La primera carta a Timoteo (8ª parte)
5 septiembre, 2021La primera carta a Timoteo (10ª parte)
5 septiembre, 2021Autor: Norbert Lieth
El Dios que quiere que todos los hombres sean salvos, quiere que sea anunciando a todos la salvación en Cristo Jesús, en este tiempo. Vivimos en la dispensación de la gracia, un tiempo privilegiado en cuanto a la revelación de Dios.
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PE2743- Estudio Bíblico
La primera carta a Timoteo (9ª parte)
El testimonio a su debido tiempo
¿Cómo están todos? Vimos en el programa pasado las palabras de primera de Timoteo 2:5-7 donde la Palabra de Dios nos dice: “Porque hay un solo Dios, y un solo mediador entre Dios y los hombres, Jesucristo hombre, el cual se dio a sí mismo en rescate por todos, de lo cual se dio testimonio a su debido tiempo. Para esto yo fui constituido predicador y apóstol (digo verdad en Cristo, no miento), y maestro de los gentiles en fe y verdad”.
Habíamos hecho énfasis en el hecho de que el amor de Dios es tan grande que Él quiere que ninguno se pierda; el precio del rescate fue pagado para todos. Sin embargo, no todos serán salvos, sino solamente aquellos que aceptan personalmente esa salvación que Dios ofrece. Luego dice nuestro texto: “de lo cual se dio testimonio a su debido tiempo”. Esta gran noticia de Dios que paga el rescate por todos, no podía ser silenciada, era necesario anunciarla. Dice William MacDonald: El testimonio tocante a la obra sustitutoria de Cristo debía ser dado a su propio tiempo. El mismo Dios que desea la salvación de todos los hombres y que ha proveído camino de salvación para todos, ha decretado que el mensaje del evangelio sea anunciado en esta era en que vivimos.
¿Cuál es el contenido del mensaje, del testimonio a su debido tiempo? En realidad, todo los que vimos en los versículos anteriores:
- Dios es nuestro Salvador (versículo 3)
- Dios desea que todas las personas sean salvas, y que lleguen al conocimiento de la verdad (versículo 4)
- Hay solamente un solo mediador entre Dios y los hombres, Jesucristo hombre” (versículo 5)
- El Señor Jesús, y solo Él, pagó el precio de rescate por todos. (v.6)
Este es el “testimonio a su debido tiempo”. Y Dios no solamente había decretado que el mensaje del evangelio sea anunciado, sino llamó a Pablo como heraldo y como maestro y apóstol especialmente para los gentiles, pues también ellos están incluidos en la palabra todos.
Finalmente, ¿qué significa ese debido tiempo? Se refiere principalmente a la Era de la Gracia en la cual vivimos, y en la cual se cumplieron en Cristo todas las cosas arriba mencionadas. El apóstol Pablo escribe sobre ese tema en la segunda Carta a Timoteo sobre este ministerio que Dios le había designado y sobre la perfecta cronometría de Dios: “quien nos salvó y llamó con llamamiento santo, no conforme a nuestras obras, sino según el propósito suyo y la gracia que nos fue dada en Cristo Jesús antes de los tiempos de los siglos, pero que ahora ha sido manifestada por la aparición de nuestro Salvador Jesucristo, el cual quitó la muerte y sacó a luz la vida y la inmortalidad por el evangelio, del cual yo fui constituido predicador, apóstol y maestro de los gentiles”. (2 Ti. 1:9-11).
Tenemos el privilegio de vivir en esa época tan especial, en la era del Evangelio, de la gracia, y de la Iglesia. Ahora, sin embargo, tenemos también la responsabilidad de aprovechar al máximo el tiempo de la gracia, “redimiendo el tiempo…” y estableciendo prioridades, perseverando en oración por todos los hombres, proclamando esta verdad. En ese contexto, Pablo subraya la importancia de enseñar la doctrina en fe, y en verdad (versículo 7). La doctrina debe primero llenar nuestro propio corazón, y cuando la enseñamos o compartimos, debemos hacer conforme a la verdad de la sana doctrina: “Quiero, pues, que los hombres oren en todo lugar, levantando manos santas, sin ira ni contienda”. (versículo 8).
“Quiero” es un orden dado con bastante firmeza. No dice: “Me gustaría;” “deseo que;” “les pido;” o “sería bueno si;” ¡No! Se trata de la absoluta y santa voluntad de Dios que los hermanos varones oren, y esto es en todo lugar. ¿Por qué solamente los varones? ¿La orden no incluye a las mujeres? Los varones son mencionados específicamente porque los temas abordados en el versículo son exactamente los puntos débiles de ellos. En su mayoría los hombres no son dados a la oración como lo son las mujeres.
