Héroes de la fe (23ª parte)

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Autor: Ernesto Kraft

El concepto de “Con todo, aún creo” está basado en la fe de personas que, a pesar de tener todo en contra, continuaron confiando en las promesas del Señor. En este programa retomaremos este tema y evaluaremos nuestro estado en cuanto a la fe.


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PE2778- Estudio Bíblico
Héroes de la fe (23ª parte)



Con todo, aún creo II

Amigos, es una realidad que, Dios provee perdón real y lo probó en Jesucristo. Cuando Cristo fue colgado en la cruz, sin culpa, siendo escarnecido y sufriendo de forma inimaginable, Él dijo en Lucas 23:34: “Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen”. Pedro había negado a Jesús en aquella noche trágica en la que prendieron al Señor. Su actitud le causó una decepción terrible. Pedro lloró amargamente cuando entendió lo que había hecho. Era una culpa tan grande bajo la cual podría haber caído, pero fue en ese momento que experimentó un cambio maravilloso en su vida.

Había regresado a su tierra natal juntamente con otros discípulos y se dedicaba nuevamente a la profesión de pescador. Cuando Jesús se les apareció, Pedro ciertamente pensó que el Señor no confiaría ya más en ellos. Pero fue a él a quien Jesús le habló directamente para que predicara su Palabra, consolando a las personas, ayudándolas y llevándolas a Jesús. Eso fue increíble para Pedro. ¡Aquel a quien había negado seguía confiando en él, a pesar de todo! ¡No hubo ninguna acusación!

Una alegría inmensa se debe haber apoderado de él. Podía pensar “¡Mi culpa fue perdonada! ¡Puedo comenzar de nuevo!” Ese nuevo comienzo también está disponible para ti. No importa el tamaño de la decepción y del pecado. Cree en eso y saltarás de júbilo, pues el camino de la fe es seguro e inalcanzable para el enemigo. Muchas personas creen que un cristiano no puede tener ninguna enfermedad o sufrimiento. Pero esa idea es todo, menos una enseñanza bíblica.

La Biblia registra que el cristiano pasará por sufrimientos y enfermedades. Por ejemplo, los Salmos 73 y 116, afirman que la fe no remueve las dificultades y no garantiza la ausencia de problemas. El Nuevo Testamento tiene palabras similares como por ejemplo 1 Pedro 4:19 que dice: “De modo que los que padecen según la voluntad de Dios, encomienden sus almas al fiel Creador, y hagan el bien” o en el capítulo 5, verso 10, se los leo, “Mas el Dios de toda gracia, que nos llamó a su gloria eterna en Jesucristo, después que hayáis padecido un poco de tiempo, él mismo os perfeccione, afirme, fortalezca y establezca”.

Otro pasaje muy especial que se encuentra en 2 Corintios 1:5 y dice “Porque de la manera que abundan en nosotros las aflicciones de Cristo, así abunda también por el mismo Cristo nuestra consolación”. La cuestión realmente no es si las dificultades pueden o no ser parte de nuestra vida, sino cómo nos comportaremos delante de ellas. ¿Será que avanzamos hasta llegar a creer a pesar de que el sufrimiento permanezca y las dificultades sigan? El Salmo 73:13 enseña que no es fácil permanecer firme en esas situaciones, allí dice “Verdaderamente en vano he limpiado mi corazón, y lavado mis manos en inocencia”.

 ¿Cómo vence el salmista la dificultad de verse afligido diariamente con el castigo delante de sí toda la mañana? Se dirige al santuario. Allí ora y reconoce que debe depender de la victoria final, recibiendo así un nuevo ánimo. Es lo que Pablo dice en Romanos 8:18, él escribió “Pues tengo por cierto que las aflicciones del tiempo presente no son comparables con la gloria venidera que en nosotros ha de manifestarse”. Igualmente, cuando el salmista experimentaba dolor real y visible, algo que los versículos 21 y 26 del Salmo 73 expresan claramente, dice: “Se llenó de amargura mi alma, y en mi corazón sentía punzadas… (…) Mi carne y mi corazón desfallecen…”– acaba llegando a una hermosa conclusión en el verso 23: “Con todo, yo siempre estuve contigo; me tomaste de la mano derecha”.

