Preguntas y Respuestas (prog. Nº 447)

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Contestamos a la luz de la Biblia la siguiente pregunta:

  • La ley – ¿cumplida o concluida?
  • ¿Será que Dios se arrepiente?

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PR447 – Preguntas & Respuestas
Preguntas de los oyentes  



Rodrigo: Jorge: como ya lo hemos anunciado tenemos esta pregunta de un amigo de nuestras publicaciones que nos dice así: La ley — ¿cumplida o concluida?
En su revista, he leído la siguiente frase: “… Con la muerte del Mesías, la ley llegó a su fin…” Me parece que esta formulación no es correcta. La ley, más bien, llegó a un nuevo y definitivo cumplimiento a través de Yeshua. El “fin”, sin embargo, nunca fue mencionado por Yeshua. Según mi manera de pensar, es peligroso escoger este tipo de formulación en tiempos de disolución de todos los mandamientos. Pero, quizás se trate de un error de traducción del escrito del autor.

Jorge: Jesús dijo, que Él no había venido para abrogar la ley o los profetas, sino para cumplirlos (Mt. 5:17). Con relación a esto, Pablo explica que Cristo es el fin de la ley (Ro. 10:4). En Hechos, los apóstoles establecen, para los cristianos gentiles, que ellos no están atados a la ley de los judíos: “Pero en cuanto a los gentiles que han creído, nosotros les hemos escrito determinando que no guarden nada de esto; solamente que se abstengan de lo sacrificado a los ídolos, de sangre, de ahogado y de fornicación” (Hch. 21:25). La carta a los hebreos habla claramente de la abolición del mandamiento antes válido (He. 7:18-19). Esta carta declara al primer pacto como obsoleto, anticuado y cercano a la desaparición (He. 8.13). Y de hecho, desde la destrucción (desaparición) del templo, la ley de Moisés ya no puede ser cumplida. En cuanto a los sacrificios pertenecientes a la ley, dice que los mismos han sido absueltos por el sacrificio de Jesucristo, y luego continúa diciendo: “He aquí que vengo, oh Dios, para hacer tu voluntad; quita lo primero, para establecer esto último. En esa voluntad somos santificados mediante la ofrenda del cuerpo de Jesucristo hecha una vez para siempre” (He. 10:9.10).
¿Cómo puede ser, entonces, que Jesús diga una cosa y que Pablo y la carta a los hebreos mencionen algo diferente? Sabemos que la Biblia no se contradice. De ahí, que debemos tener en cuenta lo siguiente:
Jesús, en su tiempo, hablaba solamente con judíos que aún vivían en el antiguo pacto. A esa altura de las cosas, aun no existía la iglesia neotestamentaria, ni el totalmente nuevo pacto de la dispensación de la iglesia.
Jesucristo, con Su declaración, enfatiza la inspiración, autoridad e infalibilidad de las Sagradas Escrituras.
El Señor ya señalaba que la justicia de los escribas y fariseos, la cual querían alcanzar a través de las obras de la ley, sería sobrepasada por algo superior: “Porque os digo que si vuestra justicia no fuere mayor que la de los escribas y fariseos, no entraréis en el reino de los cielos” (Mt. 5:20). ¿Cómo se puede exceder el cumplimiento de la ley de las piadosas autoridades judías y alcanzar la justicia que es válida delante de Dios? Solamente a través de la fe en Jesucristo y de Su obra realizada en la cruz.
El Señor señaló que después de Su ascensión al cielo, el Espíritu Santo revelaría a Sus apóstoles otras verdades aún más profundas (Jn. 16:13).
Con Pentecostés surgió algo totalmente nuevo, es decir una iglesia compuesta por judíos y gentiles, en cuya dispensación, Israel, hasta el cumplimiento del número de las naciones, prácticamente no tiene importancia. Por eso, tampoco la ley dada a Israel tiene un significado especial, sino que más bien son válidas las directivas del Nuevo Testamento.
El Nuevo Testamento explica y cumple el Antiguo Testamento.
A través de la presencia de Jesucristo en la vida de una persona, es decir a través del nuevo nacimiento, todas las leyes de Dios han llegado a su cumplimiento. “Porque el que ha entrado en su reposo, también ha reposado de sus obras, como Dios de las suyas” (He. 4:10).
El creyente neotestamentario ya no se encuentra bajo el antiguo pacto, sino bajo el nuevo pacto (He. 8:6-13). Ya no está bajo la ley de Moisés, sino bajo la ley de Cristo.


