La pequeña niña y su gran mensaje (7ª parte)

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Autor: Norbert Lieth

El relato de la cura y transformación del general sirio Naamán (2º Reyes 5), tiene varias enseñanzas para los lectores: Cómo Dios obra a través de lo débil y lo pequeño, la importancia de la humildad y el compromiso con el Señor, señales proféticas, amor a los enemigos, testimonio, y más. Un relato rico en ejemplos, algunos para imitar, otros para evitar.


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PE2365 – Estudio Bíblico
La pequeña niña y su gran mensaje (7ª parte)



Hola amigos! Habíamos llegado al doceavo punto a analizar, en el programa anterior, que era: Cuán peligroso es claudicar y hacer compromisos.

Hablábamos de Giezi, el criado de Eliseo, que: Aunque vivía en una atmósfera espiritual, bajo la sombra de un varón de Dios, su corazón estaba en otro lugar. Su corazón claudicaba entre el servicio al Señor y el amor al dinero, a lo material. Ya no estaba lleno del Espíritu del Señor, sino que fue la codicia que finalmente ganó la lucha en su alma. Tenía un corazón dividido.

Nos preguntamos, entonces: ¿Qué caracteriza a un colaborador condescendiente?

En primer lugar: Principalmente está ocupado consigo mismo

En el versículo 20 de 2 Reyes 5, leemos: “Entonces Giezi, criado de Eliseo el varón de Dios, dijo entre sí…” Estaba demasiado preocupado consigo mismo y con sus planes que no se dio cuenta de que lo que estaba haciendo no traía honra y gloria a Dios. Eliseo categóricamente había rechazado los regalos que Naamán había ofrecido después de que reconoció que Dios lo había sanado. Si Eliseo hubiera aceptado un regalo, en parte, estaría recibiendo una remuneración. Eso era lo que Eliseo no quería. Quería que únicamente Dios recibiera el mérito. Eso era demasiado para Giezi. Probablemente pensó: “¡Eliseo está loco! ¿Cómo puede rechazar una oferta tan grande? ¿Cuándo se le presentará otra oportunidad como ésta?” Ellos vivían muy precariamente, pues leemos en el capítulo siguiente: “Los hijos de los profetas dijeron a Eliseo: He aquí, el lugar en que moramos contigo nos es estrecho”. Apenas un talento de plata les hubiera sido de gran ayuda para aumentar la casa. Continuamente tenían que ver de dónde les venía el sustento. Leemos en el capítulo 4, sobre las penurias que también pasaban esos profetas; que hasta un guiso envenenado se les puso en la mesa por falta de otros alimentos.

Giezi ya no sentía una carga para realizar su verdadero deber. En su corazón ya no acompañó el paso del caminar de fe de su patrón.

En segundo lugar: Ya no busca primeramente el reino de Dios, sino que persigue sus propias metas erróneas

“Y siguió Giezi a Naamán” (leemos en el versículo 21). Vemos con qué presteza Giezi corrió detrás de Naamán. En otra ocasión, cuando Eliseo mandó a Giezi que se adelantara a poner su báculo sobre el niño de la mujer sunamita, no leemos que haya salido presuroso a cumplir con su deber. Probablemente la duda y la falta de fe lo dominaban, no creía que el báculo del profeta pudiera hacer algo contra la muerte.

En tercer lugar: Hace uso de una buena causa

Al alcanzar a Naamán, antepuso una buena causa: supuestamente Eliseo, su patrón, lo había mandado; sin embargo, únicamente buscaba su propio provecho: así leemos en el versículo 22: “Mi señor me envía a decirte: He aquí vinieron a mí en esta hora del monte de Efraín dos jóvenes de los hijos de los profetas; te ruego que les des un talento de plata, y dos vestidos nuevos”. Los siervos de corazón dividido utilizan un buen nombre, de una obra misionera o iglesia, pero sólo buscan alcanzar su propio objetivo.

Una vez una persona se hizo pasar por un pariente del Dr. Wim Malgo, pidiendo ofrendas para la misión donde él trabajaba, pero esa persona era la única que tenía provecho de ellas. Otro “hermano” le ayudaba a las personas a hacer su curso bíblico por correspondencia gratuito a cambio de una remuneración. Uno de sus discípulos llegó un día reclamando a la oficina de donde recibía sus cursos, pues, como él no tenía dinero en efectivo, el tipo se había llevado su celular y nunca más regresó.

En cuarto lugar: Se enreda en mentiras y doblez.

Eso hizo Giezi primero con Naamán, y luego con Eliseo. “Mi señor me envía a decirte: He aquí vinieron a mí en esta hora del monte de Efraín dos jóvenes de los hijos de los profetas; te ruego que les des un talento de plata, y dos vestidos nuevos”. Delante de Naamán le dio una explicación “espiritual”: “Mi señor me envía.” Sin embargo, a Eliseo le dio una explicación diabólica: “Tu siervo no ha ido a ninguna parte”. Hizo uso del nombre de Eliseo y trajo vergüenza sobre él.

