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Autor: Johannes Pflaum

En esta serie, hemos estudiado que para estar firmes en el tiempo final una característica debe ser amar la venida del Señor y por otro lado apartarnos para Él. Este programa dará cierre al tema sumando otras dos características, la paciencia de Dios que nos sostiene y crecer en gracia y conocimiento de Jesucristo.


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PE3010 – Estudio Bíblico
La firmeza en el tiempo final (3ª parte)



Queridos amigos, continuamos con nuestro estudio sobre:

la firmeza en el tiempo final, basados en 2 Pedro capítulo 3.

El apóstol Pedro nos advierte del peligro de la seducción y nos enseña cuatro maneras de mantenernos firmes. Las primeras dos que tratamos en los programas anteriores son:

  • estaremos firmes si anhelamos la venida del Señor
  • y estaremos firmes si nos apartamos para Dios.

Hoy con la ayuda de Dios estudiaremos las últimas dos:

  • estaremos firmes por la paciencia de Dios que nos sostiene
  • y estaremos firmes si crecemos en la gracia y el conocimiento de Jesucristo.

El apóstol Pedro nos enseña en el versículo 15 de 2 Pedro 3 que la paciencia de nuestro Señor es para salvación. ¿Qué quiere decir con esto?

Lo mismo que ya dijo en el versículo 9:

“el Señor es paciente para con nosotros, no queriendo que ninguno perezca, sino que todos procedan al arrepentimiento.”

Deberíamos siempre tener presente esta verdad, enfocarnos siempre en la salvación de aquellas personas que no conocen a Jesús. La paciencia de Dios es para salvación, pero la palabra salvación en el versículo 15 no apunta tanto a nuestra conversión, sino a nuestra santificación. La carta de Pedro está dirigida a los hermanos en la fe, a personas ya salvas.

El autor Benedikt Peters explica que esta paciencia del Señor redunda en salvación para Sus amados. Él dice: “Aprendamos el principio general de esto: cuando Dios no cumple de inmediato nuestras expectativas, cuando debemos perseverar hasta que llegue la promesa, esto es para nosotros salvación. Es para nuestra bendición cuando Dios no nos da de inmediato lo que pedimos o anhelamos, aunque nuestros anhelos sean buenos”.

Luego menciona ejemplos del libro de Hebreos, de cómo los santos perseveraron en la fe. Es la longanimidad del Señor la que nos capacita para soportar y perseverar para alcanzar la salvación, en el sentido de la perfección.

Esto también es verdad en cuanto a nuestra firmeza. Necesitamos la paciencia del Señor para no dejarnos llevar por los acontecimientos,

pues ha sido Su voluntad que vivamos justamente en este tiempo.

Por otra parte, podríamos aplicar este pasaje a la paciencia que Dios tiene para con su Iglesia. Él esperará hasta que haya entrado la plenitud de los gentiles, hasta que se conviertan al Señor todos aquellos que han de ser añadidos a la Iglesia.

Mirar y contar, después de tantos años de ser cristiano, las innumerables pruebas de la paciencia de Dios en mi vida, me humilla. ¿Cuántas veces el Señor ha esperado con paciencia a que yo mismo reconociera mis errores? ¿Cuántas veces, también en tú vida, te ha salvado o te ha hecho volver al camino cuando estabas a punto de apartarte?

Por un lado, Pedro nos exhorta a nosotros a llevar una vida santa y apartada para Dios. Por otra parte, contamos con la paciencia preservadora de nuestro Señor, para que no nos apartemos del camino y lleguemos salvos a nuestro destino.

Y ahora nos toca sólo el cuarto punto que nos enseña 2 Pedro 3:

Estaremos firmes si crecemos en la gracia y el conocimiento de Jesucristo.

El versículo 17 de nuestro pasaje habla del error o del engaño de los inicuos, es decir, de comportamientos que se oponen directamente a Dios y a Su voluntad. Pedro nos llama a permanecer firmes y estar alertas para no ser arrastrados por ese engaño. Dicho de otro modo, no debemos dejarnos arrastrar hacia el precipicio, como ocurrió con los escaladores que mencionamos en el primer programa.

En el último versículo, el apóstol nos da una alternativa para permanecer firmes: Crecer en la gracia y el conocimiento de nuestro Señor y Salvador Jesucristo. No nos estanquemos en nuestra vida espiritual, porque si lo hacemos, correremos peligro. La manera de mantenernos firmes es crecer espiritualmente de manera continua.

Por otro lado, el llamado a crecer en la gracia de nuestro Señor y Salvador Jesucristo nos hace dependientes de Él.  Tenemos que compenetrarnos del conocimiento de que sólo Él y Su Gracia pueden sostenernos durante toda nuestra peregrinación.

Pedro nos alienta a caminar en santidad y en temor de Dios.

