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Autor: Eduardo Cartea Millos

El capítulo 20 de 2ª Crónicas nos introduce en un fascinante episodio en la vida de este héroe con pies de barro, que nos muestra cómo Dios actúa cuando le damos lugar, y confiamos en Su poder y Su sabiduría. Ya no nos dominan la culpa, ni el fracaso ni el miedo, sino el Señor en Su poder.


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PE2558 – Estudio Bíblico
Josafat, un héroe con pies de barro (18ª parte)


 


Josafat, ¡No sabemos qué hacer!

Pasadas estas cosas, aconteció que los hijos de Moab y de Amón, y con ellos otros de los amonitas, vinieron contra Josafat a la guerra. Y acudieron algunos y dieron aviso a Josafat, diciendo: contra ti viene una gran multitud del otro lado del mar, y de Siria; y he aquí están en Hazezon-tamar, que es En-gadí. Entonces él tuvo temor; y Josafat humilló su rostro para consultar a Jehová, e hizo pregonar ayuno a todo Judá.

Y se reunieron los de Judá para pedir socorro a Jehová; y también de todas las ciudades de Judá vinieron a pedir ayuda a Jehová. Entonces Josafat se puso en pie en la asamblea de Judá y de Jerusalén, en la casa de Jehová, delante del atrio nuevo; y dijo: Jehová Dios de nuestros padres, ¿no eres tú Dios en los cielos, y tienes dominio sobre todos los reinos de las naciones? ¿No está en tu mano tal fuerza y poder, que no hay quien te resista? Dios nuestro, ¿no echaste tú los moradores de esta tierra delante de tu pueblo Israel, y la diste a la descendencia de Abraham tu amigo para siempre?

Y ellos han habitado en ella, y te han edificado en ella santuario a tu nombre, diciendo: Si mal viniere sobre nosotros, o espada de castigo, o pestilencia, o hambre, nos presentaremos delante de esta casa, y delante de ti (porque tu nombre está en esta casa), y a causa de nuestras tribulaciones clamaremos a ti, y tú nos oirás y salvarás. Ahora, pues, he aquí los hijos de Amón y de Moab, y los del monte de Seir, a cuya tierra no quisiste que pasase Israel cuando venía de la tierra de Egipto, sino que se apartase de ellos, y no los destruyese; he aquí ellos nos dan el pago viniendo a arrojarnos de la heredad que tú nos diste en posesión. ¡Oh Dios nuestro! ¿no los juzgarás tú?

Porque en nosotros no hay fuerza contra tan grande multitud que viene contra nosotros; no sabemos qué hacer, y a ti volvemos nuestros ojos. Y todo Judá estaba en pie delante de Jehová, con sus niños y sus mujeres y sus hijos. Y estaba allí Jahaziel hijo de Zacarías, hijo de Benaía, hijo de Jeiel, hijo de Matanías, levita de los hijos de Asaf, sobre el cual vino el Espíritu de Jehová en medio de la reunión; y dijo: oíd, Judá todo, y vosotros moradores de Jerusalén, y tú, rey Josafat. Jehová os dice así: no temáis ni os amedrentéis delante de esta multitud tan grande, porque no es vuestra la guerra, sino de Dios.

Mañana descenderéis contra ellos; he aquí que ellos subirán por la cuesta de Sis, y los hallaréis junto al arroyo, antes del desierto de Jeruel. No habrá para qué peleéis vosotros en este caso; paraos, estad quietos, y ved la salvación de Jehová con vosotros. Oh Judá y Jerusalén, no temáis ni desmayéis; salid mañana contra ellos, porque Jehová estará con vosotros. Entonces Josafat se inclinó rostro a tierra, y asimismo todo Judá y los moradores de Jerusalén se postraron delante de Jehová, y adoraron a Jehová. Y se levantaron los levitas de los hijos de Coat y de los hijos de Coré, para alabar a Jehová el Dios de Israel con fuerte y alta voz.

Y cuando se levantaron por la mañana, salieron al desierto de Tecoa. Y mientras ellos salían, Josafat, estando en pie, dijo: oídme, Judá y moradores de Jerusalén. Creed en Jehová vuestro Dios, y estaréis seguros; creed a sus profetas, y seréis prosperados. Y habido consejo con el pueblo, puso a algunos que cantasen y alabasen a Jehová, vestidos de ornamentos sagrados, mientras salía la gente armada, y que dijesen: glorificad a Jehová, porque su misericordia es para siempre.

Y cuando comenzaron a entonar cantos de alabanza, Jehová puso contra los hijos de Amón, de Moab y del monte de Seir, las emboscadas de ellos mismos que venían contra Judá, y se mataron los unos a los otros. Porque los hijos de Amón y Moab se levantaron contra los del monte de Seir para matarlos y destruirlos; y cuando hubieron acabado con los del monte de Seir, cada cual ayudó a la destrucción de su compañero. Y luego que vino Judá a la torre del desierto, miraron hacia la multitud, y he aquí yacían ellos en tierra muertos, pues ninguno había escapado.

Viniendo entonces Josafat y su pueblo a despojarlos, hallaron entre los cadáveres muchas riquezas, así vestidos como alhajas preciosas, que tomaron para sí, tantos, que no los podían llevar; tres días estuvieron recogiendo el botín, porque era mucho. Y al cuarto día se juntaron en el valle de Beraca; porque allí bendijeron a Jehová, y por esto llamaron el nombre de aquel paraje el valle de Beraca, hasta hoy. Y todo Judá y los de Jerusalén, y Josafat a la cabeza de ellos, volvieron para regresar a Jerusalén gozosos, porque Jehová les había dado gozo librándolos de sus enemigos.

