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Autor: Wim Malgo

Es de suma importancia reconocer la santidad de Dios. El que está consiente de este rasgo característico del Supremo, llega a tener oídos aguzados para Su santa y perfecta voluntad, que el Señor manifestó en Su Ley.

«No matarás».

«No cometerás adulterio».

«No darás falso testimonio contra tu prójimo»


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Lo más alarmante en este tiempo avanzado, estimado oyente, en que la escena mundial para el venidero dictador mundial ya está montada casi completamente, es la total ignorancia y dureza de corazón de muchos creyentes, que juegan en pensamientos un juego mortal con el pecado.

Pues otra vez dice el Señor: 

«No cometerás adulterio».

¿No ves que hoy en día somos directamente inundados por una ola de pornografía? Es como si una invasión de espíritus de fornicación por medio de palabras e imágenes quisiera contaminar todo, también los pensamientos de los hijos de Dios. Todos las «invitaciones» a través de la propaganda, las ofertas por internet con toda su seducción atormentan a los creyentes, líderes y pastores como nunca se ha visto anteriormente.

Pero los renacidos tienen que nadar contra la corriente, pues son «santos» en Cristo Jesús, purificados por la sangre del Cordero de Dios. Nuestra posición es – según Santiago 1:27 – : «…pura e incontaminada delante de Dios y Padre… guardarse sin mancha del mundo». Esta pureza no quiere decir de ninguna manera inocencia. No, sino que pureza significa estar sin manchas, tener una vida inmaculada que ha resistido la prueba de la tentación. Esta pureza solamente se puede aprender en el silencio, nunca en público. Nuestro Señor y Salvador Jesucristo exige de nosotros: pureza de nuestro pensar y de nuestra fantasía, castidad de las costumbres físicas y espirituales. En esta ocasión quisiera señalar que en este tiempo rápido y agitado, muchas veces se olvida que la Biblia, la Ley de Dios, no considera el grado del pecado. Pues según las palabras del Señor Jesús, el adulterio cometido solamente en el corazón y el adulterio efectuado, son iguales delante de Dios. Escucha Su Palabra: «Pero yo os digo que todo el que mira a una mujer para codiciarla ya adulteró con ella en su corazón» (Mt. 5:28). Lo mismo vale también en proporción inversa. Así que constatamos que según la Biblia, la Palabra de Dios, un pensamiento impuro es tan malo como el mismo adulterio, un pensamiento codicioso tan malo como el mismo robo. ¡Debemos ser avivados en cuanto a las cosas divinas, hasta que creamos que esto es verdad! ¡Nunca te fíes en la inocencia cuando la Palabra de Dios dice algo contrario! Es triste que también entre mis oyentes haya tales adúlteros y adúlteras que solamente lo han codiciado en pensamientos, en secreto. Pero Dios es serio en lo que advierte, diciendo: «¡Maldito el que no cumpla las palabras de esta ley, poniéndolas por obra!»

Por eso, los israelitas bajo Esdras lloraron cuando escucharon la Ley; por eso también, el rey Josías rasgó sus vestiduras y lloró delante del Señor, cuando le leyeron las palabras de esta Ley. Lo hemos estudiado más a fondo en un programa anterior. Si eres muy sincero y te examinas a la luz de la santidad de Dios, entonces lo sabes tú también: ¡Soy culpable ante Dios!

Dirijamos ahora nuestra atención a otro mandamiento, que está escrito en Éxodo 20:16: 

«No darás falso testimonio contra tu prójimo»

Ciertamente está lejos de ti sostener que nunca hayas mentido, ni por palabras ni por tu actitud. Pues si alguien – excepto Jesús – dijera de sí que nunca mintió, justamente esta presunción sería la mayor mentira, pues Juan escribe en su primera carta en el capítulo 1, versículo 8: «Si decimos que no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos, y la verdad no está en nosotros». El pecado que tenazmente se oculta, impide el avivamiento.

