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Autor: William MacDonald

El requisito para recibir la Salvación no es otra cosa que reconocer que somos impíos, insuficientes e indignos. Dependemos de la piedad, suficiencia y dignidad de Jesús para acceder al perdón de pecados, la vida eterna y la relación con Dios. Veremos cómo el cristianismo se distingue de otras religiones justamente por ese aspecto.


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PE2499- Estudio Bíblico
Esto sí es Sublime Gracia (2ª parte)


 


Gracia para impíos e indignos que la aceptan

Amigos, en nuestro encuentro anterior veíamos que el Dios justo y de amor ideó una forma para que el hombre caído pudiera estar eternamente con él. Lo hizo de tal manera, que ni su justicia, ni su amor se vieran comprometidos. Se necesitaba un sacrificio por los pecados, pero no cualquiera podía ser sustituto. El Señor Jesús satisface perfectamente todos los requisitos para un sacrificio sustitutivo, y por lo tanto, Dios ya puede proclamar Su maravilloso camino de salvación, las buenas nuevas de Su gracia. Puede ofrecer la salvación como un regalo gratuito a todo el que se arrepienta de sus pecados y reciba a Su Hijo como Señor y Salvador por medio de un acto definitivo de fe.

Ésta salvación está disponible para todos. El evangelio dice en Juan 3:16: «Todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna» . El sacrificio es además suficiente para todos. La muerte de este Salvador infinito tiene poder para expiar todos los pecados de todo el mundo. Es supremamente adecuado.

Todos son elegibles pues todos son pecadores. Es la propia incompetencia la que califica a cualquiera para la salvación de Dios. Es bueno que el regalo de la vida eterna no sea solo para intelectuales, ricos, bien parecidos o famosos. Si fuera así algunos de nosotros jamás calificaríamos. Aun cuando fuera solo para los que pueden leer, o escalar, o hablar, o ver, siempre habría gente excluida. Solo el Evangelio es apto para todos.

Éste mensaje de salvación es suficientemente simple como para que lo entienda cualquiera. Nadie es demasiado primitivo o analfabeto. En el evangelio, Jesús dice «Venid«. No hay nada complicado en eso. William Cowper, el poeta inglés expresa: «¡Oh! ¡Cuánto difieren las complejas obras del hombre, del plan fácil, sin complicaciones ni trabas, del cielo!«.

La salvación es por arrepentimiento; cualquiera puede hacer eso. Cualquiera puede recibirla. Es por fe; cualquiera puede creer en el Señor Jesucristo. Nadie es más fidedigno que Él, y no existe nada más razonable para una criatura que confiar en Su Creador.

La gracia excluye al orgullo. Esta dice, «Yo cometí todo tipo de pecados, Cristo hizo todo para salvarme. Reclamo Sus méritos y no los míos. No tengo ningún derecho de entrar en el cielo por lo que soy o por lo que he hecho. Solo Cristo es mi único pasaporte«. Si pudiéramos ganarnos el cielo de alguna forma, por nuestro desempeño o por nuestro supuesto buen carácter, podríamos caer en la jactancia. Y existirían grados de jactancia, cada uno intentando superar al otro. El cielo sería una constante escena de auto-imposición, discusiones, envidia, celos y rivalidades. Chuck Smith lo describe de esta manera: «Me sentaría a escucharte contar tus historias, y pensaría, ‘¡Vaya, que aburrido! ¡Ojalá se callara para que pudiera contarle lo maravilloso que soy!‘’. Eso no sería el cielo, en absoluto.

Por otro lado vemos que el hombre no es obligado a aceptar la salvación de Dios. El Creador le hizo un agente con moral libre. Aunque parezca extraño, no todos quieren ser salvos. Dios no le impone el cielo a la fuerza a nadie. Él no se llevará a nadie al cielo en contra de su voluntad. Puede tener la certeza de que cualquier religión que crece a través de la coerción, la violencia y la crueldad, no es la verdadera.

