Llamado a la oración (10ª parte)

Llamado a la oración (9ª parte)
18 diciembre, 2020
Llamado a la oración (11ª parte)
21 diciembre, 2020
Llamado a la oración (9ª parte)
18 diciembre, 2020
Llamado a la oración (11ª parte)
21 diciembre, 2020

Autor: Wim Malgo

La oración intercesora es un “trabajo” cerca del corazón de Dios. La Biblia nos da ejemplos que nos inspiran a seguir los pasos de estos ejemplos y poder ver la mano poderosa de Dios en las vidas y situaciones por las cuales estamos orando.


DESCARGARLO AQUÍ
PE2657 – Estudio Bíblico
Llamado a la oración (10ª parte)


 


La oración intercesora

Así que, lejos sea de mí que peque yo contra Jehová cesando de rogar por vosotros; antes os instruiré en el camino bueno y recto” (Primera Samuel 12:23). El pecado de negligencia más grande es el de dejar de interceder con perseverancia. Cuando Samuel se despidió de su oficio de juez, él declaró solemnemente, en presencia de todo el pueblo: “lejos sea de mí que peque yo contra Jehová cesando de rogar por vosotros…”. Todos los verdaderos creyentes temen este pecado; oran sin cesar. En Jeremías 15:1, Moisés y Samuel son mencionados por Dios como hombres que están en Su presencia. También Noé, Daniel y Job eran hombres de oración, pues Dios los menciona en Ezequiel 14:14, en adelante. Elías era un hombre igual a nosotros, pero era un hombre que luchaba delante de Dios en oración, y el Señor le oyó (Santiago 5:17). Abraham oraba por Lot encarecidamente, y Dios lo oyó y salvó a Lot (Génesis 18:22).

Ana oraba y lloraba delante del Señor y Él le dio un hijo, y un hijo tal, que se convirtió en un poderoso instrumento de Dios (Primera Samuel 1:10). Senaquerib, el poderoso rey de Asiria, sitiaba a Jerusalén. Judá estaba en gran peligro. Pero, está escrito en Segunda Crónicas 32:20 y 21: “Mas el rey Ezequías y el profeta Isaías hijo de Amos oraron por esto, y clamaron al cielo. y Jehová envió un ángel, el cual destruyó a todo valiente y esforzado, y a los jefes y capitanes en el campamento del rey de Asiria. Este se volvió, por tanto, avergonzado a su tierra, y entrando en el templo de su dios, allí lo mataron a espada sus propios hijos”. Queridos hermanos, ¿cuánto tiempo quieren seguir pecando por ser negligentes en oración? El tiempo urge. Viene la noche cuando nadie puede obrar. ¡Es nuestro deber trabajar en oración! Pablo era un hombre de oración. Sin embargo, la prueba más grande de la urgencia de la oración, la tenemos en el Señor Jesucristo mismo. Si Él, siendo Hijo de Dios, se retiraba a orar tan a menudo, si Él pasaba las noches en oración, ¿cuánto más la necesitamos nosotros?

Aparte de las maravillosas contestaciones de Dios en respuesta a nuestras oraciones, es importante ver cuáles son las consecuencias de la oración. Está escrito, en Lucas 3:21: “Aconteció que cuando todo el pueblo se bautizaba, también Jesús fue bautizado, y orando, el cielo se abrió”. Queridas hermanas y hermanos, ésta es la primera consecuencia. Después que oramos, el cielo se abre. Nuestra vida será llevada entonces debajo de un cielo abierto. Leemos en Lucas 9:29 “Y entre tanto que oraba, la apariencia de su rostro se hizo otra, y su vestido blanco y resplandeciente”. ¿Sabes cómo uno conoce a primera vista, a una verdadera persona de oración? Tiene el resplandor de la gloria de Dios. Cuando Moisés descendió del monte Horeb, luego de haber pasado 40 días y 40 noches en la presencia de Dios, su rostro resplandecía de tal manera que el pueblo tenía miedo de mirarle. Mientras Jesús oraba, la apariencia de Su rostro se hizo otra, y Su vestido blanco se puso resplandeciente. Es una representación de la creciente transformación en la gloria de Jesús que experimentan los creyentes. En la medida en que oras, toda la dureza es eliminada de tu fisonomía. Tu rostro cambiará, y comenzarás a parecerte a Jesús. Experimentarás personalmente la veracidad de Segunda Corintios 3:18: “Por tanto, nosotros todos, mirando a cara descubierta como en un espejo la gloria del Señor, somos transformados de gloria en gloria en la misma imagen, como por el Espíritu del Señor”.

