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Autor: Norbert Lieth

¿Cómo podemos hacer para eliminar las obras de las tinieblas de nuestras vidas y ser luz para quienes nos rodean, más allá de sus actitudes hacia nosotros? Estamos viviendo en tiempos en que la Biblia señala que “La noche está avanzada y se acerca el día” y “está más cerca de nosotros nuestra salvación que cuando creímos”


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PE2724- Estudio Bíblico
La noche está avanzada y se acerca el día (3ª parte)



Para comenzar el estudio de hoy leamos juntos el pasaje que venimos estudiando en esta serie. Se encuentra en Romanos 13:10-14 y dice: “El amor no hace mal al prójimo; así que el cumplimiento de la ley es el amor. Y esto, conociendo el tiempo, que es ya hora de levantarnos del sueño; porque ahora está más cerca de nosotros nuestra salvación que cuando creímos. La noche está avanzada, y se acerca el día. Desechemos, pues, las obras de las tinieblas, y vistámonos las armas de la luz. Andemos como de día, honestamente; no en glotonerías y borracheras, no en lujurias y lascivias, no en contiendas y envidia, sino vestíos del Señor Jesucristo, y no proveáis para los deseos de la carne”.

¿Qué debemos hacer? Despertar. Dejarnos avivar en lo espiritual. Otra versión traduce este pasaje de la siguiente manera: “¡Por lo tanto, presten atención a las oportunidades que Dios les da! Ya es hora […]”. Debemos despertar a la acción. En un viaje a Egipto, a orillas del río Nilo, conocí el siguiente dicho: “No puedes llegar a la otra orilla del río, si solo te quedas parado y miras con añoranza el otro lado”. Despierta a la oración. Despierta para dar el paso que hace mucho deberías haber dado. ¡No pierdas la oportunidad de tu vida!

Según Pablo, ¿a qué otras cosas debemos despertar? Al sometimiento a las autoridades y a no desperdiciar nuestras fuerzas en asuntos políticos que de todos modos no podemos cambiar esto se ve en los versos del 1 al 7. Una persona que ha vivido un avivamiento puede notar qué es importante y qué no. Por esto, abogamos por un cambio de Gobierno a través de la segunda venida de Jesucristo. El evangelio cambia el mundo para bien, por lo que no debemos dejarnos determinar por el pecado, sino por el amor de Dios.

El cristiano debería avivar su espíritu, enfocándose en la segunda venida de Cristo. La segunda venida del Señor es mencionada 1527 veces en los 992 capítulos del Antiguo Testamento y 318 veces en los 260 capítulos del Nuevo Testamento. Así de importante es este tema para el Espíritu Santo de Dios, quien inspiró a los escritores bíblicos a escribir tantas veces esta verdad. Pero el peligro está en perder de vista tal aspecto, de cansarnos, de soñar con otras cosas, de no estar atentos. Alguien escribió acerca del pasaje analizado: “Es extraño y vergonzoso que el apóstol Pablo llame a los creyentes a levantarse del sueño, a mirar el reloj profético y reconocer el período o momento en que estamos, a despojarse de las obras de las tinieblas y vestir las armas de la luz. ¿No deberían ese tipo de exhortaciones ser superfluas?”.

En la región de Alemania donde crecí era común el ritual de las cruces de mayo. Cada aldea tenía su cruz de mayo por un tiempo determinado, y era costumbre que estas trataran de robar las cruces de otros pueblos aledaños. Al final de la festividad se consideraba ganadora a la aldea con más cruces. Velábamos día y noche, turnándonos. Algunos tenían la tarea de robar la cruz de otro pueblo, otros, de cuidar que la suya no fuera robada.

Una noche me tocó estar de guardia. Me sentía completamente desvelado, pero al rato sentí algo de sueño. Pensé que cerrar un poco los ojos no traería mayores inconvenientes: de seguro, cualquier ruido, por pequeño que fuese, me despertaría. Además, no era tan sencillo robar una cruz tan grande, pesada y enterrada, sin hacer ruido. De repente desperté de golpe, un compañero me tocaba preguntándome dónde estaba la cruz. No tenía la más mínima idea, pero estaba convencido de haber velado. Ese día me sentí muy avergonzado frente a mis amigos.