Rodrigo: Por otro lado, la siguiente pregunta dice lo siguiente: ¿Será que Dios se arrepiente?
Recientemente, el tema de la prédica en el culto fue el diluvio. Al final, nuestro pastor formuló una pregunta a la congregación, acerca de qué conclusión se podría sacar de las palabras de Génesis 8:21: “Y … dijo Jehová en su corazón: No volveré más a maldecir la tierra por causa del hombre… ni volveré más a destruir todo ser viviente, como he hecho.” Paralelamente a este texto podríamos mencionar otros, como Génesis 6:7, en que Dios estuvo arrepentido de haber hecho al hombre. Como respuesta a la pregunta del pastor, se levantó un importante anciano de la congregación y contestó, ¡que también Dios comete errores! Dijo esto con un dejo de despreocupación, como si fuera tranquilizador que Dios en esto fuera tan “humanamente” parecido a nosotros. Estoy seguro que él lo dijo realmente en serio, como si Dios realmente hubiera tenido que entender que había cometido una tontería, habiendo actuado precipitadamente y con ira descontrolada. Para mí, su declaración es totalmente inaceptable. Pero, ¡no puedo vivir con esto! Se me presentan miles de preguntas: ¿Cómo se puede confiar en un Dios que comete errores?! ¿En qué más ha cometido errores o podrá cometerlos? Quizás también haya errores en las Sagradas Escrituras, ¿pero cuales? ¿Quizás el Gólgota sea un error? Si esto fuera así, uno ya no podría confiar en nada, y la fe y la iglesia no tendrían sentido. Pero, ¿en qué sentido habría que entender esta expresión “se arrepintió”, según su opinión? Después de todo, en Números 23:19 (también en 1 Samuel 15:29) dice: “Dios no es hombre, para que mienta, ni hijo de hombre para que se arrepienta.”

Jorge: El pasaje en el cual dice que Dios estaba arrepentido está en Génesis 6:5-6: “Y vio Jehová que la maldad de los hombres era mucha en la tierra, y que todo designio de los pensamientos del corazón de ellos era de continuo solamente el mal. Y se arrepintió Jehová de haber hecho hombre en la tierra, y le dolió en su corazón.”
La palabra hebrea traducida como “arrepentirse”, no puede ser entendida en el sentido de arrepentimiento o de un error de parte de Dios. Esto queda claro en Números 23:19: “Dios no es hombre, para que mienta, ni hijo de hombre para que se arrepienta. El dijo, ¿y no hará? Habló, ¿y no lo ejecutará?”
La palabra “naham” (arrepentirse) tiene el significado básico de “tener compasión” o “darle a uno lástima”. Por eso, el erudito judío Martín Buber traduce este versículo de la siguiente manera: “Le dio lástima haber hecho al ser humano sobre la tierra, y se afligió en su corazón.” El sentido de todo esto, indica que a Dios le dio lástima tener que castigar. Al Todopoderoso no le gusta tener que castigar, le aflige, le da lástima, tiene compasión, pero a causa de Su Santidad y Justicia, Él aun así lo tiene que hacer. De modo que el arrepentimiento de Dios debe ser entendido como compasión, es decir como indicación de lo intolerable de la situación pecaminosa, ocasionada por el ser humano, haciendo necesaria la anulación de Su cariño.
De modo que no es que el Señor describa Su actuación como un error, sino que Él sigue teniendo la razón en todo lo que hace (Jer. 12:1). Más bien, Él se lamenta de que el ser humano se cierre al designio de Su amor. De esta manera, este “arrepentimiento de Dios” nos da una idea del corazón de Dios.

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