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Titulo: “Enoc”3/6 primera parte
  

Autor: EstebanBeitze 
Nº: PE1214

¿Usted tiene en cuenta que lo único seguro en la vida es la muerte? ¿Ha tomado los recaudos para que la salvación de su alma esté asegurada? Escuche en este programa acerca de Enoc, de su encuentro con Dios que puede ser de ejemplo para su encuentro personal con su Salvador Jesucristo.


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«Enoc» 3/6 primera parte

Enoc tuvo un encuentro con Dios.La Biblia no nos revela, cuál fue la razón por la cual se produjo el cambio en la vida de Enoc. Pero lo importante es que hizo caso al hablar de Dios.

El hecho de nuestra formación única e irrepetible a través de Dios, nuestro creador, también nos demuestra pensamientos y planes únicos y preciosos para nuestra vida en general. Si Dios tuvo tanto cuidado en formarnos en el vientre materno, si tuvo tanto cuidado en preparar un mundo precioso para nuestra existencia, ¡cuánto más será perfecto el plan que tiene para nuestra vida!

Querido amigo, ¿cuántas veces Dios ya te ha invitado a acercarte a sus caminos? ¿Cuántas veces te ha llamado por medio de algún que le habló, por Su Palabra, por una enfermedad o accidente, o te ha llamada por la voz de tu conciencia? Quizá fuiste impactado por algo en la bella creación de Dios. Quizás no estés preparado para enfrentar la realidad de la muerte. ¿Quieres seguir indiferente a este llamado?

La Palabra de Dios es bien clara en cuanto a las opciones que tienes. Jesucristo mismo nos dijo que había dos y sólo dos caminos para todo ser humano que se encuentra en la tierra: uno es el camino llamado ancho, por el cual va mucha gente, pero cuyo fin es la condenación eterna. Es un camino donde puedes hacer lo que quieras, seguir todos tus deseos, actuar como si Dios no existiera. Pero ten presente que es el camino que te lleva al infierno. Pero gracias a Dios existe otro camino llamado angosto. Por él van pocos, pero lo importante es que llegan al cielo, a la presencia de Dios. Este camino es por y es Jesucristo mismo. Él dijo de Sí mismo: «Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí» (Jn.14:6). Dice también: «Yo soy la puerta; el que por mi entrare, será salvo» (Jn.10:9). En otras palabras, para poder andar con Dios como lo hizo Enoc, tienes que entrar por la puerta que es Cristo, y caminar por el camino que también es Cristo.

Si todavía no has tomado esta decisión, la tienes que tomar sin más dilación. No sabes si mañana todavía tienes tiempo para hacerlo; no sabes si mañana todavía te encuentras vivo. La muerte es tan real como lo fue en el tiempo de Enoc, en realidad aún más, porque vivimos mucho menos. Si te tuvieras que morir hoy, ¿estarías listo para encontrarte con Dios? El gran rey David nos dejó un sabio consejo: «Enséñanos de tal modo a contar nuestros días, que traigamos al corazón sabiduría» (Sl.90:12). El hombre piensa en muchas cosas y hace previsión para muchas otras, pero muy pocos tienen presente el momento de la muerte. Pero tenemos que tener en cuenta, que lo único seguro en la vida es la muerte. Indefectiblemente un día tocará a nuestra puerta. La Biblia dice: «…está establecido para los hombres que mueran una sola vez, y después de esto el juicio» (Hb.9:27); y «Porque la paga del pecado es muerte, mas la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro» (Ro.6:23). Entonces, ¿ya tomaste los recaudos adecuados para que la salvación de tu alma esté asegurada? Esta decisión es de vital importancia porque: «El que cree en el Hijo (de Dios) tiene vida eterna; pero el que rehúsa creer en el Hijo no verá la vida, sino que la ira de Dios está sobre él» (Jn.3:36).

Cuenta la historia de un condenado a muerte. Cuando ya iba ser ejecutado por decapitación, el príncipe que estaba a cargo de la ejecución, le preguntó si tenía un último deseo. Lo único que pidió el reo fue un vaso de agua para tomar. Cuando se la trajeron, el reo temblaba tanto que no podía tomarse el agua. Entonces el príncipe le dijo, que se tranquilizara, dado que nada le sucedería hasta que hubiera terminado de beber el agua. El hombre, confiando en las palabras del príncipe, arrojó el agua al piso donde enseguida fue absorbida por la tierra. Como el agua ya no pudo ser tomada, el hombre quedó libre de la pena de muerte por la palabra del príncipe.

