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Titulo: “Jesucristo en el Centro” 1/2
 

Autor: WimMalgo 
Nº: PE1062

La situación geográfica del Monte Gólgota es de tremenda importancia en la historia de salvación, puesto que Israel se encuentra en el centro de la tierra y su centro es Jesucristo.

 


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«Jesucristo en el Centro»  1/2

Querido amigo, ¿Sabía usted que Jesucristo fue hecho pecado por Dios mismo?. No fue crucificado en cualquier lugar apartado, sino en medio de dos malhechores: «…y allí le crucificaron, y con él a otros dos, uno a cada lado, y Jesús en medio» dice Juan 19:18.

¿Dónde crucificaron al Hijo de Dios? En un lugar llamado Gólgota. Aquel era su lugar, allí habría de reconciliar al mundo con Dios.

En Jerusalén hay tres montes: 

· El monte Moriah, lugar donde en el antiguo pacto estaba el templo. Allí morabaDios el Padre.

· El monte Gólgota, donde fue crucificadoDios el Hijo.

· El monte de los Olivos, que hace alusión aDios el Espíritu Santo.

Y así como estos tres montes en Jerusalén hacen alusión al trino Dios, esto lo vemos también en la espantosa acción de la crucifixión. Allí, el trino Dios también estuvo incluido, puesto que dice: 

· «…que Dios(el Padre)estaba en Cristo reconciliando consigo al mundo …» (2 Corintios 5:19).

· «…cuánto más la sangre de Cristo, (Dios el Hijo)el cual mediante el Espíritu eterno se ofreció a sí mismo sin mancha a Dios

· «…el cual mediante el Espíritu eterno(Dios el Espíritu Santo)se ofreció a sí mismo sin mancha a Dios, limpiará vuestras conciencias de obras muertas para que sirváis al Dios vivo?(Hebreos 9:14).

Queremos enfocar ahora nuestra atención en el lugar en el cual Jesucristo logró la eterna redención, El Gólgota.

Estimado amigo, la situación geográfica del Monte Gólgota es de tremenda importancia en la historia de salvación, puesto que del pueblo de Israel (y con ello de la tierra de Israel) está escrito: «…pueblo recogido de entre las naciones … que mora en la parte central de la tierra«. O sea, que Israel se encuentra en el centro de la tierra y su centro es Jesucristo: «Así ha dicho Jehová el Señor: Esta es Jerusalén; la puse en medio de las naciones y de las tierras alrededor de ella» (Ezequiel 5:5).

El punto central de Jerusalén lo forma el templo, y el centro de éste era el lugar santísimo. El arca del pacto estaba en medio del lugar santísimo, y el centro de éste, por su parte, era la sangre rociada sobre él. A su vez, el centro de la sangre era el sacrificio ofrecido: Y éste hace referencia a Jesucristo, el Cordero inmolado de Dios, el sacrificio expiatorio para Israel y todo el mundo. Allí, sobre aquel Monte Gólgota «le crucificaron«.

Querido amigo, si pensamos en el hecho increíble de que Dios mismo, en Jesucristo, se dejó crucificar, descubrimos aún más. Sigue diciendo: «…y allí le crucificaron, y con él a otros dos…» Jesús colgó de la cruz completamente sólo y abandonado por todos. Y aún así, no estaba solo, porque junto a él fueron crucificados otros dos. Este es un indicio profético de aquello que Pablo testifica en Gálatas 2:19, cuando escribe: «Con Cristo estoy juntamente crucificado...» Los dos hombres que habían sido crucificados juntamente con Jesucristo eran muy distintos a él. No se los contaba entre los así llamados delincuentes «comunes», pues eran asesinos, delincuentes peligrosos, considerados escoria de la humanidad. Pero Dios el Señor, siglos antes, ya había dicho, a través de su profeta Isaías, que Jesús sería considerado un delincuente y sería puesto a la par de los malhechores de la peor clase, que estarían crucificados junto a él: «Por tanto, yo le daré parte con los grandes, y con los fuertes repartirá despojos; por cuanto derramó su vida hasta la muerte, y fue contado con los pecadores…» dice la palabra en Isaías 53:12 . La profecía se cumplió más adelante al pie de la letra: «…Crucificaron también con él a dos ladrones, uno a su derecha, y el otro a su izquierda. Y se cumplió la Escritura que dice: «Y fue contado con los inicuos«. Aquí, puede verse claramente el carácter sustituto: Jesús, el Cordero sin mancha, «fue contado con los inicuos«. Pues Dios «al que no conoció pecado, por nosotros lo hizo pecado …».

Ahora veamos querido amigo, a Jesucristo el crucificado en el centro.

Jesucristo fue hecho pecado por Dios mismo, y crucificado en nuestro lugar. Pero no fue crucificado en cualquier lugar, ni al costado del Monte Gólgota, ni a la izquierda ni a la derecha, no, fue crucificado en el medio: «…y allí le crucificaron, y con él a otros dos, uno a cada lado, y Jesús en medio» (Juan 19:18).

Justamente, las palabras «y Jesús en medio» tienen un contenido tremendo. Es allí donde se hace visible su absoluta identificación con nuestro pecado y con nuestros pecados. Pero, la posición central del crucificado, también nos muestra cuál es la cuestión con Dios. Pablo ya lo había reconocido claramente y escribió: «Pues me propuse no saber entre vosotros cosa alguna sino a Jesucristo, y a éste crucificado» (1 Corintios 2:2).

Jesucristo en el centro, eso es lo único que cuenta para Dios. Pues allí, sobre el Gólgota, en medio de estos dos malhechores, Dios, en Jesucristo, el crucificado, se identificó con los pecadores. Por eso, Pablo, escribe: «Pero lejos esté de mí gloriarme, sino en la cruz de nuestro Señor Jesucristo, por quien el mundo me es crucificado a mí, y yo al mundo» (Gálatas 6:14). Debido a esto, Pablo, en sus predicaciones, no perdía tiempo con detalles y pormenores de lo que es seguir a Cristo. Nunca sobre enfatizó cosas, que sí forman parte de la fe en Cristo, pero que no son indispensables para la salvación. Lo que, sin embargo, siempre volvía a colocar en una posición céntrica, era a Jesucristo, el crucificado. El se guardaba de la sabiduría humana. De manera que escribió a los corintios: «Pues no me envió Cristo a bautizar, sino a predicar el evangelio; no con sabiduría de palabras, para que no se haga vana la cruz de Cristo» (1 Corintios 1:17). Nosotros no le debemos predicar el evangelio a las personas con «sabiduría de palabras«, ni con argumentos que aparentan ser convincentes, «para que no se haga vana la cruz de Cristo«.

El mensaje «y Jesús en medio» es directamente opuesto a cualquier entendimiento humano, a cualquier deseo y voluntad humana. Es por eso que en 1 Corintios 1:18, leemos: «…la palabra de la cruz es locura a los que se pierden; pero a los que se salvan, esto es, a nosotros, es poder de Dios

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