Jesús tiene la última palabra (3ª parte)
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28 agosto, 2022Autor: Ernesto Kraft
Si el Señor lo ha determinado, ¿quién lo impedirá? Y su mano extendida, ¿quién la hará retroceder? Dios cumple lo que promete a pesar de nuestros errores.
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PE2831- Estudio Bíblico
Jesús tiene la última palabra (4ª parte)
Queridos amigos, es una bendición reencontrarnos con ustedes en el estudio de hoy. En esta serie, veníamos escuchando sobre como Dios es el Primero y el Último en todo y en el programa de hoy veremos una declaración del mismo Dios que dice: Actuando Yo, ¿quién impedirá?
Dios nos dio la primera promesa en Génesis 3:15, de un Salvador que vencerá al enemigo en todo, dice: “Y pondré enemistad entre ti y la mujer, y entre tu simiente y la simiente suya; ésta te herirá en la cabeza, y tú le herirás en el calcañar”. Aquí tenemos la primera promesa del Salvador. Desde el inicio, el enemigo luchó contra ese plan de Dios, para evitar la manifestación del Mesías que tiene la victoria contra el enemigo.
Y su batalla persistirá hasta el fin contra los mismos objetivos de impedir el cumplimiento de la Palabra de Dios. Con Eva, desafortunadamente, el enemigo tuvo éxito, pero ningún plan de Dios puede ser frustrado. Lo que Dios dijo, se cumplirá y no faltará ni una palabra que no sea cumplida. Isaías 34:16 dice: “Inquirid en el libro de Jehová, y leed si faltó alguno de ellos; ninguno faltó con su compañera; porque su boca mandó, y los reunió su mismo Espíritu”.
Dios escogió a Abraham y le prometió en Génesis 12:2: “Y haré de ti una nación grande, y te bendeciré, y engrandeceré tu nombre, y serás bendición”. En Gálatas 3:16, está escrito: “Ahora bien, a Abraham fueron hechas las promesas, y a su simiente. No dice: y a las simientes, como si hablase de muchos, sino como de uno: y a tu simiente, la cual es Cristo”. El pacto con Abraham revela el propósito soberano de Dios en cumplir, a través de Abraham, Su plan para Israel, proveyendo en Cristo el Salvador para todos aquellos que creen. El cumplimiento final reposa en la promesa divina y en el poder de Dios más que en la fidelidad humana. En seguida, entenderemos que eso es la verdad.
En Génesis 16, como Sara no le daba hijos, en el plan humano de Abraham y Sara parecía que el plan de Dios no se cumpliría. Así, a través de Agar nació Ismael. Ismael, el hijo del desliz de Abram y Sarai en su incredulidad, fue el antepasado de los árabes, los enemigos tradicionales del pueblo judío.
En Génesis 17, Dios da nuevamente la promesa relativa a Isaac, por el cual pasa el linaje de Cristo. No fue fácil. El enemigo usó la risa de incredulidad de Sara para declarar que esa promesa no tendría cumplimiento. Pero Dios es mayor que nuestra opinión y nuestra razón, que quieren impedir los planes de Dios. Finalmente, Abraham creyó y Sara concibió a Isaac. Isaac también enfrentó problemas similares con su esposa Rebeca, quien era estéril y oró. El Señor lo oyó y nacieron Esaú y Jacob. Dios también superó los problemas generados por Jacob, y cumplió Su plan de hacer crecer a Su pueblo como promesa en Génesis 12:2. El enemigo sabía del plan y quería evitar que el Mesías naciera.
José fue a Egipto, y después también fueron allí sus familiares, 70 personas en total. Sin embargo, después de 400 años, el pueblo consistía de 2 a 3 millones de personas. El faraón se volvió un instrumento fuerte para evitar el plan de Dios, pero no lo logró y hasta ayudó en ese proceso. El Mesías iba llegar a través de una tribu, como está escrito en Hebreos 7:14: “Porque manifiesto es que nuestro Señor vino de la tribu de Judá, de la cual nada habló Moisés tocante al sacerdocio”. Nos quedamos asombrados al observar la vida de Judá, pues hizo todo lo contrario a lo planeado. Sin embargo, a pesar de eso, el plan de Dios no pudo ser impedido.
Cuando digo que a pesar de eso Dios logró cumplir su plan, no estoy diciendo que Dios haya obligado a Abraham a creer y haya hecho maniobras para así lograr su objetivo. Nada de eso. Dios es justo y fiel a Su Palabra. Dios es tan grande que, aun a través de los errores de los hombres, logra cumplir Su plan. Cuando Abraham falló en seguir colaborando por causa de su incredulidad, Dios despertó de nuevo la fe en él. Y le dijo en Génesis 15.5: “y lo llevó fuera, y le dijo: mira ahora los cielos, y cuenta las estrellas, si las puedes contar. Y le dijo: así será tu descendencia”.
