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Autor: Eduardo Cartea Millos

El capítulo 18 de 2 Crónicas nos muestra, no solo un acto, sino un proceso. El proceso de la caída. Hay en este singular relato cuatro peldaños en la caída de Josafat, en su descenso espiritual. El descenso muchas veces ilustra, no solo una acción física, sino una experiencia moral y aun espiritual a base de una decisión mal tomada.


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PE2552 – Estudio Bíblico
Josafat, un héroe con pies de barro (12ª parte)



Peldaños descendentes

En primer lugar quiero poner como base del estudio de hoy el texto bíblico que nos relata acerca de la independencia que tomó el rey Josafat. En segunda Crónicas, los versículos 3 y 4, dicen así: “Y dijo Acab rey de Israel a Josafat rey de Judá: ¿quieres venir conmigo contra Ramot de Galaad? Y él respondió: yo soy como tú, y mi pueblo como tu pueblo; iremos contigo a la guerra. Además dijo Josafat al rey de Israel: Te ruego que consultes hoy la palabra de Jehová”.

Al primer peldaño descendente que vimos en la vida de Josafat fue la identificación, podemos ver que sigue este: la independencia de la voluntad de Dios. Notemos el orden de los dichos de Josafat: En el versículo 3 dice: “iremos contigo a la guerra” y en el 4: “además, te ruego que consultes hoy la palabra de Jehová”. ¿No debería ser al revés? ¿No hubiera sido lógico que primero consultara a Dios y luego decidiera si ir o no a la guerra con Acab? Pero Josafat decidió ir y luego consultó al Señor. Notemos también la expresión “además”. ¿No es como si dijera: “bueno, ya tomé la decisión, pero, además, veamos qué piensa Dios de esto”?

¿No hacemos nosotros muchas veces lo mismo? Tomamos decisiones, pequeñas o grandes en nuestra vida, y luego le decimos al Señor: Señor, bendice mi vida, bendice mi actividad, bendice mi decisión. ¿Y si no es la voluntad del Señor? Pero… ya hemos decidido. ¿Por qué? Porque somos independientes de Dios. Porque pensamos que podemos hacer todo “solos”. Y el Señor nos dice: “Sin mí, nada podéis hacer”. Diríamos “nada podemos hacer bien”.

Hay varios ejemplos en la Biblia de creyentes que no consultaron al Señor sobre decisiones a tomar, y así les fue. Abraham, Jacob, Josué son algunos de ellos. Nuestro corazón es engañoso, y a veces nos dejamos llevar por los sentimientos, y cuando la experiencia termina en fracaso, decimos: ¿qué sucedió? ¿en qué radicó la falla? La falla está en “no consultar a Dios».

Una de las cosas más peligrosas en la experiencia cristiana es el “yo siento que…”. Sentir puede ser algo muy peligroso, porque la Biblia dice en Jeremías 17:9 que “engañoso es el corazón, más que todas las cosas, y perverso”. Y agrega: ¿quién lo conocerá? El Señor Jesús pasó muchas horas en oración antes de tomar grandes decisiones en su vida. Y Él nos dejó ejemplo para que sigamos sus pisadas. Cuando una decisión no comienza arriba, no puede terminar arriba. Cuando no cuenta con la guía del Señor, no puede resultar en gloria para el Señor.

El mismo Josafat aprendió la lección amarga, pues en el capítulo 20 dice en el versículo 12: “¡Oh Dios nuestro!… en nosotros no hay fuerza contra tan grande multitud que viene contra nosotros; no sabemos qué hacer, y a ti volvemos nuestros ojos”. Seguimos entonces con la lectura en 2 Crónicas 18 y descubriremos el 3er. Peldaño: Insensibilidad

Leemos que: “entonces el rey de Israel reunió a cuatrocientos profetas, y les preguntó: ¿iremos a la guerra contra Ramot de Galaad, o me estaré quieto? Y ellos dijeron: sube, porque Dios los entregará en mano del rey. Pero Josafat dijo: ¿hay aún aquí algún profeta de Jehová, para que por medio de él preguntemos? El rey de Israel respondió a Josafat: aún hay aquí un hombre por el cual podemos preguntar a Jehová; mas yo le aborrezco, porque nunca me profetiza cosa buena, sino siempre mal. Este es Micaías hijo de Imla. Y respondió Josafat: no hable así el rey.

Entonces el rey de Israel llamó a un oficial, y le dijo: haz venir luego a Micaías hijo de Imla. Y el rey de Israel y Josafat rey de Judá estaban sentados cada uno en su trono, vestidos con sus ropas reales, en la plaza junto a la entrada de la puerta de Samaria, y todos los profetas profetizaban delante de ellos. Y Sedequías hijo de Quenaana se había hecho cuernos de hierro, y decía: Así ha dicho Jehová: con estos acornearás a los sirios hasta destruirlos por completo.