Esto lo podemos observar en la vida de matrimonios que viven en perfecta armonía: los dos cónyuges comienzan a parecerse el uno al otro con el avance de la edad. Según Romanos 8:29, la meta de Dios es que te vuelvas cada vez más semejante a la imagen de Su Hijo: “Porque a los que antes conoció, también los predestinó para que fuesen hechos conformes a la imagen de su Hijo, para que él sea el primogénito entre muchos hermanos”. Esto sucederá si tú miras Su rostro y hablas mucho con Él. Por esto, la oración es uno de los medios más efectivos para ser transformado a la imagen de Jesús. Hay muchos creyentes que aún no están convencidos de la importancia de este hecho. Tienes que ser transformado a la imagen de Jesús. Un día, cuando llegues al más allá, la gran cuestión será si Jesús te reconocerá, esto es, si va a hallar Su imagen grabada en ti. ¿Qué dice Él con referencia a aquellos que dicen: “Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre echamos fuera demonios, y en tu nombre hicimos muchos milagros?”. Esta será Su respuesta: “entonces les declararé: Nunca os conocí, apartaos de mí, hacedores de maldad” (Mateo 7:23).

Sabía quiénes eran, esto sí; pero jamás los conoció a ellos. A pesar de sus actividades y de su religión, nunca habían estado dispuestos a permitir que, por medio de la oración, fueran eliminados sus propios caracteres. Les faltó la disposición de identificarse con la muerte de Jesús. Oímos decirles algo que nos hace estremecer: “Apartaos de mí, nunca os conocí”. “Y entre tanto que oraba, la apariencia de su rostro se hizo otra, y su vestido blanco y resplandeciente”, ¡Hija de Dios: ora! ¡Hijo de Dios: ora! Busca a Jesús y a Su luz. Podemos experimentar estos efectos de la oración solamente cuando actuamos según el modelo bíblico, que es el de retirarse absolutamente. Jesús dice, en Mateo 6:6: “Mas tú, cuando ores, entra en tu aposento, y cerrada la puerta, ora”. Él mismo se retiraba a la soledad, “…subió al monte a orar aparte, y cuando llegó la noche, estaba allí solo” (Mateo 14:23).

¿Por qué debemos retirarnos, cerrar la puerta, buscar la soledad? Porque todo el infierno se moviliza contra los que oran. Toma esto en consideración. Cuando te pones a buscar decididamente la presencia de Dios, seguramente serás confrontado con cualquier acción de impedimento de parte de Satanás: comienza a sonar el teléfono, viene una visita, el bebé empieza a gritar, y de repente, se te antoja realizar deberes muy importantes. Jesús lo experimentó también. Está escrito, en Marcos 1:35 “Levantándose muy de mañana, siendo aún muy oscuro, salió y se fue a un lugar desierto, y allí oraba, y le buscó Simón, y los que con él estaban, y hallándole, le dijeron: Todos te buscan”. Vemos, por tanto, que la gente en su agitación perseguía a Jesús, a aquel hombre poderoso en oración. Hoy estamos rodeados por gente apurada y nerviosa. La Escritura dice: “Y que procuréis tener tranquilidad” (Primera Tesalonicenses 4:11), y “Estad quietos, y conoced que yo soy Dios” (Salmos 46:11). El camino en pos del Cordero es un camino solitario, un camino de silencio.

Por esto, te pido encarecidamente: busca un lugar donde puedas buscar al Señor en la soledad, en oración, y no permitas que algo o alguien te aparte de esto, pues así dice el Señor: “Y me buscaréis y me hallaréis, porque me buscaréis de todo vuestro corazón, y seré hallado por vosotros” (Jeremías 29:13.14). Dios espera poder bendecirte, Dios anhela poder revelarse a muchos por medio de tu oración. Huye, pues, de la agitación y refúgiate en la soledad. Y tan cierto como que la Biblia es la palabra de Dios y no puede mentir, tan cierto es que tendrás un encuentro con Dios, y Él se podrá revelar poderosamente por medio de tu vida de oración.


Si desea puede adquirir el libro sobre el que se basa esta serie de programas.


Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Elija su moneda
USD Dólar de los Estados Unidos (US)