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Título: La bendición de Jehová es la que enriquece (parte 2)

Autor: Marcel malgo
  NºPE1376

«La bendición de Jehová es la que enriquece», esto es verdad. No podemos cambiarnos a nosotros mismos. Y sin el Señor, no podemos hacer nada de valor para la eternidad. Pero por fe sabemos que Dios el Señor nos dará ampliamente lo que necesitamos, conforme a Su voluntad. Sin embargo, incluso muchos cristianos renacidos no ven claramente cómo pueden permanecer continuamente bajo la bendición de Dios, que sin duda es lo más importante. El autor nos ofrece la llave para poder abrir esta puerta cerrada para muchos.


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La llave hacia los tesoros de Dios

Estimado oyente, para activar las promesas de la Palabra de Dios, es decir, para lograr que el poder de Dios que nos fue concedido por medio del Espíritu Santo en nuestra conversión (Efesios 1:13) se pueda manifestar, tenemos que usar la llave correcta: la oración.

Ora, lucha en oración, para que puedas vivir en santificación. Subrayamos la importancia de la lucha en oración, lo necesario que es clamar y rogar a Dios una y otra vez.

¡Tenemos el ofrecimiento de Dios en Sus promesas firmes! Él todo lo puede y no hay nada difícil para Él. Por eso dice el Señor Jesús:„Separados de mí nada podéis hacer…», pero también:„Al que cree todo le es posible»(Mr. 9:23). Pues„Para Dios todo es posible».

Sin embargo, para llegar a este „todo» de Dios, tenemos que usar una y otra vez la llave de la oración: „Señor, tú has dicho… ¡Hazlo entonces ahora!».

Tomemos como ejemplo una porción de la Palabra de Dios que nos fue comunicada por medio de Pablo:„Cree en el Señor Jesucristo, y serás salvo, tú y tu casa»(Hch. 16:31). Hay muchos hijos de Dios que simplemente lo aceptan y pasivamente confían en que el Señor lo hará, pero ellos mismos se recuestan en su mecedora. Y luego quedan totalmente frustrados si uno o varios de sus hijos se alejan del buen camino, prefiriendo el mundo al Señor Jesús y a Su Palabra. Pero ¿por qué es así? Porque con Dios no hay automatismo. No podemos acostarnos cómodamente sobre el sofá, leer las promesas bíblicas y pensar: „El Señor lo dijo, y como no puede mentir, también lo hará». Es cierto que Él, quien es la verdad, no puede mentir. Pero él espera nuestra oración, nuestro clamor hacia Él, nuestros ruegos: „Señor Jesús, creo en ti y tú me salvaste. Ahora salva, conforme a tu promesa, también a mi esposo (a mi esposa) y a mis hijos, pues tú has prometido: „Cree en el Señor Jesús y serás salvo, tú y tu casa. Gracias porque cumples tu Palabra».

¡Sin oración no es posible!

La carta a los hebreos concluye con esta bendición:„Y el Dios de paz que resucitó de los muertos a nuestro Señor Jesucristo, el gran pastor de las ovejas, por la sangre del pacto eterno, os haga aptos en toda obra buena para que hagáis su voluntad, haciendo él en vosotros lo que es agradable delante de él por Jesucristo; al cual sea la gloria por los siglos de los siglos. Amén»(He. 13:20-21). Seguramente que el autor de esta carta no solamente escribió esto a los lectores, sino que oró fervientemente para que el Señor haga „aptos» a los cristianos hebreos „en toda buena obra para que hagan Su voluntad».

El apóstol Pablo saluda a la iglesia de Tesalónica en su primera carta con la bendición:„Y el mismo Dios de paz os santifique por completo; y todo vuestro ser, espíritu, alma y cuerpo, sea guardado irreprensible para la venida de nuestro Señor Jesucristo. Fiel es el que os llama, el cual también lo hará»(1 Ts. 5:23-24). También aquí podemos estar seguros que Pablo oró insistentemente por el cumplimiento de esta bendición y siguió intercediendo con constancia por la iglesia de Tesalónica.