En muchos lugares, las mujeres forman la mayoría en las reuniones de oración. Los hombres tienden más a la desidia que las mujeres. Generalmente, las mujeres echan sus cargas y sus peticiones sobre el Señor varias veces en el día. No así los varones, ellos normalmente llevan sus cargas por todas partes. Deberían aprovechar mejor las oportunidades para orar en todo lugar. Además, el texto anima a los hombres a participar activamente de las oraciones, y a orar en voz alta, y no en silencio. Los hombres también son convocados a dirigir reuniones de oración.
Ellos son llamados a levantar “manos santas.” Aquí se trata menos de una actitud exterior que del modo de vida del hombre. Deben ser “manos santas,” limpias, sin manchas. En ese sentido, el hombre corre mayor riesgo que las mujeres. Sin ira. Principalmente los hombres son más propensos a la ira y a un comportamiento agresivo que las mujeres. En lugar de “sin contienda”, Lutero tradujo acá “sin dudar”. Y eso es otro problema que afecta más a los hombres que a las mujeres. Por naturaleza, el hombre es más escéptico, más racional, y quiere tenerlo todo aclarado y comprendido. Lo que es muy bueno para la vida práctica, pero puede ser un obstáculo para la vida de fe y de oración. Los relatos en los evangelios muestran que las mujeres son obedecen más fácilmente a la fe que los hombres.
¿Qué hacemos con esta exhortación? ¿La tomamos en serio? Es necesario que nos examinemos, y que tomemos una actitud proactiva hacia la oración y en las reuniones de oración. “Asimismo que las mujeres se atavíen de ropa decorosa, con pudor y modestia; no con peinado ostentoso, ni oro, ni perlas, ni vestidos costosos, sino con buenas obras, como corresponde a mujeres que profesan piedad.” (1 Ti. 2:9-10).
Las mujeres también reciben las palabras inconfundibles “yo quiero” de Pablo. Para ellas también no se trata de algo que se pueda ver, hacer, o interpretar de cualquier forma, sino son declaraciones definidas que deben ser aplicadas en la vida práctica. Si arriba fueron aclarados los peligros y debilidades de los hombres, aquí son tratados los de las mujeres. Los versículos 9 y 10 no prohíben el uso de vestimentas lindas y bien cuidadas, ni tampoco vedan el uso de joyas. ¿Cómo sabemos esto? Eso lo aprendemos en un pasaje paralelo que se encuentra en 1 Pedro 3:3-6 allí dice la Biblia:
“Vuestro atavío no sea el externo de peinados ostentosos, de adornos de oro o de vestidos lujosos, sino el interno, el del corazón, en el incorruptible ornato de un espíritu afable y apacible, que es de grande estima delante de Dios. Porque así también se ataviaban en otro tiempo aquellas santas mujeres que esperaban en Dios, estando sujetas a sus maridos; como Sara obedecía a Abraham, llamándole señor; de la cual vosotras habéis venido a ser hijas, si hacéis el bien, sin temer ninguna amenaza«.
Ese pasaje no contradice lo que nos enseña Pablo, sino que son complementarios entre sí. El ejemplo mencionado por Pedro de las mujeres del Antiguo Testamento también nos enseña que no hay una prohibición generalizada contra adornos. Sara, Rebeca y Raquel, y otras santas mujeres del Antiguo Pacto usaban adornos, pues eso era lo normal de aquella época (lea por ejemplo Génesis 24). Estas joyas, sin embargo, no las dominaron, sino que ellas fueron dominadas por la esperanza en Dios. Es lo que vemos tanto en Sara como también en Rebeca y en Raquel, las cuales, a pesar de sus debilidades, estaban espiritualmente enfocadas en el Mesías.
El sentido de este texto es muy simple: lo exterior no nos debe dominar. Adornos exuberantes, vestimenta provocadora y que llama la atención deben ser evitados para que los atributos morales de las hermanas no sean ofuscados. Además: la buena educación, el pudor, la disciplina, las buenas obras, el buen testimonio y el temor a Dios. Si una mujer no lo pone en práctica, termina expresando su falta de temor a Dios, y sus prioridades, motivaciones y objetivos están equivocados. La presentación externa no pocas veces demuestra la condición interna de una persona.
No se trata de contradecir la Biblia cuando una mujer desea tener apariencia atractiva. La belleza, sin embargo, se origina en el interior de la persona. Un carácter suave, modesto y amoroso le concede un brillo al rostro que es imposible de imitar, ni con los mejores cosméticos o con las joyas más caras. Un exterior cuidadosamente elaborado y brillante se pone artificial y frío cuando le falta la belleza interior. Pero, la bella interior, el incorruptible ornato de un espíritu afable y apacible, es de grande estima delante de Dios.