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Autor: Esteban Beitze

Tu vida se convirtió en una farsa, en una pantalla. Tu conciencia te acusa. Tu vida está llena de amargura. ¿Habrá solución?
Si hemos caído ¿cuál es el camino para la restauración?
Encuentra las respuestas al escuchar este esperanzador mensaje, acerca de la triste realidad de las caídas!!

 


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PE2145 – Estudio Bíblico
La triste realidad de las caídas (4ªparte)



En la Biblia encontramos varios ejemplos de personas que se fueron distanciando de Dios, del lugar donde Él los quería, e invariablemente luego le deshonraron. Las “vías del tren se separaron” y terminaron en el lugar menos deseado. La única solución es volver atrás, al lugar en donde la relación con el Señor era buena.

Un caso emblemático es el de Abraham (en Gn.12). Dios lo había llamado en Ur, para que saliera de allí y fuera a la tierra de Canaán. Él obedeció y llegó a la tierra que Dios luego le prometió por heredad perpetua a él y a su descendencia. Aquél iba a ser su lugar desde ese momento en adelante. Allí estuvo recorriendo la tierra y en cada lugar donde levantaba su tienda también levantaba un altar, o sea, tenía comunión con Dios. Pero, en determinado momento, por haber hambre en la tierra, creyó oportuno irse a Egipto, fuera del lugar de la promesa de Dios y de donde Él lo quería. No buscó saber Su voluntad, aunque había sido clara la orden de que Canaán era, desde ese momento en adelante, su lugar. Obviamente tampoco levantó un altar en Egipto. Luego, por miedo a las personas del lugar, hizo que su esposa dijera que era su hermana, al punto tal que Faraón la tomó por esposa. O sea, regaló a su esposa. Si no fuera por la intervención de Dios, todo hubiera acabado en un gran desastre. Arrepentido y profundamente humillado volvió al lugar donde Dios lo quería tener. Desanduvo el camino hasta el último lugar donde había levantado un altar (del cual leemos en Gn.13:3). Usando el ejemplo de las vías del tren, retornó al lugar en donde las “vías se habían dividido”, allí donde había perdido la comunión con el Señor.

Al observar estos cuatro puntos o pasos descendentes, te das cuenta que has estado descuidando la Palabra, la oración, el compromiso con el Señor, pero si todavía crees que no te va a suceder nada malo, entonces te encuentras a punto de caer. ¡Estás caminando al borde del precipicio! ¡Vuelve ahora! Si no lo haces, muy pronto te verás deslizándote hacia una caída ya inevitable.

El siguiente paso hacia la caída es: El ocio
Llegamos así al quinto paso descendiente o, volviendo al ejemplo del tobogán, ya nos encontramos en caída libre. Llegando a este punto, la caída en el pecado ya está programada. En el pasaje paralelo de Mateo 26:58 leemos: “Mas Pedro le seguía de lejos hasta el patio del sumo sacerdote; y entrando, se sentó con los alguaciles, para ver el fin”. Pedro, en lugar de orar para que Dios le ayude en tan difícil situación, estaba calentándose las manos, sentado sin hacer nada productivo, mientras maltrataban al Señor. Sentado, sin hacer nada, sólo esperaba ver cómo terminaría todo.
Como es comúnmente conocido: “el ocio es el taller del diablo”, y esto es muy cierto. Al no tener algo para hacer, algo útil y bueno en qué enfocar la mente y las fuerzas, uno se pierde en cosas indebidas. Un ejemplo clásico es el de David. En lugar de estar con sus soldados en el campo de batalla, estaba haciendo la siesta. Luego aburrido, estuvo paseándose sobre el techo de su palacio. Fue ahí cuando vio a Betsabé bañándose. Conocemos cómo terminó la triste historia. David cayó en el pecado del adulterio y hasta intentó tapar su pecado con un asesinato.

Una de las actitudes más peligrosas es estar sin hacer nada útil. Puede ser que uno quede acostado en la cama, sólo escuchando música. La mente empieza a volar, y con toda seguridad, no a lo productivo, sano o bueno.

Quizás perdemos el tiempo frente a la televisión, la consola de juegos, o la computadora. También allí la probabilidad de tener tentaciones será grande. Uno de los grandes peligros de los adolescentes y jóvenes, es no aprovechar el tiempo que tienen en algo útil. Invariablemente se caerá en el pecado. En medio de una serie de actitudes bien prácticas destinadas a dejar el pecado y, por el contrario, a hacer lo bueno, el apóstol Pablo dice en Ef. 5:15 y 16: “Mirad, pues, con diligencia cómo andéis, no como necios sino como sabios, aprovechando bien el tiempo, porque los días son malos”.

