En busca de la verdad
21 febrero, 2008La situación del mundo antes de la segunda venida de Jesús 1/5
21 febrero, 2008Titulo: “La triple base de la resurrección”
Autor: MarcelMalgo
Nº: PE1163
El hecho irrefutable de la resurrección de Jesucristo está fundamentado en tres columnas eternamente firmes:
- La Palabra de Dios, que permanece por la eternidad
- Jesucristo, quien a través de Su resurrección física demostró su poder como Hijo de Dios
- Y los resucitados juntamente con Él aquí y en el más allá.!
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«La triple base de la resurrección»
Estimado amigo, Si usted mal no recuerda, en el programa pasado estuvimos hablando de que cuando Jesús fue crucificado se encontraba en medio de dos malhechores.
Ahora bien, pensemos un poco en nuestra situación, ¿De qué lado de la cruz nos encontramos: Del lado de aquellos que aprueban la cruz, o del lado de los que la niegan? Pues su postura y la mía hacia el crucificado determina el grado de poder que nuestro testimonio tenga en este mundo. ¿De qué lado está usted?
No hay nada que separe tan radicalmente como la cruz de Jesucristo. Eso lo vemos en los dos delincuentes que fueron crucificados a su derecha y a su izquierda. Acerca de uno de ellos leemos: «…uno de los malhechores que estaban colgados le injuriaba, diciendo: Si tú eres el Cristo, sálvate a ti mismo y a nosotros«. La actitud de ese malhechor nos muestra, desde el punto de vista espiritual, la rebelión del hombre natural contra el hecho de haber sido crucificado juntamente con Cristo. Así como Jesús, este malhechor también estaba colgado de la cruz, pero no quiso aceptar ese hecho. Si sólo hubiese sido un espectador de la crucifixión de Cristo, probablemente hubiese estado espiritualmente conmovido, pero desde el punto de vista del sufrimiento de Jesús no se hubiese conmovido mayormente, ni mucho menos se hubiese sentido partícipe. Como observador, no se hubiese tenido que rebelar contra esa situación. Pero ahora, como merecidamente tuvo que sufrir la misma muerte que Jesús, lo injuriaba. Aquí estamos ante la imagen de un creyente que, por causa de la salvación, está crucificado juntamente con Jesús, pero que se rebela contra este hecho e insulta, o bien injuria.
Pero, ¿En qué consiste este insulto? Nada menos que en tratar de quitarse de encima la cruz. ¿Quiere usted también descender de la cruz, como aquel malhechor que decía: «Si tú eres el Cristo, sálvate a ti mismo y a nosotros«? Como quien dice, este delincuente le está pidiendo a Jesús que le ayude a liberarse de la cruz. Si su corazón se rebela, asumiendo una actitud que niegue cualquier humillación, usted también está injuriando la cruz.
Por naturaleza todos tendemos a injuriar, ninguno de nosotros quiere experimentar y comprender la profundidad de estar juntamente crucificados. ¿Cuál es su oración cuando atraviesa una necesidad? ¿Acaso no le pide al Señor Jesús que lo libere de la cruz? «Sálvate a ti mismo y a nosotros» pidió uno de los malhechores. Sin embargo, es mucho mejor pedir lo contrario, como aquel siervo de Dios que fue muy provocado y probado por su entorno. Él oró:
Querido amigo, a pesar de que nuestro Señor Jesús estuvo expuesto a ofensas, y terrible violencia y brutalidad, ya que su honra como Hijo de Dios fue ofendida, en él los clavos sí resistieron. En Mateo 27:38-43 leemos: «Entonces crucificaron con él a dos ladrones, uno a la derecha, y otro a la izquierda. Y los que pasaban le injuriaban, meneando la cabeza, y diciendo: Tú que derribas el templo, y en tres días lo reedificas, sálvate a ti mismo; si eres Hijo de Dios, desciende de la cruz. De esta manera también los principales sacerdotes, escarneciéndole con los escribas y los fariseos y los ancianos, decían: A otros salvó, a sí mismo no se puede salvar; si es el Rey de Israel, descienda ahora de la cruz, y creeremos en él. Confió en Dios; líbrele ahora si le quiere; porque ha dicho: Soy Hijo de Dios.»
