La seriedad del plazo limitado. 1/4

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Titulo: La seriedad del plazo limitado. 1/4

Autor: WimMalgo 
Nº: PE1048

Escuche este interesante programa de Wim Malgo  en la voz del Pastor Herman Hartwich.

“ La seriedad del Plazo limitado” es el título de este estudio bíblico donde entre otras cosas, estaremos aprendiendo cómo está caracterizado Israel.

 


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La seriedad del plazo limitado. 1/4

Estimado amigo, empezamos este mensaje leyendo Lucas 13:6-9, dice así: «Entonces dijo esta parábola: Cierto hombre tenía una higuera plantada en su viña, y fue a buscar fruto en ella y no lo halló. Entonces dijo al viñador: He aquí, ya son tres años que vengo buscando fruto en esta higuera y no lo hallo. Por tanto, córtala. ¿Por qué ha de inutilizar también la tierra? Entonces él le respondió diciendo: Señor, déjala aún este año, hasta que yo cave alrededor de ella y la abone. Si da fruto en el futuro, bien; y si no, la cortarás.»

En la Escritura, la higuera muchas veces es una imagen para Israel. Pensemos solamente en las palabras de nuestro Señor Jesucristo sobre los tiempos postreros, cuando dice respecto a Israel, en Mateo 24:32-33: «De la higuera aprended la analogía: Cuando su rama ya está tierna y brotan sus hojas, sabéis que el verano está cerca. Así también vosotros, cuando veáis todas estas cosas, sabed que está cerca, a las puertas.» Y en general, los intérpretes de la Biblia dicen que también la parábola en Lucas 13 se dirige al Israel endurecido, que no llevó fruto y todavía recibió un plazo de gracia, el cual, sin embargo, no aprovechó y por eso fue cortado. Pero si leemos nuestra Biblia de manera tan unilateral, lo hacemos demasiado fácil para nosotros. Pues: 

La Palabra de Dios se dirige a todo el mundo

Así, pues, tenemos en esta parábola también el Evangelio de Jesucristo, es decir, la solución del conflicto, en realidad irresoluble, entre la santidad absoluta de Dios y Su justicia por una lado, y Su amor perfecto por otro lado. Pues en virtud de Su perfecta santidad y justicia, tiene que condenar al hombre, porque éste es infructífero según la norma de Dios, siendo que no puede hacer ni llevar «frutos dignos de arrepentimiento». A los ojos santos de Dios, «no hay justo, ni aún uno». Y aunque Dios es también amor perfecto, Su absoluta justicia y santidad Le fuerzan a condenar al hombre pecaminoso. Pero ahora vemos lo maravilloso aquí en esta parábola: ¡señala hacia el Gólgota! Pues después que el dueño de la viña, y con esto de la higuera infructífera, le ha dicho al viñador: «…córtala. ¿Por qué ha de inutilizar también la tierra?», éste se interpone y ruega: «Señor, déjala aún este año, hasta que yo cave alrededor de ella y la abone. Si da fruto en el futuro, bien…». Aplicándolo a la persona individual: ¡Quiero aún trabajar en él y hablar con él para ver si se convierte, si viene todavía a Ti, si tal vez, a pesar de todo, quiere dar fruto: «Señor, déjala aún este año»! Y veo en espíritu cómo el hacha ya levantada se vuelve a bajar, y esto a causa del sacrificio vicario de Jesucristo en la cruz. Por ponerse el Sumo Sacerdote Jesús en la brecha, el juicio es apartado y el amor y la gracia de Dios tienen pleno espacio por Aquél que fue juzgado en nuestro lugar, quien «llevó nuestros pecados en su cuerpo sobre el madero».

Vemos, pues, estimado amigo, que esta parábola del Señor de ninguna manera se puede aplicar sólo a Israel, sino que antes bien es una advertencia seria para cada uno que todavía no ha llevado «fruto digno de arrepentimiento». Por eso, ya Juan el Bautista en su época exhortó a los que confiaban en su propia justicia en Mateo 3: 8 y 10: «Producid, pues, frutos dignos de arrepentimiento… El hacha ya está puesta a la raíz de los árboles. Por tanto, todo árbol que no da buen fruto es cortado y echado al fuego».

Una higuera en la viña – ¿sabe usted qué significa esto?

Exceptuando otros puntos de vista, se trata en esta parábola del Señor de algo muy especial, cuando El dice: «Cierto hombre tenía una higuera plantada en su viña.» Pues conforme a su naturaleza, el lugar que correspondía a esta higuera no era la viña, donde se plantan vides. Con esto, aunque a primera vista el Señor se refiere a Israel, proféticamente visto ya señala a la Iglesia compuesta de judíos y de gentiles, que en aquel entonces era algo aún completamente desconocido. Debemos tomar en cuenta el hecho de que en la Escritura, Israel no solamente es caracterizado por un árbol sino por tres árboles diferentes: 

1. La vid o la viña

«Ciertamente la viña de Jehová de los Ejércitos es la casa de Israel, y los hombres de Judá son su placentero vergel» (Is. 5:7).

