Jabes, un hombre que oró (5ª parte)

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Autor: Esteban Beitze

Con una corta pero profunda oración, Jabes dejó atrás un pasado marcado por el dolor y fue llevado a una vida de excelencia espiritual.


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PE2409 – Estudio Bíblico
Jabes, un hombre que oró (5 parte)



¡Amigos, qué alegría volver a ponernos en contacto! En este programa continuaremos analizando algunos aspectos relacionados con la petición de provisión que Jabes le hace al Señor. Como señalamos antes, nuestras peticiones tienen que estar basadas en la Palabra de Dios, en las promesas de Dios o en los mandamientos de Dios. De otra forma, esta fe no será otra cosa que una ilusión vana. Cuántas veces se ha atribuido a la falta de la fe de algún enfermo, el hecho que no se sanara a pesar de las oraciones hechas por él. Esta pobre gente, de la cual mucha seguramente tenía fe, entra en una profunda crisis espiritual. No solo no fue sanada, sino que además son vistos como faltos de fe. Al final acaban pensando que Dios los abandonó. ¿Pero realmente era la voluntad de Dios que se sanaran? Esta es una teología equivocada o solo apta para aquellos que les va bien. Pero ¿qué de aquellos que contraen cáncer, se quedan sin trabajo o pierden un hijo? Estoy absolutamente convencido que Dios sigue haciendo milagros y puede sanar aún los casos más imposibles desde el punto de vista humano. Pero no siempre es Su voluntad. ¡No hagamos decir a las Escrituras lo que no dicen!

Aunque podremos experimentar un maravilloso Dios en incontables circunstancias contestando nuestras peticiones, nunca caigamos en el error de poner la prioridad en nuestra fe, quitando del centro el objeto de nuestra fe que es Dios. En Hebreos capítulo 11, en la lista de los héroes de la fe, encontramos dos situaciones diferentes, pero que siguen estando relacionadas con la fe. Dice así: “¿Y qué más digo? Porque el tiempo me faltaría contando de Gedeón, de Barac, de Sansón, de Jefté, de David, así como de Samuel y de los profetas; que por fe conquistaron reinos, hicieron justicia, alcanzaron promesas, taparon bocas de leones, apagaron fuegos impetuosos, evitaron filo de espada, sacaron fuerzas de debilidad, se hicieron fuertes en batallas, pusieron en fuga ejércitos extranjeros. Las mujeres recibieron sus muertos mediante resurrección;” pero luego la cuestión cambia completamente, aunque sigue tratando de personas con fe: “mas otros fueron atormentados, no aceptando el rescate, a fin de obtener mejor resurrección. Otros experimentaron vituperios y azotes, y a más de esto prisiones y cárceles. Fueron apedreados, aserrados, puestos a prueba, muertos a filo de espada; anduvieron de acá para allá cubiertos de pieles de ovejas y de cabras, pobres, angustiados, maltratados; de los cuales el mundo no era digno; errando por los desiertos, por los montes, por las cuevas y por las cavernas de la tierra. Y todos éstos, aunque alcanzaron buen testimonio mediante la fe, no recibieron lo prometido; proveyendo Dios alguna cosa mejor para nosotros, para que no fuesen ellos perfeccionados aparte de nosotros”. Amigo, nunca haga de las circunstancias de su vida una cuestión de la fe. No siempre Dios da lo que esperamos, pero esto no significa que hayamos perdido la fe. Ésta se demuestra en mantenerse confiado en el actuar de Dios, sean cual sean las circunstancias.

En Hechos 12 tenemos la historia como Jacobo es asesinado por seguir a Cristo, y en el mismo capítulo Pedro es liberado de la cárcel. Junto a ambos estaba el Señor. Y ni que hablar si todavía añadimos el apedreamiento de Esteban. Todos tenían fe, pero sus circunstancias eran completamente diferentes. Todos conocemos la historia de Job. ¿Sufrió por ser un hombre injusto? ¿Sufrió porque no tenía fe? No. Él sufrió porque era un hombre justo. Miremos lo que dice este hombre en medio de su tremenda prueba en Job 23:3, 4, 8-10. Escuche, amigo: “¡Quién me diera el saber dónde hallar a Dios! Yo iría hasta su silla. Expondría mi causa delante de él, Y llenaría mi boca de argumentos. Yo sabría lo que él me respondiese, Y entendería lo que me dijera. … He aquí yo iré al oriente, y no lo hallaré; y al occidente, y no lo percibiré; Si muestra su poder al norte, yo no lo veré; al sur se esconderá, y no lo veré. Mas él conoce mi camino; me probará, y saldré como oro”. ¿Sabes lo que dijo Job? En otras palabras dijo: “Yo no sé dónde está Dios, no entiendo las circunstancias, pero sé que Él sabe dónde estoy yo, conoce mi camino y al final sabré, para qué fue la prueba”. La fe verdadera descansa en Dios, no importando las circunstancias.