Esto ilustra lo que el Rey de reyes te está ofreciendo. Puedes ser salvo ahora si crees en Su palabra. Cristo te sigue ofreciendo el agua de vida; sólo la tienes que aceptar. Tendrías la vida eterna asegurada.

Por lo tanto, para ser salvo tienes que reconocer que eres pecador, arrepentirte y pedir perdón al Señor por tus pecados, y pedirle que limpie y entre por fe en tu vida. Que se convierta en el Salvador y Señor de tu vida. Dios te sigue invitando: «Dame, hijo mío, tu corazón, y miren tus ojos por mis caminos» (Pr.23:26). Si lo haces, nunca te arrepentirás. De última, el andar con Dios significa la vida eterna. Mi deseo y oración es, que tu camino no sólo se cruce con los caminos de Dios, sino que de ahora en más sigan el mismo curso.

Hay otro aspecto que tenemos que enfocar cuando hablamos del «encuentro de Enoc con Dios» que es: «elreencuentro con Dios». Hay quienes una vez tuvieron un encuentro con Dios, comenzaron en los caminos del Señor, pero hoy están alejados de los mismos.

Un triste ejemplo de esta realidad la encontramos en la vida de Abraham. Él había obedecido a la voz de Dios y se encontraba en la tierra prometida. Allí, en todo lugar donde se establecía, levantaba un altar al Señor, en otras palabras, tenía comunión con Dios. Pero llegó el momento de una gran hambruna, y allí, siguiendo la lógica humana, dejó el lugar que Dios tenía designado para él. Se fue a Egipto. Lógicamente que allí no levantó altar al Señor; no tenía comunión con Él. De la falta de comunión surgió la desobediencia; de la desobediencia el miedo y la mentira.

Por miedo a los egipcios hacía decir que Sarai era su hermana. La consecuencia fue que el Faraón la tomó por esposa. Si no fuera por la intervención de Dios, el pecado de Abraham lo hubiera llevado a que su esposa fuera deshonrada. Él tuvo que reconocer su error. Además tuvo que desandar el camino equivocado hasta el último lugar donde había tenido comunión con Dios: «Y volvió por sus jornadas desde el Neguev hacia Bet-el, hasta el lugar donde había estado antes su tienda entre Bet-el y Hai, al lugar del altar que había hecho allí antes; e invocó allí Abram el nombre de Jehová» (Gn.13:3,4).

¡Hay tantos que lamentan lo que perdieron! Quizá te acuerdas qué linda relación tenías con el Señor, cómo aprovechabas los estudios bíblicos, las reuniones e inclusive algún ministerio dónde estuviste involucrado. A la iglesia de Éfeso, le pasó algo similar. El Señor le tuvo que decir: «Pero tengo contra ti, que has dejado tu primer amor» (Ap.2:4). La palabra «dejado» no significa haber olvidado, sino «dejar voluntariamente». Uno no se pierde al estar en los caminos del Señor, sino que se dejan voluntariamente. Nadie cae en el pecado porque la tentación fue demasiado fuerte. Se elige el camino del pecado, y se entra en él por elección propia. Entonces, ¿cuál fue la exhortación del Señor a esta iglesia? Le dijo: «Recuerda, por tanto, de dónde has caído, y arrepiéntete, y haz las primeras obras…» (Ap.2:5). Entonces, ¿qué harás al respecto? ¡Tienes que regresar! ¡No te quedes lamentando, haz algo, vuelve! ¡Recuerda como fue antes y vuelve!

Dios le dijo a su pueblo en la antigüedad por medio de Jeremías: «Paraos en los caminos, y mirad y preguntad por las sendas antiguas, cuál sea el buen camino, y andad por él, y hallaréis descanso para vuestra alma». Ojalá tu contestación no sea la del pueblo en este momento: «Mas dijeron: No andaremos» (Jer.6:16).

Si alguna vez te pasó que tomaste el medio de transporte equivocado, te pasó lo mismo. Quizá por un buen trayecto el camino era el mismo, pero de repente todo es diferente. Cuando te diste cuenta del error tuviste que volver hasta el lugar donde se desviaron los caminos y luego seguir por el camino correcto. Esto es lo que tuvo que hacer Abraham, y es lo que tienes que hacer, si te encuentras fuera del camino de Dios. Dios busca este reencuentro.

El gran rey David después de su grave pecado acudió arrepentido al Señor y experimentó: «Al corazón contrito y humillado no despreciarás tú, oh Dios» (Sl.51:17). De esta manera siguió siendo el «hombre según el corazón de Dios» a pesar de su fracaso. Por lo tanto, ¡vuelve, Dios quiere empezar de nuevo! ¡Él quiere caminar contigo!

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