Por un lado, dependemos completamente de la gracia del Señor. Él comenzó la obra en la vida de Sus hijos y también la llevará a cabo. Él mismo dijo:„Separados de mí nada podéis hacer».Pero por otro lado, las maravillosas promesas que hay en las Sagradas Escrituras no se cumplen así no más. Antes bien, hay que orar por ello, y muchas veces rogar y luchar ferviente y constantemente para que se hagan realidad en nuestras vidas, en las vidas de nuestros prójimos y en los campos misioneros. Dios quiere cumplir todas Sus promesas, justamente también en tu vida. Pero debes mostrarle que esto es lo que tú quieres, rogándole por ello.

Con la mirada puesta en los campos maduros para la cosecha, el Señor Jesús exhortó a Sus discípulos:„La mies es mucha, mas los obreros pocos. Rogad, pues, al Señor de la mies, que envíe obreros a su mies»(Mt. 9:37-38). Dios ve mucho mejor que nosotros que los campos ya están a punto de ser cosechados. Él podría simplemente enviar obreros a Su mies. Sin embargo, Su santa voluntad es que Sus hijos oren para que„envíe obreros a su mies».Dios, por decirlo así, se hace dependiente de nuestros pedidos, de nuestras oraciones e intercesiones. ¡Qué llamamiento supremo, qué gran responsabilidad! De nuestra oración basada en las promesas bíblicas depende, pues, si se entra en la mies, si las personas llegan a la fe en el Señor Jesucristo, justamente también en la propia familia, o si hay un cambio positivo en la iglesia local que ya no tiene interés por la misión. Por eso también es necesario que leamos con dedicación y con oración las Sagradas Escrituras. Pues Dios nos habla a través de Su Palabra, y por medio de la oración – basada en Sus promesas – nosotros oramos a Él.

Puede ser que alguien objete: „Ya no tengo ganas de leer la Palabra de Dios, y apenas tengo tiempo para orar». Si es tu caso, tengo una buena noticia para ti: pide al Señor que Él te dé nuevamente hambre por Su Palabra. Él lo hará y entonces, seguramente encontrarás tiempo y sentirás un fuerte deseo de hablar con Dios por medio de la oración. Si te falta sabiduría en una conversación o en otro asunto, el Señor te dice en la carta de Santiago:„Si alguno de vosotros tiene falta de sabiduría, pídala a Dios, el cual da a todos abundantemente y sin reproche, y le será dada»(Stg. 1:5). La única condición para la oración es la firme convicción que Dios también hará lo que Le pedimos:„Pero pida con fe, no dudando nada; porque el que duda es semejante a la onda del mar, que es arrastrada por el viento y echada de una parte a otra. No piense, pues, quien tal haga, que recibirá cosa alguna del Señor»(vv.6-7).

Si te sientes vacío y cansado, comienza a orar para que Él te llene de Su Espíritu Santo y te dé nuevas fuerzas, como lo ha prometido para los que en Él esperan (Isaías 40:31). El que simplemente piensa que seguramente el Señor hará todo, no recibirá nada de Él. Santiago 4:2 dice al respecto:„Codiciáis, y no tenéis; matáis y ardéis de envidia, y no podéis alcanzar; combatís y lucháis, pero no tenéis lo que deseáis, porque no pedís».

Comencemos a orar, ferviente e insistentemente, para que el Señor pueda obrar en nuestras vidas como nunca lo hizo hasta ahora. Luchemos en oración para que seamos transformados por el Señor, de manera que podamos ser dignos de Él. Él quiere hacerlo y lo hará – nosotros solamente tenemos que levantarnos del sueño y rogarle de corazón por esto. Quiero subrayar esta verdad citando algunas palabras del Salmo 119. Este Salmo, el más largo de la Biblia, tiene 176 versículos. Ya los primeros 38 versículos hablan ocho veces del deseo que el Señor transforme a los que oran a Él, conforme a Su voluntad. En otras palabras, que los santifique más y más: 

 „¡Ojalá fuesen ordenados mis caminos para guardar tus estatutos» (v. 5).

 „Con todo mi corazón te he buscado; no me dejes desviarme de tus mandamientos» (v.10).

 „Haz bien a tu siervo; que viva y guarde tu palabra» (v. 17).

 „Aparta de mí el camino de la mentira» (v. 29).

 „Guíame por la senda de tus mandamientos» (v. 35).

 „Inclina mi corazón a tus testimonios, y no a la avaricia» (v. 36).

 „Aparta mis ojos, que no vean la vanidad» (v. 37).

 „Confirma a tu siervo tu palabra, que inspira reverencia por ti» (v. 38).

¡Que llegues a ser tal hombre de oración, tal mujer de oración!

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