¿Qué tiene que hacer un guardia? Hacer su tarea con seriedad y responsabilidad. Ser leal a su líder. Debe tener experiencia en utilizar bien sus ojos, oídos y armas. Aplicado a nosotros, debe conocer la Biblia, estar en constante comunicación con su superior y mantener el contacto. Esto último se logra a través de la oración y la comunión con el Espíritu Santo. Además, un guardia debe saber reaccionar a tiempo y de manera correcta, pues no puede permitirse ninguna distracción.

¿Cuál es la razón por la que la iglesia o los cristianos pierden muchas veces el sentir misionero o el impulso para glorificar a Jesús con toda nuestra vida y posesiones? ¿A qué se debe que nuestros corazones se llenen con cosas pasajeras y sin valor, y que los aspectos espirituales de importancia sean empujados al rincón más lejano? ¡Se debe a que no hemos experimentado un avivamiento! Ya no estamos llenos del Espíritu. El Espíritu de Dios aviva, ilumina, establece prioridades, exalta y glorifica a Jesús, se esfuerza a favor de las cosas de Dios y convence.

El mundo no se enciende con velas prendidas, sino con corazones ardientes.  Solo quienes experimentaron un avivamiento pueden avivar. Necesitamos cambiar nuestra vestimenta: “Desechemos, pues, las obras de las tinieblas, y vistámonos las armas de la luz”. Al sonar el despertador por la mañana, uno se cambia de ropa: se quita el pijama y se viste para el día. Como hijos de Dios debemos ser auténticos, legítimos, sinceros, claros y optimistas. Las tinieblas deben ser desechadas, vistiéndonos con las armas de luz. Las obras de las tinieblas son las que dirigen este mundo, lideradas por el príncipe de las tinieblas. Ellas son todo tipo de pecado, egoísmo, aprovechamiento, codicia, abuso, odio, mentira, guerra, clandestinidad y engaño, entre otras.

La Palabra de Dios nos insta en Romanos 12:9: “Aborreced lo malo, seguid lo bueno”. En 1 Tesalonicenses 5:22: “Absteneos de toda especie de mal”. En 1 Corintios 15:34: “Velad debidamente, y no pequéis”. Y en Efesios 5:8 “[…] andad como hijos de luz”. Las obras de la luz se reflejan en el carácter de Jesucristo, al estar vestidos de la Palabra de Dios, en el amor, en la fe, en la esperanza que tenemos en la segunda venida del Señor, en el ejercicio de los dones, en compartir un mismo sentir y objetivo hacia la meta. La única forma de ser la luz verdadera es combatiendo a las obras de las tinieblas en nuestras propias vidas; lo que es posible tan solo si utilizamos las armas de la luz. Esta expresión ha sido especialmente escogida por el Espíritu Santo: las obras de las tinieblas pueden ser vencidas con las armas de la luz. Por ende, estamos en guerra.

El amor vence al odio. Hace algún tiempo leí la biografía de Richard Wurmbrand y de su esposa Sabina. Él fue Torturado por la causa de Cristo. Su lectura me tocó profundamente. Este matrimonio se había propuesto amar a los demás a pesar de estar rodeados de odio; y fue así, con esa arma, que vencieron a las personas con el corazón más endurecido, de modo que llegaron a ser cristianos convencidos. El arma del Espíritu Santo, que es la Palabra de Dios, vence a la mentira, destroza la duda y la desesperanza. Los comunistas irrumpieron en la casa de Wurmbrand buscando un motivo para arrestarlo, por lo que preguntaron a Sabina si escondía algún arma. Ella respondió: “La única arma que tenemos en esta casa es esta”, señalando su Biblia. De Richard Wurmbrand se decía:

Después de tener que escuchar por años los mismos lemas comunistas, descubrió un arma que es aún más efectiva que el lavado de cerebro: el ‘lavado del corazón’. Nuestro cerebro siempre obedece a nuestro corazón, y cuando Jesucristo limpia nuestro corazón, la cabeza invariablemente lo sigue. Porque como dice Lucas 6:45: “De la abundancia del corazón habla la boca” Como Cristo había perdonado sus pecados, él ahora tenía la libertad divina de perdonar a todos sus semejantes, incluso a sus enemigos. Los comunistas no tenían lugar para Jesús en sus corazones. De la misma manera, Richard no daría lugar en su corazón a Satanás.

Deberíamos prestar atención a las instrucciones de nuestro pasaje de estudio sobre cómo andar de día: Andemos como de día, honestamente; no en glotonerías y borracheras, no en lujurias y lascivias, no en contiendas y envidia, sino vestíos del Señor Jesucristo, y no proveáis para los deseos de la carne”.

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