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Autor: Wim Malgo

En relación con la parábola en Juan 15 podemos analizar 4 síntomas un pámpano separado de la vid. Un cristiano que no se encuentra cerca del Señor. Continuando con el estudio “Permanecer en Jesús”, escuchemos con atención la exhortación que este capítulo nos trae.


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PE3019 – Estudio Bíblico
Permanecer en Jesús (3ª parte)



Quisiera comenzar la tercera parte de nuestro estudio con las palabras de 1 Juan 3:6: “Todo aquel que permanece en él, no peca”.

Seguimos pensando en lo que significa permanecer en Jesús.

Si recuerdan bien el programa pasado, nos dimos cuenta de que el Señor habla de un permanecer recíproco: Él nos manda que nosotros permanezcamos en Él, y a la vez Él permanece en nosotros.

Contemplamos la maravillosa unión de vida que se crea así entre el cielo y la tierra, entre Jesús y tu alma. Pero también consideramos los dardos de fuego del maligno, las flechas de la crítica, de la impureza, de la pereza espiritual y del odio, que el enemigo tira contra los hijos de Dios que buscan conscientemente la íntima comunión con la fuente de vida eterna, Jesús.

Hoy nos toca seguir con un tema muy serio: el de los cristianos que no cuidan su comunión con el Señor, permitiendo que su vida espiritual sufra daño y se vaya apagando. Existen cuatro síntomas de un pámpano separado de la vid, un creyente que antes permanecía en Jesús, pero que luego dejó que se interrumpiera la unión de vida con el Señor por el pecado. Sobre cada uno de estos cuatro síntomas podríamos poner la palabra “decreciente”.

  1. Una decreciente hambre de la Palabra de Dios

Jesús dice en Juan 5:39:

“Escudriñad las Escrituras; porque a vosotros os parece que en ellas tenéis la vida eterna; y ellas son las que dan testimonio de mí”. El que permanece en Jesús, inevitablemente tendrá hambre de la Palabra de Dios, pues ella le da testimonio de su Señor.

Pienso ahora en mis oyentes, especialmente en los que se han quedado estancados en su vida espiritual, y les digo con las palabras de Gálatas 5: “Corrías bien; ¿quién te estorbó para no obedecer a la verdad, para no permanecer en Jesús?”

Antes leías la Biblia con oración e interés, ¿verdad? Pero hoy apenas la lees, y si lo haces, es más bien por deber. Entonces te digo: no permaneciste en Jesús, eres un pámpano que se soltó de la vid. Vuelve a Él y pídele perdón.

  • Un decreciente deseo de orar

Santiago dice: “…no tenéis lo que deseáis, porque no pedís”.

Antes eras una persona con un fuerte espíritu de oración, ¿verdad? Pasabas mucho tiempo con el Señor, luchando de rodillas por los perdidos y por los hermanos en la iglesia. ¿Y hoy? Lamentablemente, este fervor ha menguado. Si bien oras todavía, lo haces rápidamente y por obligación, y estás contento cuando terminaste.

Pero esto significa que no has permanecido en Jesús. Por eso quisiera recordarte encarecidamente las palabras de Apocalipsis 3:

“Sé vigilante, y afirma las otras cosas que están para morir; porque no he hallado tus obras perfectas delante de Dios”, dice el Señor.

¿No te das cuenta de que tu vida interior está por morir, mientras no vuelvas a la íntima y permanente comunión con Jesús?

  • Una decreciente pasión por ganar a otros para Jesús.

Veo con gran tristeza incluso a comunidades cristianas enteras que no permanecieron en Jesús y terminaron siendo pámpanos secos, sin fruto. Mientras tanto, millones de personas mueren sin haber escuchado de Jesús. ¿Qué hacemos por ellos?

Cuando un médico tiene delante de él a una persona moribunda y tiene en su maletín un medicamento que puede salvarle la vida, pero no se lo da, entonces ese médico es un malvado.

¿Y nosotros?

En el mundo entero los hombres padecen la enfermedad del pecado y sufren por ella una muerte eterna. ¿Qué hacemos por ellos? Tenemos el gran medicamento, la sangre de Cristo que nos limpia de todo pecado.

Sin embargo, si no permaneces en Jesús, habrá en ti una creciente indiferencia y te volverás egoísta, duro y sin misericordia.

