Generosidad Abundante

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Autor: William MacDonald

Dios nos da todas las cosas en abundancia para que las disfrutemos. El lenguaje humano es inadecuado para describir la multiforme generosidad del Señor. Es demasiado impresionante para imaginarla. Pero lo que de ella conocemos debe hacernos refrenar toda queja, dándole gracias con todo nuestro corazón.


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PE2269 – Estudio Bíblico
Generosidad Abundante



Hola! Cómo están? Como ya se dijo, el tema de hoy se titula: Generosidad Abundante. En 1 Timoteo 6:17 leemos:
“Pongan la esperanza…en el Dios vivo,
que nos da todas las cosas en abundancia
para que las disfrutemos.”

Sí, el Señor es increíblemente generoso. Muy a menudo no prestamos la atención debida a Su generosidad. Necesitamos que se nos esté recordando continuamente que Él nos da todas las cosas en abundancia para que las disfrutemos.

Piensa en Su generosidad en la esfera de la naturaleza. Nos ha provisto de doscientas cincuenta mil clases diferentes de plantas con semillas, de las cuales cincuenta mil son árboles –los de hoja perenne, robles, arces, sauces, abedules y muchos otros. Estos hacen de nuestro planeta un lugar de tremenda belleza, en vez de un paisaje lunar.

Dios creó ocho mil seiscientas clases de flores para nuestro disfrute. Sólo de orquídeas, hay dos mil variedades. La gloria de Salomón no se comparaba con la magnificencia de las anémonas escarlatas que se extienden por las colinas de la Tierra Santa. No se puede medir el placer que reciben todas las personas con las rosas, los lirios, claveles, margaritas, begonias, violetas africanas y todas las demás.

Tampoco debemos olvidar los árboles frutales, los arbustos y las zarzamoras. Las manzanas, son algo favorito dondequiera que se encuentren. Y, ¿qué se puede comparar con la delicia de hincar el diente a una pera de agua, sintiendo como el jugo desciende por la barbilla revelando su incomparable sabor? ¡Por no mencionar los melocotones, plátanos, naranjas, uvas, ciruelas y cerezas! Y, ¿quién puede resistirse a un trozo de tarta de arándanos recién horneada, con el jugo goteando en el plato? Aun la mención de las frambuesas y las fresas evoca similares sensaciones agradables.

Hay diez mil especies de aves, cada una de las cuales es una maravillosa creación de Dios. Nos maravillamos ante el colibrí que puede cruzar el Golfo de México sin tener que detenerse para reabastacerse. Disfrutamos del alegre y pequeño gorrión, rastreando para encontrar su comida diaria, y dejando el futuro en las manos de su Creador. Consideramos los viajes migratorios de muchas de las aves, y nos maravillamos del instinto de la paloma.

Se estima que hay veinte mil especies de peces espinosos, y otros diez mil de otras especies. Algunos de ellos son modelos de gracia y belleza, y muchos nos suplen de comida de exquisito sabor.

Las hortalizas añaden variedad, color y sabor a la comida corriente y cotidiana –patatas, zanahorias, lechuga, frijoles, judías, remolacha y maíz. La lista es casi interminable.

Sin sabores y fragancias la vida sería insípida, sosa y monótona. Dios hizo el sabor del chocolate, y la fragancia de las lilas.

Nuestro Dios generoso salpicó los cielos con estrellas, billones de las cuales nunca veremos. Probablemente no hay ciencia que revele más la grandeza de Dios que la astronomía, mostrándonos, al mismo tiempo, nuestra insignificancia.

Y, ¿qué diremos de la belleza de una puesta de sol, la grandeza de las montañas y la expansión de los mares? No hay mente humana que pueda ni siquiera comenzar a asimilar la magnitud o la variedad de la imponente creación de Dios.

Con razón el padre de la himnología inglesa, Isaac Watts, podía cantar:
Canto las bondades del Señor
Que de alimento la tierra llenó;
Por Su palabra las criaturas formó
Y, entonces, buenas Él las declaró.
Señor, Tus maravillas se manifiestan
Por dondequiera vuelvo yo mi vista:
¡Ya sea mirando el suelo
O contemplando Tu cielo!