Abraham creyó en el Señor, y eso le fue contado como justicia. Dios lo logró. No usa maneras como cerrar los ojos y seguir adelante. No es así. Sino, Dios sabía que el hombre iba a caer. Él no fue sorprendido, no, sino Él es Todopoderoso para cumplir Su Palabra. Lo que pasa es lo siguiente: en muchos casos, tarda más tiempo por causa de la actitud del hombre. ¿Era realmente necesario que el pueblo estuviera 40 años en el desierto? No, pero por causa del hombre, sí.
Dios nunca dejará Sus principios, y el enemigo trabaja día y noche para colocar piedras en el camino y, así, impedir el plan de Dios. Jacob, por ejemplo, actuó equivocadamente y recibió el tratamiento correcto. Lo que el hombre siembra eso también va a cosechar. Y al final de la historia, vemos a Dios como vencedor, fiel y justo. Ninguno de Sus planes podrá ser frustrado. El enemigo colocó a Jesús en la cruz a través de las injusticias, y todo resultó en la mayor victoria. ¿Fue Dios justo y misericordioso, y a la vez dejó de ser santo? No, trató a todos correctamente.
Deuteronomio 32:4 dice: “Él es la Roca, cuya obra es perfecta, Porque todos sus caminos son rectitud; Dios de verdad, y sin ninguna iniquidad en Él; Es justo y recto«. Eso también vale para todo lo que vamos a relatar sobre Judá. Alrededor del mismo tiempo en el que José fue vendido a Egipto, Judá se apartó de sus hermanos y se hospedó en la casa de un adulamita, llamado Hira. Se casó con una mujer cananea y tuvo tres hijos. Eran tan perversos que leemos que el Señor les quitó la vida a los más grandes. Judá no cumplió su palabra a su nuera, y tuvo una situación rara. Siendo engañado, se acostó con ella, y la embarazó. En esa situación, al enemigo le gustó el escenario y pensó que así el Mesías no nacería de la tribu de Judá. Pero Dios lo sabe todo y lo puede todo, e incluyó a Tamar en la genealogía de Jesús Mateo 1:2-3 dice: “Abraham engendró a Isaac, Isaac a Jacob, y Jacob a Judá y a sus hermanos. Judá engendró de Tamar a Fares y a Zara, Fares a Esrom, y Esrom a Aram”.
La inclusión de Tamar es una figura de la salvación de los gentiles. Judá representa a Israel. Tamar, de origen gentil, recibió la salvación a través de la incredulidad y transgresión de Judá. Lo mismo leemos en Romanos 11:12, 15: “Y si su transgresión es la riqueza del mundo, y su defección la riqueza de los gentiles, ¿cuánto más su plena restauración? (…) Porque si su exclusión es la reconciliación del mundo, ¿qué será su admisión, sino vida de entre los muertos?”
Sabemos que el Salvador vino de la tribu de Judá, como está escrito en Génesis 49:10: “No será quitado el cetro de Judá, Ni el legislador de entre sus pies, Hasta que venga Siloh; Y a él se congregarán los pueblos”. La referencia es al Mesías. El gobierno de Judá no se apartará hasta que Él venga, cuando esa soberanía será elevada para inclusión del mundo. Si miramos las circunstancias, y cómo Dios cumplió todo, solo podemos decir juntamente con el apóstol Pablo en Romanos 11:33: “¡Oh profundidad de las riquezas de la sabiduría y de la ciencia de Dios! ¡Cuán insondables son sus juicios, e inescrutables sus caminos!”.
Isaías 48:3 confirma: “Lo que pasó, ya antes lo dije, y de mi boca salió; lo publiqué, lo hice pronto, y fue realidad”. Debemos seguir a Aquel que sostiene todo el mundo en sus manos. Dice Hebreos 1:3: “…el cual, siendo el resplandor de su gloria, y la imagen misma de su sustancia, y quien sustenta todas las cosas con la palabra de su poder, habiendo efectuado la purificación de nuestros pecados por medio de sí mismo, se sentó a la diestra de la Majestad en las alturas”.
No necesitamos temer nada que esté pasando en esta tierra. La autoridad pertenece al Creador del cielo y de la Tierra. Debemos dedicarnos enteramente al servicio del Señor.