La carta de Pablo a los Filipenses (25ª parte)
7 febrero, 2021La carta de Pablo a los Filipenses (27ª parte)
7 febrero, 2021Autor: Norbert Lieth
Cuando estuvo en la Tierra, Jesús recorrió el camino del sufrimiento para que la voluntad del Padre esté por encima de su propia voluntad. Transitó por el valle del dolor para alcanzar a los hombres con el mensaje de salvación. Nuestro andar como discípulos no se limita tan solo a servir, depende también de nuestra disposición y entrega. No tiene que ver con ser efectivos, sino con que la importancia de nuestra vida venga, renunciando a ella y entregándosela a Dios.
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PE2700- Estudio Bíblico
La carta de Pablo a los Filipenses (26ª parte)
El Poder de la Resurreción
En Filipenses 3:10 leemos: “a fin de conocerle, y el poder de su resurrección, y la participación de sus padecimientos, llegando a ser semejante a él en su muerte,” Aquí entendemos que el Apóstol Pablo quería conocer mejor qué relación tenían con él los sufrimientos de Cristo. Esto no quiere decir sufrir en carne propia el dolor del Señor, llevando las heridas en las manos, en los pies y todo el cuerpo. Esto es imposible, ya que Jesús sufrió sustituyéndonos, sin pecado, y como nuestro Salvador. Participar de sus padecimientos significa tener su misma actitud. Tenemos comunión con sus sufrimientos, no sus sufrimientos. Se trata de experimentar la óptica de Jesús en las penas de la vida con la misma postura que él tuvo.
Cuando estuvo en esta tierra, Jesús recorrió el camino del sufrimiento para que la voluntad del Padre esté por encima de su propia voluntad. Él dijo en Lucas 22:42: “Padre, si quieres, pasa de mí esta copa; pero no se haga mi voluntad, sino la tuya”. Esto refiriéndose al sufrimiento que tenía por delante en la cruz. El Hijo de Dios anduvo por la senda del padecimiento para glorificar al Padre. Su deseo se revela en el Evangelio según Juan 12:28, en donde dice: “Padre, glorifica tu nombre”. El Salvador transitó por el valle del dolor para alcanzar a los hombres con el mensaje de salvación. Como dice Mateo 20:28: “El Hijo del Hombre no vino para ser servido, sino para servir, y para dar su vida en rescate por muchos”.
Nuestro andar como discípulos de Jesús no se limita tan solo a servir, sino que depende también de nuestra disposición y entrega. No tiene que ver con ser efectivos, como se le exige la gente de este mundo, sino de dar importancia a nuestra vida, renunciando a ella y entregándosela a Dios. Esto me recuerda a un hermano de nuestra iglesia, que fue operado en una de sus rodillas. Era una intervención bastante sencilla. Sin embargo, después de regresar a su casa, se generó en la herida una grave infección, por lo que tuvieron que llevarlo de vuelta al hospital. Podría haberse quejado y preguntado: “¿Por qué, Señor?”, pero entendió que esto venía de parte de Dios. Su vecino en la sala había sido operado de una fractura en su pierna. Comenzaron a hablar hasta que la conversación se dirigió hacia el mensaje del evangelio. Una noche, el hermano escuchó cómo su vecino oraba al Señor Jesús. De repente, unos días después, el hombre murió de una embolia.
Querido hermano, padecer por amor a Cristo, siempre tiene sentido, aunque no lo entendamos. Pablo dice en Filipenses 3:11: “… si en alguna manera llegase a la resurrección de entre los muertos”. Con la resurrección de los muertos se refiere al arrebatamiento y a la resurrección relacionada con este hecho. Los no creyentes permanecerán en la muerte hasta el retorno de Jesús en gloria, que se describe en Apocalipsis 20:5 y el juicio final en Apocalipsis 20:11-15. La Iglesia de Jesús, sin embargo, resucitará de entre los muertos antes de que ocurran estos acontecimientos.