Y, mientras la Biblia señala la generosidad de Dios en la naturaleza, pone aún un mayor énfasis en Su generosidad en el ámbito espiritual.

El salmista nos recuerda, en el Salmo 139:18, que los pensamientos de Dios para con Su pueblo son más numerosos que la arena de la playa. Si hubiese dicho que son más numerosos que un puñado de arena, ya habría sido asombroso. Pero él dijo que son más numerosos que la arena del mar.

Dios da sabiduría abundantemente a todos los que se la piden (nos dice Santiago 1:5). Al leer la Biblia, debemos prestar atención a los adverbios, como por ejemplo la palabra abundantemente, a los adjetivos que describen plenitud, y a los verbos que expresan generosidad.

Nuestro Padre “cada día nos colma de beneficios” (dice el Salmo 68:19). Es como si estuviésemos sobrecargados, con el peso de las bendiciones. ¡Qué carga tan maravillosa!

El mayor despliegue de la generosidad de Dios fue cuando dio a Su Hijo unigénito. Cuando vació al cielo de Su Tesoro escogido, cuando mandó lo Mejor del cielo para lo peor de la tierra, ¡no puede haber regalo mayor que éste!

Conocemos la generosidad del Señor Jesucristo en que, siendo rico, voluntariamente “se hizo pobre” por nosotros, para que “con su pobreza, fueseis enriquecidos” (como dice 2 Corintios 8:9). Éste es el ejemplo de generosidad que Él nos dejó.

Dios es generoso en gracia. Cuando abundó el pecado, sobreabundó la gracia (Ro. 5:20). Pablo describió la gracia divina como “más abundante” (1 Ti. 1:14). Es un gran océano. Nosotros permanecemos en la orilla con nuestros pequeños dedales; los llenamos, pero el océano no mengua.

Dios es generoso en misericordia. Si así no fuera, tiempo ha que habríamos perecido. Él no nos dio el castigo que merecíamos. Experimentamos Su misericordia a través de toda la vida, y ésta continúa con los hijos de nuestros hijos.

Cuando nacemos de nuevo, Él derrama abundantemente Su Espíritu en nosotros (según Tito 3:6). En este derramamiento están implícitos todos los ministerios del Espíritu Santo. ¡Y cuánto le debemos a éstos!

Al mismo tiempo, se cumplen las palabras del Señor Jesucristo, de Juan 10:10: “Yo he venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia”.

Aun cuando somos llamados a pasar por sufrimientos y pruebas, abundan las consolaciones, nos dice 2 Corintios 1:5. Éstas son suficientes para cada tribulación.

Dios suple todas nuestras necesidades conforme a Sus riquezas en gloria en Cristo Jesús (afirma Filipenses 4:19).

Él provee “en todas las cosas todo lo suficiente” para que “abundemos en toda buena obra” (así está escrito en 2 Corintios 9:8).

Él “es poderoso para hacer todas las cosas mucho más abundantemente de lo que pedimos o entendemos, según el poder que actúa en nosotros” (nos dice Efesios 3:20).

Y finalmente, al término de la jornada de la vida, Él otorga una “amplia y generosa entrada en el reino eterno de nuestro Señor y Salvador Jesucristo” (según 2 Pedro 1:11).

El lenguaje humano es inadecuado para describir la multiforme generosidad del Señor. Es demasiado impresionante para imaginarla. Pero lo que de ella conocemos debe hacernos refrenar toda queja, dándole gracias con todo nuestro corazón.

Dorothy Grimes, lo expresó así en su poema, “La Exuberancia de Dios”:
Más cielo del que el hombre puede ver,
Más mar del que él puede navegar,
Más sol del que él puede llegar a contemplar,
Más estrellas de las que él puede alcanzar,
Más aliento del que él puede respirar,
Más cosecha de la que él puede recoger,
Más gracia de la que él puede comprender,
Más amor del que él puede conocer.

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