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Autor: William MacDonald

La ira de Dios es Su indignación y furia justa contra el pecado y los pecadores no arrepentidos. Aunque preferimos pensar en Su amor, Su misericordia y Su gracia, la ira de Dios es una perfección tan divina como cualquiera de Sus otros atributos.


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PE2264 – Estudio Bíblico
Ira Temible (2ª parte)



Amigos, ¿cómo están? Comenzamos repasando las citas bíblicas que nos hablan de la ira de Dios:

El que cree en el Hijo tiene vida eterna; pero el que rehúsa creer en el Hijo no verá la vida, sino que la ira de Dios está sobre él (Jn. 3:36).

¿Y qué, si Dios, queriendo mostrar su ira y haciendo notorio su poder, soportó con mucha paciencia los vasos de ira preparados para destrucción? (Ro. 9:22).

Nadie os engañe con palabras vanas, porque por estas cosas viene la ira de Dios sobre los hijos de desobediencia (Ef. 5:6).

En llama de fuego, para dar retribución a los que no conocieron a Dios, ni obedecen al evangelio de nuestro Señor Jesucristo; los cuales sufrirán pena de eterna perdición, excluidos de la presencia del Señor y de la gloria de su poder (2 Ts. 1:8-9).

Caed sobre nosotros, y escondednos del rostro de aquel que está sentado sobre el trono, y de la ira del Cordero (Ap. 6:16).

Él también beberá del vino de la ira de Dios, que ha sido vaciado puro en el cáliz de su ira; y será atormentado con fuego y azufre delante de los santos ángeles y del Cordero; y el humo de su tormento sube por los siglos de los siglos. Y no tienen reposo de día ni de noche los que adoran a la bestia y a su imagen, ni nadie que reciba la marca de su nombre (Ap. 14:10-11).

Y el ángel arrojó su hoz en la tierra, y vendimió la viña de la tierra, y echó las uvas en el gran lagar de la ira de Dios (Ap. 14:19).

Y uno de los cuatro seres vivientes dio a los
siete ángeles siete copas de oro, llenas de la ira de Dios (Ap. 15:7).

Id y derramad sobre la tierra las siete copas de la ira de Dios (Ap. 16:1).

Él pisa el lagar del vino del furor y de la ira del Dios Todopoderoso (Ap. 19:15).

A menudo oímos decir que sería improbable, si no imposible, que un Dios de amor sostuviese un infierno eterno. La ira de Dios, dicen ellos, es incompatible con Su misericordia.

Aquéllos que mantienen esta noción extraña deben considerar las siguientes verdades.

La Biblia misma es enfática y clara mostrando la ira como uno de los atributos de Dios. Arthur Pink dice que “en la Escritura hay más referencias a la ira y a la indignación de Dios, que a Su amor y a Su ternura”. Jesús habló más del infierno que del cielo. Spurgeon destaca que no podemos rechazar ninguno de los atributos de Dios –ni aun Su ira: “El terrible Vengador debe ser alabado, igual que el Redentor amante. La simpatía con el pecado del corazón malo del hombre se rebela contra esto; clama por un Dios afeminado en el cual la compasión ha estrangulado a la justicia. Los siervos del Señor bien instruidos Lo alaban en todos los aspectos de Su carácter, ya sea terrible o tierno”.

De todas formas, Dios nunca destinó el infierno para la raza humana; fue creado para el diablo y sus ángeles (según Mt. 25:41). El juicio es Su “extraña obra” (como dice Is. 28:21).

Ningún hombre ni mujer tiene por qué ir al infierno. Dios proveyó la liberación a un costo enorme, pero cada individuo tiene que recibir la salvación de Dios por fe.