Amigo, ahora quisiera conversar con usted sobre una heredad por la cual podemos pedir con toda confianza que se ensanche, y ésta es la obra de Dios. ¿Todavía esperamos algo de Dios? ¿No quisiéramos que la obra del Señor crezca? ¿No deseamos que haya más almas que se salven? Muchas veces nos conformamos con ser lo que se solía cantar “un pequeño pueblo muy feliz”. ¿Esperamos todavía que Dios obre cosas más grandes, que extienda nuestros horizontes que lleguemos a lograr mucho más? ¿Esperamos realmente que nuestra iglesia pueda ser de bendición para miles de personas? ¿Cuándo fue la última vez, que te diste cuenta sin quedar lugar a dudas, que Dios hizo algo extraordinario en o por medio de tu vida? Muchas veces reducimos a Dios a lo que nosotros podemos con nuestras fuerzas. “Hasta dónde yo pueda, mis capacidades, tiempo y fuerzas lleguen, hasta ahí iré”. Pero no contamos con lo que el Señor pueda y quiere hacer en y por medio de nuestras vidas y por medio de nuestra iglesia. ¿Has pensado en alcanzar a tu vecindad para Cristo? Dirá, “si conociera a estos tipos, vería que es imposible que aún uno se salve”. ¿Habrá algo imposible para Dios? ¿Y qué de nuestros compañeros de trabajo y familiares inconversos? ¿Ya perdió todas las esperanzas? ¿A qué otras áreas nos podemos extender para que la obra del Señor avance aún más? ¿No queremos alcanzar a gente de nuestro barrio para Cristo? ¿Oramos: “Señor, has que pueda llevar más personas a ti”?

Vayamos un momento a esta frase de Santiago 4:2: “no tenéis lo que deseáis, porque no pedís”. Frente a esta afirmación uno se debería preguntar: ¿qué cosas tan grandes y especiales Dios tiene preparadas para mí y las estoy perdiendo simplemente por no pedir? Si a esto todavía le sumamos lo que dice Santiago un capítulo más adelante, en el 5:16, nos quedarán menos dudas todavía: “La oración eficaz del justo puede mucho”. Ahora bien, si entonces el “justo”, o sea, el creyente no ora, evidentemente no recibe todo lo que Dios tenía previsto darle. El mayor problema de la mayoría de los creyentes es que no ora lo suficiente o cuando oramos somos cortos en pedir. Nos conformamos con lo mínimo indispensable. Pero cuando nos animamos a buscar más de Dios, quedaremos asombrados de Su actuar.

Charles Studd, quien de joven dedicó su vida a ser misionero en China, India y África, experimentó esta realidad en muchas ocasiones. Él había nacido en cuna de oro, pero cuando el Señor lo llamó a la obra, donó todas sus riquezas para depender solamente de Dios. La actitud de muchos creyentes de no pedir cosas grandes a Dios la describió como: “Mordisquear en lo posible, en lugar de apropiarnos de lo imposible”. John Newton, quien antes había sido mercader de esclavos y luego escritor del famoso himno “Sublime gracia” dijo: “Se está acercando a un Rey, tráigale grandes peticiones; Su gracia y poder son tales, que nadie llega a pedir demasiado”. Amigo, ¿es usted conciente de esto?

Ahora bien, si Dios ha de ampliar nuestras fronteras como pidió Jabes, también habrá una responsabilidad de nuestra parte: ensanchar nuestras fronteras requiere visión, fe y trabajo. Y para que esto suceda, tenemos que hacer lo mismo que Jabes: orar y estar dispuestos a actuar en lo que el Señor nos muestre. Él nos dará la visión; la fe surgirá del contacto con la Palabra y con el hecho de que Cristo se vuelva prioritario en nuestra vida; luego, también se requerirá tiempo dedicado al Señor. El mayor anhelo de Dios es según 1ª Timoteo 2:4 “que todos los hombres sean salvos y vengan al conocimiento de la verdad”. Y si estuvo dispuesto a entregar a Su propio Hijo “¿cómo no nos dará también con él todas las cosas?”, explica Romanos 8:32. ¿Todavía esperamos que Dios haga cosas grandes? El lema de William Carey, conocido como el “padre de las misiones modernas” fue: “Espere grandes cosas de Dios e intente grandes cosas para Dios”. Los primeros siete años de labor de este hombre en la India pasaron sin vislumbrar fruto. Pero luego el Señor hizo una obra tremenda con un siervo con visión, fe y disposición al trabajo. Al morir en 1834 había traducido la Biblia completa o las partes más importantes de ella a 34 idiomas, y esto, sin los grandes avances de la tecnología y conocimiento que tenemos hoy en día. ¿Sabe cuál había sido su profesión, amigo? Un modesto zapatero autodidacta que supo buscar y luego experimentar la gracia inmensa de Dios en su vida.

No recibimos porque no pedimos. Si espera poco de Dios, ¿sabe lo que recibirá? Poco. En cambio, si espera mucho de Él, ¿sabe lo que recibirá? Mucho. Y si espera todo de Dios, lo recibirás todo. Jesucristo hizo muchos milagros en personas que creían que Él los podía sanar. Una y otra vez dijo: “De acuerdo a tu fe sea hecho”. Ahora la pregunta es: ¿Usted tiene fe, amigo?

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