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Autor: Wilfried Plock

La vida nos presenta diferentes escenarios, pero la muerte sólo dos posibilidades. Jesús se refirió a la vida después de la muerte con un relato que se encuentra registrado en Lucas 16:19 al 26. Y ¡Quién mejor que el hijo de Dios, cuyas palabras no pasarán, para darnos información al respecto!


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PE2596 – Estudio Bíblico
Jesús es el camino (12ª parte)



¿Cómo puede Dios permitirlo?

¿Cómo puede Dios permitirlo? He escuchado ya tantas veces esta pregunta. Sin embargo, hay algo interesante. Nadie me ha preguntado aún: ¿cómo pudo Dios permitir que su propio Hijo fuera asesinado de una forma tan brutal? Ese es el drama divino, que Jesús fue clavado en la cruz a pesar de no haber hecho nunca nada malo: solo amar, predicar y curar. Dios no solo lo permitió, sino que lo quiso así. La Biblia dice en Juan 3:16: “Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna”.

Así que diríjase a la cruz y póngase a pensar. Es posible que reconozca: “Frente a los ojos de Dios debo ser un gran pecador para que su Hijo haya tenido que morir en mi lugar”. O quizá también: “Tanto soy amado por Dios para que su Hijo haya muerto por mí. Ya no quiero ser rebelde, sino que quiero entregarme a Él. A partir de ahora, Su Hijo será mi Salvador y mi Señor”. Quien encuentra a Jesucristo tiene los dilemas más grandes de la vida resueltos. Sabe que la culpa de su vida está perdonada, que su vida tiene paz, seguridad y sentido con Él. Es posible que no tengas todas las respuestas. Sin embargo, con Jesús podrás vivir en paz aun teniendo preguntas sin respuesta.

Nosotros tampoco sabemos por qué perdimos a nuestro primer hijo y mi esposa tuvo que dar a luz estando él ya muerto. En la eternidad, lo descubriremos, y eso nos basta porque hemos podido encontrar la paz. En Lucas 16:19-23 leemos: “Había un hombre rico, que se vestía de púrpura y de lino fino, y hacía cada día banquete con esplendidez. Había también un mendigo llamado Lázaro, que estaba echado a la puerta de aquel, lleno de llagas, y ansiaba saciarse de las migajas que caían de la mesa del rico; y aun los perros venían y le lamían las llagas. Aconteció que murió el mendigo, y fue llevado por los ángeles al seno de Abraham; y murió también el rico, y fue sepultado. Y en el Hades alzó sus ojos, estando en tormentos, y vio de lejos a Abraham, y a Lázaro en su seno«.

No hay nada tan seguro como la muerte y, a la vez, nada tan inseguro como la vida. ¿Quién nos puede informar sobre la vida después de la muerte? ¿Podemos pedirles consejo a parapsicólogos? ¿O preguntarles a ocultistas que supuestamente entran en el más allá? Me alegra saber que sea el mismo Jesús –el Hijo del Dios viviente– quien nos da esta información por medio de su Palabra, que es totalmente confiable cuando en Mateo 24:35 dice: “El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán”. En el capítulo 16 del evangelio de Lucas, se nos presentan dos hombres: un rico y el pobre Lázaro. El rico tenía comida y ropa de sobra. Tenía un nivel de vida alto y alegría terrenal. Vivía bien. Tengo que aclarar una cosa. Este hombre se fue al infierno no por ser rico, sino porque no tenía una relación con Dios y, en consecuencia, sus pecados no habían sido perdonados. Es posible que sus riquezas fueran un gran obstáculo para que se decidiera a seguir el camino que va hacia Dios. Alguien dijo una vez: “Un hombre rico es un pobre hombre con mucho dinero”. Un día este hombre murió. El entierro fue increíble y seguramente hubo un sinfín de discursos y elogios ante su tumba. Como sabes, nunca se dicen tantas mentiras como en los cementerios.