Pablo no tenía ninguna duda de que estaría en esta primera resurrección. Todos sus escritos manifiestan su certeza en cuanto a eso. En su carta a los filipenses, capítulo 3 verso 11, lo expresa de esta manera: “Porque para mí el vivir es Cristo, y el morir es ganancia. Mas si el vivir en la carne resulta para mí en beneficio de la obra, no sé entonces qué escoger. Porque de ambas cosas estoy puesto en estrecho, teniendo deseo de partir y estar con Cristo, lo cual es muchísimo mejor”. En nuestro pasaje, Pablo quiere enfatizar que no importa cómo termine su vida, sea como sea tendrá los ojos puestos con firmeza en su gran meta: la resurrección de los muertos. Esta se presenta con más claridad que la vida pasajera. Y es mucho más importante para él que su estado físico aquí en la tierra.
Es de gran ayuda el comentario del autor William MacDonald, acerca de este versículo, que dice lo siguiente: “Pablo estaba refiriéndose a la resurrección física, pero no estaba expresando ningún tipo de dudas acerca de su participación en ella. Más bien, estaba diciendo que no le preocupaban los sufrimientos que pudiera haber delante de él, de camino a la resurrección. Estaba dispuesto a padecer severas pruebas y persecuciones si esto era lo que se interponía entre el presente y la resurrección. La expresión “si de algún modo” no expresa necesariamente duda. Significa un intenso deseo o expectativa que no valora el costo.”
Quisiera subrayar este punto, poniendo como ejemplo una carta que nos escribió una hermana sobre un tema aparentemente desligado del asunto. Dice así: Hace poco visité a una amiga que tiene un vivero. Cuando lo recorríamos para ver las plantas, llegamos a una flor de extraordinaria belleza: un crisantemo dorado en plena floración. Pero para mi asombro, crecía en un viejo balde oxidado. Pensé para mí: “Si esta fuera mi planta, la plantaría en la maceta más linda que tuviera”. Pero mi amiga hizo que cambiara de opinión. Me explicó: “No tenía más macetas y como sabía que pronto sería la más hermosa de todas, pensé que no pasaría nada si la colocaba provisoriamente en este viejo balde. Es solo por unos días, porque luego la plantaré fuera, en el jardín”.
Ahora te encuentras todavía en un estado imperfecto. Quizás Dios te puso, como aquella planta, en un débil cuerpo magullado. Pero un día serás plantado, como una maravillosa flor, en el jardín del paraíso de Dios. Las preguntas que debemos hacernos una y otra vez son las siguientes:
¿Hemos renunciado por completo a nuestra propia justicia o aún nos apoyamos en ella?
¿Nos esforzamos por crecer en el conocimiento de Jesús?
¿Es el poder de Jesús mera teoría para nosotros o es el fundamento de nuestra vida?
¿Estamos dispuestos a adoptar la actitud de Jesús frente a nuestro sufrimiento o lo transitamos pasivamente?
Finalmente, ¿tenemos una clara visión acerca de la importancia de la resurrección de los muertos, perseguimos esa meta, en vez de concentrarnos tan solo en nuestra vida terrenal?
En este punto, comenzaremos a ver temas que desarrollaremos en nuestro próximo encuentro y tienen que ver con las condiciones para proseguir a la meta. Por un lado, requiere sinceridad y reconocimiento, como leemos en Filipenses 3:12 en donde leemos: “No que lo haya alcanzado ya, ni que ya sea perfecto”. Además de un gran esfuerzo que se refleja en la segunda parte del mismo pasaje, Pablo dice: “… sino que prosigo, por ver si logro asir aquello para lo cual fui también asido por Cristo Jesús”. Del mismo modo es fundamental concentrarse en la meta, tal y como encontramos en el versículo que sigue: “Hermanos, yo mismo no pretendo haberlo ya alcanzado; pero una cosa hago: olvidando ciertamente lo que queda atrás, y extendiéndome a lo que está delante, prosigo la meta”. Todo esto sumado a una motivación espiritual como dice Filipenses 3:14, “al premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús”.
No debemos olvidar que para todo esto es preciso la ayuda divina, ya que nuestra voluntad es débil. Por eso en el verso 15 leemos: “Así que todos los que somos maduros, tengamos esta misma actitud; y si en algo tenéis una actitud distinta, eso también os lo revelará Dios”. Para terminar, como hemos visto en programas anteriores tener un mismo sentir con nuestros hermanos está profundamente ligado a poder alcanzar la meta y el versículo 16 de Filipenses 3 dice: “Pero en aquello a que hemos llegado, sigamos una misma regla, sintamos una misma cosa”