De esta manera profetizaban también todos los profetas, diciendo: sube contra Ramot de Galaad, y serás prosperado; porque Jehová la entregará en mano del rey. Y el mensajero que había ido a llamar a Micaías, le habló diciendo: he aquí las palabras de los profetas a una voz anuncian al rey cosas buenas; yo, pues, te ruego que tu palabra sea como la de uno de ellos, que hables bien.

Dijo Micaías: vive Jehová, que lo que mi Dios me dijere, eso hablaré. Y vino al rey. Y el rey le dijo: Micaías, ¿iremos a pelear contra Ramot de Galaad, o me estaré quieto? El respondió: subid, y seréis prosperados, pues serán entregados en vuestras manos.

El rey le dijo: ¿hasta cuántas veces te conjuraré por el nombre de Jehová que no me hables sino la verdad?Entonces Micaías dijo: He visto a todo Israel derramado por los montes como ovejas sin pastor; y dijo Jehová: Estos no tienen señor; vuélvase cada uno en paz a su casa«.

Acab reunió a cuatrocientos profetas. No necesitaba semejante cantidad, pero el mundo es así: era una demostración de opulencia, de poder, una demostración muy carnal, de “apariencia de piedad”, pero realmente de “vanagloria de la vida”. Les pregunta, y ellos le dicen que vaya a la guerra, que iba a salir victorioso. Era lo que Acab quería oír, porque ellos siempre le profetizaban así.

Josafat, que, como creyente tenía percepción espiritual, no quedó satisfecho y dijo a Acab: “¿Hay aún aquí algún profeta de Jehová para que por medio de él preguntemos?”. Notemos el énfasis: “profeta de Jehová”. ¿Y los cuatrocientos qué eran? En los versículos 21 y 22, leemos: “sus profetas” … “tus profetas”. Eran profetas de Acab, pero no de Dios. Así que lo que ellos decían no venía de parte de Dios. Eran profetas falsos, paganos. Profetas de Baal. Posiblemente los mismos cuatrocientos profetas que litigaron con Elías sobre el monte Carmelo, historia que encontramos en 1 Reyes. 18.

Debemos tener cuidado con aquellos que dicen predicar, profetizar palabra de Dios, si verdaderamente es así. Hay “muchos falsos profetas que han salido por el mundo”, dice la Biblia. Y “engañarán a muchos, especialmente a los escogidos”. Ellos dicen lo que la gente quiere oír, no lo que Dios dice.

En Mateo 7:21 Jesús dijo: “No todo el que me dice: Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos. Muchos me dirán en aquel día; Señor, Señor ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre echamos fuera demonios, y en tu nombre hicimos muchos milagros? Y entonces les declararé: nunca os conocí; apartaos de mí, hacedores de maldad”.

Allí trajeron a Micaías, quien dijo duramente a Acab: “Israel está derramado como ovejas sin pastor”. No le gustó nada al rey de Israel. “¿No te he dicho –dijo a Josafat– que no me profetizaría bien, sino mal?”. Cierta vez alguien le dijo a un predicador: “Tu mensaje no es popular”. No parecía un elogio. Todo lo contrario. Pero, en el fondo, fue una bendita frase. No es cuestión de decir “lo que se quiere escuchar”, sino lo que Dios dice en Su palabra. Y cuando es así, el mensaje, muchas veces no es popular.

Samuel no fue popular con Saúl, ni Natán con David, ni Oseas, ni Jeremías, ni Malaquías, ni Juan el Bautista, entre tantos otros. No lo fue Pablo, cuando escribió a los corintios: “Porque a la verdad, dicen, las cartas son duras y fuertes; más la presencia corporal débil, y la palabra menospreciable”. No lo fue Jesús, el Maestro, cuando, después de su impopular discurso de Juan capítulo 6 el verso 66 nos dice que la Escritura: “Desde entonces muchos de sus discípulos volvieron atrás, y ya no andaban con él”, lo que provocó su pregunta a los doce: “¿Queréis iros también vosotros?”.

El mensaje del evangelio no es popular. Tampoco la exhortación a la santidad, a la integridad. “Las palabras de los sabios –dice Eclesiastés 12:11– son como aguijones; y como clavos hincados son las de los maestros de las congregaciones, dadas por un Pastor”. Es cierto que también dice que “procuró el Predicador hallar palabras agradables”, pero los aguijones no son meras caricias y los clavos hincados producen heridas en el alma.

Que Dios siga levantando Micaías en medio de Su pueblo. Hombres que cumplan aquello que dice 1 Corintios 4:2: “Se requiere -dice y debemos no ¡notar el énfasis!- de los administradores –hablando de quienes comparten el la Palabra y los misterios de Dios-, que cada uno sea hallado fiel”.

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