Quisiera hacerte hoy esta pregunta, querido hijo de Dios: ¿Has comprendido que los pecadores aún no salvos, que están desesperados y buscan la verdad, no pueden venir a Jesús en gran número mientras haya todavía pecados no perdonados en las iglesias locales, a pesar de que tenemos el mensaje de salvación? Y ¿estás conciente de que la Iglesia nunca experimentará ningún verdadero avivamiento mientras tú y otros prefieran seguir arrastrando el anatema del pecado y enterrarlo?

En el tiempo de Josué, la marcha de victoria de Israel fue detenida por un solo hombre que ocultaba tenazmente su pecado. Cuando Josué clamó al Señor y Le preguntó por qué no habían podido tomar la pequeña ciudad de Hai, sino que fueron derrotados, El Señor dijo a Josué: «Levántate. ¿Por qué te postras así sobre tu rostro? Israel ha pecado. Han quebrantado mi pacto que yo les había mandado. Han tomado del anatema, han robado, han mentido y lo han escondido entre sus enseres. Por esto los hijos de Israel no podrán prevalecer ante sus enemigos. Más bien, volverán la espalda ante sus enemigos, porque se han convertido en anatema. Yo no estaré más con vosotros, si no destruís el anatema de en medio de vosotros. Levántate, purifica al pueblo y di: Purificaos para mañana, porque Jehová Dios de Israel dice así: Anatema hay en medio de ti, oh Israel. No podréis prevalecer delante de vuestros enemigos hasta que hayáis quitado el anatema de en medio de vosotros» (Jos. 7:10-13). Y entonces Josué sacó las consecuencias y reunió a todo Israel. Echaron suertes y por fin se indicó al pecador: Acán, que había tomado del anatema, oro y plata y un manto precioso, habiendo enterrado todo esto debajo de su carpa. Fue ejecutado por lapidación, por haber transgresado la Ley de Dios.

Le quiero hacer ahora otra pregunta: ¿Quieres quitar hoy el anatema del pecado, que todavía impide el avivamiento en tu familia, en tu iglesia? No es necesario que mueras por eso, como Acán. Pues Jesús fue ejecutado en tu lugar por este anatema de pecado oculto, y El lo quitó. Cuando dice: «¡Maldito el que no cumpla las palabras de esta ley, poniéndolas por obra!», puedes apelar a Gálatas 3:13, donde está escrito: «Cristo nos redimió de la maldición de la ley al hacerse maldición por nosotros (porque está escrito: Maldito todo el que es colgado en un madero)».

La gran tragedia de nuestros días es, para repetirlo al final, que muchos sí han aceptado al Señor Jesús, pero sin reconocer ni confesar lo grande que es su culpa: «Se vuelven, pero no al Altísimo…». Por eso, tu corazón ha permanecido siendo fluctuante, tibio y perezoso hasta el día de hoy, a pesar de que eres cristiano. Pero ven ahora y efectuemos juntos enseguida la Palabra del Señor, que El dijo a Josué: «Levántate, santifica al pueblo, y dí: Santificaos para mañana».

¡Dejémonos santificar para el amanecer de la mañana cuando Jesús venga! Sin embargo, el Señor no seguirá estando contigo si no quitas el anatema del pecado, que está sobre ti a causa de calumnias, maldad, odio, implacabilidad, impureza y otras cosas más. Verdaderamente ya es tiempo que hoy quites completamente el anatema de la idolatría (desobediencia, resistencia, avaricia) y el anatema del adulterio, corriendo con él a los pies de Jesús, confesándole tu pecado enterrado y dejándolo. ¡Pues solamente así será borrado y quitado por la preciosa sangre de Cristo!

Por eso: Ara campo nuevo para ti, pues el Señor quiere hacer bajar ríos de bendición sobre ti, sobre tu familia y sobre tu iglesia. No continúes deteniendo Su obrar por tu desobediencia y por tu tenaz resistencia, sino: ¡arrepiéntete!

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