Hasta aquí su informe sobre la tierra y, a continuación, sigue con el más allá. Con ese mundo incierto que es tan real como este que tenemos aquí. ¿Cómo es ese mundo hacia dónde van los perdidos? Un libro como este debe abordar claramente este punto. Vemos en primer lugar que el lugar de los perdidos es un sitio donde reina la conciencia, no la destrucción. “El rico alzó sus ojos”, es decir, abrió sus ojos. No existe eso de que a 1.80m bajo tierra todo se acaba. Muchos piensan que la muerte se lleva la existencia de la persona, pero eso no es cierto. Muchos quieren creerlo porque instintivamente intuyen lo que el Nuevo Testamento afirma en Hebreos 10:31: “¡Horrenda cosa es caer en manos del Dios vivo!”.

También podemos decir que el lugar de los perdidos también es un sitio de tormento. El rico se fue de un mundo sin dolor a un mundo de dolor. Sufrió tormento físico y psíquico. La revelación de Juan en Apocalipsis 14:11 confirma esta afirmación: “…y no tienen reposo de día ni de noche los que adoran a la bestia y a su imagen, ni nadie que reciba la marca de su nombre”. ¿Puedes hacerte una idea de lo que esto significa? El lugar de los perdidos además es un sitio con recuerdos. Abraham le respondió al rico: “Hijo, acuérdate que recibiste tus bienes en tu vida”. Uno de los mayores pecados de nuestra vida es que somos desagradecidos. Dios le había regalado tantas cosas buenas al rico: un cuerpo, un alma, salud durante años, tal vez una esposa, quizás hijos, buenas cosechas, éxito profesional y cuidados.

¿No sucede algo similar en tu vida? ¿Sabes que cada momento que vives es por la bondad de Dios? ¿Sabes que la bondad de Dios te quiere guiar por el buen camino? Los hombres no solo se acordarán del bien, sino también de sus pecados cuando estén en el lugar de perdición. En el antepenúltimo capítulo de la Biblia, vemos afirmaciones conmovedoras podemos leer en Apocalipsis 20:11y12: “Y vi un gran trono blanco y al que estaba sentado en él, de delante del cual huyeron la tierra y el cielo, y ningún lugar se encontró para ellos. Y vi a los muertos, grandes y pequeños, de pie ante Dios; y los libros fueron abiertos, y otro libro fue abierto, el cual es el libro de la vida; y fueron juzgados los muertos por las cosas que estaban escritas en los libros, según sus obras”.

Hoy en día, diríamos que aquí termina la película de tu vida. En ella se verá quién o qué era Dios en tu vida, la escena de cómo leías y confiabas en el horóscopo, de cuando consultaste a una adivina, de cuando usaste el nombre sagrado en vano: “Dios, ¡qué calor!”, “Dios, ¡qué frío!”, Dios esto, Dios lo otro… y la película sigue. Después se verá qué hacías en tus días libres, sin dedicarle tiempo a Dios, sin tiempo para ir a la iglesia, sin tiempo para leer su Palabra. Se verá cómo trataste a tus padres: cada desprecio, desobediencia y cómo hablabas de ellos. La película continúa. Algunos niños no nacidos dirán: “Mamá, papá, ¿por qué no me dejaron vivir?”. A ti te gustaría parar la película, pero no se puede. Se verán tus pecados de joven, las relaciones prematrimoniales, las aventuras amorosas, la pornografía y todo lo demás.

Luego saldrá la escena del monedero de tu madre y de la caja del dinero, saldrá cuando te llevaste algo sin pagar de un establecimiento, todas las mentiras, el orgullo, la arrogancia, la hipocresía y la intransigencia, entre otras cosas. Todo saldrá a la luz porque Dios se toma muy en serio tus pecados. El Dios de la Biblia es un Dios santo, al que hay que temer, que no esconde nada. No existe ese dios que no se toma las cosas en serio, eso es un invento diabólico. El Dios verdadero es un Dios santo y puede destruir el cuerpo y el alma en el infierno. Pero también ha provisto la salvación para su creación caída a través del sacrificio de Jesús para que todo aquel que en Él crea, no se pierda, mas tenga vida eterna.

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