Tales personas siempre andan con evasivas, con pretextos y excusas, nunca son veraces. No tienen una vida transparente. Pensemos en Judas que dijo que el perfume que María había derramado sobre los pies de Jesús mejor hubiera sido vendido y dado a los pobres, lo leemos en Juan 12:4: “Y dijo uno de sus discípulos, Judas Iscariote hijo de Simón, el que le había de entregar: ¿Por qué no fue este perfume vendido por trescientos denarios, y dado a los pobres? Pero dijo esto, no porque se cuidara de los pobres, sino porque era ladrón, y teniendo la bolsa, sustraía de lo que se echaba en ella”.

En quinto lugar: Busca el enriquecimiento personal.

Giezi estaba dispuesto a recibir una dádiva personal de los hombres, la cual estaba destinada a ser una bendición.
Hoy en día lo vemos más que nunca. ¿Cuántos pastores en la actualidad todavía predican la palabra con el genuino objetivo de servir al Señor y no a los hombres? Es totalmente lo contrario. Cada vez hay más personas que se dan cuenta de que tener una iglesia es un negocio lucrativo. Eso no debería sorprendernos, pues Pablo mismo ya lo había dicho en 1 Timoteo 6:5: “… toman la piedad como fuente de ganancia”; o Tito 1:10 y 11: “Porque hay aún muchos contumaces, habladores de vanidades y engañadores… a los cuales es preciso tapar la boca; que trastornan casas enteras, enseñando por ganancia deshonesta lo que no conviene.” Lo que les interesa es únicamente su enriquecimiento personal, no buscan el reino de Dios y su justicia. Son como Giezi, a quien Eliseo le dijo: “¿Es tiempo de tomar plata, y de tomar vestidos, olivares, viñas, ovejas, bueyes, siervos y siervas?” Aquí se revela lo que había en el corazón de Giezi. No estaba satisfecho con la vida que llevaba. No confiaba en la provisión divina, pues, si era siervo de Dios, Dios mismo tendría cuidado de él y le daría todo lo necesario en el momento adecuado.

Como paga de su falta de fe, y por haber usurpado el nombre de Eliseo y rebajado así la honra de Dios, Giezi recibe la enfermedad que antes marcaba a Naamán, y eso significa que absolutamente ya no estaba en la fe ni en la obediencia, y, al mismo tiempo, nos muestra cuán lejos se había apartado de Dios. Fue marcado por llevar una vida en pecado.

Ésa es una gran lección para todos nosotros. Debemos vivir por fe y recibir todo de las manos del Señor, teniendo puesta nuestra confianza solamente en Él y no en las dádivas.

Hoy en día muchos pastores en verdad quieren servir al Señor de todo su corazón, y se encuentran delante de muchas pruebas. Pablo nos exhorta, en 1 Timoteo 6:9 al 12: “Porque los que quieren enriquecerse caen en tentación y lazo, y en muchas codicias necias y dañosas, que hunden a los hombres en destrucción y perdición; porque raíz de todos los males es el amor al dinero, el cual codiciando algunos, se extraviaron de la fe, y fueron traspasados de muchos dolores. Mas tú, oh hombre de Dios, huye de estas cosas, y sigue la justicia, la piedad, la fe, el amor, la paciencia, la mansedumbre”. Éste es nuestro deber: “… Sigue la justicia, la piedad, la fe, el amor, la paciencia, la mansedumbre” y todas las demás cosas nos serán dadas por añadidura.

Por lo tanto, tengamos cuidado cuando hablamos con nuestro propio corazón. No seamos como aquéllos que sólo están preocupados consigo mismos. El salmista tuvo una experiencia similar, así lo dice en el Salmo 73: “En cuanto a mí, casi se deslizaron mis pies; por poco resbalaron mis pasos. Porque tuve envidia de los arrogantes, viendo la prosperidad de los impíos.… Cuando pensé para saber esto, fue duro trabajo para mí, hasta que entrando en el santuario de Dios, comprendí el fin de ellos”. El Señor quiere que permanezcamos en Su presencia. Entonces estaremos seguros de nuestro llamado, y de que el Señor quien nos llamó también tendrá cuidado de nosotros: Así lo dice el salmista, en el mismo Salmo 73: “Pero en cuanto a mí, el acercarme a Dios es el bien; he puesto en Jehová el Señor mi esperanza, para contar todas tus obras”.

Alguien escribió: “Nadie es más pobre que aquel que sólo dinero posee.” Otro dijo: “¿De qué sirve al hombre en sus primeros 40 años correr con su salud detrás del dinero, y en los siguientes 40 años correr con el dinero detrás de su salud?”

La Biblia nos exhorta claramente en Hebreos 13:5 y 6: “Sean vuestras costumbres sin avaricia, contentos con lo que tenéis ahora; porque él dijo: No te desampararé, ni te dejaré; de manera que podemos decir confiadamente: El Señor es mi ayudador; no temeré lo que me pueda hacer el hombre.”

Que el Señor nos mantenga en completa dependencia de Él. Dejémonos guiar por Su Santo Espíritu para que podamos tener el discernimiento correcto respecto de lo que hemos de hacer o dejar de hacer, para que toda nuestra vida sea para la honra y gloria de Su Nombre.

Naamán proféticamente simboliza a los pueblos gentiles que también pueden ser salvos.

Giezi, en contraposición, simboliza a Israel que ha endurecido su corazón. Se demuestra que es un siervo falso, no confiable, y que busca solamente sus intereses.

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