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La Sangre de Cristo

(2ª parte)

Autor: Thomas Lieth

Cada cristiano nacido de nuevo ha sido comprado a un precio muy elevado. La Palabra de Dios dice: “Sabiendo que fuisteis rescatados de vuestra vana manera de vivir… con la sangre preciosa de Cristo…”


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PE1495 – Estudio Bíblico – La Sangre de Cristo


 


Qué gusto estar nuevamente con ustedes, con la segunda parte del mensaje: La Sangre de Cristo. Creo que para comenzar sería adecuado leer nuevamente en 1 Pedro 1, los vers. 18 y 19: “Sabiendo que fuisteis rescatados de vuestra vana manera de vivir, la cual recibisteis de vuestros padres, no con cosas corruptibles, como oro o plata, sino con la sangre preciosa de Cristo, como de un cordero sin mancha y sin contaminación”.
Habíamos mencionado algunas cosas que nos hacen pensar en el alcance de la sangre de Cristo: El perdón por medio de la sangre, La redención por la sangre, La purificación por la sangre, La justificación por la sangre, y La paz por la sangre.

Continuamos ahora con el sexto punto: La santificación por la sangre

Con relación a los sacrificios de animales en el antiguo pacto, cuya sangre era llevada por el sumo sacerdote al lugar santísimo por los pecados, y cuyos cuerpos eran quemados fuera del campamento, dice en Hebreos 13:12:“Por lo cual también Jesús, parasantificar al pueblo mediante su propia sangre, padeció fuera de la puerta”.

Por la preciosa sangre de Jesucristo los cristianos nacidos de nuevo son santificados, apartados para Dios y puestos en una posición sobresaliente. La santificación real sólo es posible por la purificación de nuestra culpa y pecado, y ésta solamente puede suceder por la sangre de Jesucristo. Quien a través de este medio ha alcanzado la purificación de sus pecados, ya no es un hijo de la oscuridad ni de Satanás, sino un hijo de la luz y un hijo de Dios (acerca de esto podemos leer en 1 Juan 3:1 y 2).Sin la preciosa sangre de Jesús, cada persona sería esclava de Satanás, e hija de la oscuridad.

En séptimo lugar, vemos ahora: El acceso por la sangre

Este libre acceso o entrada por medio de la sangre de Jesús, se nos presenta de la siguiente forma en Hebreos 10:19:“Así que, hermanos, teniendo libertad paraentrar en el Lugar Santísimo por la sangre de Jesucristo…”

Por la santificación estamos habilitados a entrar al lugar santísimo. En el antiguo pacto, esto sólo le correspondía al sumo sacerdote, y solamente una vez al año. Por la comunión restaurada con el santo Dios por la preciosa sangre de Jesús, los hijos de Dios pueden“entrar en el lugar santísimo”,no solamente una vez al año, sino siempre. Y como miembros de la iglesia de Jesucristo nosotros mismos nos hemos convertido en templos, como se menciona en 1 Co. 3, 16 y 17, en donde el Espíritu Santo ha entrado a morar.

Jesucristo, por medio de su sangre, alcanzó una salvación eterna para los suyos, ya que su sacrificio es imperecedero y válido para siempre. Ahora Él intercede por nosotros frente al Padre celestial. Así dice Hebreos 9, 12 y 24:“… por su propia sangre, entró una vez para siempre en el Lugar Santísimo, habiendo obtenidoeterna redención… para presentarse ahora por nosotros ante Dios”. Sí, por su sangre nosotros mismos fuimos puestos en la posición de reyes y sacerdotes, como lo dice Apocalipsis 1, 5 y 6:“Al que nos amó(Jesucristo), y nos lavó de nuestros pecados con su sangre, y nos hizoreyesysacerdotespara Dios, su Padre”. Es en este sentido que la primera carta del apóstol Pedro, en el cap. 2, vers. 9 y 10, dice:“Mas vosotros sois linaje escogido,real sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido por Dios, para que anunciéis las virtudes de aquel que os llamó de las tinieblas a su luz admirable; vosotros que en otro tiempo no erais pueblo, pero que ahora sois pueblo de Dios; que en otro tiempo no habíais alcanzado misericordia, pero ahora habéis alcanzado misericordia”.

Por la sangre de Jesucristo, cualquier hijo de Dios tiene derecho a entrar al lugar santísimo, del cual él mismo es parte, a cualquier hora del día y de la noche. Ludwig Albrecht lo dice así en su traducción de Hebreos 10:19:“Así que, hermanos, tenemos libertad para entrar en el Lugar Santísimo por la sangre de Jesucristo”. En otras palabras, eso significa que si aún existiera el templo con el lugar santísimo, cada hijo de Dios podría entrar y salir de ahí en cualquier momento, de día y de noche. Sin la preciosa sangre de Jesús, en cambio, continúa prohibida la entrada a la santa presencia de Dios, tal como en aquel entonces.

La octava cosa que nos hace pensar en el alcance de la sangre de Cristo es:
La victoria por la sangre

En Apocalipsis 12, 10 y 11, leemos:“Entonces oí una gran voz en el cielo, que decía: Ahora ha venido la salvación, el poder, y el reino de nuestro Dios, y la autoridad de su Cristo; porque ha sido lanzado fuera el acusador de nuestros hermanos, el que los acusaba delante de nuestro Dios día y noche. Y ellos le hanvencido por medio de la sangre del Corderoy de la palabra del testimonio de ellos, y menospreciaron sus vidas hasta la muerte”.

Por medio de la preciosa sangre de Jesucristo se completó la victoria sobre la muerte y sobre Satanás. Si fuimos hechos pertenencia de Jesús, también podemos tener parte de esta victoria consumada por Él, sabiendo así que la muerte ya no tiene poder sobre nosotros. La vida eterna nos es prometida.

Vemos ahora, en noveno lugar: La gloria eterna por la sangre


En la conversación que Juan mantuvo con uno de los ancianos frente al trono y frente al Cordero, con respecto a la multitud incontable, lo que leemos en Apocalipsis 7, 14 al 17, se le dijo:“Estos son los que han salido de la gran tribulación, y han lavado sus ropas, y las han emblanquecidoen la sangre del Cordero. Por esto están delante del trono de Dios, y le sirven día y noche en su templo; y el que está sentado sobre el trono extenderá su tabernáculo sobre ellos. Ya no tendrán hambre ni sed, y el sol no caerá más sobre ellos, ni calor alguno; porque el Cordero que está en medio del trono los pastoreará, y los guiará a fuentes de aguas de vida; y Dios enjugará toda lágrima de los ojos de ellos”.

Sin la preciosa sangre de Jesús no hay victoria, vida eterna, ni tampoco gloria. Si alguien dice: “¡Jesús no tenía que ir a la cruz por mí!”, no ha entendido cosa alguna del evangelio. Quien asegura que el mensaje de la cruz es horrendo y carente de amor, no tiene idea de la santidad y el amor de Dios. Quien no adora al crucificado, sino simplemente al niño del pesebre, no ha entendido nada acerca del peso del pecado y sus consecuencias.

No hay otra alternativa: sin la preciosa sangre de Jesucristo no hay perdón, redención, purificación, justificación, ni paz. Sin la preciosa sangre de Jesucristo no hay santidad, y sin santidad no hay acceso a Dios. Y sin la preciosa sangre de Jesús no hay victoria ni gloria. La sangre derramada de Jesucristo, por tanto, nos impulsa a que con más razón exclamemos: “¡Gracias, Dios!”



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