todo esto para culminar en el juicio anticipado por Enoc sobre las naciones en Judas 14. De esta manera se cumple lo dicho por el apóstol Pablo: «…y esperar de los cielos a su Hijo, al cual resucitó de los muertos, a Jesús, quien nos libra de la ira venidera» (1Ts.1:10). El término de «la ira» o similares, en la Biblia siempre son una alusión al día del Señor, o sea, el tiempo que incluye los juicios apocalípticos. No se puede confundir con la condenación eterna. En otras palabras. El arrebatamiento será antes de la tribulación, de la misma manera que Enoc fue arrebatado antes del diluvio.

En medio de la tribulación habrá un canal por medio del cual será anunciado el mensaje de salvación. Serán los dos testigos (Algunos hasta suponen que uno de estos testigos sea Enoc, aunque la Biblia no da evidencia de esto), y los 144.000 sellados de las tribus de Israel. De esta manera, Israel volverá a ser el canal de la revelación de la salvación de Dios. La figura profética de estas personas, la encontramos en Noé y su familia. Noé fue el predicador de justicia que durante muchos años advirtió del juicio y ofreció la oportunidad a ser salvos.

El único medio de salvación en el tiempo de Noé fue la fe depositada en el arca. En el futuro será la fe en el Señor predicado por los Israelitas sellados. O sea, en Enoc vemos simbolizada la Iglesia de Cristo y en Noé al pueblo de Israel.

En medio del juicio Noé y los suyos fueron guardados, de la misma manera que el remanente fiel de Israel será guardado del ataque de los enemigos y luego será llevado a su descanso en una tierra cambiada para el milenio, de la misma forma como sucedió con Noé después del diluvio.

Es interesante observar el tremendo paralelismo que existe, que nos demuestra una vez más la unidad e inspiración de las Sagradas Escrituras.

Para terminar, si Enoc es un símbolo para la Iglesia, para la vida de todo creyente, de ejemplo para mi vida y la tuya, entonces también deben existir en nosotros las características que vimos en Enoc. Enoc fue un hombre que: 

caminó con Dios con todo lo que esto implicaba, vivía en santidad, se mantuvo firme, era guiado por Dios, se destacó por su fe, trascendió por su testimonio, se caracterizó por la humildad, servía a Dios predicando el mensaje encomendado y, fue arrebatado. ¡Qué podamos ser imitadores de este gran hombre de Dios que fue Enoc! Y que muy pronto se cumplan las palabras en nosotros que hablan de la Jerusalén celestial, nuestra morada: «…el Cordero es su lumbrera. Y las naciones que hubieren sido salvas andarán a la luz de ella…» (Ap.21:23b,24a). ¡Pronto andaremos con nuestro Señor por las calles de oro! Ahora nuestro andar es por fe, pero ¡pronto lo veremos cara a cara!

¡Cristo viene! «El que da testimonio de estas cosas dice: Ciertamente vengo en breve. Amén; sí, ven Señor Jesús».

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