Debemos ser hallados por él sin mancha, e irreprensibles en paz.

No obstante, podríamos autoengañarnos pensando que tenemos todo bajo control, que nuestra firmeza y dedicación a Dios nos sostendrán.

Así lo hizo Pedro, poco tiempo antes de que negara al Señor, estaba convencido de su fidelidad total a Cristo. Sin embargo, sufrió un doloroso, pero saludable desengaño, y ahora nos exhorta a nosotros a crecer, no en nuestra autosuficiencia, sino en la gracia de nuestro Señor y Salvador Jesucristo.

Necesitamos de Su gracia para estar firmes, pues es Su poder lo que nos permite caminar en santidad y temor de Dios —es como un sólido amarre de seguridad que nos sujeta firmemente a la roca, con el fin de que no seamos arrastrados por el engaño y el error.

Cuando comenzamos nuestro camino en el Señor nos convencimos de nuestra santidad y devoción, al igual que Pedro momentos antes de negar a Jesús; sin embargo, con el tiempo comenzamos a ver con mayor claridad que es la gracia de nuestro Señor la que nos sostiene, nos corrige y nos salva una y otra vez. Solo Su gracia nos guarda y nos llevará salvos a Su reino celestial.

Tal como plasmó John Newton en la tercera estrofa del himno Sublime gracia: “En los peligros y aflicción que yo he tenido aquí, Su gracia siempre me libró y me guiará al hogar”.

Entender que todo se lo debemos a la gracia de Dios no nos hace indiferentes, sino dependientes. Me preocupan aquellos que, como los cuatro escaladores de la cara norte del monte Eiger, ponen toda su confianza en su propia dedicación y voluntad.

Los falsos maestros también hablan de la gracia, pero no la conocen, pues se ha transformado para ellos en una excusa para pecar.

El conocimiento y el poder de la gracia de Dios a cambio nos capacitan a llevar una vida santa y piadosa. Esto se evidencia en el hecho de que la gracia se hace cada vez más necesaria para el creyente a medida que va madurando en su fe. Es la gracia de nuestro Salvador Jesucristo que nos sacó de las tinieblas y nos preserva para que podamos mantenernos firmes hasta Su venida.

Hay cristianos que piensan que saben todo lo que hay que saber acerca de su Señor. Cuando les hables de Jesús, ya no brillan sus ojos sino su apática mirada apenas logra encubrir su aburrimiento. Creen que sus conocimientos de teología o de trivialidades curiosas les dará alguna ventaja; sin embargo, no solo no crecen espiritualmente, sino que tampoco están preparados para mantenerse firmes ante los acontecimientos de la vida.

Solo podemos vivir con firmeza cuando reconocemos cada vez más la importancia que Jesús tiene para nosotros y crecemos en Su Palabra.

No podemos separar a Cristo de su Palabra. Escuchamos Su voz y le conocemos a través de su Palabra, allí se nos revela. La lectura de la Biblia va de la mano de la oración y de nuestra comunión diaria con Él. Lo que hace falta son seguidores de Jesús que conocen al Señor, que saben distinguir la voz del Buen Pastor de todas las demás voces. Conocer cada vez más a Jesús nos da firmeza.

Por supuesto que es importante que sepamos discernir y reconocer las falsas enseñanzas. Pero, nuestra firmeza no es alimentada por infinitas búsquedas en Internet investigando todos los posibles vínculos entre herejías, conspiraciones y demás. Aunque es verdad que debemos hacer frente al espíritu de nuestro tiempo, lo que realmente nos hace firmes es el conocimiento de nuestro Señor y Salvador Jesucristo.

Cuidemos pues nuestras prioridades, crezcamos en la gracia y en el conocimiento de nuestro Señor y Salvador Jesucristo, pues incluso en la gloria podremos aún maravillarnos de él y le adoraremos y le serviremos.

Pedro concluye su carta con una alabanza al Señor y Salvador Jesús: “A él sea gloria ahora y hasta el día de la eternidad” (v. 18). Esto es claramente diferente a la actitud de los seductores: para ellos todo gira alrededor de ellos mismos y de sus deseos pecaminosos.

Pensemos una vez más en la tragedia del equipo de escalada —uno tras otro fue arrastrado de su lugar. Pedro nos enseña como permanecer firmes, en medio de todos los acontecimientos que nos asechan, sin dejarnos arrastrar.

Estaremos firmes si vivimos a la luz de la venida del Señor.

Estaremos firmes cuando vivimos vidas santas apartadas para Dios.

Estaremos firmes por la paciencia de Dios, que nos sostiene.

Estaremos firmes si crecer continuamente en la gracia y el conocimiento de nuestro Señor y Salvador Jesucristo. Que así sea en tu vida. Amén.

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