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Autor: Samuel Rindlisbacher

En los pasajes estudiados en el programa de hoy el apóstol Pablo, que pasaba por prisiones, dificultades y privaciones, expresa su voluntad de partir para estar con el Señor y a su vez quedarse en este mundo para servir a la Obra y a sus hermanos. Por eso la pregunta que da titulo al estudio de hoy es: ¿Quedar aquí o estar con Jesús?


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PE2683- Estudio Bíblico
La carta de Pablo a los Filipenses (9ª parte)



Pablo estaba en Roma en la cárcel. Allí le ocupaban los siguientes pensamientos: por un lado, añoraba estar con Jesús, por el otro aun veía su lugar en la tierra. Él aún tenía una tarea que cumplir y veía su responsabilidad frente a los creyentes de Filipo. Por eso escribió en Filipenses 1:22-26: “Mas si el vivir en la carne resulta para mí en beneficio de la obra, no sé entonces qué escoger. Porque de ambas cosas estoy puesto en estrecho, teniendo deseo de partir y estar con Cristo, lo cual es muchísimo mejor; pero quedar en la carne es más necesario por causa de vosotros. Y confiado en esto, sé que quedaré, que aún permaneceré con todos vosotros, para vuestro provecho y gozo de la fe, para que abunde vuestra gloria de mí en Cristo Jesús por mi presencia otra vez entre vosotros”.

Pablo tenía un gran deseo hacia el cual trabajaba, como escribe en el versículo 22: “Mas si el vivir en la carne resulta para mí en beneficio de la obra, no sé entonces qué escoger”. Con esto Pablo dijo, que su vida tenía meta y contenido. Él sabía para lo que vivía. ¡Cuán pocas personas pueden decir eso de sí mismos hoy! Pablo seguía esa meta a pesar de las malas circunstancias exteriores. Él se encontraba en la cárcel.

Es el privilegio de un cristiano saber para qué, por qué y para quién vive. Pablo expresó eso algunos versículos anteriores de la siguiente manera: “¡Cristo es mi vida!”. La meta de su vida consistía en ser fructífero. Fructífero en el sentido de que él deseaba ganar personas para Jesucristo y que a continuación deseaba hacerlos avanzar espiritualmente. En eso Pablo veía el sentido y la meta de su vida. Eso él lo dijo, entre otros, también en su carta a la iglesia en Roma leemos en Romanos 11:14: “¡Por si en alguna manera pueda… hacer salvos a algunos de ellos!” hablando de su ministerio a todas las personas. Y con respecto a la continuación espiritual y el crecimiento, dijo en otro pasaje frente a su hijo espiritual en 2 Timoteo 2:2: “¡Lo que has oído de mí ante muchos testigos, esto encarga a hombres fieles que sean idóneos para enseñar también a otros!”. Esas dos cosas: ganar a otros para Cristo y enseñarles en la vida cristiana, en eso Pablo veía el sentido de su vida. Pablo parecía estar indeciso. Por un lado, veía la necesidad de “eficacia fructífera” como se lee en el 1:22, por el otro lado sin embargo escribió en el versículo 23: “teniendo deseos de partir y estar con Cristo, lo que es muchísimo mejor”. ¿Qué pesa más? ¿Qué desea el Señor? Solamente un Pablo vivo aun podía servir a los creyentes en Filipo. Pero por otro lado Pablo tenía el deseo de estar con Jesús.

¿Qué movía a Pablo a decir: “tengo deseos de partir”? Pablo ya era de edad avanzada. Había vivido su vida. Además de eso posiblemente le hacía sufrir la artritis. Pensemos solamente en las frías, húmedas e incómodas celdas de la cárcel. Mucho había sufrido en su vida. Desde su conversión, Pablo estuvo en una lucha continua. Añadiendo a eso, le pesaba la carga de las diversas iglesias. Y no olvidemos las muchas cicatrices físicas que seguramente tenía en su cuerpo. Las lapidaciones, las flagelaciones y los latigazos habían dejado sus huellas para recordarlo podemos leer 2 Corintios 11. ¿Serían esas las razones que movían a Pablo a decir: “tengo deseos de partir y estar con Cristo, lo que es muchísimo mejor”? Sea como fuere, Pablo añoraba estar con su Redentor. Estar allí donde termina la lucha, donde el sufrimiento diario llega a su fin. Estar con Jesús, donde no hay más temor y donde los dolores y el sufrimiento pertenecen al pasado. Pablo había combatido por el evangelio durante toda su vida, se había responsabilizado por la pureza de la doctrina y había luchado por muchas iglesias.