Esta reiterada exhortación, que se basó en el supuesto de que él pudiera haber sido el rey de Israel, y las dos menciones de que podría ser el Hijo de Dios, así como la alusión burlona «confió en Dios; líbrele ahora«, fueron para el Hijo de Dios, y rey de Israel, una deshonra sin igual. Pues todo apuntaba a tratar de que bajara de la cruz y dejara sin efecto su obra redentora. Pero los clavos resistieron. Es por eso que la carta a los Hebreos dice acerca de Jesús: «…el cual por el gozo puesto delante de él sufrió la cruz, menospreciando el oprobio …» (Hebreos 12:2). Estas provocaciones fueron para él de incomparable brutalidad, más aún por el hecho de que, en realidad, él sí tenía el poder para haber bajado de la cruz.
Querido amigo, uno de los delincuentes participaba haciendo injurias contra el Hijo de Dios. Pero éste, no sólo se encontraba, de alguna manera, en la cercanía de la cruz de Cristo, sino que colgaba en una cruz al lado de Jesús. Por eso, no se le puede comparar con aquellos burlones que se encontraban parados al pie de la cruz. Antes bien, es una alusión a aquellos creyentes que, de hecho, están juntamente crucificados, pero que se rebelan constantemente contra eso. La realidad del hecho de ser juntamente crucificados, se declara muy claramente en Romanos 6:6: «sabiendo esto, que nuestro viejo hombre fue crucificado juntamente con él ...» Pero no son pocos los hijos de Dios que se defienden con vehemencia contra esto de vivir cotidianamente el estar «…crucificado juntamente con él«. Quiera Dios que nos convenzamos, totalmente, de que la negación del estar juntamente crucificados, no significa nada menos que injuriar a Cristo. Esta conducta de rebelarse se manifiesta, por ejemplo, en perder los estribos, reaccionar mal, odiar, presumir, llevarse por antipatías y simpatías etc. Pero con esta negación de la cruz, nunca podremos ser de bendición para otros.
Los dos delincuentes que fueron crucificados juntamente con Cristo, no sólo son representantes de toda la humanidad sino también de los creyentes. Eso se desprende de la actitud, completamente contraria, del otro crucificado. Uno de ellos dijoNoa la cruz y quiso bajar: «Si tú eres el Cristo, sálvate a ti mismo y a nosotros«. El otro asumió su culpa y reprendió al otro diciendo: «¿Ni aun temes tú a Dios, estando en la misma condenación? Nosotros, a la verdad, justamente padecemos, porque recibimos lo que merecieron nuestros hechos; mas éste ningún mal hizo. Ydijo a Jesús: Acuérdate de mí cuando vengas en tu reino. Entonces Jesús le dijo: De cierto te digo que hoy estarás conmigo en el paraíso«.
Ahora bien estimado amigo, veamos que sólo con la aprobación de la cruz nuestro testimonio delante del Señor tiene validez. Todo lo demás es charlatanería teórica. El malhechor a la derecha de Jesucristo, fue el único ser viviente que intercedió a favor de Jesús. Aparte de él, nadie más alzó su voz por Jesús.
¿Dónde estaban los doce discípulos? Judas se había quitado la vida. Pedro y los otros nueve «brillaban» por su ausencia. Sólo Juan estuvo junto a la cruz de Jesús. Pero también él, su discípulo favorito, permaneció en silencio.
Nadie se animó a interceder a favor de Jesús, salvo éste que colgaba de la cruz a la derecha de Jesús: «…Nosotros, a la verdad, justamente padecemos, porque recibimos lo que merecieron nuestros hechos; mas éste ningún mal hizo.»
Si usted ha reconocido que como hijo de Dios, a través de su actitud cotidiana, es como aquel malhechor a la izquierda de Jesús, que diceNoa estar juntamente crucificado con Cristo, doble sus rodillas ante el Señor y ore con toda sinceridad: «Señor Jesús, perdóname por haberte deshonrado al no aprobar tu cruz, perdóname por haberte injuriado. Ahora quiero decirleSía la cruz. Mi Yo orgulloso, aparentemente piadoso, insolente y de poca fe, está crucificado juntamente contigo.» Con esto, usted le dice que sí a la participación de sus padecimientos. Y entonces, repentinamente, un profundo gozo atravesará su ser, tal como lo dice Pedro: «…gozaos por cuanto sois participantes de los padecimientos de Cristo, para que también en la revelación de su gloria os gocéis con gran alegría«. Doble, también usted, sus rodillas ante la cruz y ya no se rebele contra ella. Ya no injurie al Señor, sino hónrelo a través de la actitud perseverante de estar crucificado juntamente con él, la cual trae mucho fruto eternal.