Si una persona rechaza la misericordia, no hay más alternativa que la ira. Si uno no quiere ir al cielo por el camino que Dios establece, no hay otro lugar más que el infierno. James Packer señala correctamente que:
La esencia del accionar de Dios en ira es la de dar a los hombres lo que han elegido, con todas sus consecuencias: nada más y, asimismo, nada menos. La disposición de ánimo de Dios de respetar la elección humana hasta este punto puede parecer desconcertante y hasta aterradora, pero está claro que en esto su actitud es soberanamente justa, y que está lejos de ser un castigo caprichoso e irresponsable, que es lo que queremos decir cuando hablamos de crueldad.

Gilbert Chesterton, quien se convirtió del ateísmo, dijo que “el infierno es el mejor cumplimiento que Dios pudiera hacer a la dignidad de la personalidad humana y a la libertad de la elección del hombre”.

Sin duda, Dios es la persona más mal entendida y calumniada de todo el universo. Él advierte a los hombres de las consecuencias del pecado. Entonces, cuando ellos desobedecen y se arruinan voluntariamente, se enfurecen contra el Señor. Hacen voluntariamente lo que Dios ha prohibido, y lo culpan a Dios cuando llega el juicio prometido. En sufrida misericordia, Dios provee de un camino de salvación, pero los incrédulos lo rechazan y aceleran su marcha sobre el precipicio hacia el infierno, insultando a Dios sobre el camino.

Si tenemos que imitar las virtudes de Dios, ¿qué de esta actitud de ira? ¿Es correcto que los creyentes se enojen? La respuesta es, que hay cierto tipo de ira que es un mandamiento: “Airaos, pero no pequéis” (dice Ef. 4:26). Pero, siempre está el peligro de que aun la ira justa se salga fuera de control, y el versículo sigue diciendo: “no se ponga el sol sobre vuestro enojo”. Debemos airarnos cuando el nombre y la causa de Dios son deshonrados. Fue por esto que Jesús se airó cuando los cambistas de monedas hicieron de la casa de Su Padre una cueva de ladrones. Como dijo alguien, debemos ser leones en la causa de Dios, pero corderos en la nuestra.

Generalmente hablando, la ira corre peligro en nuestras manos, y es por esto que las Escrituras contienen advertencias, tales como la de Ro. 12:19:
No os venguéis vosotros mismos, amados míos, sino dejad lugar a la ira de Dios; porque escrito está: Mía es la venganza, yo pagaré, dice el Señor.

Quítense de vosotros toda amargura, enojo, ira, gritería y maledicencia, y toda malicia (Ef. 4:31).

Por esto, mis amados hermanos, todo hombre sea pronto para oír, tardo para hablar, tardo para airarse; porque la ira del hombre no obra la justicia de Dios (Stg. 1:19 y 20).

El hecho de que los creyentes nunca experimentarán la ira de Dios, es causa de incesante adoración. Pueden decir jubilosos con Paul Gerhardt:
No hay ya condenación
Ni hay infierno para mí.
El tormento y el fuego
Mis ojos jamás verán.
Para mí ya no hay sentencia,
La muerte no tiene aguijón.
Porque el Señor me ama
Y me protege bajo Su ala.

Pero, cuando contemplamos la ira de Dios, debe nacer en nosotros compasión por los perdidos, y el deseo de verlos huir a los brazos de Jesús. Debemos orar, dar e ir en evangelización activa a nuestros familiares, vecinos, y amigos.

Ciertamente, aquí hay una advertencia para los inconversos, según Foreman: “La ira de Dios –¡no Su venganza o enfado, sino lo que lo hace estar en contra del hombre pecador hasta el punto de entregar al hombre (Ro. 1:18, 24, 26 y 28)! Piensa –¡la Potestad Suprema del universo, contra lo que tú estás haciendo, habiendo determinado que vas a caer! La Potestad Suprema abandonándote en tus propias manos en menosprecio silencioso”.

El pensamiento es terrible; la realidad es peor, como Isaac Watts declaró:
¡Oh, momento espantoso! ¡Cuando Dios se acerca,
Y pone los crímenes de los hombres ante Su vista!
Sus almas culpables con Su ira rasgará,
Y a levantarse ningún libertador osará.

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