Pablo había vivido en su cuerpo, lo que fue profetizado en Hechos 9:16 sobre su servicio cuando él se convirtió: “Porque yo le mostraré cuánto le es necesario padecer por mi nombre”. También Pablo era un ser humano con límites. Él sufría dolores, de vez en cuando estaba desanimado y se sentía solitario y solo. ¿No es natural entonces que uno añore la patria mejor? Sobre todo, como él sabía lo que ha de venir, pudo ya formarse una pequeña idea de ese mundo futuro. Además, sabía también lo que Jesús había dicho sobre esa patria en Juan 14:2 y 3: “En la casa de mi Padre muchas moradas hay; si así no fuera, yo os lo hubiera dicho; voy, pues, a preparar lugar para vosotros. Y si me fuere y os preparare lugar, vendré otra vez, y os tomaré a mí mismo, para que donde yo estoy, vosotros también estéis”. Pablo añoraba estar con Jesús.

A pesar de añorar ir al cielo, Pablo también veía la necesidad de quedarse en esta tierra. La iglesia aun lo necesitaba. Él aún tenía una tarea que cumplir. También nosotros, aún si “sólo” podemos orar, somos necesarios aún. ¿Oramos por ejemplo por nuestros hijos, los familiares, nuestra iglesia o también por nuestros vecinos? Mientras podamos juntar nuestras manos hay algo que hacer. Tenemos una tarea, y queremos cumplirla con fidelidad, hasta que Jesús nos llame a Su presencia. Como Pablo sabía de esa tarea, siguió escribiendo en el 1:24: “pero quedar en la carne es más necesario por causa de vosotros”. La iglesia aun necesitaba a Pablo. Todavía no había llegado el tiempo de su despedida; había cosas que hacer. Y así Pablo siguió escribiendo en el versículo 25: “Y confiado en esto, sé que quedaré, que aún permaneceré con todos vosotros, para vuestro provecho y gozo de la fe”. La iglesia en Filipos debía crecer espiritualmente en el conocimiento de la voluntad y la persona de Dios. También en esto Pablo tenía una meta, la cual él formula de la siguiente manera: “el gozo de la fe”. Pablo habló aquí de un gozo que resulta de la fe. Ese gozo es independiente de las circunstancias exteriores de la vida, ya que tiene su origen en Dios.

El gozo de la fe viene del conocimiento acerca del Dios vivo y de Su Palabra. Cuando más llego a conocer las conexiones en la Palabra de Dios y descubro en ella los milagros, la gloria de la redención, el carácter de Dios, cuando descubra a Jesús; tanto más grande será el gozo. Cuando además recuerdo las maravillosas promesas de Dios sobre mi vida, crece el gozo en la fe. Ese gozo nace de la fuente de la Palabra de Dios y produce en mí la seguridad: Él me ha llamado, Él me sostiene. Todas las circunstancias de la vida están bajo Su control. Nada, pero absolutamente nada pasa, sin que Él lo considere como bueno para mí. Hasta en la eternidad estoy seguro en Él. Este gozo, que también se mantiene en tiempos difíciles, nadie nos lo puede quitar.

Pablo desea que este gozo recién descrito aumente en los creyentes. Por eso él les escribe desde la cárcel lo que leemos en Filipenses 1:26: “para que abunde vuestra gloria de mí en Cristo Jesús por mi presencia otra vez entre vosotros”. Pablo sabía que la iglesia en Filipos oraba por él. ¿Qué da mayor gozo que cuando Dios escucha nuestras oraciones? Cuando Él responde a nuestras preguntas y peticiones. No puede haber un gozo mayor que cuando Él interviene visiblemente en nuestra vida diaria y cambia las circunstancias. ¡Cuando Él repentinamente responde a una petición hecha desde hace tiempo! Cuando experimentamos algo así, entonces el corazón rebosa de gozo. Estamos llenos de júbilo, nuestro corazón está lleno de agradecimiento, y por encima de todo el nombre del Señor Jesús es grandemente adorado.

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