Así, vemos que el camino de salvación de Dios es perfecto. Cumple con todos los términos necesarios para satisfacer los requerimientos de Dios y, al mismo tiempo, está disponible para toda la humanidad. La obra de Cristo en la cruz permitió que Dios ejercitara Su amor plenamente sin comprometer Su justicia. El salmista lo expresa de manera muy poética como encontramos en Salmos 85:10: «La misericordia y la verdad se encontraron; La justicia y la paz se besaron«.

Dado el carácter de Dios y la pecaminosidad del ser humano, es claro que esta es la única vía de salvación. La gente no podría ser salva de ninguna otra manera. El escritor Max Lucado señala en su libro “El aplauso del cielo”: Ninguna otra religión en el mundo ofrece semejante mensaje. Todas las demás demandan el desempeño rígido, el sacrificio correcto, el cántico correcto, el ritual correcto, el trance correcto o la experiencia espiritual correcta. Su reino es uno de negociaciones y trueques. Si usted hace esto, Dios le dará aquello. ¿Cuál es el resultado? Ya sea arrogancia o temor. Arrogancia si creyera que usted lo ha logrado, temor si creyera que no.

Pero el reino de Cristo es totalmente lo opuesto. Es un reino para los pobres. Un reino en el que la membresía se concede, no se compra. Usted es colocado en el reino de Dios. Usted es ‘adoptado’. Y esto no sucede cuando logra hacer lo suficiente, sino cuando admite que no puede hacer lo suficiente. No se gana; simplemente se acepta. Como resultado, usted sirve, no por arrogancia o temor, sino por gratitud.

MacArthur coincide en que, después de todo, existen solo dos tipos de religiones en el mundo: Toda religión falsa ideada por el ser humano es una religión basada en méritos humanos. La religión pagana, el humanismo, el animismo e incluso el falso cristianismo, están todos incluidos en esta categoría. Se enfocan en lo que la gente debe hacer para alcanzar la justicia o complacer a la deidad. Solo el cristianismo bíblico es la religión del cumplimiento divino. Otras religiones dicen, «Haga esto«. El cristianismo dice: «Consumado es» como leemos en Juan 19:30. Otras religiones requieren que el devoto haga algún mérito para expiar sus pecados, apaciguar a la deidad o de otro modo alcanzar la meta de la aceptación. La Escritura dice que Cristo hizo todos los méritos en favor del pecador que cree.

Por otro lado Charles Spurgeon pregunta: ¿Quién hubiera pensado en un gobernante justo muriendo por rebeldes injustos? Esta no es ninguna enseñanza de mitología humana, ni un sueño de imaginación poética. Este método de expiación solo es conocido entre hombres porque es un hecho. La ficción no pudo haberla ideado. Dios mismo la ordenó. No es un tema que podría haberse imaginado.

Hablemos ahora de las buenas nuevas. Quizás los versículos más claros que la Biblia cita sobre el tema de la salvación por gracia, no por obras, son los de Romanos 4:4-5: Pero al que obra, no se le cuenta el salario como gracia, sino como deuda; mas al que no obra, sino cree en aquel que justifica al impío, su fe le es contada por justicia. Note las siguientes verdades mencionadas en estos versículos: Cuando una persona trabaja y recibe su paga, solo está recibiendo lo que su empleador le debe. Es una deuda, no es gracia.

Así no funciona la salvación de Dios. Aunque parezca sorprendente, Dios salva a aquellos que no trabajan por ello, es decir, quienes no intentan ganar o merecer la salvación sino que la reciben como un regalo. Solo cuando deja de esforzarse es que una persona puede entrar en el reposo de Dios como podemos leer en Hebreos 4:10.

Otro factor sorprendente es que Él solo salva personas impías. No a los Buenos, no a los que dan lo mejor de sí, sino a aquellos que están dispuestos a admitir que son indignos. En otras palabras, personas que se arrepienten.

Y preste especial atención a esa palabra: «creer.» Esa es una palabra crucial. Creer significa recibir a Jesucristo como Señor y Salvador. Significa aceptarlo como el que pagó la pena por nuestros pecados. Significa depender de Él como la única esperanza para llegar al cielo. El testimonio consistente de la Escritura es que la salvación es por fe y ésta depositada en Cristo.

Cuando una persona cree en Él, es salva. Y puede tener la certeza, no por lo que siente, sino por la infalible Palabra de Dios.


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