2. La higuera

Y Aquí quisiera recordar las palabras de nuestro Señor en Mateo 24:32, que ya citamos: «De la higuera aprended la analogía…»

Y en tercer lugar El olivo

«Jehová llamó tu nombre: Olivo verde de hermoso fruto y buen aspecto» (dice Jer. 11:16). El buen olivo, del cual nos habla Romanos 11, es Israel.

Pero ahora, querido amigo, se nos impone la pregunta muy importante: ¿Por qué califica el Señor a Su pueblo de esta manera? Porque en Su gran amor hacia Israel, Se identificó a Sí mismo con él. Leemos en Isaías 63:9: «En toda la angustia de ellos, él fue angustiado». A través de estos tres nombres de Israel, vemos de manera maravillosa la identificación completa del Señor con Su pueblo – ¡es el Dios Uno y Trino el que se une a Israel!

La higuera, o sea, sus hojas y su fruto, son presentados como señales de la intervención de Dios en la historia universal: «De la higuera aprended la analogía: Cuando su rama ya está tierna y brotan sus hojas, sabéis que el verano está cerca. Así también vosotros, cuando veáis todas estas cosas, sabed que está cerca, a las puertas.» El profeta Joel nos describe el futuro de Israel y la simultánea intervención de Dios de la siguiente manera: «¡Oh tierra, no temas! ¡Alégrate y regocíjate, porque Jehová ha hecho grandes cosas! No temáis, animales del campo, porque los pastizales reverdecerán; porque los árboles llevarán su fruto; la higuera y la vid darán su riqueza». Aquí nos llama la atención – como también en otros pasajes bíblicos, por ejemplo en Miqueas 4:4 o Zacarías 3:10 – que se nombran de una vez la higuera y la vid. Esto no solamente porque el Padre y el Hijo son uno: «Creedme que yo soy en el Padre, y el Padre en mí» (Jn. 14:11), sino porque tanto el Padre como el Hijo se identifican con Israel. Así, pues, vemos en la higuera a Israel y a Dios el Padre, quien, como señal de Su poder, interviene de manera poderosa en la historia universal. Luego, la viña no solamente nos muestra a Israel, sino también a Dios el Hijo, puesto que la viña es la colina del Gólgota, donde fue derramada la sangre de Jesús para nuestro perdón. Y en la imagen de Israel como olivo, vemos a Dios el Espíritu Santo, quien obra con poder en Israel.

Cuando reconocemos estas grandiosas dimensiones de la relación del Dios Uno y Trino con Israel a través de la higuera, la viña y el olivo, entonces nos asombramos y ya no nos atrevemos a decir con ligereza que la higuera que tuvo que ser cortada, pero recibió aún un plazo de un año, es Israel. Antes bien – repito – esta higuera fue plantada en la viña contra la naturaleza. Y aquí pienso en la Palabra de Dios en Romanos 11:24, donde Pablo dice: «Pues si tú fuiste cortado del olivo silvestre y contra la naturaleza fuiste injertado en el buen olivo…» Del versículo 13 desprendemos a quién se dirigen estas palabras del apóstol: «Y a vosotros los gentiles digo…» Nosotros, pues, somos las ramas del olivo silvestre y fuimos injertados en el buen olivo Israel, y esto contra la naturaleza, así como pasó con la higuera extraña que fue plantada en la viña. Por eso, esta parábola señala a Jesucristo y a los que El compró con su sangre, que están implantados en Su cruz, en el Gólgota, en esta viña bañada de sangre. Y así estimado amigo,

– tenemos «redención por medio de su sangre»

– obtuvimos paz con Dios «mediante la sangre de su cruz»

– fuimos «justificados por su sangre»

– fuimos – en virtud de la fe – implantados en la Viña Divina, a la cual antes éramos ajenos y lejanos. Pablo describe esto de manera conmovedora, recordándonos a nosotros los gentiles lo que en realidad ha acontecido con nosotros. Escuche lo que dice la palabra de Dios: «Por tanto, acordaos de que en otro tiempo vosotros, los gentiles en la carne, erais llamados incircuncisión por los de la llamada circuncisión que es hecha con mano en la carne. Y acordaos de que en aquel tiempo estabais sin Cristo, apartados de la ciudadanía de Israel y ajenos a los pactos de la promesa, estando sin esperanza y sin Dios en el mundo. Pero ahora en Cristo Jesús, vosotros que en otro tiempo estabais lejos habéis sido acercados por la sangre de Cristo» .

De esta manera, esta parábola llega a ser cada vez más lúcida y más clara para nosotros. Contiene un mensaje muy serio para nosotros, que fuimos implantados en la viña, en la tierra bañada de sangre del Gólgota. Pues ¿en qué consistía el «gozo que «(el Señor Jesús) «tenía por delante», por el cual El «sufrió la cruz, menospreciando el oprobio»? ¿Por qué «padeció fuera de la puerta de la ciudad… por medio de su propia sangre»? La respuesta es: 

A causa del fruto que permanece.

Estimado amigo, en la próxima emisión continuaremos hablando de este fruto que permanece, y ahora, antes de terminar quiero preguntarle personalmente: ¿Has traído este fruto digno de arrepentimiento del cual escuchamos al comienzo del programa? Que así sea en tu vida, amén.

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