Y en el verso 25, describe el sustento de la fe: “¿A quién tengo yo en los cielos sino a ti? Y fuera de ti nada deseo en la tierra”. Quien cree a pesar de las circunstancias tiene a Dios como recompensa y puede alegrarse en el sufrimiento, porque de esa manera estará dando gloria a Dios. Sufrimos con Él y también reinaremos junto a Él. La medida del sufrimiento es proporcional a la medida de la gloria. ¿Sigue usted creyendo, aunque haya orado y nada cambió?

Pablo también pasó por esa experiencia. Oró tres veces y no fue sanado, pero recibió la garantía que leemos en 2 Corintios 12:9 que dice “Y me ha dicho: bástate mi gracia; porque mi poder se perfecciona en la debilidad. Por tanto, de buena gana me gloriaré más bien en mis debilidades, para que repose sobre mí el poder de Cristo”. 1 Pedro 4:16 y 19 enseña: “Pero si alguno padece como cristiano, no se avergüence, sino glorifique a Dios por ello”, y “de modo que los que padecen según la voluntad de Dios, encomienden sus almas al fiel Creador, y hagan el bien”.

En esta serie de programas hemos visto diferentes personas que pusieron su fe en práctica, aun cuando la razón decía que lo que iban a hacer o enfrentar era imposible que obtener la victoria. Esa actitud lo resumimos en una frase “Con todo, aún creo”. El que tiene esta fe será consolado, porque Dios transforma el sufrimiento en gloria.

¿Crees esto?

Quien sigue la fe también en el sufrimiento experimentará lo mismo que Job, como leemos en Job 42:10: “Y quitó Jehová la aflicción de Job, cuando él hubo orado por sus amigos; y aumentó al doble todas las cosas que habían sido de Job”. Proverbios 3:5 dice: “Fíate de Jehová de todo tu corazón, y no te apoyes en tu propia prudencia”. María, la madre de Jesús, es un ejemplo de lo que significa confiar en el Señor con todo el corazón y no en el propio entendimiento. Zacarías, esposo de Elizabeth, dudó de las palabras del ángel Gabriel porque – como ambos eran ancianos – no logró imaginar que todavía podría tener un hijo.

María habría tenido todavía más razones para dudar, ¡ya que ni marido tenía! Pero ella aplicó la fe. Lucas 1:38 dice: “Entonces María dijo: he aquí la sierva del Señor; hágase conmigo conforme a tu palabra. Y el ángel se fue de su presencia”. Un cristianismo racional – es decir que se basa en la razón y no en la fe – nunca verá la realización de algo que dependa totalmente del poder de Dios, porque su fundamento no está en la fe. Nunca será bienaventurado, esto es, no tendrá la felicidad que María experimentó al ver a Dios cumpliendo Sus promesas, porque su fundamento no está en la fe.

Cuando alguien practica la fe, otros pueden burlarse y reír, pero tal persona experimentará los milagros de Dios, el consuelo de Dios y el contentamiento que viene únicamente de Dios. Es muy probable que el Señor no conteste siempre como tú quieras o desees – aunque tu deseo sea lícito – pero experimentarás el consuelo de saber que estás en las manos de un Dios soberano que jamás se equivoca y quiere lo mejor para ti. Israel simplemente caminó en silencio alrededor de la ciudad de Jericó, la lógica no esperaría ningún resultado, la razón decía que era imposible obtener algo solo con ese hecho, pero allí actuó la obediencia y la fe.

Quien anda por el camino de la fe y dice “con todo, aún creo” – aunque la razón diga que “no” – practica lo que dice Proverbios 3:5 “Fíate de Jehová de todo tu corazón Y no te apoyes en tu propia prudencia”. Si crees solamente en lo que la razón te dice que es posible, es algo tan pobre como tener un auto que solamente anda en carreteras planas, y se detiene ante cualquier camino que empieza a subir. El “con todo, aún creo” nos eleva a experiencias que solamente son posibles por la fe.

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