Esto no significa que no podamos tener un tiempo libre para descansar, o incluso tener unas merecidas vacaciones. Pero, aún el tiempo libre debería ser aprovechado en algo útil. Quizás hacer ejercicio, leer un buen libro, dedicar más tiempo a la lectura de la Biblia, aprender a tocar un instrumento, estudiar un idioma, hacer una manualidad, etc. El hecho de no hacer nada, siempre deriva en algo malo, dañino o incluso en adicciones.

Salomón, el hombre más sabio de la tierra, dijo, inspirado por el Espíritu Santo, en Proverbios 15:19: “El camino del perezoso es como seto de espinos; mas la vereda de los rectos, como una calzada”.

El próximo paso hacia la caída, es: Estar en el lugar equivocado.
En lugar de estar apoyando al Señor o buscar la compañía de los demás discípulos, Pedro estaba sentado con los enemigos, escuchando sus perversos comentarios. Lo leemos en Mt. 26:58: “y entrando, se sentó con los alguaciles, para ver el fin”. Hay una cosa que siempre causará gran tentación: estar con un grupo de personas que rechazan a Jesús, y asociarse y moverse entre mundanos. En un lugar así, es prácticamente seguro que habremos de pecar. Este mundo siempre te va a mostrar y te hará anhelar el calorcito de la compañía de un grupo popular y divertido que está en la “onda”. Nadie quiere ser excluido de los demás y mucho menos, ser objeto de burla. De hecho, todos necesitamos de la comunión con otros. Dios nos hizo como seres sociales que necesitamos uno del otro. Pero, habrá que elegir muy cuidadosamente en dónde y con quién estar. Pedro estaba nada menos que con aquellos que unos instantes antes habían ido a buscar al Señor con palos y espadas, y lo habían prendido (como leemos en Lc. 22:52). Pensaba que al estar entre ellos podría pasar inadvertido.

Quizás también te encuentras disfrutando del calorcito que te da ese grupo. Obviamente que para ser aceptado hay que hacer algunas concesiones. Quizás hay que participar, aunque sea de oyente, de chistes subidos de tono, conversaciones sucias, prácticas inmorales, iniciación en el alcohol y las drogas, etc. Al estar en este lugar, nos estamos exponiendo directamente a la posibilidad de pecar. Es como un ratón en una reunión de gatos.
No tardará mucho en ser víctima de su entorno.

Cierta vez, vino de visita a mi casa un joven. Llamémosle Martín. Yo conocía muy bien a sus padres, que servían al Señor en otro país. Mientras hablaba conmigo, de repente se quedó “bloqueado” por varios segundos, mirando el vacío como cuando se “tilda” una computadora. Entonces, me contó que los médicos le habían diagnosticado que sólo le quedaba el 23 % del cerebro utilizable. Lo demás lo habían “quemado” las drogas. Pero, esto no fue así desde un principio. Había crecido en un hogar cristiano. Iba a las reuniones y participaba del grupo de jóvenes. Pero una vez, a la salida de su trabajo, los compañeros lo invitaron a tomar unas cervezas. Él aceptó, y así fue creciendo el número de salidas con ellos, y también su adicción al alcohol. Obviamente no quedó en la cerveza, sino que le siguieron las bebidas llamadas blancas. Se podía terminar una botella de vodka en una mañana. Luego, esto tampoco le satisfizo. Allí empezaron sus experiencias con las drogas, comenzando con la marihuana, siguiendo con la cocaína, LSD, etc. Su vida moral también desbarrancó terriblemente. Todo era un desastre. Pero, la gracia divina hizo que se arrepintiera y volviera a los caminos de Dios. Pudo dejar de un día para el otro la adicción al alcohol y a las drogas. También rehizo su vida en las demás áreas, y hasta se casó. Pero, sabemos que esta restauración se da en la menor parte de los casos. Vemos aquí el tremendo peligro de encontrarnos en el lugar equivocado.

Otra vez vamos a usar las palabras de advertencia de Salomón, en Proverbios 4:14 al 19: “No entres por la vereda de los impíos, ni vayas por el camino de los malos. Déjala, no pases por ella; apártate de ella, pasa. Porque no duermen ellos si no han hecho mal, y pierden el sueño si no han hecho caer a alguno. Porque comen pan de maldad, y beben vino de robos; Mas la senda de los justos es como la luz de la aurora, que va en aumento hasta que el día es perfecto. El camino de los impíos es como la oscuridad; no saben en qué tropiezan”.

2 Comments

  1. Alejandro Diaz dice:

    Bendiciones de lo Alto por siempre mi amados!

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