Orando en todo tiempo (1ª Parte)
30 abril, 2013Su Tiempo Diario con Jesús
30 abril, 2013Orando en todo tiempo
(2ª parte)
Autor: William MacDonald
La palabra discípulo ha sido por demás utilizada, y cada usuario le ha dado el significado de su conveniencia. El autor de este mensaje nos lleva a examinar la descripción de discipulado que presentó Jesús en sus enseñanzas, la cual se halla también en los escritos de los apóstoles, para que aprendamos y descubramos más acerca de este concepto.
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PE1906 – Estudio Bíblico – Orando en todo tiempo (2ª Parte)
Hola amigos, comenzamos repasando algunos conceptos ya expresados, para luego continuar adelante, hasta la conclusión del tema.
Rara vez Dios hace algo, si es que alguna vez lo hace, que no sea una respuesta a la oración. La oración siempre es el preludio de la bendición.
R. A. Matthews agregó su testimonio a esta verdad: “Dios ha hecho que ciertas actividades Suyas estén limitadas a llevarse a cabo sólo en respuesta a la oración de Su pueblo. A menos que oremos, Él no obrará. El cielo puede querer que algo suceda, pero el cielo espera y estimula a la tierra a que tenga la iniciativa de desear esas cosas, y luego a orar para que acontezcan. La voluntad de Dios no se hace en la tierra por causa de una omnipotencia inexorable que está “allá arriba”, que gobierna sobre todas las cosas o ignora la voluntad de los hombres en la tierra. Por el contrario, Dios ha dispuesto que sus manos dejen de obrar hasta que vea a un hombre, un intercesor que suplica “Tu voluntad sea hecha aquí en la tierra”, en alguna situación específica”.
El Dr. Moberly lo expresó de la siguiente manera: “Él estipula que su propia obra dependa de las oraciones de los hombres”.
La oración mueve a Dios a hacer cosas que de otra forma no hubiera hecho. Esto queda en claro en lo que dice Santiago 4:2; y 5:16:“… no tenéis lo que deseáis, porque no pedís”. “La oración eficaz del justo puede mucho”.
Esto deja a un lado la noción de que todo lo que la oración logra es que nos lleva a sujetarnos a lo que Dios habría hecho de cualquier forma. Dios siempre responde la oración exactamente en la forma en nosotros la hubiéramos respondido si tuviéramos Su sabiduría, amor, y poder. Algunas veces, la respuesta es precisamente lo que pedimos. Algunas veces el Señor dice: “Espera”. Y algunas veces dice: “No, eso no sería bueno para ti”. Algunos pueden objetar “¿Qué me dice de la salvación de los seres queridos? Oramos por ellos pero no se salvan”. Creo que cuando oro por una persona no convertida, Dios le habla de alguna forma. Quizás alguien le entrega un folleto, o le habla del Señor. Quizá escuche un programa cristiano en la radio o en la TV. O quizás Dios, en forma misteriosa, incomode su conciencia. Dios habla, pero Él no salva en contra de la voluntad del individuo. En Su soberanía, decidió permitirle al hombre su propia voluntad en este asunto. Él no va a llenar el cielo con personas que no quieran estar allí.
La obra de Dios se hace más por medio de la oración que por medio de cualquier otra cosa.
R. A. Matthews, nos hace un brillante comentario sobre esto: “La oración está a la vanguardia de cualquier obra de Dios. No se trata de un cohete espiritual suplementario que logra catapultar algún esfuerzo bienintencionado del suelo. La oración es la obra y el poder para obrar en cualquier ministerio espiritual. Debería ser el impulso inicial. La historia espiritual de cualquier misión o iglesia se escribe en su vida de oración. La expresión de la vida corporal no se mide por las estadísticas, sino por la profundidad de la oración. El programa de predicar, enseñar, servir, establecer metas, adoptar cosas nuevas, la tecnología del siglo veintiuno, los seminarios sobre administración del tiempo y procedimientos administrativos son todos buenos, efectivos y productivos, únicamente si están sujetos a la oración”.
La oración debería ser un gozo para nosotros. Lo era para el apóstol Pablo.
En Filipenses 1:4 él dijo:“… siempre en todas mis oraciones rogando con gozo por todos vosotros”.Esta no es la actitud general en cuanto a la oración, según Donald English. ¡Qué diferencia con lo que muchos libros de texto dicen sobre la oración (La oración es un deber, una disciplina, una rutina, un ritual)! Pablo dice: “Perdónenme, sucede que, en mi caso, yo la disfruto”. ¿Qué hay de malo endisfrutarla oración? Sé que hay tiempos en los cuales debe ser una disciplina, una rutina. Pero, ¿acaso no se nos permite disfrutar el calor del Espíritu cuando oramos, el cual nos capacita para emprender actividades con gozo?
La oración conduce a la persona a alturas que le pueden marear. Generalmente, se mueve en el área de lo imposible y lo consigue.
Como dice esta cita de Wm. Cowper:
“La oración hace que las nubes más negras se retiren.Sube por la escalera que Jacob vio,Ejercita la fe y el amor,Otorga cada bendición celestial.Si restringimos la oración dejamos de luchar.La oración hace que la armadura del cristiano brille.Y Satanás tiembla cuando veAl cristiano más débil sobre sus rodillas”.
Alguien dijo: “Mido mi efectividad en base al número de personas por las que oro y el número de personas que oran por mí”.
La oración va al Padre a través del Hijo (así nos dice Ef. 2:18). En Apocalipsis 8:1 al 4, el Señor Jesús aparece como un ángel con un incensario de oro. Cuando nuestras oraciones llegan hasta Él, les agrega incienso y las ofrece sobre el altar de oro delante de Dios. El incienso es la fragancia de Su persona y de Su obra. Cuando nuestras oraciones llegan hasta Dios, todas las impurezas han sido quitadas y las oraciones son absolutamente perfectas.
La oración es más importante que el servicio.
Así dice esta cita de un autor desconocido: “Dios le da más valor a la oración y la comunión que al trabajo. El Novio Celestial está galanteando por una esposa, no está consiguiendo una empleada”.
Honramos a Dios por la grandeza de nuestras oraciones. Un mendigo le pidió a Alejandro el Grande que le diera una granja, una dote para su hija y una buena educación para su hijo. Luego, sus asesores le reprocharon por haberle otorgado todos sus pedidos. Ante esto, Alejandro dijo: “Me cansan todas las personas que vienen pidiéndome una moneda de oro. Este mendigo me trató como un rey; me pidió a lo grande”. Deberíamos pedir a lo grande. Recordemos estas palabras de John Newton:
Usted viene ante un rey. Preséntele grandes peticiones. Porque su amor y poder son talesQue nunca puede pedir demasiado.
Con demasiada frecuencia, nuestras oraciones son muy tímidas, como lo sugiere este poema de M. Calley:
“Si hubieras vivido cuando Cristo estaba en la tierraY hubieras encontrado al Salvador¿Qué le habrías pedido que hiciera por ti, si tú fueras ciego? El niño consideró, y luego respondió: “Supongo que, sin duda, le habría pedido al SeñorUn perro con una cadena, para que me pudiera conducir a diario”.
Con cuanta frecuencia en nuestras oraciones carentes de fe, nos damos cuenta con una vergonzosa sorpresa, Que sólo hemos pedido un perro con una cadena Cuando podríamos haber tenido nuestros ojos abiertos.”
Cuando lleguemos al cielo, desearemos haber pedido más.