¿Qué dice Proverbios 24:11-12?:

“Libra a los que son llevados a la muerte; salva a los que están en peligro de muerte. Porque si dijeres: Ciertamente no lo supimos, ¿acaso no lo entenderá el que pesa los corazones? El que mira por tu alma, él lo conocerá, y dará al hombre según sus obras”.

¿Qué hiciste para alcanzar a tus vecinos con el evangelio? ¿Cómo te aseguras de que tus colegas escuchen acerca de Jesús? Mi hermano, mi hermana, ¿has notado un decrecimiento en tu testimonio, por no haber permanecido en Jesús?

  • Un decreciente anhelo por el regreso del Señor

Es lógico que, si no permaneces en Jesús, te alejas cada vez más de Él en tu espíritu. Conozco a hermanos en la fe que amaban al Señor; pero por los negocios, por el afán de éxito y reconocimiento ante los hombres, se fueron distanciando de a poco de Él y se volvieron cada vez más fríos. ¡Qué tragedia!

Antes clamabas: ¡Ven pronto, Señor Jesús!

¿Y hoy? ¿Todavía anhelas Su venida? ¿No se ha convertido Él ya en un extraño para ti? ¿No piensas a veces en tu corazón que, en realidad, no es necesario que venga pronto?

Pero estos fenómenos de descrecimiento, en tu lectura de la Palabra, tu oración, tu pasión por testificar de Jesús y tu anhelo de Su venida, son los cuatro síntomas de un pámpano que se soltó de la vid. Y hay solo una cosa para hacer: ¡vuelve atrás! Vuelve a Aquél a quién dejaste.

Pues así dice el Señor a Su pueblo:

“…convertíos a mí con todo vuestro corazón, con ayuno y lloro y lamento. Rasgad vuestro corazón, y no vuestros vestidos, y convertíos a Jehová vuestro Dios; porque misericordioso es y clemente, tardo para la ira y grande en misericordia, y que se duele del castigo” (Joel 2:12-13).

Ya es tiempo que vuelvas y te arrepientas. Ven de nuevo a Él con humildad y arrepentimiento. El Señor te llama y te exhorta también a ti con estas palabras:

“Pero tengo contra ti, que has dejado tu primer amor. Recuerda, por tanto, de dónde has caído, y arrepiéntete, y haz las primeras obras; pues si no, vendré pronto a ti, y quitaré tu candelero de su lugar, si no te hubieres arrepentido”.

 Jesús dice: “Vosotros sois la sal de la tierra; pero si la sal se desvaneciere, ¿con qué será salada? No sirve más para nada, sino para ser echada fuera y hollada por los hombres”.

¿Has dejado tu primer amor por el Señor? ¿Has perdido tu fuerza espiritual por no permanecer en Él?

Son preguntas importantes, y aún más a la luz de la pronta venida del Señor. El arrebatamiento de la Iglesia está cerca. Ya no hace falta que se cumpla ninguna señal para que tenga lugar ese gran evento. En cualquier momento, el Señor puede aparecer en el aire para tomarnos de esta tierra al encuentro con Él.

Es como cuando cae la noche en la ciudad. Se activa el alumbrado público, y de un instante para el otro, miles de focos, que antes se veían grises e insignificantes, se transforman en cuerpos luminosos, todos a la vez. Es una hermosa imagen del arrebatamiento. Estos focos están en contacto con una central eléctrica y reaccionan en seguida cuando se envía la corriente.

En cualquier momento se puede activar el encendido celestial, en cualquier momento puede llamarnos el Señor. Entonces nosotros, los creyentes, seremos arrebatados en las nubes para recibir al Señor en el aire, seremos transformados y dotados de un cuerpo de gloria y así estaremos siempre con el Señor.

La gran pregunta es:

¿Cómo será nuestro encuentro con Él? ¿Podremos acercarnos a Él con gozo, porque en nuestra vida terrenal hemos permanecido en Él?

Juan nos exhorta:

“Y ahora, hijitos, permaneced en él, para que cuando se manifieste, tengamos confianza, para que en su venida no nos alejemos de él avergonzados”.

¿Anhelas Su venida? ¿Permaneces en Él? ¿Has vuelto a Él con arrepentimiento sincero? Espero que así sea. ¡Dios te bendiga!

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