Y vinieron a Jerusalén con salterios, arpas y trompetas, a la casa de Jehová. Y el pavor de Dios cayó sobre todos los reinos de aquella tierra, cuando oyeron que Jehová había peleado contra los enemigos de Israel. Y el reino de Josafat tuvo paz, porque su Dios le dio paz por todas partes«.

Amigo, esta ha sido la lectura de 2 Crónicas 20:1-30.

Alguien dijo con verdad que el enemigo de nuestras almas tiene tres recursos que utiliza para derrotarnos: la culpa, el fracaso y el miedo. La culpa por pecados cometidos en el pasado. El fracaso por nuestra debilidad en el presente. El miedo por lo que sucederá en el futuro. Muchas veces, aun teniendo la certeza de que Dios ha perdonado nuestros errores y pecados, albergamos por años el sentimiento de culpa. Tal vez hemos herido a alguno, tal vez hemos hecho algo que nos avergüenza. Y aun sabiendo que Dios ha remitido nuestro pecado, sus consecuencias traen a nuestra memoria la realidad de lo que hemos hecho que ha ofendido al cielo.

Si con integridad de corazón nos hemos humillado delante del Señor y con una sincera confesión hemos sido perdonados por Él; si hemos recibido su disciplina y la hemos experimentado como un medio para corregir nuestras conductas, debemos aprender a dejar atrás lo sucedido y, con responsable gratitud a Dios, comenzar una nueva etapa en nuestra vida.

El fracaso es otro recurso empleado por nuestro enemigo para estorbarnos en nuestro camino. Hemos fallado y en nuestra mente asoma de continuo el sentimiento de que volveremos a fallar. Que no tenemos remedio. Que el fracaso será nuestra experiencia permanente. Debemos desechar ese sentimiento que nos angustia, y que nuestro adversario sabe usar muy bien para que el gozo de la comunión y de una vida santa y comprometida con el Señor sea una bendita realidad. David decía: “Renueva, Señor, un espíritu recto dentro de mí”. Y Dios lo hace. Nos renueva. Nos da nuevas fuerzas para seguir y vivir en victoria.

Finalmente, el miedo por el futuro es un sentimiento que nos paraliza. La voz del enemigo es: “si fallaste, fallarás otra vez”. Y ese miedo por el futuro es contrario a una vida de fe y confianza, no en nuestras fuerzas, sino en las del Señor. No en nuestra capacidad, sino en el poder de Cristo. No te dejes atrapar por esos sentimientos. Ni por la culpa, ni por el fracaso, ni por el miedo. Son estrategias del enemigo. Recuerda lo que dice 2 Corintios 2:11: “para que Satanás no gane ventaja alguna sobre nosotros; pues no ignoramos sus maquinaciones”.

Probablemente, Josafat haya tenido estos sentimientos. Particularmente el temor, un miedo paralizante que le llevó a pensar: “¿cómo podré vencer ante un enemigo tan poderoso? ¿Cómo puedo hacerle frente?”. El capítulo veinte nos introduce en un fascinante episodio en la vida de este héroe con pies de barro que nos muestra cómo Dios actúa cuando le damos lugar y confiamos en Su poder y Su sabiduría.

Abordemos la historia. Josafat fue puesto a prueba. Su fe fue puesta a prueba en tiempos en que su reino gozaba de orden y progreso. Cuando hay prosperidad en la vida de los siervos de Dios, el enemigo actúa para molestarles, para robarles la paz, y si es posible, para hacerles caer y dañarles. Por otra parte, Dios permite esas tentaciones y pruebas para afirmar al creyente, para afianzarle, para que busque a Dios con todo el corazón y confíe en Su poder y gracia.

Así leemos en el v. 1 de 2ª Crónicas 20: “pasadas estas cosas… vinieron contra Josafat a la guerra”. Una vez más, la prueba tocó a su puerta. Los pueblos enemigos del pueblo de Dios, se unieron para desestabilizar el reino: Moab, Amón y Edom. No era una circunstancia fácil. La Biblia nos dice que era “una multitud”, y que Josafat tuvo temor. Este temor no es el mismo del que se da cuenta en cap. 19:9. Aquel era temor reverencial, sumisión a Dios. Este temor es miedo. La coalición de ejércitos reunidos para luchar contra Judá era grande e infundió un profundo temor, un inocultable miedo en Josafat, a pesar del numeroso ejército de un millón ciento sesenta mil hombres dispuestos para la guerra (17:14-18). Sin duda, un momento difícil para aquel líder y su pueblo.

El miedo es una de las armas que usa nuestro enemigo. El miedo por el porvenir, por alguna enfermedad, por carencias, por lo que sea. Miedo porque nos sugiere que somos débiles ante las circunstancias. Miedo que nos paraliza, nos abate, nos deprime. Miedo como el de los discípulos en la barca, con el viento que les era contrario, mientras Jesús serenamente dormía. Miedo que les hace gritar con desesperación: “Maestro, ¿no ves que perecemos?”.

Pero, ¿cuál fue la reacción de Josafat? No como vimos en el capítulo anterior que tomó una decisión sin consultar a Dios. No salió a la batalla y después buscó respuesta en Dios. Ahora la Biblia nos dice que Josafat “humilló su rostro para consultar a Jehová”, buscando el consejo, la dirección del Señor, del Dios de los ejércitos, del Dios poderoso en batalla. Aun más: mandó a todo el pueblo a practicar el ayuno, es decir, a buscar al Señor con toda humildad y dedicación, como prioridad absoluta. Aquí tenemos los pilares del éxito: comunión y oración. Sobre este tema profundizaremos en el próximo programa.

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